Inicio » El increíble y fabuloso caso de la agenda muy libre, Manuel Guedán

El increíble y fabuloso caso de la agenda muy libre, Manuel Guedán

Por bonsauvage, el 16 de septiembre de 2016, en Buensalvaje Opinión

Menéalo
Ilustración de Jens Bonkke

Ilustración de Jens Bonkke

POR MANUEL GUEDÁN VIDAL

Se dice que, con la aparición de empresas como Facebook, Amazon, Google, YouTube, Netflix o Spotify, se ha impuesto el modelo de lo disponible. Bienes culturales, información, opinión… todo está permanentemente a nuestra disposición. ¿Todo? No, todo salvo las personas, que están muy ocupadas encargándose de que todo esté disponible.

Ya es una obviedad que la implantación de las nuevas tecnologías en nuestra rutina no solo ha pulverizado la frontera entre la vida laboral y la vida personal, sino que ha permitido la ocupación de la segunda a manos de la primera. A menudo nos enfrentamos a un curioso caso –uno de tantos– de fricción entre lo corporativo y lo corporal: cuando, después de varios días de hablar por teléfono con esa contable tan circunspecta y eficaz, necesitamos enviarle un guasap y ahí que te la encuentras, en su foto de perfil, luciendo bañador de una pieza, agarrada a su churri, al borde de una piscina infinity. La sola posibilidad de trabajar las 25 horas del día tiene una consecuencia inmediata: no hacerlo deja de ser visto como “hacer otras cosas” para pasar a ser “no estar trabajando” o, aun peor, “no tener el suficiente trabajo que hacer”. El trabajo es, y más en estos tiempos, como una sonrisa Profident: tenerlo es síntoma de buena fortuna, mientras los de la sonrisa Vitaldent son aquellos que menos trabajan y más fortuna tienen.

Aquel que a deshoras está todavía resolviendo asuntos pendientes desarrolla de manera inherente la mística del ser ocupado: se vuelve inaccesible, parece estar siempre generando riqueza, tiene crédito para desaires y postergaciones. Los varones de esto sabemos mucho, pues llevamos siglos inflando la burbuja de lo importante para tener un justificante en blanco. Precisamente las nuevas tecnologías imponen un registro exhaustivo de la jerarquía entre el valor del tiempo de los muy ocupados, los ocupados a secas y los ociosos y maleantes. Es siempre significativo –es decir, implica una pequeña ración de capital simbólico–que el otro se demore más que uno en contestar un mensaje, quién no tiene tiempo ni de especificar el asunto de un mail o de despedirse con un saludo, quién le pide a quién amistad en Facebook. Estos detalles de la distribución de los tiempos y las atenciones pone a cada quién en un sitio a través de una perversa ecuación: a menores cuidados personales y afectivos, mayor ostentación de riqueza y poder social. Llevar el cartel de ocupado en la solapa es una manera erotizar tu perfil o gentrificar tu tiempo (podemos elegir distintas metáforas, pero la cosa es la misma y, personalmente, prefiero conservar la semántica del deseo para cosas más libidinosas y aplicar aquí la metáfora especulativa).

Únicamente los que tienen la partida ganada de antemano pueden permitirse el lujo de ofrecer cualquier día para una cita, de reconocer que tienen tiempo libre, de dejarse ver dando paseos a la manzana sin alegar que lo hacen por desconectar un rato. Lo más chocante de la broma del falso Puigdemont que logró poner a Rajoy al teléfono no es la falla de los filtros de seguridad de Moncloa, sino la franqueza con la que el presidente del Gobierno en funciones, en plena vorágine de pactos, confesaba tener una agenda muy libre. Si no fuera por su condición ligeramente privilegiada, me darían ganas de gritar que eso es justamente saber pasar por encima de los desórdenes de época, zafarse de los cantos de sirena de la erótica liberal y tener altura de miras y sentido de estado. Entretanto, aguardo ansioso al bromista que le envíe un mensaje al móvil y revele su foto de perfil del guasap y su estado. Mi apuesta: bañador de slip y “Disponible”.

Manuel Guedán Vidal (Madrid, 1985) es doctor en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado la monografía Yo dormí con un fantasma. El espectro de Manuel Puig en Alan Pauls y Mario Bellatin (Aldus, 2013) y el libro de entrevistas Podemos: Una historia colectiva. Dirige la editorial académica Aluvión, desempeña labores de editor en Demipage, escribe crítica literaria y cinematográfica y coordina la revista cultural Buensalvaje.

Menéalo

Comentarios

No hay comentarios

Deja tu comentario

He leído y acepto la política de privacidad de elasombrario.com
Consiento que se publique mi comentario con los datos que he facilitado (a excepción del email)

¿Qué hacemos con tus datos?
En elasombrario.com te solicitamos tu nombre y email (el email no lo publicamos) para identificarte entre el resto de personas que comentan en el blog