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Motosierra (o quisiera alquilar una casita en la montaña)

Por bonsauvage, el 20 de julio de 2017, en Buensalvaje El Buen Salvaje relato

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Por Richard Parra

 

“Cuando renazca en el Paraíso, aquellos que asesiné serán mis esclavos”.

El Zodiaco

I

En su foto de perfil de Facebook, Patty aparecía cargando a un ganso. Luego me enteraría de que aquella ave era su mascota, pero Patty no podía criarla en su casa en Huancayo, en donde su madre, quince años mayor que ella (o sea, de mi edad), administraba una cantina frecuentada por universitarios juergueros.

Patty encargó al ganso con su tía Silvina que se dedicaba a la crianza de carneros. Lo visitaba cada dos meses en promedio. Incluso le enviaba plata. Para llegar hasta la casa de su tía, Patty viajaba dos horas en colectivo por una pista de tierra.

-¿Tanto lo quieres a ese ganso? -le pregunté.

-Le amo -contestó ella-. Cuando lo visito, se me viene corriendo, bate sus alas y me brinca. Quiere que lo cargue. Es el animalito más amoroso que puede existir.

-Y de dónde lo sacaste si se puede saber?

-Lo encontré merodeando por una laguna. Era cuando practicaba en un pueblito de las alturas de Junín. Me daba pena verlo solito. Los comuneros decían que a su pareja la habían matado unos palomillas a huaracazos. Entonces yo empecé a llevarle comida. Lo acariciaba y el ganso me seguía hasta el pueblo, incluso quería meterse a la posta médica donde yo laboraba. Una matrona creenciera me dijo, señorita Patty, el ganso se ha enamorado de usted. Ahora tendrá que casarse.

-O sea, el ganso es tu marido ¿Y ya te ha pisado?

-Gracioso te crees, ¿no? Monse.

-Oye, es solo una broma.

-Muy estúpida, dicho sea de paso.

-Sorry. ¿Entonces te lo llevaste al ganso?

-Sí, pues. Justo después de que le escuché a un minero decir que lo quería para hacer escabeche, me lo llevé a Huancayo. Pero en la casa de mi mamá no había espacio. Ella acababa de ampliar su cantina en el terreno donde antes había un patio. Por eso lo encargué con mi tía.

-Nunca he probado escabeche de ganso -le dije-. Me late que es buenazo.

-Oye, mamerto, te estoy hablando en serio. Qué espeso eres a veces la verdad. Una ladilla.

En la cover foto de su Face, Patty aparecía con un pantalón atigrado stretch y con el ganso en lo alto de un cerro. Frente a ella, se veía un paisaje de ichu. Más allá, un promontorio y una laguna. En otra foto, Patty extendía los brazos. Al fondo, el cielo lucía despejado y radiante. Patty me aseguró, entrecomillando con los dedos y torciendo la sonrisita, que aquella era “LA” felicidad.

Sin embargo, cuando la conocí el año pasado, en un concierto de Mayhem, el ganso ya estaba muerto. Un ex de Patty, un bajista metal llamado Boris, lo había decapitado.

 

II

Patty me contó que le encantaba practicar cesáreas.

-Siento placer cuando corto úteros-detalló-. Me encanta rebanar esa telita. Además, como tengo la mano pequeña, no necesito hacer una incisión tan grande. Solo la suficiente para mi mano y la cabecita del bebé.

-¿Y qué cosa sientes?

-Algo medio cárnico, Jimmy. Algo rico.

-O sea, cuando des a luz, ¿te harás una cesárea?

-No. Ya tengo una cicatriz de una apendicitis y no quiero otra. Además, ¿no sabes que, cuando una mujer da a luz de manera natural, tiene el orgasmo más alucinante de su vida? Es una reacción natural contra el dolor de parir. Y eso no me lo quiero perder, Jimmy. Eso sí que no.

 

III

Patty trabajó en el Hospital de la Solidaridad de Mirones y me comentó del caso de un joven a quien unos ladrones, para robarle el celular, le dispararon en el cuello.

