Antonio Morales, hacer cine o recoger pimientos

El director de 'Marisa en los montes', Antonio Morales.

El director de ‘Marisa en los montes’, Antonio Morales.

El director de 'Marisa en los montes', Antonio Morales.

El director de ‘Marisa en los bosques’, Antonio Morales.

Acaba de arrancar la III edición del festival FilMadrid, y como muestra del cine de autor que proyectará en la capital hasta el 17 de junio, traemos hoy a ‘El Asombrario’ al almeriense Antonio Morales, que firma su primer largometraje como guionista, director y productor: ‘Marisa en los bosques’, una original película, una comedia urbana muy madrileña, sobre el mundo femenino, sus búsquedas, certezas e inseguridades, que se mueve entre Almodóvar y Rohmer.

El proceso, como siempre que se hace cine, y más en precario, ha sido largo. Morales comenzó a escribirla en 2011, la rodó en 2015 -en sólo dos semanas, porque el presupuesto no daba para más- y se montó en 2016. Ha pasado ya por los festivales de cine de Sevilla y de Barcelona, y ahora esta película, protagonizada por una estupenda Patricia Jordá, de la que se enamora la cámara y el público, llega a FilMadrid, despertando mucha curiosidad. Antonio Morales, que está terminando los estudios en la RESAD (Escuela Oficial de Teatro de Madrid), viene de la realización de varios cortos y, sobre todo, del teatro, donde desarrolló con la compañía La Xirgu, varias obras en torno al universo femenino, como Chéjov nos salvará.

El presupuesto de la película ha sido escueto, ¿no?

28.000 €; conseguidos una parte por crowdfunding, y otra con mis ahorros, con la ayuda de mis padres… Esas cosas…

¿Lo volverías a hacer?

Realmente ha sido agotador, pero sentía tal necesidad de hacer una película, después de tanta saturación de proyectos, que opté por hacer lo más cercano y asequible, pensando en todo mi entorno, en quien me podría apoyar, pero hacerlo ya… Esto es una carrera de fondo, soy consciente. Aunque también soy consciente de que, a pesar de las nuevas plataformas y canales, es difícil dar rentabilidad a proyectos como éste. Ir a festivales ayuda a darte visibilidad y a tomártelo más en serio, a ti mismo y a lo que estás haciendo, sobre todo cuando, como los festivales a los que ha ido Marisa en los bosques, están organizados por cinéfilos, por gente que ama el cine; que elijan tu película para programarla qué duda cabe de que anima. Otra cosa es el circuito comercial… El tema es que durante el proceso tan largo de preparación muchas veces te asaltan dudas sobre si esto le va a interesar realmente a alguien, si va a funcionar. Tienes una incertidumbre inmensa. Y que te programen en los festivales te da confianza. Ha sido agotador, sí, pero me apetece intentar de nuevo el cine, claro. De hecho, estoy ya con tres guiones, pero centrado en uno; mi idea es ver lo primero cómo conseguir financiación.

¿Podemos decir que satisfecho, entonces?

Sí, sí, es que necesitaba ganar en confianza. Porque siempre tienes un poco esa sensación de culpabilidad por dedicarte al cine, al espectáculo. Mi familia es de un entorno rural y yo, sin embargo, desde pequeño pintando, en plan artista, y mis padres pensando: bueno, ya dejará los lápices, que tiene que irse a coger pimientos… Yo creo que he arrastrado un poco esa culpabilidad. Y ahora con Marisa en los bosques yo creo que he ganado esa confianza de que la fantasía de aquel niño de Almería se ha convertido en realidad, y ves que llegas a un público, y les gusta y aplauden. Cuando llegas ahí, respiras…

¿Tus padres han visto la película?

Sí. La vieron en el festival de Sevilla.

¿Y qué te han dicho?

Mmmmm, bueno…, creo que al final sí han entendido un poco que yo tenía razón… Sí, pero mi madre lo que quiere es verme en la tele.

Me pasaba también eso a mí. Llevaba cinco años escribiendo en ‘El País’, y cada vez que iba a mi pueblo y le hablaba a mi abuela de mis viajes y artículos, ella siempre me decía: Ay, sí, hijo, ¿pero en la tele cuándo sales?

¿Ves?

Lo que veo en ‘Marisa en los bosques’ es una cautivadora mezcla entre Almodóvar y Rohmer.

Me emociona que me hagan críticas refiriéndose a gente que me gusta tanto. A mí Almodóvar me fascina. En todo este proceso de elaboración de la película, me han dicho muchas cosas, pero me gustó mucho una que me dijo el montador: «Esto me recuerda a Almodóvar, pero es como post Almodóvar».

Otra frase que me encantó del montador cuando vio el material fue: «Antonio, esta peli es demasiado indie para ser main-stream, y demasiado main-stream para ser indie. Vas a caer en un terreno extraño que no sé yo…». Almodóvar está sobre todo en los diálogos y en los personajes secundarios. Con la protagonista he hecho una mezcla entre la propia personalidad de la actriz, Patricia, a la que conozco bien, y películas de Rohmer que adoro como Le Rayon Vert, y su protagonista, Marie Rivière, que es maravillosa… Pensaba en ese personaje y en la propia Patricia cuando estaba trabajando.

Una película de mujeres, y eso es muy Almodóvar.

Sí; de hecho, el hombre con más presencia en la película se transforma en mujer.

¿Esto no será un ‘spoiler’?

No, no, queda muy claro desde que sale el personaje.

¿Conoces mejor el alma femenina que la masculina, o no te imaginas a dos hombres contándose sus cosas en un diálogo de cinco minutos con primeros planos?

