Carlos Velázquez: “Muchos beben o se drogan para soportar la carnicería»

El escritor Carlos Velázquez en una imagen cedida por él mismo.

El escritor Carlos Velázquez, en una imagen cedida por él mismo.

El escritor mexicano narra en ‘El karma de vivir al Norte’ su empeño por sobrevivir a un territorio en conflicto, por proteger a su hija de los tiroteos y consumir las drogas necesarias para seguir resistiendo al horror que le ha tocado vivir.

POR MANUEL GUEDÁN 

Después de que alguien me recomendara sus libros, gugleé su nombre y pinché sobre Imágenes. Pocos subgéneros hay en la fotografía tan ominosos como el retrato de escritor: centenares de barbillas apoyadas en centenares de manos recortadas sobre centenares de estanterías llenas de libros. En cambio, allí desfilaban miniaturas de un señor que parecía ser de los que se sientan en un coche, al otro lado de los cristales tintados, o de los quiebran taburetes sobre un espinazo en un bar pero, en cualquier caso, no de los que se dejan la vista y la espalda tecleando. Llámenme infantil, pero los escritores que no parecen escritores siempre han llamado mi atención. Resultó, además, que Carlos Velázquez era de esos tres tipos de señores a la vez.

La Biblia Vaquera (2008) y La marrana negra de la literatura rosa (2010) son dos libros en los que el autor despliega un estilo híbrido y desquiciado, de los que no sugieren ni explicitan, sino que golpean, que se mimetiza con los paisajes y vidas norteñas que narra. En El karma de vivir al Norte asistimos a la mutación de esas sustancias en un cuerpo de crónica que conserva, sin embargo, la misma visión sobre un mundo extremo. En esta ocasión el lector acompañará a Carlos Velázquez en su empeño por sobrevivir a un territorio en conflicto, proteger a su hija de los tiroteos y consumir las drogas necesarias para seguir resistiendo al horror que le ha tocado vivir.

Las crónicas de ‘El karma de vivir al Norte’ fueron publicadas primero en distintos periódicos. ¿Cómo nace la idea del libro?

Yo tenía una columna en un semanario gratuito del DF, que luego se hizo quincenario. Cuando empezó el desmadre en el Norte, y particularmente en Torreón, me resistía a entrarle al tema porque además estaba muy metido en la novela, estaba haciendo relatos… y ya había mucha gente que escribía sobre este tema. Pensé que no hacía falta, pero cuando iba a las librerías y veía libros sobre la violencia, casi todos eran atacados desde el asunto reporteril: la historia de tal cartel, el libro de diputados que estaban coludidos, etcétera. Me di cuenta de que no había un testimonio de primera mano, y pensé “algún día alguien lo hará”. Entonces me empezaron a ocurrir cosas como irme a la leche y quedarme atrapado en medio de un fuego cruzado. Ahí dije “esto lo tengo que escribir”. Empecé a hacer pequeños textos de 3.000 caracteres para la columna, y a partir de ahí me fui soltando hasta que hice crónicas largas que publicamos en muchísimos medios en México. Aunque no todas las crónicas habían sido publicadas antes, hay material inédito. Cuando empecé a publicar las crónicas, me di cuenta de que había una especie de relato autobiográfico que podía tener inicio y un fin, y así surgió la idea del libro. Aunque hubo un momento en el que incluso llegué a pensar en no publicarlo porque yo no había pagado derecho de piso como cronista, pero en la editorial se mostraron muy entusiastas y al final decidimos que el libro sí salía. Creo que le ha ido muy bien en el sentido de que me ha acercado a otro tipo de lector: los lectores de La marrana negra de la literatura rosa se acercarían a todos mis libros, pero hay otro tipo de lector que no se acercaría a La Marrana, pero sí a este.

En el libro hay un contacto muy directo entre crónica y diario. ¿Cómo has utilizado la conexión entre la gran escala de lo que está sucediendo políticamente y tu propia existencia?

