Animales cercanos a las estrellas (I)

La escritora Ruth Toledano con Poca y

La escritora Ruth Toledano en la manifestación contra la caza, en octubre. Tiene en su regazo a Nica y en el carrito está Pizca, que murió al poco tiempo.

Rosa Montero y su perra Carlota, Ruth Toledano y su chihuahua Poca, Julián Hernández, líder de Siniestro Total, y sus gatos Chas y Aretha… Terminamos el año repasando hoy y mañana con escritoras, músicos, actrices y fotógrafos la relación del artista y la mascota, el vínculo especial que les une y que muchas veces desemboca en una sensibilidad activista contra el maltrato animal.

Un somero paseo en el tiempo nos permite confirmar el dicho no escrito que afirma que detrás de (algunos) grandes artistas hay grandes mascotas. En la literatura por ejemplo: compañeros de nombres históricos fueron los animales de compañía que pasaron por los hogares de Julio Cortázar (su gato Teodoro), Truman Capote (su perro Charlie), Virginia Woolf (sus perros y su tití del Amazonas) o Jane y Paul Bowles (perros, gatos, loros, patos, etc). También Charles Baudelaire, Jorge Luis Borges o Pablo Neruda debieron comprender que allá de donde no llega lo humano (que visto lo visto no es muy lejos), en cuestión de afecto, está un animal.

Otro ejemplo sería el de la periodista y escritora madrileña Rosa Montero, que mantiene un bonito idilio con sus canes. “Ahora sólo tengo a Carlota, que tiene ocho años y es una perra de raza indefinida, blanca y negra como una vaquita, de unos 30 kilos. La recogí con dos años de ANAA (Asociación Nacional Amigos de los Animales) y estaba tan aterrorizada (qué le habrían hecho a la pobre) que durante seis meses no se dejó tocar. Cuando la traje a casa, se pasó dos días sin hacer pis, de lo aterrada que estaba. El segundo día me pasé seis horas en el parque con ella y cuando ya pensaba en llevarla al veterinario para que la sondaran…, ¡lo hizo!”. Ahora está de lo más mimosa. Le puse Carlota porque parecía una señorita romántica y tímida. Hasta el pasado 29 de junio tuve también a mi Bruna, una teckel de pelo duro que tenía casi 15 años cuando murió y que ha sido el perro de mi vida (y he tenido unos cuantos). Y dentro de unas semanas tendré una nueva cachorrita, una teckel de pelo duro que ahora sigue con su madre porque es muy pequeñita. Se llamará Petra. Las teckel tienen mucho carácter y yo creo que le va el nombre”. La pasión y el entendimiento de Rosa con el género cánido viene de lejos: “Siempre me encantaron, pero mis padres no me dejaron tenerlos. Desde que fui adulta e independiente, tuve. Y no concibo la vida sin ellos. Como decía Anatole France, quien no ha amado a un animal tiene parte del alma dormida. Redondean mi vida y la hacen más plena y más hermosa”. No cuesta demasiado imaginar una escena de cotidiana creatividad de la autora de La Casa de la loca e Historia del rey trasparente, donde sus perras ocupan un discreto lugar preferencial, respetando y reconfortando a quien está manos a la obra, como vigilantes inconscientes de una inspiración que necesita aislamiento y ninguna interrupción en el proceso.

La poetisa y periodista Ruth Toledano, colaboradora de eldiario.es, coordinadora del blog animalista El Caballo de Nietzsche, firme activista de los derechos animales -incluso fue agredida cuando protestaba en Tordesillas contra la celebración del Toro de la Vega-, nos habla con pasión y mucho cariño de sus cuatro perros y su vida con ellos. “Cuando los tienes cerca, cuando los amas, cuando los conoces personalmente y ves que sienten como los humanos, que sufren o disfrutan como todos nosotros, te sensibilizas aún más. Cada uno de los animales con los que convivo trae detrás una dura historia que recuerda la de muchos otros, millones, que necesitan auxilio. La militancia depura además los prejuicios: enseña a apreciar el encanto y la belleza en toda clase de gatos y toda clase de chuchos, grandes, pequeños, cachorros, ancianos, enfermos. Y a trascender la especie, a ampliar tu consideración moral: a través de ellos me veo a mí misma, y veo a cerdos, vacas, caballos, corderos, pájaros, peces. Me solidarizo con los demás. Y celebro que mis relaciones y mi comunicación sean tan ricas en las diferencias, poder vivir con intensidad la experiencia de un mundo diverso. Mi vida cambiaría a mucho peor sin vivir con animales, sería más pobre y triste. Me resulta casi imposible concebirlo, desde que soy independiente he tenido perros y gatos. Lo que sí ha supuesto un cambio es convertirme en madre de familia numerosa y tener tres perros en vez de uno. La movilidad se ha complicado bastante: no puedo viajar con ellos en avión o me resulta menos cómodo llevarlos de paseo por Madrid. Pero es maravilloso ver que se quieren y protegen como hermanos, disfrutar de sus distintas personalidades y tener tantas opciones de mimo”.

