15 viajes diferentes para dejarse seducir por la combinación naturaleza-arte

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A muchos se les acaban las vacaciones. Otros hemos preferido mantener una conexión permanente buscando horizontes favorables. Otros las disfrutarán en ese maravilloso mes de luz más baja, perfecto para desconectar, septiembre. La idea del viaje sigue metida en nuestra cabeza. Aquí, 15 destinos para cualquier momento y formato, para viajar a ellos físicamente o para visitarlos on line, para disfrutarlos o para imaginarlos y soñarlos; pero sobre todo para conocer lo que hombres y mujeres con sensibilidad han puesto en marcha en diversos países -desde Holanda a Estados Unidos, desde Noruega a España- para fusionar naturaleza y arte, los diálogos que han establecido entre el arte creado por la naturaleza y el arte surgido de la mano humana. Las sugerencias parten de un extraordinario libro El arte como destino, escrito por Amy Dempsey y publicado por Blume; un libro al que siempre he tenido un aprecio especial porque abre mil recovecos en mi mente y que, por cierto, se encuentra ahora de promoción (6 euros) en las librerías de los Vip’s. Jardines, parques de esculturas, museos al aire libre, islas, campiñas, instalaciones de land art o colecciones que buscaron un emplazamiento único. Desde el Peine del Viento de Chillida en San Sebastián a la Fundación Henry Moore en el corazón rural de Inglaterra. 15 ideas para viajar, para fantasear o para reflexionar sobre cómo acercar el concepto artístico a nuestras vidas, para trascender la motononía del día a día, a veces tan gris, sobre todo cuando se nos acaban las vacaciones y gente sin escrúpulos sigue gobernando una parte de nuestras vidas.

1. Flevoland. Holanda.Esta nueva provincia holandesa (al este de Amsterdam), con estatus oficial desde 1986 pero creada a partir del final de la Segunda Guerra Mundial ganándole terreno al mar, abarca ya 1.420 hectáreas. Fue concebida desde el comienzo como un nuevo lenguaje donde conversaran lo rural, el paisaje, el arte, el diseño, la ingeniería y la arquitectura. La sensación al visitarla es extraña, porque aquí todo, tierra y pueblos, es nuevo, todo tiene menos de 30 años. Y desde su inicio muy inicio, sus habitantes tuvieron en cuenta que la cultura debía formar parte de su horizonte, literalmente hablando. El horizonte físico y el psicológico también. El horizonte vital. Así, Flevoland es un auténtico museo de esculturas al aire libre; cuenta con unas 80 repartidas por pueblos, parques, lagos y campos, más cinco extraordinarias piezas de land art creadas por grandes nombres: Robert Morris, Piet Slegers, Richard Serra, Marinus Boezem y Daniel Libeskind. Para muchos, en fin, un modelo de desarrollo humano, en perfecta armonía con el medio.

2. Broken Circle/Spiral Hill. Holanda. El único trabajo en Europa, y muy poco conocido, del artista norteamericano de estilo earth Robert Smithson, autor de la famosa obra Spiral Jetty, en Utah (EE UU). Un círculo de arena y agua con un gran canto rodado encima más una montañita en espiral en diálogo, que nos permiten sentirnos juguetones, regresar a nuestra infancia. Se encuentra en Emmen, el centro industrial de la provincia eminentemente rural de Drenthe, una zona conocida en Holanda por su belleza natural y, sobre todo, por su interés geológico. Smithson se enamoró de este paisaje, que le pareció mágico, y por eso se decidió a montar en 1971 esta obra, que ha atravesado por altibajos en su valoración y conservación.

3. Panorama en las Dunas. Holanda.El fabuloso artista norteamericano James Turrell trabaja con la luz, el espacio y las distintas sensaciones a las que nos lleva nuestra percepción. Con esos materiales creó en 1996 Celestial Vault / Panorama in the Dunes, situada a las afueras de La Haya. Se trata de un cráter artificial (de 5 metros de profundidad) con un banquillo en su interior, más una duna a su lado. «En mi obra, el espectador se hace consciente de que el acto de observar puede crear colores y espacios», ha dicho Turrell, que es especialista en hacer visible lo invisible, en llevarnos a fijarnos en elementos que nos rodean que antes habíamos ignorado. Un maestro en los juegos de la percepción a partir de elementos naturales.