-El cirujano-dijo ella- le abrió el cuello con bisturí. Quería retirarle la bala para que no siguiera entrando hasta la arteria. Jimmy, yo vi el proyectil mientras sostenía la abertura con unas pinzas y el doc ya estaba apunto de coger la bala, pero me desconcentré y solté mi pinza. Y, caracho, el plomo se introdujo y el muchacho se murió.

-A ese hospital-contó otro día Patty- llegaban mujeres ultrajadas, delincuentes heridos. Cierta vez, irrumpieron los miembros de la pandilla “La Cripta” de Puente Camote para rematar a un maleante. En otra ocasión, un baleado, al que le salvé la vida, se despidió diciéndome “doctora, ya le mando un cliente”. Y así lo hizo. A la semana, llegó un barrista del Sport Boys con un tiro en la ingle. El maldito se había vengado.

En ese hospital, Patty conoció a Boris, quien llegó a emergencias con el tabique roto y un corte en el cachete. La custer donde se trasladaba se había estrellado en la avenida Perú. Patty le enderezó la nariz. Le colocó una férula y le suturó la herida.

-¿Y qué te llamó la atención de ese tipejo? -le pregunté a Patty.

-Me gustaba, pues. Y tampoco rajes mucho porque se parece a ti. Además, era huancaíno como yo y nos pusimos a hablar del terruño y, la verdad, se portó bien. Así que le pasé mi Face. Ni me imaginé que fuera tremenda mierda.

-Así es la gente, Patty. Nunca es lo que aparenta en el Face.

-¿Y tú cómo eres?, Jimmy. ¿También una basura?

 

IV

Mi parte preferida de Psicosis es cuando Norman Bates, en la comisaría, escucha la voz de ultratumba de su madre, a quien asesinó. Me conmueven su neutralidad, contención e indiferencia, pero más su sonrisa.

La parte favorita de Patty es cuando Janet Leigh aparece con sostén negro y se prepara para huir con los 40,000 dólares que le robó a un magnate tejano. A Patty le arrecha Leigh en esa toma, todavía más que en la escena del asesinato en la ducha, parte que Patty y yo hemos imitado en un juego en que me vestí de mi vieja.

En una secuencia de Terciopelo Azul, Kyle MacLachlan espía a través de las rejillas de un clóset a Isabella Rossellini. Luego ella se quita la peluca y se calatea. En seguida, tras descubrir a MacLachlan, lo confronta, lo amenaza con un cuchillo de carnicero y lo obliga a desvestirse. Acto seguido, Rossellini se arrodilla frente a él con el cuchillo y le agarra el culo. Por un momento, pareciera que quisiera caparlo. Pero no: se la mama.

Viendo esa escena, Patty me abrió la bragueta.

-¿Tienes condones? -me preguntó.

-Sultán -le respondí.

Mientras tanto, en Terciopelo Azul, Dennis Hopper golpeaba a Isabella Rossellini en la cara.

 

V

-Con Boris -dijo Patty-, visitamos a mi tía Silvina y paseamos con el ganso por el campo. En un mirador, tendimos una manta tigre. Sacamos un calentito de naranja con aguardiente y canela. La pasábamos súper hasta que Boris se puso resinator.

-¿Y qué te hizo?

-En pleno pleno, se sacó el condón sin avisarme.

-¡Mierda!, Patty. Eso es una violación.

-Me asé y le hice el pare. Pero empezó a gritarme. Salió con que le ardía que en Face un ex me escribiera comentarios de doble sentido. “Seguro ese huevón se viene dentro de ti”, me dijo. Luego, como se dio cuenta de que yo guardaba fotos mías sin calzón en mi cel, me preguntó a quién se las mandaba. “Segurito que a tus clientes”, me dijo, “anoréxica asquerosa”. No me jodas le dije, estás ebrio, pero él, amenazándome con una tijera, me dijo “contéstame o te trasquilo ahora mismo”.

-¿Dónde vive ese huevón para sacarle el ancho?

-Jimmy, luego me pegó y mi ganso se le fue encima, pero Boris lo chapó del cuello y jaló, jaló y jaló hasta que le arrancó la cabeza.

-Puta madre, Patty, ese huevón es un psicópata.

