‘El desamparo de un calcetín solo y un sillón vacío’

Parte de la obra de Julio Adán

Parte de la obra de Julio Adán

DESCUBRIMIENTOS MAD

DIEZ ARTISTAS EMERGENTES PROYECTAN SU MIRADA HACIA LO CERCANO Y LO ÍNTIMO CON UN INDELEBLE POSO DE MELANCOLÍA EN LA NUEVA MUESTRA DE LA SALA JOVEN DE LA COMUNIDAD DE MADRID. DE LO MEJOR AHORA MISMO EN LA CIUDAD. DE JULIO FALAGAN Y LUIS VASSALLO A LUJÁN MARCOS, HISAE IKENAGA Y BEGOÑA OLAVARRIETA.

RAFA RUIZ

Entre el aluvión de buenas propuestas colectivas de artistas emergentes que ha llegado a Madrid en las últimas semanas, queremos destacar las exposiciones montadas en torno a Generación 2013 en La Casa Encendida -aunque peca de excesivamente conceptual-, la selección de 40 artistas del concurso de dibujo organizado por la Fundación Centenera y expuesta en La Casa del Reloj -aunque adolece de variopinta y desigual-, la feria JustMadrid que se celebra cada año como alternativa más joven a ARCO -donde destacaba el córner de artistas sin galería que llevó el comisario Roberto Vidal- y, sobre todo, la selección ‘Hacer en lo cotidiano’ en la Sala de Arte Joven que la Comunidad de Madrid tiene en Avenida de América. Nos detenemos en esta, por parecernos la más coherente y emocionante, gracias en buena medida al trabajo, delicado y concienzudo, de la comisaria Beatriz Alonso. Se trata de una primera parte con 10 artistas, que podrá verse hasta el 18 de mayo, y que se completará con otros 10 artistas entre el 5 de junio y el 7 de septiembre. Antes de entrar en ella, criticar la absoluta falta de visión de sus responsables al impedir que se puedan hacer fotos en la sala; bonita manera de promocionar a artistas emergentes… Absurdo e incomprensible.

Beatriz Alonso explica el eje de lo que puede verse en la sala: «Afronta lo cotidiano de otra manera, replantea el día a día a través del arte. En esta primera mitad dirigimos la mirada hacia lo cotidiano; en la segunda, adoptaremos la postura de cómo generar pequeños cambios, a través de pequeños gestos que incidan en lo doméstico». Y amplía la información en el minicatálogo: «En ‘La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer’, Michel de Certeau nos ofrece un recorrido poético por el mundo cotidiano, en busca de otras maneras de observar, percibir y contar la vida desde el interior. Partiendo de esta potencialidad de transformación de lo existente, ‘hacer en lo cotidiano’ plantea una reflexión sobre la capacidad del arte hoy en día para cuestionar nuestros territorios más cercanos y generar otras posibilidades de habitarlos'».

Hasta ahí, total acuerdo, pero la muestra de Avenida de América proyecta también una indudable sensación de melancolía. Y llega muy adentro observar cómo estos diez jóvenes y talentosos artistas encaran el día a día con esa actitud de melancolía, de soledad, de vacío… Quizá sea lo que emana del presente, y lo que nos advierte el futuro.

Las fotografías de María Castelló presentan un banco devorado por la vegetación, una pelota olvidada en medio de la calle, una prenda enganchada en unas ramas, un juguete abandonado en la arena. En la instalación de Julio Adán hay una serie de montones: de pétalos para hablar de un montón de dudas, de restos de una goma de borrar para hablar de un montón de arrepentimientos, de colillas para hablar de un montón de esperas. Julio Falagan, muy en su línea, compone collages a partir de la recuperación de fotos y cuadros antiguos, kitsch. Leonor Serrano nos produce una sensación de hogar, de intimidad, pero también de soledad con su instalación-proyección de un rincón de una casa con sus libros, sus cactus, su velero, sus fotos, su silla. Luján Marcos nos ofrece la acción-instalación ‘El pan nuestro de cada día’, un altar, ofrenda, poema, plegaria, con lo más terrenal, que es el pan, y lo más místico, que es el cielo, las nubes, el sol… Hisae Ikenaga nos presenta libros en difícil equilibrio en baldas unipersonales, libros sin compañeros en su espacio doméstico, lo que se convierte en una original manera de contar el desamparo; además, fijémonos en los títulos de los volúmenes: ‘En busca del tiempo perdido’, de Marcel Proust; ‘El imperio de lo efímero’, de Lipovetsky, ‘El color del verano’, de Reinaldo Arenas, la ‘República’ de Platón… Luis Vassallo se asoma a terrazas vacías de edificios impersonales de viviendas a través de la luz distorsionada y triste que provoca una malla verde de las que se usan para cubrir fachadas en obras. Los dibujos de Begoña Olavarrieta, en fin, tan sencillos como expresivos nos hablan de ‘la tristeza de un sillón vacío’, ‘el desamparo de un calcetín solo’, ‘la incertidumbre de una puerta entornada’ y ‘el silencio de un paño de cocina que cuelga sobre la pared’… Completan la muestra las conversaciones cotidianas pilladas al azar de Maite Angulo y las entrevistas a ciegas, pero desnudándose, de Velázquez Cabrero.

Miradas domésticas, íntimas, de soledades, incertidumbres, melancolías… Jóvenes que se mueven en lo cercano, pero que ni siquiera eso les aporta certezas.

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