Del Nobel al Planeta, de Dylan a Maribel Verdú y Susanna Griso

La escritora Alicia Giménez Bartlett, última ganadora del Premio Planeta.

La escritora Alicia Giménez Bartlett, última ganadora del Premio Planeta.

La escritora Alicia Giménez Bartlett, ganadora del Premio Planeta del año pasado.

Esta noche de sábado se falla el Premio Planeta, dotado con 600.000 euros para el ganador y al que se han presentado más de 500 trabajos. Con la resaca del Premio Nobel a Bob Dylan, no era de extrañar que algunos pensaran en Joaquín Sabina como posible ganador del Planeta 2016. Si el año pasado, en el que Alicia Giménez Bartlett se alzó con el galardón, algunos consiguieron hacer pasar por cierto y, lo que es peor, por verosímil, que Cristina Pedroche era finalista del Planeta, poco sorprende que entre los corrillos de la rueda de prensa de ayer nombres como Sabina, Maribel Verdú o Susanna Griso aparecieran en las quinielas de los finalistas.

Más nombres sobrevolando: Ana Pastor o Carme Chaparro, de quien se comenta que lleva unos meses moviendo su primera novela en los distintos sellos de la agrupación, aparecieran en las quinielas de los finalistas de este año. Quinielas aparentemente tan disparatas como el Grammy para Pere Gimferrer propuesto, durante la rueda de prensa, por un periodista, que no duda en añadir a la quiniela a la actriz Maribel Verdú y a la siempre recurrente –por esto de trabajar en Antena 3, perteneciente al grupo Planeta- Susanna Griso. Algunos, inesperadamente, señalan también a Sandra Barneda como posible candidata; no sólo es una de los denominados mediáticos que más ventas consigue, sino que se ha quedado sin su editor de cabecera, Pablo Álvarez, despedido fulminantemente de Suma de Letras y rescatado por Ediciones B. Y si el cartel no estaba completo, el entusiasmo de Creuheras por el Salvados dedicado a la crisis de inmigración conllevó el comentario unánime: gana Jordi Évole. ¿Évole escribe? Pregunta alguno. Pero ¿acaso importa que quien gane sea escritor?

Sin embargo, allí estamos, en la rueda de prensa, para que nos convenzan de que esto del Planeta es algo serio y allí está Creuheras reconociendo el papel del jurado, “que trabaja mucho y tiene un criterio propio”, si bien resulta un tanto complicado imaginar a Gimferrer y a Carmen Posadas compartiendo gustos lectores. Gustos aparte, de lo que no cabe duda es de que bien está hablar de criterios literarios, pero más urgente es poner el foco en el mercado, destinatario final del premio. El presidente Creuheras, un año más, hace énfasis en la piratería y, en efecto, en comparación con países como Francia e Inglaterra, España es el país donde la piratería campa más a sus anchas. El crecimiento del mercado y las buenas intenciones del gobierno, por supletorio que este sea, no terminan de consolidar no sólo la práctica de la lectura sino el consumo de libros dentro de los cauces oficiales. El análisis de Creuheras, apoyado sucesivamente por Jesús Badenes, director del Área Libros, traslada el debate hacia la parte mercantil más que hacia la literaria, por mucho que Badenes no titubee en comentar lo desprestigiado que está el Nobel. Ay, menos mal que está el Planeta, una tendría ganas de suspirar, entre tanto desprestigio literario… Sin embargo, cuando están encima de la mesa 600.000 euros, ¿a quién le importa el prestigio literario? Y razón tiene aquel que no deja de subrayar que, a fin de cuentas, el Premio Planeta es una inversión y, hoy por hoy, ¿quién va a jugarse el pellejo perdiendo más de medio millón de euros?

Ni son días para la lírica ni son días para equivocadas apuestas, esto bien lo saben quienes han decidido el agraciado con el Planeta, conscientes de que, en los últimos dos años, los finalistas han superado con creces en ventas a los ganadores, y lo saben bien también quienes, alejados de la parafernalia planetaria, juegan, con Andrew Wylie como árbitro, los derechos de Bob Dylan. Mientras en el Hospital de San Pablo la prensa pone sus ojos en la 65 edición de los Premios Planeta, algunos editores –otros ya han disertado ante las elevadísimas cifras que se barajan- tras interrumpir las negociaciones ayer a las once pasadas de la noche, cuan jugadores de póker, siguen peleándose por Dylan.