-Fue horrible, Jimmy. Mi gansito siguió corriendo sin cabeza.

Boris se había inventado varias cuentas de Facebook. De sobrio, le decía a Patty que no podía olvidarla, que soñaba con ella, que se sentía el tipo más miserable del mundo por lo que hizo, que no recordaba lo del ganso. De borracho, trataba a Patty de meretriz, la amenazaba con echarle ácido a la cara, le mandaba fotos de la verga entrándole a otras mujeres. Patty lo denunció, pero la policía no hizo nada.

VI

-Jimmy, nosotros no tenemos futuro.

-¿Y por qué dices eso?, Baby.

-Lo presiento. Un día dejaremos de vernos. Será como cuando empezamos.

-Yo creo que sí podríamos hacer algo.

-Ay, por favor, Jimmy. ¿Qué cosa?, por ejemplo.

-Los viajes al Valle del Mantaro.

-Okay, eso sí lo podemos hacer.

-Y en verano quisiera alquilar una casita en la montaña. Allí terminaría de corregir mi novelita sobre el salchipapero asesino de Independencia. ¿No vienes conmigo?

-Voy, pero te apuesto que no aguantarías una semana. Hace un frío de mierda, te dará soroche.

-Bah, eso se pasa en dos días.

-Te recuerdo que en la montaña no hay luz ni agua ni Internet. ¿Usarías un silo o un bacín?

-Claro. Normalazo.

-No te creo, Jimmy. ¿Piensas que vivir en las alturas es un hueveo? ¿Que te levantas a cortar la leña y ordeñar cabras? Te dará patatús, ¡tontonazo!

Patty me dijo “Jimmy, rodillas al pecho”. Luego me lubricó y me introdujo la manguera. En seguida, retiró el clip del conducto y el fluido comenzó a entrar. Cuando sentí que ya no toleraba más, Patty me retiró la manguera y retuve el líquido por un rato. Después me senté en el wáter y esperé a que el enema hiciera efecto.

 

VII

“La bajé al sótano y la ahorqué”, confesó Dennis Rader, el BTK Killer, cuando describió cómo asesinó a Josephine Otero de 11 años. Rader también dijo que le bajó los calzones a la niña y se masturbó sobre ella mientras fallecía.

-¿Sabes?, Patty. Yo nací el mismo día que el BTK Killer, quien además nació el mismo año que mi padre, en 1945.

-¿Y qué importancia tiene eso? Piensas huevadas, Jimmy. Mejor dime algo bonito, hace tiempo no me dices nada.

-Eres hermosa, Patty.

-Ay, tontín. Algo bonito te pedí. No una huachafería.

Patty nació el mismo día en que sentenciaron a muerte a Aileen Wuornos, “La doncella de la muerte”, por asesinar en defensa propia a su violador, el depredador sexual Richard Mallory.

-La película sobre esa mujer es lo máximo-dijo Patty-. Aileen es mi heroína.

-¿Y te gusta por los crímenes o porque es una película de tijereteras?

-Jodido te crees, ¿no?: ¡pavazo!

-¿Te recuerdo que lloraste con el final de esa movie?

-¿Y qué? ¿Algún problema?

-Ninguno.

-Me encanta Aileen porque se venga de esos hombres asquerosos, porque hace justicia.

Una noche, me puse el sostén de mi madre, una tanga de Patty, mallas, portaligas y tacos. Luego Patty me ató. Me envolvió la cabeza con una bolsa a la que hizo unos orificios para que respirara. Después la aseguró con una media de seda que ató a mi cuello. En seguida, me azotó con el sanmartín, me roció con pichi y me fotografió con una Polaroid. Aquel doloroso jueguito estaba inspirado en las fantasías del asesino BTK (iniciales en inglés de “Atar, torturar y matar”).

En otra ocasión, viajamos a Huancayo y nos trasladamos al bosque colindante con la universidad. Patty conocía una zona secreta por donde podríamos ingresar ya que aquel lugar estaba cercado. Patty me contó que, allí, en la época del terrorismo, los senderistas infiltrados en la universidad asesinaban a los estudiantes que se les oponían o a los que consideraban soplones. Los ejecutaban a tiros y los quemaban con kerosene.

