Consejos sobre los libros para el verano: añadir siempre un novelón del XIX

Dos novelas de Flauvert.

Dos novelas de Flauvert.

Dos novelas de Flauvert.

Dos novelas de Flaubert.

Cuando estoy por irme de vacaciones, suelo acudir a alguna librería amiga y allí me hago dueña de un alijo de libros. En verano, sin obligaciones, leo de otra manera que durante el curso, me permito picotear en busca de novedades y de autores que no conozco y que me llevarán, tal vez, a descubrir nuevos itinerarios de lectura. Pero también añado a esta pequeña experiencia desordenada algo que me recomendaron una vez que hiciera, y que me parece un consejo excelente: cada año sumo a la lista un clásico, y mejor si es del siglo XIX.

Por CLARA OBLIGADO

Algunos eligen para la playa una novela liviana, de esas que se olvidan en el acto. Leen sin leer. Yo elijo, en cambio, un libro de esos que no tengo tiempo de visitar nunca y que sé que no me va a defraudar. Así leí Rojo y negro, Madame Bovary, La educación sentimental o Grandes esperanzas. Así, en un verano inolvidable, me devoré casi todo Dickens y pasé las noches más góticas de mi vida en la sierra de Madrid, con Bram Stocker, Sheridan Le Fanu y Machen. Aún tiemblo de emoción recordando El monje, de Lewis, o me alegra haber descubierto esa pequeña joya que es El despertar, de Kate Chopin.

Es cierto: asomarse a algunos de estos libros pide un pequeño esfuerzo extra, todo lo que no es contemporáneo tiene su dosis de extrañamiento. Pero a nadie que le guste la pintura se le ocurriría prescindir de Velázquez o de Goya en su formación artística. Nadie, loco por la música, dejaría de escuchar, por ejemplo, a Beethoven o a Mozart, sólo porque no son contemporáneos.

Sin embargo, algunos lectores defienden que no hace falta leer el siglo XIX porque, de alguna manera, dicen, esas obras están ya asimiladas en la literatura actual. Creo que este razonamiento tiene algo de verdadero. Leer es siempre releer, es muy poco lo que se inventa y, cuando abrimos un libro de Siri Husdvedt, por ejemplo, estamos visitando, de alguna manera, a Jane Austen o, si elegimos algunos cuentos de Borges, estaremos releyendo, de una manera un tanto oblicua, el Beowulf.

Observemos estas influencias desde el punto de vista de otras artes: cuando admiramos Las meninas de Picasso, vemos las de Velázquez, los cuadros de Francis Bacon comentan, también, y de alguna manera, al genial pintor español. Pero convengamos que no es lo mismo, ni es igual. Es decir, toda novela actual, por filia o por fobia, asume, mastica, digiere o regurgita la tradición realista, pero no por ello resulta menos interesante leer los originales.

Lo que sucede es que disfrutar de los novelones del XIX ocupa más tiempo que mirar una pintura, e implica, también, cierta dificultad. Pero, ¿qué sería de los libros, si no nos hicieran pensar, resituarnos, imaginar? ¿Qué sería de ellos, si no implicaran ningún reto? ¿No es esta, justamente, la magia de la literatura? Leer es, siempre, traducir el mundo. A mí me gusta el siglo XIX porque me transporta, me saca de la pálida realidad para empujarme al viaje, me hace pensar el mundo en paralelo, me lleva a entender cómo llegamos hasta hoy, qué lluvias trajeron estos lodos. Y, además, que todo hay que decirlo, son unas novelas que están tan bien escritas que enseñan mucha literatura. Los comienzos de Dickens, por ejemplo, hay pocos tan brillantes en la historia de la literatura. Su capacidad para crear personajes memorables. El movimiento de cámara de Flaubert. Los análisis psicológicos de Stendhal. Su melancolía. El espacio soberbio, en La regenta.

Me gustan los libros que, en los veranos tórridos de la península, me arrastran a la fría estepa rusa o que, mientras viajo a Buenos Aires en avión, me obligan a mecerme en un barco pirata en el mar tormentoso del Caribe. O los que me muestran, tan a las claras, cómo ha cambiado la situación de la mujer en el último siglo, cuando, en la era victoriana, el “ángel del hogar” era un ideal incuestionable.

En vacaciones, cuando quiero salir de la rutina, me alejo de mi vida tanto que siento que vivo en otro siglo, casi en otro mundo, cuando no había ni luz eléctrica y todo estaba en penumbras, cuando un viaje desde Moscú a París podía tardar unos 50 días, cuando una mujer elegante podía llevar seis kilos de ropa interior.

No hay libros de historia como las grandes novelas del XIX que, además, una vez aceptado su ritmo, son francamente divertidas. El riesgo es, más bien, el contrario del que se piensa. No corremos peligro de aburrirnos, lo que sucede es que, después de haberlas leído, nos costará encontrar un libro que no rebaje semejantes universos. El problema no es, entonces, entrar en ellas, sino más bien salir. Leer una novela del siglo XIX durante las vacaciones es añadir viajes al viaje, es codearse con grandes e inolvidables amigos, es sumergirse en el pasado sin pagar pasaje para retornar, un poco absortos, a un presente que ya nunca será igual.

Una novela clásica al año no hace daño y, además, suma, poco a poco, un poso cultural importante que nos será muy útil para interpretar la modernidad.

Clara Obligado es escritora, profesora y fundadora del Taller de Clara Obligado.

Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado. Pionero en España, el Taller de Escritura nació en 1980 en Madrid. Desde entonces, ha acompañado el proceso creativo de personas interesadas en la literatura a todos los niveles. En esta sección, el lector encontrará recursos para la escritura, entrevistas, reseñas, historias sobre el mundo clásico y otras herramientas que facilitan un primer acercamiento a la creación literaria. Podrás encontrarnos los domingos, cada 15 días, aquí, en ‘El Asombrario’.

Cursos de verano en el Taller de Clara Obligado:

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Se leerá a John Berger y a otros autores que han meditado sobre la mirada y la escritura. El curso es práctico, con sesiones teóricas.

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Vuelta alrededor del cuento. Para iniciación-intermedio

Se leerá a los grandes cuentistas de la historia, desde Poe o Chéjov, hasta Cheever, Carver, Borges, Cortázar, Ribeyro, Munro, Lorrie Moore, entre otros autores. Curso práctico.

Fechas en agosto: 21, 23, 28 y 30 de agosto

PARA INSCRIBIRSE, escribir a: escrituracreativajaviermorales@gmail.com o escritura@escrituracreativa.com

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Comentarios

  • mer

    Por mer, el 16 julio 2017

    Muchísimas gracias, qué enorme verdad…la literatura del siglo XIX no tiene parangón: Dostoyèvsky, Tolstoi, Tugènev, Gógol (debilidad por los Rusos) O. Wilde. Victor Hugo. Dumas. Baudelaire. Andersen y los hermanos Grimm.William Blake. Lovecraft. Goethe(simplemente inmenso) y Hölderlin.. mi admiradísimo Pérez Galdós.. y sólo cito unos pocos!

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