Asylum: un cómic para los exiliados que no salen en la televisión

Dos páginas del cómic Asylum.

Dos páginas del cómic Asylum.

Dos páginas del cómic Asylum.

Dos páginas del cómic Asylum.

“La historia de los refugiados es siempre la misma”, lanza al aire Javier de Isusi, como una realidad que tuviera que estar asentada en el hipotálamo del ser humano desde su nacimiento. Pero por desdicha no es así. Por ello, Javier ha querido ilustrar esta característica en ‘Asylum’ (Atisberri), su último cómic, en el que entrelaza una serie de historias sobre el exilio. Historias que parten de la Guerra Civil española y abarcan muchas que no aparecen en la televisión, como las exiliadas por el feminicidio en México o los problemas con el patriarcado y la homofobia en África.

‘Asylum’ es un compedio de personajes entrelazados por una misma razón: una huida obligada.

La historia de los exiliados es siempre la misma. Es muy curioso porque está totalmente estudiada: una es la de la huida, otra la del tránsito y otra la de la llegada, el destino. Este periplo es siempre igual. Lo que trataba de representar en el libro es que, aunque las épocas sean diferentes, siempre es la misma historia. La memoria del exilio al final es la del desarraigo, la del dolor y con suerte la de la esperanza, de llegar al lugar donde te acogen. Se trataba de visibilizar eso. A nosotros nos tocó exiliarnos después de la Guerra Civil y ahora nos toca acoger.

¿Tan frágil es la memoria que se nos olvida que la historia es siempre cíclica?

Es frágil y es interesada. Quizá no nos acordamos, pero sobre todo no nos queremos acordar. Es muy fácil pensar que siempre hemos estado en la posición de poder, pero no ha sido así. Es más, no siempre vamos a encontrarnos en este punto. Hay que ser conscientes de esta fragilidad. Además, hay que tener un poco de empatía con las personas a las que les está tocando venir aquí. Es de justicia, pero también de supervivencia para nosotros.

El hilo conductor de la novela es una anciana encerrada en una residencia que cuenta a sus nietas las desventuras que tuvo que sufrir durante la Guerra Civil.

Ahí también quería hacer un juego de palabras, ya que asilo es el lugar al que llegan las personas refugiadas, pero también el sitio al que mandamos a los mayores cuando no podemos o queremos atenderlos en casa. Tiene ese doble sentido. Esta abuela hace el papel de guardián de la memoria, que es un papel que tenemos que volver a dárselo a los ancianos, que de alguna manera se lo hemos quitado. Hoy en día parece que ni siquiera eso se les concede. Hace de guardián de la memoria y de hilo conductor. A través de su historia se van derivando las restantes.

En todas esas historias de refugiados llama la atención que no se nombre a los sirios.

Era una de las premisas de las que partimos cuando empezamos a hacer el libro. Hablando con la gente de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), uno de los puntos que fijamos es que no queríamos hablar de las historias que están en los medios de comunicación. No por desinterés, sino porque ya se habla de ellas. No aparece ninguna refugiada de Siria, ni de Palestina, ya que son las más conocidas.

Pero hay un gran protagonismo femenino.

Se habla mucho de mujeres, de género, porque sí que sí quería tratar este tema. Queríamos visibilizar puntos de los que no se hablan. Se habla de los refugiados por temas de guerra, pero no por causas de género, como huir del patriarcado. En el libro está el ejemplo de una africana que huye de un matrimonio forzado, pero que acaba cayendo en una red de tratas. O el tema de la homosexualidad en África, o una mujer que tiene que huir del feminicidio en México. Lo que une a muchas de esas historias, además de que son mujeres, es que son africanas. Ahora no, por el grave problema de Siria, pero en general, la mayor parte de las personas refugiadas que llegan a España son africanas.

¿Por qué no se da voz en los medios a estos refugiados?

Creo que el tema de los refugiados no es un tema que venda, que a la gente le guste leer. Cuando aparecen en los medios es porque es realmente una noticia tremenda, que no queda otro remedio que contarla. Recuerdo una vez que escuché a un periodista de televisión decir que los moros no vendían. Una frase muy dura. Cuando se trata de una gran cantidad de gente, no queda más remedio; pero cuando son pequeñas historias, eso no tiene el morbo suficiente, o no despierta el interés suficiente para aparecer. La mayoría de las veces son pequeños desplazamientos, un goteo constante, que sumado al global es una mayoría. Esto no se ve fácilmente.