Aunque hacía frío, Patty se desvistió y yo la até. Le coloqué un bozal y le pegué con mi cinturón. Después, ella me pidió que la envolviera con un plástico y que la asegurara con cinta adhesiva. Acto seguido, cavé una tumba superficial en donde la introduje. Una vez allí, la cubrí con tierra, todo excepto la cabeza.

VIII

-Patty, ¿me creerías si te digo que asesiné a un fulano?

-No. Tú no matas ni una mosca, Chiquiviejo.

-No, en serio.

-Ah, sí. ¿Cuándo?

-Cuando tenía dieciocho años.

-¿Y a quién mataste?

-A un pandillero que me paraba fregando.

-¿Y qué te decía?

-Me jodía de maricón por mi pelo largo y por usar arete.

-Ay, qué sensible eres, oye. Toda una princesita.

-Era una mierda ese huevón. Le decían Chetu Mierda y era ratero, fumón, chavetero, hasta cafichaba chibolas. Medio tronadito era. Una vez lo vi reventándole los ojos a un gatito con un alfiler.

-Qué hombre más horrible. ¿Y qué le hiciste?

-Una madrugada yo conducía el Volvo de mi viejo. Venía de visitar a una hembrita y me lo crucé en la calle Palermo. Chetu Mierda estaba pasadazo. Me reconoció, sacó su chaveta y me rayó el carro. Y, pucha, me llegó al pincho ese salsero: aceleré y lo pasé por encima.

-¿Y nadie se dio cuenta?

-Creo que no. Esa madrugada había apagón.

-¿Y qué se siente matar?, Jimmy.

-Un poco de miedo. Pero, con el tiempo, se me pasó. Ahora, la verdad, me da lo mismo. Esa huevada de Chetu Mierda no merecía vivir.

-¿Sabes algo?, Jimmy.

-¿Qué?

-Yo también hice algo feo.

Y me habló de su prima Verioska. Me dijo que, de chiquilla, Verioska era una niña normal hasta que se cayó de cabeza de los patines. Después, empezó a besarle la boca a los perros con lengua y a chuparle las tetillas a la gata recién parida. Además, se ponía histérica por cualquier cosa. Por ejemplo, cuando transmitieron el episodio en que Candy terminó con Terry tuvieron que suministrarle tranquilizantes. Peor fue cuando le vino la ruler. Se encerró en el baño y amenazó con cortarse las venas con una Gillette súper mejorada. Su padre tuvo que romper la puerta con una motosierra.

Verioska le contó a su abuela que Patty dormía con su amiga Noelia Gómez. Que se encerraban con el cuento de estudiar anatomía, pero que en verdad se torteaban. En respuesta, la abuela de Patty le pegó con una tabla de picar y la amenazó con sacarla de la universidad. “La gente degenerada no merece estudiar”, le dijo. Desde entonces Patty prometió cobrársela a Verioska.

Cuando esta quedó embarazada, la abuela la obligó a casarse con el padre de su hijo y, apenas dio a luz, con la ayuda de unos médicos deshonestos, la mandó esterilizar sin consultárselo.

Al tiempo, Patty recibió una llamada de Verioska.

-Mi hijito es igualito a mí -le dijo.

-Sí, se te parece, prima-le dijo Patty-. Tiene tus ojos.

-No, Patichú. A los dos nos gusta el whiskey.

-¿Qué cosa?

-Que a Manuelito le gusta el whiskey como a mí. Todos los días le pongo en su biberón y se lo toma.

-¿Cómo vas a hacer eso?, Verioska. Es sólo una criatura.

-De verdad le gusta. No te miento. Si quieres ven para que lo veas.

Patty filmó a Verioska mientras le daba whiskey Ballantine’s a Manuelito. Luego le escribió a su esposo (a quien consideraba un mequetrefe) adjuntándole los vídeos. El marido, indignado, echó a Verioska de su casa a matamoscasos. Después, le entablaría una demanda con la que lograría el divorcio y la tenencia del hijo señalando que desconocía la gravedad de los problemas psiquiátricos de Verioska. A esta, por su lado, la magistrada la despojó de la patria potestad y le prohibió acercarse a su bebé.