El gran relato del narcotráfico, que está hecho fundamentalmente por reporteros, necesitaba del enfoque personal que da el testimonio autobiográfico. Al principio me preguntaba “a quién le va a interesar que este tipo no puede llevar a su hija al ballet porque hay unas cabezas tiradas en la esquina de la calle”, pero a partir de ahí sentimos que podía haber un grado de identificación que hiciera que muchísima gente se sintiera atraída por el libro porque estaban viviendo esas circunstancias.

En las crónicas aparecen reiteradas referencias a ‘Los Soprano’, ‘The Wire’, ‘Breaking Bad’, mucho antes que otros referentes sobre la violencia particular de México.

Estas series introdujeron modelos narrativos novedosos que impactaron en cierta generación de escritores, la mía sobre todo. Además, cuando yo veía todo ese desmadre, decía “yo esto ya lo he visto en The Wire”; lo que yo veía en las calles ya había ocurrido en la televisión. De alguna manera la violencia fue tan espectacular que parecía que la mirábamos a través de una pantalla.

A través de la prensa, las narconovelas, películas, series…, el conflicto en el norte de México ha cobrado una dimensión internacional, espectacular y casi pop, que además casa con la mística de vivir en el norte. ¿En qué medida crees que puede rebajar la dimensión del horror la mitificación del ser mexicano que vivimos?

La mitificación siempre va a existir y más ahora, por ejemplo, con la fuga del Chapo Guzmán, que te garantiza que el auge de esta cultura dure al menos 5 o 6 años más; va a venir una oleada de libros más. Conforme fueron apareciendo menos narconovelas, el tema se trasladó la serie de televisión, están El patrón, La Reina del Sur, El camino de la texana y, además, Narcos, que está hecha por gringos y ha levantado mucha expectativa. Estamos viendo también que otros autores como Saviano o Don Winslow se acercan al tema; por ejemplo está El cartel, yo no sé qué tendrá qué decir Don Winslow al respecto, no creo que haya vivido en Sinaloa, pero está marcando los rumbos del best seller y viene a ser parte de la misma mitificación. No sé si sea demasiado paranoico decir que, en el caso de que Estados Unidos le entre a series como el Narco, se deba a que ellos están muy interesados en que la figura del capo como héroe se mantenga vigente, pues así tienen una justificación para llevar a cabo estas políticas de desestabilización de la democracia en países latinoamericanos. Suena demasiado paranoico, pero algo hay de eso.

Cuando escribes sobre un tema como este, ¿lo haces con un sentido de la responsabilidad mayor?, ¿intentas no caer en la espectacularización de otras obras?

Hay una cosa contra la que el lector no puede: es la honestidad. Cuando tú eres brutalmente honesto, el lector queda desarmado y una de las intenciones a la hora de escribir este libro es que sea totalmente honesto, no me ahorré nada. Cuenta perfectamente bien las ocasiones en que fui a comprar, las ocasiones en que consumí, las ocasiones en que hice cosas que no estaban bien vistas y que no todos los que se dedican el trabajo periodístico, hacen. No todos los periodistas van y se drogan, pero yo quería contar la historia desde dentro y no no voy a tomar distancia, porque entonces el relato iba a estar incompleto. ¿Cómo voy a poder hablar de los vendedores de droga del Cerro de la Cruz sin jamás en la vida haberme parado ahí?

El personaje sobre el que gravita todo el libro es tu hija. En algún momento dices que la narración tiene el tiene sentido de explicarle por qué estás siendo autoritario y estás restringiendo sus libertades. Al mismo tiempo, ofreces el relato de tus experiencias sexuales, tus peleas en antros, tu consumo reiterado de drogas…

En los países donde no está legalizada la droga ese prejuicio está en primer plano, pero si lo estuviera, ni siquiera se hablaría al respecto. Lo que está pasando aquí es que yo me estoy mostrando tal y como soy: un ser imperfecto. Ella en algún momento va a tener que vivir con eso y aceptarlo, porque yo no me voy a pasar toda la vida teniendo a mi hija dentro de una burbuja. No es que yo la vaya a defraudar, es que tiene que entender que uno es un producto de su tiempo y que si en este momento la mayoría de narradores como yo tenemos una vida bastante disipada como la que aparece en el libro, es precisamente por los tiempos en los que estamos viviendo. Mucha gente se la pasa completamente borracha, otros se drogan, pero no puedes estar viendo la carnicería sobrio, consciente y quedarte tan tranquilo. Existen secuelas que tarde o temprano van a aparecer, no solo en mí sino en la población en general.

