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Birgit Hein, réquiem por la mujer pasiva

Por bonsauvage, el 29 de junio de 2016, en Buensalvaje Cine

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Fotograma de la película 'Love Stinks'

Fotograma de la película ‘Love Stinks’ (Birgit Hein, 1982)

POR ANDREA MORÁN

Andrea Morán escribe en la sección de cine de Buensalvaje sobre Birgit Hein, directora experimental alemana de la que recientemente se han podido ver algunos de sus trabajos en España.

En la primera escena de Baby I Will Make You Sweat (1994) Birgit Hein, directora y a la vez protagonista de este diario de viaje, se autorretrata frente a un espejo. Sujetando la cámara con las dos manos, aguanta el plano menos de dos segundos, pero son suficientes para que, antes de oír su voz, ya hayamos visto en su cara los signos de la edad que tanto la perturban: una mujer por aquel entonces de cincuenta y pico años (nació en Berlín en plena Segunda Guerra Mundial), de pelo blanco y cortado a media melena. Una ola de soledad la ha arrastrado hasta Jamaica (“envejecer es como una enfermedad que me aísla de la vida”) y allí ha comenzado una aventura sexual con un tal Joe, cuya piel, junto a la de ella, adquiere una textura porosa gracias al material registrado en Hi-8 pero regrabado en 16mm, lo que aleja a la película de la imagen documental formularia.

Coincide que en los últimos meses varias películas de estreno, y de ficción, han presentado los cristales y los reflejos como una forma estética tras la que encuentran refugio sus personajes femeninos. Pienso en Carol, de Todd Haynes, pienso en La academia de las musas, de José Luis Guerín, y ahora el gesto de esta activista del cine experimental (además de directora, también ha sido programadora y profesora) cobra un sentido más amplio y plantea un modelo de identificación heterodoxo. En el fondo esta actitud, la de girar la cámara hacia sí misma, permite que sus películas no ahoguen esa idea de ‘La Mujer’ en una universalidad reduccionista y casi siempre injusta. Así, varios de sus trabajos, que han podido verse recientemente en España gracias al ciclo comisariado por Miguel Fernández-Labayen y Gonzalo de Pedro, combinan la intimidad con observaciones históricas lanzadas desde el deseo consciente de la provocación. En The Mysterious Women (1991) por ejemplo Hein recorre la historia rescatando nombres femeninos que participaron en guerras, exterminios y actos terroristas. En la serie de cortometrajes Kali-Filme (1988, codirigida con su exmarido Wilhem) compila fragmentos de películas carcelarias de serie B en las que mujeres armadas hasta las cejas se pelean unas con otras para luego rebelarse contra varios hombres. A raíz de estos films en algunos foros llegaron a presentar a Hein como una feminista radical, mientras que en otros las declaradas feministas rechazaban su visión sobre la mujer por no encajar en lo políticamente correcto. Y parecerá pasado de moda, pero lo políticamente correcto sigue operando en la actualidad, como cuando se dice que si este mundo estuviera gobernado por mujeres no habría guerras, como si el supuesto instinto maternal fuera a situarnos al margen del sistema de dominación o las dinámicas de poder. El cine de Birgit Hein trata de desmontar este falso ideal de la pasividad femenina –tan beneficioso para el patriarcado– reconociendo a la mujer como sujeto violento.

Y si la mujer es activa en la violencia, también lo es en lo sexual. La masturbación femenina y la diversidad del deseo son otros dos grandes tabús que Hein se atreve a romper en primer plano. De nuevo, otro espejo. Esta vez uno más pequeño y rectangular en el que la protagonista de Love Stinks (1982) observa su vagina y la acaricia sin que ese acto esté regido por una mirada externa o un erotismo impuesto y artificial. También parece libre de juicios la imagen de una embarazada que se masturba en The Mysterious Women, o los pechos caídos de una mujer menopáusica que confiesa su insaciable apetito sexual, o el rastro de sangre en los muslos de una chica con la regla… O el parto con el que concluye el film, grabado de manera frontal, sin esconder los fluidos, sin recrearse en el sufrimiento, sin la fineza aséptica con la que suele mostrarse… Si estas imágenes de fuerza, miedos, crisis y energía aún siguen violentando –y lo hacen, después de que hayan pasado por ellas 25 años– se constata que avanzamos a un ritmo demasiado lento.

Andrea Morán (1988) es profesora universitaria de comunicación audiovisual. Escribe crítica en Caimán Cuadernos de Cine.

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