Ahleuchatistas: la revolución está en el sonido

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Foto: Jesús Moreno.

Nació hace doce años como trío de guitarra, bajo y batería y en el camino quedó el bajo. De aquella primera encarnación del grupo permanece el guitarrista Shane Perlowin, que desde el año 2008 cuenta como compañero de viaje sónico con el baterista Ryan Oslance. Su música es tan inclasificable como impronunciable su nombre: Ahleuchatistas, palabra formada por la unión de ‘Ah-Leu-Cha’, título de una composición del saxofonista Charlie Parker, y ‘zapatistas’, el movimiento revolucionario mexicano. El dúo estadounidense está de gira por España hasta el día 2 de junio. En directo combinan con extraordinaria habilidad la hipnosis de las estructuras reiterativas del minimalismo con el halo envolvente de la música ambiental y la inquietud y alerta que generan las extrañas y sugerentes tímbricas que son capaces de extraer con tan pocos elementos. Charlamos con ellos en Huesca antes del primer concierto de su gira ibérica.

Según la Wikipedia, Ahleuchatistas “es una banda instrumental estadounidense de math rock que mezcla influencias del jazz, del rock progresivo, de la vanguardia y de la música experimental para lograr un sonido único”. Según vuestra biografía oficial, Ahleuchatistas es “una odisea musical de pura imaginación, con influencias ilimitadas, que combina de forma equilibrada la composición con la improvisación en poderosos directos”. Gracias. Leyendo la Wikipedia me preguntaba si lo que hacíais era música u otra cosa.

Shane Perlowin: Yo prefiero que la gente use los términos que les resulten mejor. No me siento cómodo plantando ninguna bandera, pero al mismo tiempo soy consciente de por qué podría ser útil etiquetar algo que de verdad te interese. Es cierto que cualquier etiqueta de estilo lleva consigo mucho equipaje, así que creo que intentamos no expresar lo que hacemos en esos términos, aunque la gente siempre pregunta, por lo que dejamos que, de alguna manera, sean ellos los que lo interpreten a su gusto.

Ryan Oslance: Estoy de acuerdo, creo que es mejor dejarlo a la imaginación, no intentamos adherirnos a ningún género. Es un poco estúpido limitarte a ti mismo.

Cuando se utilizan todos estos términos es probablemente porque la música no es fácil de encasillar. La idea de que no existan palabras que la describan me resulta inspiradora, pero imagino que no es así para todo el mundo. ¿Dónde encontráis mayores problemas con la indefinición estética de vuestra música? En el público, en los promotores de festivales y clubes, en los críticos, en las emisoras de radio…

Shane Perlowin: Probablemente en el tema de la contratación en festivales y con los promotores. Los espectadores pueden llamarlo como quieran.  Carece de importancia cuando se produce el diálogo con ellos, porque esta es una forma de comunicación sin palabras. Pero cuando tienes que venderlo [ríe], entonces tienes que hacerlo identificable de alguna manera.

Es la era de Twitter así que tenéis que intentar definirla con un máximo de 144 caracteres. ¿Algún tuit para definir lo que hacéis?

Shane Perlowin: Tengo uno más corto: es rock and roll.

¿Te sientes cómodo con esa etiqueta? ¿Sientes así la música?

Shane Perlowin: Totalmente. ¿Por qué no? Es guitarra y batería.

Músicos de clásica tocando con músicos de clásica, roqueros con roqueros, jazzistas con jazzistas… No describir la música ni considerarse un tipo concreto de músico, ¿es la única forma de lograr que la música esté abierta?

Ryan Oslance: Sí, cogemos cosas de muchos estilos diferentes y derribamos esas barreras. Se percibe en la música.

Shane Perlowin: Una de las cosas que pasaron cuando Ryan y yo nos encontramos por primera vez… Fue por teléfono, porque nos conocimos a distancia. Él respondió a un anuncio con el que yo buscaba a un baterista.

¡Una oferta de trabajo!

Shane Perlowin: ¡Sí, una oferta de trabajo! ¡¡Haz un montón de pasta tocando música indescriptible!! [Risas] La primera vez que hablamos estuvimos varias horas al teléfono hablando sobre tipos muy diferentes de música. Cuando se unió al grupo empezamos a evolucionar y a ser capaces de expresarnos tan libremente como queríamos, y todas estas influencias empezaron a expresarse. Es la descripción que tenemos en nuestra página web. No tiene límite en el sentido de que no nos sentimos obligados a cumplir con las expectativas de nadie, sólo a ser honestos con aquello en lo que estamos interesados, con quiénes somos y con lo que sentimos en este momento.

“Una odisea musical de pura imaginación”. ¿Qué parte de esa odisea musical depende de la improvisación y qué parte de la composición?