-Oye, Patty-le dije-, pero eso está bien, ¿no? Esa prima estaba recontra quemada. Pobre bebito, caray.

-Claro, Jimmy. Pero lo que pasa es que, después de la sentencia, Verioska se voló los sesos con el revólver de su padre.

 

IX

En Huancayo, Patty, a propósito, se lo cruzó a Boris en la calle Real y, con engaños, lo convenció para que la acompañara al bosque. Yo me les adelanté. Al rato, escondido entre los árboles, los vi llegar a la zona indicada iluminándose con un celular. Se sentaron en unas piedras y Patty sacó una botella de pisco. Boris bebió, pero como el pomo contenía ansiolíticos comenzó a cabecear de sueño.

Aparecí entonces con una pistola de fogueo y una máscara. Los até. A Boris, le puse una bolsa en la cabeza y le ajusté una soga al cuello. Patty se desató y echó a correr (tal como lo planeamos). Pero no terminé con Boris. Lo dejé allí amarrado. Tomé la motosierra (que llevé con el propósito de descuartizarlo), la maleta (en donde lo metería para tirarlo al río Mantaro), y regresé a mi auto.

 

X

¿Qué se sentirá estrangular? ¿Qué descuartizar? Me gustaría saber.

Mis personajes son fríos, embusteros, traidores. Pareciera que carecieran de sentimientos. Un comentarista literario apellidado Cavallini criticó el repetitivo uso de la crueldad en mis cuentos, en especial contra las mujeres. Sostuvo además que mis historias carecen de originalidad y que son meras paráfrasis de películas y series de Netflix. Tampoco son historias documentalmente rigurosas, argumentó. En un artículo titulado “Anorexia narrativa”, Cavallini mostró que las fuentes de mi galardonado cuento sobre el asesino de “La niña de la maleta” de Huancayo provienen de Youtube y dos periódicos de cincuenta céntimos.

Le mentí a Patty (es decir, a la mujer que la inspiró, una médica forense huancaína aficionada al montañismo). A Chetu Mierda no lo atropellé yo, sino un patrullero. Sí, pues, soy un mentiroso. Incluso engaño sin darme cuenta y no me queda otra que seguir. Es un círculo que incluye el autoengaño. Sin embargo, esto tiene algo positivo: me ayuda a escribir ficción.

XI

La idea original de este cuento titulado “Motosierra” (usé este nombre por pertenecer al imaginario de los asesinos seriales, no por su eficacia literaria) consistía en idealizar el breve romance que viví con Patty. Pero me salió otra cosa.

Meses después, encontraron a Boris en avanzado estado de descomposición. En el tabloide El Causa, informaron que las temperaturas bajo cero del bosque lo mataron y que luego los animales silvestres echaron mano de su cadáver.

Patty, en realidad, se llama Berenice y tiene 25. Desde que dejamos (¿o dejé?) amarrado a Boris a la intemperie, me ha bloqueado el teléfono y las redes sociales pero, con la ayuda de una amiga fujitroll que me creó tres cuentas falsas, la stalkeo. Compruebo que sigue viéndose con Noelia Gómez (a quien no le perdonaba que, por el cargamontón que le hiciera su familia, se casara con un aspirante a comando Chavín de Huantar).

En una foto de Face, Berenice y Noelia nadan bajo una paradisíaca cascada en Satipo. En otra, cargan a un ganso (¿sería mentira que Boris lo decapitó?) En otra, que me parece huachafaza, aparece la zapatilla All Star de una pegada a la de la otra. La leyenda dice “juntas por siempre adelante”.

 

Richard Parra (Comas, 1977) es docente y crítico literario. Ganador del Premio Copé de Oro 2014 por su ensayo La tiranía del Inca. El inca Garcilaso y la escritura política en el Perú colonial (1568-1617). En 2014 publicó las novelas breves La pasión de Enrique Lynch y Necrofucker y, recientemente, Los niños muertos, todas ellas en la editorial Demipage.

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