Del Estado del BienEstar al Estado del BuenVivir

El filósofo Jordi Pigem.

Metidos en pleno ambiente consumista navideño, bueno será que reivindiquemos el consumo responsable. En el CONAMA2016 (Congreso Nacional del Medio Ambiente), celebrado en Madrid recientemente, la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) y Ecovidrio convocaron un encuentro sobre las alternativas de consumo responsable para construir entre todos un planeta mejor. Hubo muchas ideas y la inspiración de la charla en torno a un mundo «postmaterialista» que dio el filósofo y escritor catalán Jordi Pigem. ‘El Asombrario’ estuvo allí y aquí publicamos un resumen de lo que escuchamos. Pigem recorrió los cinco espejismos en que vivimos y nos bloquean para cambiar, y las erres que debemos sumar a las ya famosas de ‘reducir, reutilizar y reciclar’. El ‘co-co-co-co’ puede cambiar nuestras vidas.

Pocos días después de la vorágine consumista del Black Friday, nos reuníamos en Madrid convocados por Ecovidrio y APIA para hablar de lo contrario: el consumo responsable, el co-co-co-co, como yo lo llamo, «comportamiento cotidiano con conciencia». Y que va calando poco a poco. Un ejemplo, el dato que aportó Ecovidrio: en España, la tasa de reciclaje de envases de vidrio supera ya el 70% de todo lo puesto en el mercado. Pero el consumo desaforado sigue haciendo estragos: Cada español genera 460 kilos de residuos domésticos al año, según explicó el representante de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios de España, que cuenta ya más de 40 años de trayectoria), Enrique García, que subrayó: «La economía circular va a llegar sí o sí, porque no hay más remedio, es lo único viable para el futuro; aunque ahora mismo en España solo un 12% de los consumidores declara que deja de comprar un producto por informaciones poco positivas que reciba de la empresa que lo produce».

Jordi Pigem, autor de seis libros en torno al post-materialismo y la inteligencia vital, como Buena Crisis, GPS (Global Personal Social) e Inteligencia Vital (editorial Kairós), trabajó en los años 90 como coordinador de la revista Integral y salió del periodismo decepcionado por la dificultad de hacer llegar entonces los mensajes verdes al gran público. Explicó que, 25 años después, algunos parámetros han mejorado sensiblemente, como la concienciación de la gente, las medidas para evitar el deterioro de la capa de ozono y el notable aumento en el hábito de reciclar; pero, sin embargo, cree que las amenazas al planeta también se han incrementado, lo cual resulta chocante y contradictorio. «La situación ha empeorado y podemos decir que hemos entrado de lleno en una nueva era geológica, el Antropoceno, marcada por el impacto masivo del ser humano en el Planeta Azul». «Hay más información, hay más conciencia, y, sin embargo, no estamos mejor». Y no lo estamos, porque las acciones, los hechos, no han virado en una dirección más acorde con el entorno. El autor de Inteligencia Vital destacó que vivimos en una red de espejismos, de engaños y autoengaños que no nos permiten reformular el Estado del Bienestar, que se ha convertido en una frase hecha sin que realmente sea capaz de ofrecer eso en condiciones de igualdad a amplias mayorías sin esquilmar el planeta, y alcanzar un nuevo Estado, el del BuenVivir. Pigem hizo un repaso por los cinco espejismos que nos bloquean y aprisionan en una «burbuja cognitiva»:

Consumismo: «Nos han hecho creer que hemos venido a esta vida a tener más y más, cuando diversos estudios realizados por ejemplo en China y EE UU demuestran que, una vez cubiertas las necesidades básicas, el nivel de satisfacción, tanto a nivel personal como social, no aumenta en relación al aumento del nivel de ingresos».

Continuismo: «A pesar de todo lo que sabemos, no hacemos nada importante por cambiar. Es el lema de business as usual. Y no nos queremos dar cuenta de que si todo el mundo consumiera al nivel que lo hace la media europea, necesitaríamos tres Tierras para satisfacer nuestra demanda».

Aceleración: «Ante la comprobación de que algo no funciona, proponemos hacerlo más rápido para ver si así funciona. Sin embargo, frente a la aceleración tecnológica, la facilidad en las comunicaciones de todo tipo, en las sociedades occidentales la gente se siente cada vez más sola».