Parece ser que la historia de los medios de comunicación también es cíclica: cuando la abuela estaba en el exilio, cuenta que la prensa de derechas francesa los tachaba de “una horda de despiadados y sin moral”. Parece que este ciclo se recupera ahora con los refugiados.

Sí, totalmente. Me han sorprendido un montón de puntos que se repiten de manera milimétrica, como el ejemplo que has puesto. En Alemania saltaron noticias de que eran unos violadores. Esto no se hace sino con el único fin de meter miedo hacia el inmigrante. Cuando los españoles tuvieron que emigrar a Francia, la campaña mediática fue brutal. Mientras investigaba para realizar el libro, saltaron a la luz un montón de ejemplos como éste. En el campo de refugiados de la playa de Argelès, los refugiados eran subsaharianos y magrebíes. Y ahora, en las playas españolas, se les está prohibiendo la entrada a personas de estas nacionalidades. La historia se da siempre la vuelta de una forma muy curiosa.

Al principio de la entrevista has descrito la historia como una realidad muy cruel. Quizá sea lo peor de esta obra, que no haya hecho falta infiltrar dosis de dramatismo porque la realidad de por sí es muy cruel.

De hecho tuve que suavizarla bastante. Tenía claro que no quería escribir una obra que creara rechazo en el lector. Las historias de por sí son suficientemente fuertes. No hace falta añadir dramatismo, más bien al revés. Hay historias que las había hecho más duras en un principio, pero que luego relajé porque no era necesario cargar las tintas, sobre todo a nivel gráfico. Por ejemplo, en la historia del homosexual de Uganda, en un principio era más duro. Pero luego me di cuenta de que para que una persona sea considerada refugiada, no es necesario que haya sufrido en carne propia una serie de barbaridades; es necesario tener miedo por su integridad física. Y eso es lo que plasma ese capítulo. A él no le ocurre nada, pero tiene un miedo continuo que no le deja vivir y es por ello que tiene derecho a ser acogido en un país donde se sienta seguro.

Este punto en el estatuto de los refugiados, que baste con sentir miedo para tener derechos a ser acogido, debería de ser interiorizado por una mayoría de la población.

De hecho, el estatuto lo contempla así. Quizá haya una parte de la población que no sea consciente de ello. Es muy curioso porque, de entre todas las causas que hay a la hora de conceder el estatuto de refugiado, no está la de conflicto bélico. Cuando todos pensamos en un refugiado, nos imaginamos una guerra por detrás. Pero no es motivo para conceder el estatuto. Pero lo que sí entra es el miedo a perder la integridad.

Repites mucho a lo largo de la novela la palabra nadie. ¿Realmente no son nadie?

Es la sensación de no ser nadie. Evidentemente no es así, pero la sensación de llegar a un lugar y que no se te valore, es muy dura. Puedes haber sido un médico muy reputado en tu país, pero llegas a ese nuevo lugar que te acoge y has perdido todas las referencias y el colchón humano que te puede reconocer como persona.

Por ello son tan importantes los abrazos.

Es un tema fundamental en el libro: el tema de la acogida, del abrazo, de reconocer al otro como persona. No sólo darle un techo y comida, sino reconocer que es una persona. Eso es lo que va a hacer que el otro se sienta acogido. Al final del libro hay un texto de Roberto Jara, y cuando lo leí me di cuenta de que en ese mensaje estaba condensado lo que había que contar en el cómic. Todas las frases de ese texto van salpicando el libro, y al final aparecen recogidas. En el exilio lo más importante es el abrazo y la acogida.

¿Queda cabida para la esperanza?

En ese sentido yo nunca la pierdo. En el ser humano hay siempre espacio para la esperanza, pero también sabemos cómo es y cómo se comporta. Junto a la luz, están también las sombras. Por ello hay que pelearse la esperanza, hay que trabajarla y que lucharla.

El cómic ‘Asylum’ ha sido realizado en colaboración con la Comisión de Ayuda al Refugiado de Euskadi y todos los beneficios de la venta serán destinados a esta ONG, que lleva más de 25 años luchando por los derechos de las personas refugiadas.

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