4. Tranekaer International Centre for Art and Nature. Tickon. Dinamarca. La pequeña y alargada isla de Langeland, al sur de Dinamarca, entró en crisis en los años noventa. Entonces, el ayuntamiento del pequeño pueblo de Tranekaer contactó con el italiano Dane Alfio Bonnano, residente local y pionero en arte paisajístico cuya máxima es: «Los sueños y las ambiciones pueden hacerse realidad», y con el conde Ahlefeldt-Laurvig, propietario del castillo de la localidad, y juntos pusieron e marcha esta iniciativa de arte ambiental, en la que han participado desde 1993 una treintena de artistas, desde Mikael Hansen -Organic Highway- y Steven Siegel al propio Bonnano, que creó una impresionante cornucopia que derrama un torrente de pedruscos, Between copper beca. Obras de arte en la naturaleza, manejando los códigos de la propia naturaleza. Ella es su ubicación y su médula. Tickon es, por sí mismo, un organismo vivo.

5. Artscape Nordland. Noruega. En los años noventa, 33 artistas internacionales, de la talla de Tony Cragg y Anish Kapoor y la española Cristina Iglesias, crearon otras tantas esculturas para situarlas en la naturaleza de las localidades del condado de Nordland, al norte de Noruega. El resultado de la combinación de estas obras con el paisaje del norte del norte resulta tan relajante como armónico e inspirador.

6. Fundación Isla Hombroich. Alemania. Este proyecto artístico multidisciplinar se debe al empeño del constructor Karl-Heinrich Müller, que quiso buscar un sitio donde mostrar su colección y que luego fue ampliando para dar residencia a creadores deseosos de aislarse para llevar a cabo sus obras. Lo encontramos en una pequeña isla -24 hectáreas- del río Erft, en una reserva natural cerca de Düsseldorf. Los 11 pabellones creados por Erwin Heerich más la adaptación de un antiguo búnker de la OTAN, más el entorno, sirven para dar cabida a artistas y a sus obras, ofreciendo un resultado que muchos definen cercano a la utopía. Hay obras de todas las épocas, desde esculturas precolombinas y figuras chinas de la dinastía Han a obras de artistas modernos como Jean Arp, Francis Picabia, Yves Klein y Eduardo Chillida, cuya escultura de hormigón de 14 metros de altura se ha convertido en todo un símbolo en la zona. Esta iniciativa privada creada en los años ochenta se convirtió en pública a través de una fundación en 1996.

7. Cass Sculpture Foundation. Reino Unido. Amy Dempsey la define en su libro como la colección de escultura al aire libre más elegante del Reino Unido. Es el fruto del empeño del empresario Wilfred Cass y su esposa, que la pusieron en marcha en 1994 para promover la escultura del siglo XXI. Se encuentra en un romántico bosque de la zona rural del sur de Inglaterra, en Goodwood, en Sussex Downs, cerca de Chichester. La idea es que los artistas no solo puedan exhibir su obra, sino también venderla; esos ingresos se reinsertan en la fundación para realizar nuevos encargos, en torno a uno al mes; con lo cual, la labor de mecenazgo está asegurada. Por sus praderas, entre sus maravillosos árboles, han pasado nombres tan importantes como Anthony Caro, Tony Cragg, Eduardo Paolozzi y William Tucker. El cambio de esculturas y los propios ritmos de la naturaleza ofrecen distintos escenarios a lo largo del año y de los años. Muy recomendable una visita a su web.

8. Little Sparta. Reino Unido. Todo un poema del paisaje, un edén de cultura, creado por el artista y escritor británico Ian Hamilton Finlay (1925-2006). Su famoso jardín artístico ubicado en Escocia, en las colinas Pentland, 38 kilómetros al sur de Edimburgo, es un compendio de jardinería, filosofía, arte, historia, poesía, arquitectura y mitología, con continuos homenajes y guiños a los creadores que Finlay admiraba, desde el poeta Virgilio al filósofo Rousseau y el pintor francés Poussin. En 2004, los artistas profesionales de Escocia lo votaron como la obra de arte más importante de su nación. Y no es de extrañar, porque la delicadeza y buen gusto para combinar la historia del conocimiento con la naturaleza, a la vez que no se pierde el sabor de estar visitando la casa de un amigo, es algo que solo se consigue con mucha sabiduría y muchos años. En total, son 275 esculturas bajo lemas como este: «Los jardines más interesantes están compuestos de penumbras y soledades, y no solo de plantas y árboles».

