«No los abandones». En defensa de los derechos de los animales

Más de 150.000 mascotas son abandonadas al año en España. Foto: Pixabay.

Más de 150.000 mascotas y animales de compañía son abandonados al año en España. Foto: Pixabay.

Más de 150.000 mascotas son abandonadas al año en España. Foto: Pixabay.

Más de 150.000 animales de compañía son abandonados al año en España. Foto: Pixabay.

Desde Fernando Savater, que con encendida polémica hace alarde continuo de su saber filosófico negándole derechos a los animales, hasta el premio Nobel John Coetzee, gran defensor de una relación distinta con nuestros primos-hermanos, ‘En defensa de los animales’ (Libros de la Catarata) es una esclarecedora antología a cargo de Jorge Riechmann. Recoge textos de filósofos, científicos, políticos o escritores en torno a los derechos de los animales. Una revolución pendiente del siglo XXI.

Pasa el tiempo, se supone que evolucionamos, al menos en ciertos aspectos, pero algunas costumbres, deplorables costumbres, permanecen. Una de ellas es el abandono de los perros, tan frecuente en los meses de verano.

El niño o la niña se encapricha con un cachorro que ha visto en unos grandes almacenes -sí, a los animales se los sigue tratando como meras mercancías-. Movido por el entusiasmo del momento o porque es el cumpleaños del pequeño, alguien se lo regala, el padre o la madre, algún familiar, qué se yo. Al principio el entusiasmo no decae. Al contrario. El cachorro hace monerías, podemos sostenerlo en la mano, tan pequeño, nos conmueve y nos remueve la ternura.

Pero el cachorro crece –tal vez el comprador no había caído en eso, que aunque estuviera expuesto en unos grandes almacenes había comprado un ser vivo, un mamífero– y comienzan a surgir los inconvenientes. Lo que antes eran gracietas, ahora son problemas. Hay que sacarle varias veces al día para que haga caca y pis. Hay que vacunarle, comprarle comida. El capricho empieza a salir por un ojo de la cara. A veces hasta ladra, el animal, tendrá jeta. Los vecinos se quejan. Y lo peor, llega el verano, el momento más esperado del año, cuando por fin podemos desconectar del jefe, de los compañeros, de las rutinas. Alquilamos el mismo apartamento de siempre, donde ya conocemos los supermercados y nos hemos familiarizado con las mismas colas. Pero de pronto recordamos que no admiten mascotas (término horroroso, por cierto)…

¿Qué hacer?

A eso sí que no se puede renunciar, al apartamento o el hotel de siempre. Los padres lo consultan entre ellos. Nunca pensaron que tener un animal en casa era casi como tener un hijo en cuanto costes. Para ser exactos, nunca pensaron nada. Querían ver la cara de su hijo, eso es todo. Da pena, sí, pero qué le vamos a hacer. Es verano, hace buen tiempo, y seguro que alguien lo recoge. Lo mejor es abandonarlo en la cuneta y dejar que se busque la vida, al fin y al cabo el perro es primo del lobo, y los lobos siempre salen adelante. Incluso luego hay que acabar con ellos porque matan el ganado para comer. Seguro que alguien lo recoge, lo adopta y lo trata bien. La vida es dura.

Desgraciadamente, esto es lo que les pasa a muchos perros. Pero el problema es mucho más generalizado, afecta a todos los animales, y tiene que ver con nuestra forma de relacionarnos con ellos. Aún hay quien se espanta, incluso afamados filósofos y articulistas, cuando oye que los animales también tienen derechos. Faltaría más. Primero las mujeres, luego los negros y ahora los animales. Como si los humanos no fuéramos animales, pienso yo.

“Para que los animales tengan derechos sólo hace falta una cosa: concedérselos”. Esta hermosa y certera cita es de Jorge Wagensberg y la he tomado del libro En defensa de los animales (Libros de la Catarata), una antología a cargo de Jorge Riechmann que recoge textos de filósofos, científicos, políticos o escritores en torno a los derechos de los animales. Como señala Ruth Toledano en el prólogo, en contra de lo que se pudiera pensar, el activismo en favor de los animales no es una moda reciente, sino que viene de lejos, desde el taoísmo o filósofos griegos como Pitágoras. O intelectuales y científicos contemporáneos como John Coetzee y Albert Einstein.