Sí, sí me lo imagino (risas), pero lo femenino siempre te da más pie a trabajar las emociones, es más sutil; lo masculino me parece más agresivo, menos matizado. Además, yo me considero feminista, y me encanta trabajar sobre sus problemas. De hecho, en la película se plantean los personajes la necesidad de un hombre o de vivir sin ataduras, y, bueno, no sigo, porque este sí sería un spoiler

¿Más referentes cinematográficos?

La Nouvelle vague para mí es el gran referente. Entera. Completa. Pero también me gusta mucho el cine español, desde Almodóvar al de bajo presupuesto que se hace ahora, como Carlos Vermut, y Buñuel, Saura, Fernando Fernán Gómez –El extraño viaje, La vida por delante-, Berlanga, Bardem… Tenemos un patrimonio enorme del que nos estamos olvidando, y es una mina… Zulueta; Arrebato para mí es una película de cabecera. Y, por otro lado, Fassbinder, aunque no me ha influido mucho, porque él es muy sórdido, y yo no.

¿Lo más bonito que te han dicho de ‘Marisa en los bosques’?

Me emociona cuando me hablan de Rohmer, que puedan hacer esa conexión. Pero lo que más me gusta es que la gente que la ha visto varias veces siempre me ha dicho que gana con los visionados. Todos me lo han dicho.

¿Y lo que más te gusta a ti de tu película?

Sobre todo haber conseguido hacerla. Y contra viento y marea. Mi escena preferida: una improvisación en que Marisa le cuenta una película a su amiga, que está en la cama. Ibamos con el rodaje tan ajustado, en solo dos semanas, que necesitaba frescura, y esta escena creo que la consigue perfectamente. Y luego también una secuencia que yo a posteriori he sentido que es como una deuda pendiente que yo tenía con mi abuela, a la que adoraba, que murió siendo yo muy pequeño y se marchó sin poderme despedir de ella. Eso era algo que luego me he dado cuenta de que me ha estado rondando por la cabeza toda mi vida y que al final ha salido ahí, en esa escena, casi al final de la película. Un deseo, casi como una obsesión, que yo tenía ahí, dentro de mí. Y me di cuenta cuando vi la escena en el estreno en Sevilla. Es el reencuentro de una persona muerta con otra para despedirse. Al verla me doy cuenta de todo: claro, si es lo que has deseado toda tu vida, Antonio, volver atrás y darle un beso a tu abuela…

Solo por eso ya te vale haber hecho la película.

Pues sí.

¿Y algo que te hubiera gustado incluir en la película y que por falta de presupuesto no pudiste?

Una escena en la Cibeles, que era maravillosa, pero se cayó del rodaje por falta de tiempo, y tuvimos que improvisar algo mucho más sencillo. Me dolió mucho prescindir de esa escena.

¿Qué me dices del personaje protagonista, de Marisa?

Una de las paradojas de la película es que la protagonista, Marisa, se plantea como una permanente secundaria; es la secundaria de su vida y la secundaria de la vida de los demás, porque abandona su propia vida para transitar por los problemas de los demás. El foco está sobre ella, pero ella decide desviarse hacia los otros.

Para olvidarse de sus problemas, uno a veces decide volcarse en los de los demás…

Sí, eso es. Ella se vuelca sobre todo en el de su amiga. Sí, a veces tienes un problema un poco serio, y decides meterlo en el cajón e irte a otra cosa.

Un fotograma de Marisa en los montes.

Un fotograma de ‘Marisa en los bosques’.

Se lo echaba en cara Marisa Paredes en ‘La flor de mi secreto’ a Imanol Arias: ¿por que te empeñas en salvar el mundo y no me salvas a mí, por qué no salvas lo nuestro?

Y también es la guerra interior de la monja que encarna Penélope Cruz en Todo sobre mi madre.

Un test rápido, Antonio, como el que sale en tu película. Yo te digo una palabra y tú, sin pensarlo ni dos segundos, tienes que decir otra que responda a la primera asociación de ideas que te venga a la cabeza.

¿Solo una palabra?

Sí, sólo una, como en la película… Cine.

Cine Doré.

Teatro.

Escenario.

Madrid.

Gran Vía.

Gobierno del PP.

Corrupción.

Bosque.

Marisa.

Antonio Morales.

(Risas). Qué complicado… Me he quedado en blanco… ¿Lo primero? Mi foto de perfil en Facebook.

Ya te vale… Ahora te voy a decir tres frases del arranque de tu película y dime si estás de acuerdo del 0 al 10, siendo 0 nada de acuerdo y 10 completamente de acuerdo: «Hacer feliz a la gente no tiene precio».

  1. La comparto totalmente.

No se puede hacer negocio con la tristeza de los demás.

Un 10, claro.

Sólo los imbéciles se enamoran.

Mmmm… Yo creo que es más que cuando te enamoras te vuelves un poco imbécil… Pero es algo transitorio.

Dentro de la programación de FilMadrid, ‘Marisa en los bosques’ se pasa en Cineteca Matadero Sala Azcona este domingo, día 11 de junio, a las 21.30 h. Al terminar habrá un coloquio con Antonio Morales.

PD: Mensaje de Antonio Morales: «Rafa, no me he quedado muy contento con la respuesta que te he dado en el test a mi nombre, eso de Facebook. Pon mejor Almería, Cabo de Gata, las playas de Cabo de Gata. Aunque me siento muy ligado a Madrid, Almería es mi tierra y me lleva a la infancia, a ese niño que quería ser artista, que soñaba con hacer cine en vez de ir a trabajar al campo con su familia».

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