Ryan Oslance: Es una mezcla. En los conciertos nos gusta incluir la improvisación para que exista espontaneidad, para hacer la transición entre las partes compuestas. Componemos juntos y nos ponemos de acuerdo en los espacios para la improvisación, de modo que no es necesario que sea todo el tiempo libre improvisación aunque haya momentos para ello. Sabemos el lugar al que queremos llegar.

Por un lado están las cuestiones técnicas, por el otro lo que pasa en el momento, la forma en que puede afectarte un lugar, lo inspirado que estés, la reacción del público… Siendo como es vuestra música tan abierta a diferentes parajes, ¿cómo afectan estas cuestiones a vuestra música?

Shane Perlowin: Si recibimos energía desde el público eso hace que podamos compartir juntos el viaje. Si hay interacción entre los que tocan y los que escuchan, se produce una cierta reciprocidad. Es algo realmente importante y afecta realmente al modo en que tocamos. Es verdad que siempre lo damos todo, aunque sea en un local con tres espectadores en una sala congelada de la Francia rural, que es algo que nos ha pasado. Da igual, tocamos el set que queremos porque lo que queremos es tocar juntos, lo pasamos bien tocando juntos y disfrutamos de la libertad que nos permitimos. Hemos hecho algunas canciones que para nosotros no han envejecido pero, a veces, necesitamos tomarnos un respiro. Cuando volvemos, vuelve a resultar emocionante tocar algunas de esas canciones de años atrás. Creo que parte de esa originalidad tiene que ver con las cosas que vamos depurando, porque podemos tocar estas canciones de forma diferente cada noche, no nos estancamos, no tenemos por qué tocarlas exactamente igual todo el tiempo. Y el público puede incidir en el carácter con el que las toquemos, en las libertades que nos tomemos. Depende de si hay espacio para el sentido del humor o de si tienes el tiempo para poder desarrollar las cosas. Eso depende mucho del tipo de actitud y de la relación con el público, con el espacio, con el sonido de la sala. Porque es una música muy orgánica. Por eso todos esos factores terminan por conformar una especie universo holístico para nosotros, si es que esto tiene sentido. [Risas] Lo digo con completa humildad. ¡Hemos creado un universo!

Uno pequeñito al menos.

Shane Perlowin: ¡Uno pequeño, muy pequeño! Es un microuniverso. [Risas]

Shane fue uno de los fundadores de la banda hace 12 años. ¿Cuál fue el punto de partida? ¿Qué permanece de aquellos fundamentos y qué cosas han cambiado de forma consciente?

Shane Perlowin: Había algo verdaderamente radical cuando se formó el grupo y era esa idea de ruptura de las expectativas. Si te fijas, la música del segundo disco que hicimos, también la del resto, es muy perturbadora, una grabación casi de punk-rock.

De nuevo, las etiquetas en la música. [Risas]

Shane Perlowin: Pero para mí significa algo diferente que para los demás. Puedo darle a la etiqueta mi propio significado y para mí punk significa algo… Charlie Parker era punk.

Estoy de acuerdo.

Shane Perlowin: De acuerdo, compartimos el sentimiento pero probablemente no los demás, así que es casi mejor no decirlo. [Risas] Creo que esa actitud punk-rock permanece en el sonido pero, a su vez, no creo que hayamos conservado esa idea de “que se joda el espectador”, de reírnos de la gente o de excitarla y de pronto quitarles de golpe esa excitación.

O sea, de castigar al público.

Shane Perlowin: De alguna manera, pero a su vez de darles algo con lo que puedan verse reflejados de verdad pero luego no puedan desarrollar, para que haya esta especie de deseo constante. Que de pronto haya algo realmente melódico y con lo que te puedas identificar para interrumpirlo de pronto, porque no quieres que se acomoden en este mundo global y capitalista. Creo que ahora lo que queremos es elevar al espectador y a nosotros mismos. No pretendemos dejarlo catatónico pero sí que tenga la experiencia de una emoción más profunda y permitir que las cosas se desarrollen de forma orgánica. Antes se trataba de con cuántas ideas podías llegar, cogerlas todas y juntarlas. Tenía su sentido, pero ahora la idea es sembrar una idea musical y ver cómo desarrollarla de una forma lógica, que tenga sentido, que puedas sacar más de ella, en vez de tener una especie de listado de ideas. Se trata de poder hacer algo más elaborado y creo que eso es lo que ha cambiado.

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Foto: Jesús Moreno.

Más de vuestra biografía oficial: “El proyecto ha evolucionado a través de un continuo sónico creativo”. Esta idea de lo sónico, no de música per se. Un músico al que respeto dijo que la música del siglo XX se hacía con notas musicales y que la del XXI se hace con sonidos.