Esta cuidada y rica antología de Riechmann, poeta y profesor de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Madrid, es una invitación a la reflexión. El libro no solo recoge los testimonios de quienes han defendido y defienden una relación distinta hacia los animales –alejada de la crueldad, en la que se tenga en cuenta que también son seres que sienten, seres vivos muy próximos a nosotros, primos hermanos en realidad–, sino también la de aquellos, como Descartes, para quienes los animales eran meras máquinas. O más recientemente la de filósofos como Fernando Savater, quien habla de respeto pero no de derechos y cuya defensa de los toros ha levantado la polémica en más de una ocasión, como cuando afirmó que los toros de lidia tienen quince minutos de vida malos, por lo que montones de parados, agregó, querrían ponerse en su situación.

Los derechos de los animales son una de las revoluciones pendientes del siglo XXI, sin que esto implique que se hayan consumado el resto o que haya que descuidar otras causas. Quien desee aproximarse al tema, el libro de Riechmann puede darle unas claves muy precisas de lo que hablamos cuando hablamos de derechos de los animales, de las distintas aproximaciones que hay a una cuestión clave, por sus repercusiones éticas y también ambientales, que no deja de ser otra vertiente de la ética.

Subraya Jorge Riechmann en En defensa de los animales que la escritora polaca Wislawa Szymborska, cuando le preguntaron si los gatos tienen alma, se acordó de una escena anotada por Anatole France en una de sus cartas. A un alto representante de la jerarquía de la Iglesia se le acercó una marquesa con un perrito en los brazos y le preguntó: «Excelencia, ¿tienen alma los animales? El clérigo se encontraba en una situación bastante incómoda, y pensó: ‘Si le digo a esta parroquiana que no la tienen, dejará de contribuir con su dinero a la Iglesia, y si le digo que sí, iré contra la doctrina’. Pero encontró la respuesta: «Sí, marquesa, los animales tienen alma, pero un poco más pequeña».

La mirada que tenemos hacia los animales, por suerte, está empezando a cambiar. Y este libro es, sin duda, un ariete que se incorpora al movimiento que desde hace unos años, con más intensidad que en otras épocas de la historia, intenta derribar el muro en el que los hemos confinado.

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Comentarios

  • Fernando

    Por Fernando, el 06 agosto 2017

    Cierto, «vida consciente que quiere vivir, en medio de otras vidas que quieren vivir», una de las muchas citas y reflexiones de este libro prologado por Ruth Toledano.Saludos

  • ana castro

    Por ana castro, el 06 agosto 2017

    «Los animales sí tienen derechos, derecho a ser respetados como parte de un todo llamado ecosistema del q el hombre es parte, no motor. Justificar la libertad del h a hacer lo q sea por ser un animal racional es caer en la irracionalidad. El mundo es mundo desde antes de existir el h y lo seguirá siendo cuando este se extinga». Siento no sé quién escribió estas palabras tan certeras. Gracias J. Morales.

  • mentalmente

    Por mentalmente, el 07 agosto 2017

    Veo muy difícil arreglar cualquier asunto político mientras no se ponga primero, por delante de todo, la democracia ciudadana. Os equivocáis pretendiendo que gobiernen razonamientos.

    No funciona así. Es erróneo. Primero tiene que ir la voluntad ciudadana.

    Los razonamientos no deben ser vinculantes a acciones políticas.

    • ladnarg

      Por ladnarg, el 10 agosto 2017

      de momento lamentablemente «la voluntad ciudadana» la capitanea belen_esteban

  • La gata de Derrida

    Por La gata de Derrida, el 04 marzo 2018

    ¡Estupenda recensión! ¡Qué ganas de leer esta compilación de textos! Me quedo sobre tot con la anécdota la marquesa y el párroco.

    Un saludo,
    La gata de Derrida

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