Para que el show continúe, antes que nada, el mercado debe funcionar, algo que queda más que patente al final de la rueda de prensa: las ventas, el consumo de libros y la piratería son los ejes centrales. ¿Y los finalistas? El único en adentrarse verdaderamente en las obras finalistas, realizando un breve resumen de cada una de ellas, fue Eslava Galán, quien, en un lapsus típicamente freudiano, olvidó que El código da Vinci es una de las insignias de Planeta y afirmó sin titubeos que uno de los manuscritos “es como El código da Vinci pero bien escrito”. Más allá de las risas suscitadas y de que con sus palabras –“está bien escrito”-, Eslava Galán eliminaba de las encuestas al autodenominado experto en Da Vinci, Christian Gálvez, hay que reconocer que un mal día lo tiene cualquiera y, en efecto, hoy no era el día de Eslava Galán, que olvidaba el nombre de “su gran amigo” Emili Rosales, teniendo así que mirar el cartelito con el nombre para poder acordarse.

Lejos quedan ya los años en que nombres como Ana María Matute, José María Gironella, Ramón J. Sender o Vázquez Montalbán estaban entre los galardonados del que, hoy por hoy, es el único premio literario que, como decía José Manuel Lara, consigue convertir el libro en protagonista. De poco sirve ponerse nostálgica de tiempos pretéritos, pues si hacemos caso al refranero, hubo de haber antes lodos para que hoy haya barros. Y de la misma manera que Creuheras, tras leer un fragmento de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, recordaba acertadamente que “Cervantes ya promocionaba su novela como todo buen escritor debe hacer”, uno debe recordar que, por lo general, en cuanto a premios literarios se refiere, las expectativas están siempre llamadas a ser defraudadas y que toda hipótesis sobre el posible ganador, por descabellada que sea, puede verificarse como cierta. En unas horas tendremos la solución al enigma.

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Comentarios

  • Dante Lareza

    Por Dante Lareza, el 15 octubre 2016

    La creciente ignorancia de lo que se escribe en poesía permite que el Premio Nobel venga a santificarnos -impunemente- a alguien que escribe canciones cuyas letras, leídas y no escuchadas, son verdaderas bazofias. Dylan es un excelente ejemplo. Quizá en los sesenta fueran revolucionarias, pero sus letras que achacan a los poderosos los males de la tierra («Ustedes que fabrican los tanques…» etc.), hoy resultan ingenuas y más vale ponerse a escuchar la música sin entender lo que dice. ¿La Academia sueca se dispara en el pie con este nombramiento? Creo que la culpa la tiene la nueva directora, una hipiteca de malos gustos y que se siente quinceañera (va por los cincuenta y tantos, pero al lado de los otros académicos, en realidad es una bebé). Habrá que esperar al próximo año para saber si el Nobel descubrió a alguien interesante o quiere re-santificar a un santo: Roth el africano o Roth el estadounidense, Adonis el magnífico, Kundera (¿o ya lo recibió?), Javier Marías, Joyce Carol Oates, Ashbery…

  • Dante Lareza

    Por Dante Lareza, el 15 octubre 2016

    Señor censor, no debe inducir en error a los lectores de su diario; sí hay comentarios, solo que usted los borra. ¿Usted es «moderador»?, vaya eufemismo.

  • Manuel Dóniz

    Por Manuel Dóniz, el 15 octubre 2016

    Si quieres triunfar en literatura, hazte primero famoso, porque si no lo eres, probablemente ni lean tu manuscrito. Todos hemos sido testigo de lo que afirmo con el libro publicado a su nombre y que ni tan siquiera supo escribir de Belén Esteban, un éxito literario sin parangón en los últimos tiempos, publicado, por cierto, por la Editorial Planeta. Así que, colega escritor anónimo, te exhorto a que escribas si ello es una necesidad para ti y lucha como un jabato para que te publiquen tu trabajo, pero no esperes triunfar aunque tu libro sea la segunda parte de «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha».

  • xe

    Por xe, el 16 octubre 2016

    Creo que lejos de la ignorancia, Dylan ha abierto muchas mentes y otras han seguido los vientos a los que se han sometido. LOS TIEMPOS SIGUEN EN PROCESO DE CAMBIO.

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