9. Fattoria di Celle / Colección Gori. Italia. Situada en las afueras de Pistoia, en la Toscana. El coleccionista Guliano Gori y su familia han ido montando desde los años ochenta un extraordinario grupo de obras, al invitar a artistas para que creen trabajos para emplazamientos específicos en el parque, los cultivos, los olivares, los edificios agrícolas o la villa del siglo XVII. Artistas de tanta fama como el estadounidense Robert Morris, el francés Daniel Buren y el español Jaume Plensa se han apuntado a esta experiencia, que aporta un valor más a la Toscana, ese paisaje humanizado que todos tenemos tan idealizado.

10. Montenmedio, Arte Contemporáneo. España. Nombres tan importantes como Marina Abramovic, Maurizio Cattelan, Olafur Eliasson, James Turrell, Sol Lewitt y la española Susana Solano han añadido sus trabajos como si fueran nuevas especies a proteger en este enclave de naturaleza privilegiada en Cádiz, cerca de Vejer de la Frontera, en ese punto donde confluyen Atlántico y Mediterráneo, África y Europa. Lo que podemos ver es un relajante paisaje de olivos y alcornocales con una importante biodiversidad de aves migratorias en una propiedad de 500 hectáreas, de las cuales 300 son reserva natural y 30 están destinadas a acoger esta colección permanente de obras que dialogan con el aire libre desde que comenzó este siglo, este milenio.

11. El Peine del Viento (Haize Orrazia). España. Otro de los pocos destinos españoles que cita el libro El arte como destino, pero con todos los merecimientos, claro. Una obra maestra creada en 1976 por Eduardo Chillida, uno de los mejores escultores europeos del siglo XX, sobre una intervención arquitectónica de Luis Peña Ganchegui, ubicada en las faldas del Monte Igueldo, donde vivía el artista. La enorme escultura de hierro, con forma de garra en tres partes, es un abrazo al mar, a la libertad, a la naturaleza, al horizonte, y un homenaje a la ciudad de Chillida. Una pena que su caserío -Chillida Leku- situado muy cerca, en Hernani, esté ahora cerrado al público, solo abierto a los investigadores, porque podría haber pasado con todos los honores a esta lista de parajes que combinan armónicamente el arte de la naturaleza y el arte del ser humano. «Yo soy de los que piensan, y para mí es muy importante, que los hombres somos de algún sitio», dejó escrito Chillida y así viene aún en la presentación on line de Chillida Leku. «Lo ideal es que seamos de un lugar, que tengamos las raíces en un lugar, pero que nuestros brazos lleguen a todo el mundo, que nos valgan las ideas de cualquier cultura. Todos los lugares son perfectos para el que está adecuado a ellos y yo aquí en mi País Vasco me siento en mi sitio, como un árbol que está adecuado a su territorio, en su terreno pero con los brazos abiertos a todo el mundo».

12. The Lightning Field. EE UU. Uno de los destinos más especiales y enigmáticos: un conjunto de 400 varillas de acero inoxidable, de 5 centímetros de diámetro, y entre 5 y 8 metros de altura, para salvar los desniveles del terreno y que queden todos los extremos al mismo nivel; situado en un desértico y aislado paisaje en una remota localidad al suroeste de Nuevo México. Su autor, el norteamericano Walter de Maria, eligió precisamente este emplazamiento porque no concebía que la gente pase observando una escultura solo medio minuto, un minuto, dos minutos, como en los museos o galerías convencionales de arte. Él buscaba una relación mucho más estrecha entre el público y su obra; de esta manera obliga al visitante a dedicar prácticamente un día a su obra, lo cual supone una auténtica experiencia de comunión con el arte y la naturaleza. Lo más importante de la obra es su celebración del poder del esplendor visual de los fenómenos naturales: los juegos de luz que ofrecen las varillas cuando atardece o amanece, en las noches de Luna o entre las brumas del calor del mediodía y no digamos cuando hay tormenta y los rayos se ven atraídos por las varillas, especialmente diseñadas para ello. La función que ofrecen los relámpagos, la escenografía paranormal que conforman, resulta imposible de olvidar.

