‘De la cuna a la cuna’, imitemos a las hormigas en nuestra relación con el planeta

El lago blanco en Las Landas, Francia. Foto: Manuel Cuéllar.

El lago blanco en Las Landas, Francia. Foto: Manuel Cuéllar.

Hay libros que deberían ser de lectura obligatoria. Uno de ellos es ‘Cradle to cradle’, o ‘De la cuna a la cuna’, de Michael Braungart y William McDonough. Su propuesta: reinventar nuestra relación con el planeta de modo que el impacto no sólo no sea negativo sino incluso positivo. El modelo para conseguirlo lo tenemos muy a mano: la propia naturaleza. ¿Por qué no imitar a las hormigas o los cerezos?

La originalidad de este libro no ha perdido brillo respecto a cuando se publicó, en 2005, por la editorial McGraw-Hill. Más bien todo lo contrario. En Cradle to cradle, Braungart y MacDonough, químico el primero y arquitecto el segundo, nos proponen nada menos que rediseñar nuestra forma de producir y relacionarnos con el planeta. No se trata del discurso tradicional del ecologismo, basado fundamentalmente en la minimización de los daños ocasionados a los ecosistemas por nuestro modo de vida, sino de algo nuevo, de reinventar dicha relación de modo que el impacto no sólo no sea negativo sino incluso positivo. Y el modelo para conseguirlo lo tenemos muy a mano: la propia naturaleza. Los ecosistemas se autorregulan de modo que no existe la basura como tal. No hay desechos porque todo se recicla de una u otra forma. ¿Por qué no imitarla?

El punto de partida de los autores es que la Revolución Industrial, en todas sus etapas hasta hoy, se ha hecho sin ningún diseño o planificación que tenga en cuenta los efectos de la industria sobre el medio ambiente. Los ingenieros, científicos y técnicos han concentrado sus esfuerzos en mejorar la producción, en abaratar costes y, en las últimas décadas, cuando la sensibilidad ambiental es mayor, como mucho en minimizar el impacto sobre la naturaleza. Como sabemos, el resultado es desalentador desde el punto de vista de la sostenibilidad: cambio climático, vertido de productos tóxicos al agua y la tierra, destrucción de los recursos naturales…

Braungart y McDonough creen que el problema es que hay un error previo de diseño. “Vemos un mundo con más abundancia que limitaciones. En medio del barullo de tanta cháchara sobre reducción del impacto ecológico de los humanos, ofrecemos una visión distinta. ¿Qué pasaría si los humanos diseñáramos productos y sistemas que celebraran la abundancia de la creatividad, la cultura y la productividad humanas?¿Que fueran tan inteligentes y seguros que nuestra especie dejara una huella ecológica para el disfrute, y no para la lamentación”, se preguntan.

Braungart y McDonough se conocieron en 1991, poco antes de la Cumbre de la Tierra del año siguiente. Especializado en química verde, Braungart había fundado la Agencia para la Protección Medioambiental (EPEA) en Alemania y antes había sido director del área de química de Greenpeace. Por su parte, el arquitecto norteamericano McDonough era un referente en el diseño y construcción sostenibles. Dentro de su ámbito profesional, cada uno trabajaba en la minimización del impacto ambiental, hasta que se dieron cuenta de que esta estrategia no funcionaba, que estaban hartos de ser “menos malos”, que el análisis erróneo, que había que salir del bucle, o como afirmaba Albert Einstein: “El mundo no puede evolucionar más allá de su actual situación de crisis utilizando el mismo pensamiento que creó esta situación”, una frase con la que los autores abren el libro.

Se pusieron manos a la obra y en 1995 fundaron la McDonough Braungart Design Chemistry para el desarrollo de productos y sistemas, con el objetivo de ayudar a las empresas en la implantación de su protocolo de diseño sostenible. Entre sus clientes figuran Ford Motor Company, Nike, BASF y Volvo, entre otros.

“Estamos acostumbrados a pensar que la industria y el medio ambiente siempre están en conflicto, porque los métodos tradicionales de extracción, fabricación y desecho son destructivos para el entorno natural. A menudo los ambientalistas dicen de los negocios que son malos, y de la industria (así como el crecimiento que requiere), que es inevitablemente destructiva. Por otra parte, los industriales a menudo ven a los ambientalistas como un obstáculo a la producción y al crecimiento. […] El mensaje ambientalista que los consumidores acaban percibiendo puede ser estridente y opresivo. Deja de ser tan malo, tan materialista, tan avaricioso. […] Hemos trabajado tanto con la naturaleza como en los negocios, y no pensamos que sea así”, afirman los autores de Cradle to cradle.

En lugar de fabricar productos que vayan de la cuna (la industria) a la tumba (el vertedero), con el consiguiente impacto ambiental, cambiemos el diseño para que vuelvan a la cadena productiva íntegramente. De la misma forma que un cerezo, por ejemplo, no sólo produce para perpetuarse sino que además da cobijo a otras especies (insectos, pájaros), se podría hacer algo parecido con la técnica. ¿Se imaginan un coche que en lugar de contaminar limpiase el aire? Los autores sostienen que es posible. Como lo es fabricar tejidos biodegradables o sustituir el papel por polímeros reciclables hasta el infinito.

Si los cerezos hacen del mundo un lugar mejor para vivir, también nosotros podríamos lograrlo, como ocurre con las hormigas: manipulan de forma segura y efectiva sus propios desechos y el de otras especies; cultivan y cosechan su propia comida mientras alimentan al ecosistema del cual forman parte; construyen alojamientos, granjas, vertederos, cementerios, barrios residenciales y almacenes de alimentos con materiales que pueden ser reciclados.

Cradle to cradle es un libro esperanzador, que le hará pensar, que combina perfectamente la exposición teórica con los ejemplos prácticos. Un libro para llevar en su mochila y rediseñar y reciclar su vida.

Ecovidrio te invita a participar en sus XVI Premios Periodísticos

Ecovidrio quiere continuar reconociendo a los autores de aquellos trabajos periodísticos o piezas informativas que hayan contribuido a la sensibilización de la ciudadanía en el ámbito del reciclado de envases de vidrio. Los trabajos pueden presentarse hasta el próximo 16 de octubre. La convocatoria está dirigida a piezas informativas que hayan sido publicadas y/o emitidas entre el 1 de noviembre de 2014 y el 31 de septiembre de 2015 en un medio de comunicación, blog o red social español.

Los premios se dividen en cuatro categorías y están dotados con 3.000 € cada una de ellas: Televisión, Radio, Prensa: Impresa y digital, y Mejor campaña 2.0.

Ecovidrio, además, reconocerá a la ‘Personalidad Ambiental del Año’ entre las personas que más hayan contribuido con impulso personal al reciclado de vidrio y otorgarán el galardón ‘Mayor Impacto Ciudadano’ a la iniciativa que haya contribuido a la movilización o concienciación de la ciudadanía, al desarrollo sostenible, el cuidado del medio ambiente, o que haya impulsado los valores de colaboración y economía circular.

Los galardones se entregarán en un evento que se celebrará en Madrid el próximo 18 de noviembre. Más información en sobre las bases, aquí.

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Comentarios

  • JORGE SAITO

    Por JORGE SAITO, el 09 julio 2017

    Muy interesante…..

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