Celeste Ng: la adopción, la gestación subrogada, la doble moral, el aborto

La escritora Celeste Ng. Foto: Kevin Day Photography.

La escritora Celeste Ng. Foto: Kevin Day Photography.

La escritora Celeste Ng. Foto: Kevin Day Photography.

La escritora Celeste Ng. Foto: Kevin Day Photography.

Celeste Ng, norteamericana de padres de Hong Kong, nos trae ‘Pequeños fuegos por todas partes’, tras el éxito de ‘Todo lo que no te conté’. Un libro con una hondura que daña; sus palabras son mujeres con mil caras. Una novela en la que, a través de dos protagonistas femeninas de trayectoria y pensamiento aparentemente antagónicos, la autora diseña una intrincada trama en la que expone temas tan punzantes como la adopción, la gestación subrogada, la doble moral y el aborto.

A veces los frutos más jugosos sobreviven dentro de austeras cárceles. Pero de pronto llega el verano y todo salta en mil pedazos. El jugo que ni siquiera se intuía abrasa las manos como un bálsamo, que en contra de cualquier expectativa, en lugar de dañar repara las heridas.

Y eso es exactamente lo que provoca la lectura de la sublime Pequeños fuegos por todas partes. En ella todo es una sorpresa desbordante, la fiesta que acaba por cambiarte la vida.

Posee una hondura que daña, sus palabras son mujeres con mil caras y su rastro hace de la carne un espacio de puertas abiertas.

Es una pirámide deslumbrante, un palacio de cristal en el que los hombres y mujeres que lo habitan no se cansan de estar vivos. Una contradicción en la que nadie es lo que parece, un espejo manchado a pesar del brillo con que Celeste Ng dibuja a cada uno de sus protagonistas, en esta su segunda novela, tras el éxito de Todo lo que no te conté.

Mia Warren y su hija Pearl llegan a Shaker Heights cuando sus vecinos creen que todo está en su justo lugar. Llevan años huyendo de una mala decisión, aunque eso sólo lo sepa Mia. Aparcan su Wolkswagen Rabitt, heredado después de una tragedia, bajan sus escasas pertenencias y consiguen que parezca que la vida continuará tal y como lo hacía antes de que ellas llegaran. Sin embargo, ellas son dos colosos de movimientos mínimos, dos mujeres en apariencia libres que tienen como lema: «Vive y deja vivir». Lástima que no sepan que la libertad, por fingida que sea, sólo fabrica enemigos. Partiendo de esta premisa, la autora irá diseñando una intrincada construcción en la que expondrá temas tan punzantes como la adopción, la gestación subrogada, la doble moral, el aborto. Para ello, Ng elige a dos personajes antagónicos en apariencia, la ya citada Mia Warren y Elena Richardson, matriarca de una familia de libertinos encubiertos por el éxito y el reconocimiento social.

Todo en esta novela encaja al milímetro; es divertida, desgarrada, brillante, de una pluralidad que se encarga de poner en evidencia esas certezas inexorables capaces de destruir individuos, familias y comunidades enteras. Y denuncia el veneno patriarcal con que la sociedad sacia la sed de sus ciudades con detalle pero sin ese abuso que haría inútil su denuncia.

Elena Richardson es la cara podrida de una sociedad cuyo modelo ya no encaja, es intrigante, clasista, una fiera que no dejará que su mundo podrido pueda ser visto por el resto del mundo aunque tenga que hacer caer a todos los que la rodean. Es un gigante a punto de ser derrumbado por su propia sangre, porque la familia Richardson es un monstruo incontrolable de muchas cabezas, una caterva de hijos perfectos que entre sus sombras albergan lo peor de la naturaleza humana. Tan solo se salvará de ese estigma la fabulosa Izzy, temperamental y justa, el espejo en el que su madre no querrá mirarse y a la que despreciará una y mil veces, porque en su cara y en sus movimientos está la verdad que ella dejó escapar hace ya muchos años, cuando se doblegó al juego sucio que implica pertenecer a cualquier grupo social.

Como ven, Ng no deja ningún cabo suelto y hará estallar por los aires todas aquellas costuras que traten de encorsetar la verdad que ella quiere que construya el mundo.

Pequeños fuegos por todas partes es un ejercicio de honestidad sin cortapisas, un fogonazo de luz donde el patriarcado quiere que todo sea sombra. En ella las mujeres deciden sin necesidad de que el sostén masculino importe o subyugue. Y hay destellos deslumbrantes de autoras cuyo discurso no dejará morir Ng. Está Virginia Wolf y está Gloria Steinem, una paradoja que enriquece aún más el contenido y el aliento de esta historia.

Pequeños fuegos es un hallazgo, una historia de la que las hermanas Brönte estarían orgullosas, un verso que encajaría con la abigarrada sinceridad de Emily Dickinson o con la arrogante exactitud de las ensoñaciones de Anne Carson.

Es una novela imprescindible, el regalo que convierte una tarde de lectura en una vida añadida, en la autobiografía que nos niega la genética y la rutina.

‘Pequeños fuegos por todas partes’, Celeste Ng (Alba Contemporánea). 354 páginas.

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