Ryan Oslance: Eso está se relaciona sin duda de forma directa con nuestro intento de crear un campo sónico para la gente. Es la manera en la que hemos estado trabajando en los últimos años, en vez de en pensar en qué notas queremos usar para hacer una canción. Tratamos de crear lugares en los que se pueda estar y experimentar algo durante un largo periodo de tiempo.

Así que depende más de los sonidos que de las notas.

Shane Perlowin: Sí, por supuesto. Hay muchas texturas y atmósferas que funcionan de verdad… [Largo silencio]. Esta es una pregunta difícil [Risas]. Es importante, pero al mismo tiempo mantenemos un cierto lirismo en nuestra música. Y pienso que precisamente porque nos permitimos ese elemento melódico tenemos la libertad para trabajar en esta idea de las texturas extremas, porque no creo que la mayoría sea capaz de escucharlas durante mucho tiempo. Si durante todo un concierto hiciéramos lo que hacemos durante quizá tres minutos, seguro que habría aficionados que querrían escucharlo durante hora y media. Conceptualmente lo entiendo, pero creo que logramos que resulte más agradable moviéndonos a través de todos estos espacios diferentes. Precisamente al hacer eso se crea una expectativa consciente de que la música va hacia algún lugar, no estamos tocando las campanas del infierno durante hora y media [Imita un sonido ruidista]… ¡Pero hacemos ese sonido! Eso mismo lo puedes escuchar en la música más mainstream, en el hip hop y en la música de baile. Estos sonidos se usan en todo tipo de músicas. Se podría decir que quizá el mayor logro de la música experimental es la forma en que se utilizan estos sonidos dentro de la música más popular del mundo [Ríe]. En los clubes puedes encontrar este tipo de sonidos. Puedes disfrutarlos mientras te das un baño… [Risas]

Imagino que en todas las entrevistas os preguntan por el nombre de la banda, así que yo no voy a hacerlo.

Shane Perlowin: ¡Gracias!

Pero sí quiero preguntaros por el lado social de vuestra música. Cuando un grupo toma su nombre de un movimiento revolucionario y de una composición de un músico revolucionario nos está diciendo algo, a menos que lo haya puesto por pura diversión. ¿Cómo conectáis la idea de vuestras preocupaciones sociales y políticas con tocar música instrumental, sin letras?

Ryan Oslance: La música es nuestra reacción inmediata a cómo sentimos y con ella nos expresamos. Entiendo que Shane fundara el grupo con esta especie de idea de…

¿Quieres cambiarle el nombre, Ryan?

Ryan Oslance: ¡No! Me encanta el nombre. Fue el comienzo de algo bueno.

Pero el espíritu del nombre, o al menos la idea de por qué se eligió este nombre, ¿permanece en la música?

Shane Perlowin: Sí. Es extraño porque… Bueno, el tiempo pasa [Ríe]. Sigo sintiendo que soy tan autoritario y crítico como lo he sido siempre pero, al mismo tiempo, no he mantenido realmente el activismo en mi vida. Si se plantea la necesidad, sigo teniendo la capacidad de actuar de forma espontánea, y eso no hace que me excluya de participar en acciones que sean necesarias. Ya no voy a reuniones, ha sido algo muy frustrante muchas veces. Lo he cambiado por esta especie de espacio estético. No creo que sea algo complaciente, porque no lo siento así, no es una cuestión nihilista. Vivimos en los Estados Unidos, la gente no tiene esperanza y moralmente… [Ríe] ¡A veces lo siento así! Es difícil mantenerlo mientras intentas hacer tu vida y trabajar… ¡Pero creo que trabajar con música es una de las actividades más pacíficas que uno puede hacer y una de las más enriquecedoras! Yo enseño música a los niños y creo que puedes transmitirles en la música este tipo de sentimientos de liberación, sentimientos humanistas. Es un intercambio honesto con los demás sin necesidad de gilipolleces. Puede que sea un gesto radical o simplemente una forma de divertirse, no lo sé, pero creo que eso lo mantenemos y que todo ese tipo de sentimientos del principio permanecen. Y es genial. De algún modo tuve suerte de que por extrañas circunstancias llegara este nombre que la gente no entiende muy bien, ni sabe pronunciar ni deletrear, porque tocamos los conciertos y después hay quien viene y nos dice: “¡Eh, tíos! ¡¡El mejor concierto que he visto nunca!! ¿Cómo demonios se llama la banda?”. Ha sido una dificultad añadida, puede que sea un obstáculo para nosotros [Ríe]. Ya veremos si lo superamos o no.

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