El escritor frente al lavadero de coches que sirvió de escenario para parte de la serie 'Breaking bad'.

El escritor frente al lavadero de coches que sirvió de escenario a parte de la serie ‘Breaking bad’.

El tema central del libro quizás sea el arraigo. En una crónica explicas por qué sigues viviendo en La Laguna, a pesar de lo que sucede. Hablas, entre otras cosas, de la gastronomía, pero querría aprovechar el cara a cara de una entrevista para preguntarte por qué seguir viviendo en un territorio en conflicto.

Había un grupo lechero muy grande que se llama Lala. Cuando intentaron secuestrar al dueño de la lechería, Carlos Berlanga, se resistió y lo acribillaron en la puerta de su casa. A partir de ahí se desató una situación en la que la clase pudiente se mudó a vivir a McAllen y San Antonio, en Texas. Otro gran sector de la población no se pudo ir porque no tiene las posibilidades económicas para cambiar de residencia. En un país con una desigualdad social tan grande como México plantearte un cambio de ciudad y de país es la cosa más remota del mundo. Me parecía un poco cobarde irme mientras existía una gran cantidad de gente que no tenía la posibilidad de irse y que ni modo tenían que tragarse todo lo que está ocurriendo.

¿Qué papel crees que debería desempeñar el intelectual mexicano frente al que está jugando en realidad? ¿Qué herramientas tiene para no acabar cooptado por una intrincadísima red de intereses, miedos e influencias?

Hay que tener muy claro para qué entra uno en la literatura; uno no entra para tomarse fotos con gobernadores en los que en su Estado hay 16 periodistas asesinados. Si ves la tradición de la literatura mexicana reciente, te vas a dar cuenta de que Fuentes tuvo su amasiato con Echeverría, Poniatowska, Paz y Monsiváis tuvieron el suyo con Carlos Salinas, ahora Volpi es funcionario de gobierno y ¿cómo ha conseguido ese puesto? La mayoría de la literatura que se hace en este momento es institucional porque todos tienen becas, todos perciben dinero del gobierno. ¿Cuál es la manera de resistir y ser otra cosa? Dedicarse a trabajar y tener tratos con absolutamente nada que tenga que ver con el Estado, porque la gente que está becada no puede ser crítica. Pero sí hay muchos escritores que han ido contracorriente y que nunca han participado de eso; José Agustín es un caso de esos, uno de los pocos que pueden presumir de que jamás ha estado en contacto con el PRI…

La dictadura perfecta de la que hablaba Vargas Llosa sigue vigente.

Sigue más perfecta que nunca. Con el regreso del PRI al poder y el mandato de Peña Nieto, la cifra de muertos ya rebasó la del sexenio anterior. No sé en realidad qué ocurre con el mexicano, porque es el mejor en lo que hace. Si el colombiano en algún momento fue bueno para trasegar droga, el mexicano vino y lo borró del mapa; el Chapo Guzmán es 10 veces superior a Escobar. El mexicano es el más inventivo a la hora de hacer las cosas, pero todo para el mal; es ejemplar y es insuperable, en el negocio de la droga nadie como ellos, pero nadie quiere hacer las cosas bien. El narcotráfico funciona mejor que el ejército, mejor que el Estado, ¿cómo es eso?

Eso es otra cosa que quería preguntarte: se desprende de tu crónica, da la sensación de que el narco consigue desplegar un sistema de seguridad y una hacienda más eficaces que las del propio Estado.