Dataísmo: El culto al dato, como si de una nueva religión se tratara, que de bien poco sirve cuando los criterios son erróneos desde su planteamiento inicial. Por ejemplo, ese culto al crecimiento del PIB, cuando desde hace 40 años se ha constatado que ninguna relación guarda con el nivel de satisfacción y de distribución de la riqueza en una sociedad, que lo único que hace es medir transacciones económicas, «pero no mide ni la alegría de nuestros hijos ni la calidad de nuestra poesía, ni nuestro grado de felicidad».

Utopía tecnológica: La creencia ciega de que la tecnología nos salvará. «Los antiguos miraban al cielo, las estrellas, y nosotros caminamos por la vida mirando hacia abajo, hacia una pantalla pequeñita, que en buena medida es mera distracción». ¿Qué sucede con la condición humana hoy día? «Yo creo que el problema radica en que no hay referentes, que hemos perdido las metas; y la tecnología, en vez de ayudarnos a ampliar la mirada, lo que nos hace es dispersarla; ¿cuántas veces no estamos presentes, presentes de verdad, en lo que estamos haciendo? Vivimos en una crisis de orientación y de valores. Y creo que el incremento de retos, pero también de oportunidades de cambio ha llegado a su máximo nivel histórico; estamos en un punto de inflexión, que nos hace vivir en la incertidumbre, pero también nos debe llevar a la esperanza».

Junto a las 3 erres (Reducir, Reutilizar y Reciclar), que se han hecho famosas para poner coto a los residuos, Pigem añadió una cuarta. «Una R más, de reimaginar y reintentar una sociedad más justa, sabia y sostenible, de reeducar para tener una mirada más amplia y holística y coherente, de relocalizarnos y estar en el aquí y ahora, de recuperar nuestras raíces, de revaluar nuestras prioridades. Ya Martin Luther King expresaba hace 50 años la urgencia de pasar de una sociedad centrada en las cosas a una sociedad centrada en las personas. Necesitamos poner a las personas en el centro. La historia está llena de giros inesperados en su evolución, y yo creo que ahora estamos alcanzando una masa crítica de conciencia, que en cualquier momento puede alcanzar el nivel de hartazgo, de basta ya, y que estalle la burbuja cognitiva en que nos encontramos, que nos bloquea y nos impide cambiar. Hay conocimiento y conciencia y muchos miles de millones de personas de buena voluntad en el mundo para el cambio. Mientras, cada uno, en el autogobierno de cada uno, como proponía Gandhi, ha de ir creando espacios de sentido, coherencia y sostenibilidad, semillas que alimenten esa masa crítica de conciencia por el cambio».

En la jornada de APIA/Ecovidrio, se pusieron muchos ejemplos de casos prácticos, de esas acciones concretas que, en la línea propugnada por Pigem, crean «espacios de sentido, coherencia y sostenibilidad», de alternativas de consumo responsable, de co-co-co-co, de iniciativas de economía participativa, colaborativa, social. Como las cooperativas por un consumo próximo y de temporada de hortalizas, y sin intermediarios; como la Red de Transición en España, un movimiento de construcción comunitaria de una sociedad sostenible y resilente, y a la que pertenecen pueblos como el pionero Zarzalejos (Madrid); como el Mercado Social de Madrid, una exitosa propuesta en los modelos en que los consumidores tomen la iniciativa; como Som Energía, la cooperativa de energía verde de verdad; restaurantes en la línea Slow Food y Kilómetro 0, como la escuela de autosuficiencia Esbiosfera, en Cardedeu (Barcelona); ONGs que trabajan por crear otro tipo de conciencia, como Fuhem, Educación + Ecosocial y Ecodes.

José Ángel Rupérez, presidente de Ecodes, subrayó la responsabilidad de los medios de comunicación para hacer visibles los actos invisibles, para que el ciudadano, el consumidor, visualice el impacto de sus usos cotidianos, «todo para lograr un consumo realmente responsable, ya que el etiquetado por ahora aún no lo favorece»; «empoderar al consumidor, hacerle ver que tiene más poder del que cree».

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