Para atestiguar esta diversidad de la comunicación, la cronista de la Villa de Madrid nos cuenta esta divertida anécdota de uno de sus animales: “Poca era una chihuahua minúscula, pesaba poco más de un kilo, completamente blanca. La adoptamos cuando tenía cinco meses porque nació con una malformación congénita en el corazón y su criadora no podía venderla como si fuera un juguete. La operamos y su problema se resolvió. Se convirtió en un ser adorable, tenía una personalidad arrolladora, inversamente proporcional a su tamaño. Era preciosa, una emperatriz del universo con pinta de marciana. Casi siempre iba en nuestros brazos, por su propia seguridad y porque le gustaba. Una tarde entramos en Generación X, la tienda de cómics de la calle Puebla. Yo estaba mirando cómics, concentrada, y ella empezó a gemir con insistencia. No sabía qué le pasaba, no entendía por qué ella dirigía esos gemidos a uno de los rincones de la tienda. Estaba muy excitada, parecía que quería ir hacia allí, saltar de mis brazos. Cuando descubrí lo que llamaba tan poderosamente su atención, no di crédito: ¡Poca estaba hablándole a un Yoda gigante! Y cuando la acerqué hasta él, le lamía nerviosa, gimoteaba, le echaba las patitas. Me di cuenta de que en cierto modo se parecían y, lo que es más asombroso, de que Poca lo había reconocido, como si fuera un pariente perdido en otra galaxia con el que te reencuentras en Malasaña después de varias vidas. ¡El abuelo Yoda! Desde entonces, Yoda es para la eternidad el abuelo de Poca”.

Julián Hernandez retoza con Chas y Aretha.

Julián Hernández, líder de Siniestro Total, retoza con Chas y Aretha.

Y de los perros a los gatos: el laberíntico escritor politoxicómano William Burroughs era un tipo declaradamente devoto de los felinos. Él, que siempre se mostró esquivo con el género humano, encontró quietud y equilibrio en los gatos, que toman total protagonismo en su libro Gato Encerrado, donde el subversivo escritor beat rinde pleitesía a los gatos que le acompañaron en su vida y narra lo vivido al lado de estos, erigiéndose en, quizá, el primer psicólogo para felinos. Otro fanático de estos animales fue Fredy Mercury, que homenajeó a su gato en la canción Mr. Bad Guy en el primer disco en solitario del cantante, y a su gata en Delilah, incluida en el último disco de Queen en estudio, Innuendo. Se cuenta que cuando Freddy andaba de gira y los echaba de menos pedía a su cuidadora de gatos que se los pusiera al teléfono para ver cómo estaban.

Rosa Montero y Carlota

Rosa Montero con Carlota y una amiga.

Otro músico con clara afinidad gatuna es Julián Hernández, líder de Siniestro Total, que nos cuenta: “Mis gatos siempre son refugiados acogidos con los brazos abiertos. Los dos de ahora llegaron recién nacidos: Chas hace tres años y Aretha este mismo año. La pobre hija sólo tiene seis meses. Eso sí: una vez que viven con humanos, los gatos se vuelven unos aristócratas dueños y señores de la casa. Digamos que los míos son ‘raza alta alcurnia proletaria gallega’. Él es Chas (Smash), por el cantante de Madness, y es atigrado; y ella, Aretha (Franklin), por razones obvias, y es de color indefinible. A veces a ella la llamamos Etta para abreviar, obviamente por Etta James. Ella llegó hace poco para sustituir a Geo (Esplendor Geométrico), que murió envenenado por alguien que puede sufrir la introducción de astillitas en las orejas y la extirpación dolorosa del bulbo raquídeo si le pillo. Antes tuvimos tres y todos negros, además de Geo estuvieron Derribos Arias (Didi, para los amigos) y Mambo, que ya vino con nombre incorporado. En los tres casos, la mala suerte la asumieron ellos y a nosotros no nos dieron más que cariño y despejaron la casa de ratones”. La pasión que por estos felinos siente la banda gallega se ha podido escuchar incluso en alguno de sus discos. Julián: “Ya metimos maullidos de gato en el Country & Western, pero era el del guitarrista Xabier Soto. En todo caso, yo ya he escrito dos o tres canciones sobre gatos. Luego, cuando salimos de gira, si hay retén en casa, todo arreglado. Además los gatos no son como los perros: pueden pasar algún tiempo solos con tal de que no sea excesivo. ¡Y salen a recibirte a la vuelta!”.

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