Nosotros vivimos en un narcoestado, si hay una solución para todo, lo primero es que se cumpla la ley, si se cumple de Estado de Derecho va ser el primer paso, el segundo es que se legalicen las drogas, pero si legalizan las drogas le vas a quitar el 60% de ingresos a las arcas del gobierno. México no quiere lidiar con eso, entre otras cosas porque la sombra de Estados Unidos no se lo permite, pero imagínate, descapitalizas el narco y terminas, pero vendría un tiempo oscuro, el país no quiere pasar por eso y es un poco comprensible. México ya pasó por la Revolución Mexicana, hubo pérdidas y hubo muerte y es muy difícil una guerra como esa. Ya hay una guerra entre los carteles y la Secretaria de Gobierno que ha costado 120.000 muertos y otros tantos desaparecidos como para ir a una guerra general, es complicado pero solución hay, si no la quiere tomar es otra cosa.

Leyendo tu libro y otros que pueda haber sobre el tema uno tiene la impresión de que sean un círculo vicioso del que es muy difícil salir. ¿Te arriesgarías a decir algo bueno que puede ocurrirle a la gente de Torreón?

Sí hay algo bueno que le puede ocurrir a ese lugar y es la cosa más increíble, pero lo mejor que le puede ocurrir a esta y otras entidades pequeñas es que ya no fuera territorio en disputa sino un territorio controlado, que llegara el Chapo Guzmán y tomara la ciudad, eso es lo mejor que le podría pasar a la ciudad, porque la ley no se va a cumplir nunca. ¿Qué pasa a la ciudad si llega un cartel y ocupa la plaza? Que se va a terminar la violencia porque no va a haber ajuste de cuentas, no va a haber militarización, no va a haber soldados en la calle, no va a haber una presencia policíaca muy pronunciada en la ciudad, porque, si ya el cartel está imponiendo la ley, imponiendo cierto orden, no necesitamos a la policía para nada; se va a poder consumir droga sin ningún tipo de repercusión porque allá consumir droga es peligroso porque te pueden matar por el simple hecho de ir a pillar. Lo que estoy diciendo es muy jodido, pero hay gente que realmente lo desea, que está cansada del desmadre y que prefiere que entre un cartel y que el territorio esté etiquetado antes que estar en este pinche limbo.

¿Has sentido vinculación a la tradición de crónica latinoamericana, tan en auge?

No lo he pensado mucho, estoy más cerca de cronistas norteamericanos; siento que he abrevado más de ahí que de la crónica latinoamericana, aunque en este momento se está viviendo un boom, creo que nuestros intereses están demasiado lejos unos de otros. Leo muy poca literatura en mi idioma, leí este libro de la eterna parranda de Salcedo Ramos y lo disfruté bastante, pero no creo que yo pertenezca a esa genealogía.

¿Cómo utilizas la mezcla del inglés y el español, el registro oral, referentes pop? ¿L0 utilizas para buscar una escritura más directa, menos codificada por la tradición?

No hablo por mí, hablo en general, pero hay escritores que tiene una relación con el lenguaje más intensa que otros. Yo creo que la lengua en esta región del norte está más viva que en otras partes de México, por esa razón es tan vital, pero también creo que esta vitalidad obedece a una resistencia, a mantener viva cierta sonoridad que impera en nuestra región. Porque se habla del spanglish, pero no es una lengua preponderante casi para nadie; hay una mezcla que se salpica, eso sí es verdad, pero yo más bien creo que todo esto apunta a seguir para conservar esta personalidad y esta identidad norteña, lo que hace que la lengua esté constantemente cambiando y evolucionando y transformándose, porque además hay una necesidad de sobrevivir, de pervivir. En el centro de México no pasa, porque no hay nada que ponga en riesgo esa lengua. Quién sabe si será que así nacimos, bajo estas condiciones, pero tienes que arriesgar o, de lo contrario, los libros nacen muertos.

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