13. Henry Moore Foundation. Reino Unido. Para los amantes de lo bucólico, Amy Dempsey, la autora del libro, aconseja como imprescindible una visita a este lugar, la casa del famosísimo escultor británico Henry Moore, en Perry Green, cerca del pueblo de Much Hadham, en el corazón de la Inglaterra rural. Sus monumentales esculturas metálicas de impactantes siluetas se levantan entre jugosas praderas, ofreciendo todas las perspectivas posibles. Cuando el escultor y su mujer Irina abandonaron Londres, pues su casa había resultado seriamente dañada en la Segunda Guerra Mundial, se establecieron en este idílico lugar entre robles y ovejas, y fueron comprando propiedades hasta abarcar las 25 hectáreas con que cuenta ahora la propiedad. «La pintura y la escultura», dijo Henry Moore, «ayudan a darnos cuenta del maravilloso mundo en que vivimos». Es de esos sitios donde uno necesita perderse para encontrarse.

14. Storm King Art Center. EE UU. Ralph E. Ogden y H. Peter Stern, hombres de negocios y copropietarios de la Star Expansión Company, decidieron en los años sesenta crear este espectacular espacio para acoger esculturas de gran tamaño de artistas de primera fila, como Alexander Calder, Claes Oldenburg, Jean Dubuffet, Louise Bourgeois, Richard Serra, Henry Moore, Donald Judd, Sol Lewitt, Isamu Noguchi, Roy Lichtenstein… Auténticos maestros. En total, más de un centenar de piezas de categoría mundial de los siglo XX y XXI en unas 200 hectáreas en Mountaineville, en el Estado de Nueva York, a 90 kilómetros de Manhattan, en el bajo valle Hudson. Con razón dijo Stern: «Queremos llevar a su máxima expresión la interpelación de un paisaje asombroso y una magnífica escultura». Avisaba de la más importante de sus empresas.

15. Chichu Art Museum. Japón. El concepto zen de la sencillez y un exquisito buen gusto dan sentido a este museo, abierto en 2004 y gestionado por una fundación. Solo cuatro nombres de artistas. Una colección delicada, donde, como en los buenos menús, la carta degustación se nos presenta breve pero muy sustancial: Tadao Ando se encargó del edificio-contenedor casi subterráneo. Dentro: una instalación del artista norteamericano Walter de Maria, tres obras del norteamericano James Turrell y cinco de los famosos Nenúfares que pintó Monet entre 1914 y 1926. Ni más ni menos. Todo girando, impresionándonos, en torno a los juegos de luz y a la fugacidad del tiempo. El enclave no puede ayudar más para entender la esencia de la propuesta: la pequeña y remota isla japonesa de Naoshima, parte de un parque nacional de impresionantes acantilados. Tierra y mar. Esencia y abismo. Otro lugar para mirar hacia fuera y hacia dentro de nosotros.

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Comentarios

  • esther garcia llovet

    Por esther garcia llovet, el 26 agosto 2013

    fan-tás-ti-co. maravilloso. añadiría también el sonic pavilion en el instituto inhotim, de belo horizonte, donde doug aitken introdujo una serie de micrófonos a seiscientos pies de profundidad que recogen y amplifican el movimiento de las placas tectónicas y que debe ser otra experiencia así, como la vigilia permanente de los dioses.

  • Gema

    Por Gema, el 27 agosto 2013

    Precioso reportaje. Me gustaría añadir «Another Place», el conjunto de esculturas de Antony Gormley en Crosby Beach (Southport, UK).

  • Mere

    Por Mere, el 07 junio 2014

    Estuve en Monteenmedio dos veranos seguidos. Pasear por allí es una sensación maravillosa, fundiéndose a cada paso hombre y paisaje. Este verano veremos las esculturas de Chillida aprovechando que vamos para el norte. Saludos.

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