El inspector Wallander en el corazón de África

El actor Kenneth Branagh en el papel del inspector Kurt Wallander.

El actor Kenneth Branagh en el papel del inspector Kurt Wallander.

El actor Kenneth Branagh en el papel del inspector Kurt Wallander.

El personaje del inspector Kurt Wallander creado por Henning Mankell y la exposición de Ouka Leele ‘Un banquete cruel, pour quoi?’ le sirven al autor, Javier Morales, para reflexionar sobre la tragedia de Ceuta y las terribles razones para el éxodo masivo de subsaharianos hacia Europa.

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Dado que después de tanto tiempo la versión oficial de lo ocurrido en la tragedia de Ceuta se mantiene en el terreno de la invención, se me ocurre que para esclarecer lo que sucedió quizás deberíamos contratar los servicios de un personaje de ficción, como el inspector Wallander. Al fin y al cabo, la denuncia del racismo fue el origen de la serie protagonizada por este policía creado por Henning Mankell. Lo cuenta el autor sueco en el epílogo de Huesos en el jardín (Tusquets). En 1990, Mankell regresó a su país después de una larga estancia ininterrumpida en África, donde por esa época vivía seis meses al año.

“Cuando volví a Suecia no tardé en descubrir que, durante mi ausencia, las tendencias racistas se habían extendido por todo el país de un modo preocupante. Suecia nunca estuvo libre de esta terrible lacra social, pero entonces comprobé que se había acentuado drásticamente. Unos meses después decidí escribir sobre el racismo. En realidad, tenía otros planes literarios, pero me pareció que se trataba de una cuestión importante. Más importante”, cuenta Mankell. “Cuando empecé a reflexionar sobre qué tipo de relato elegiría, comprendí enseguida que la vía natural sería una intriga policíaca. Sencillamente, porque los actos racistas son, según mi modo de ver las cosas, actos delictivos. Una consecuencia lógica de ello fue que necesitaría un investigador, un experto en actos delictivos, un policía”.

Escrito originalmente para una edición neerlandesa que luego rescató la BBC para una serie de televisión, Huesos en el jardín es la penúltima entrega de la serie protagonizada por el inspector Kurt Wallander. Después de muchos años como policía en Ystad (Suecia), un Wallander crepuscular, solitario, frustrado por su incapacidad para entender a su hija, considera llegado el momento de comprarse una casa en el campo donde poder retirarse cuando llegue la jubilación. A través de un compañero de la comisaría le surge la oportunidad de adquirir una vivienda con un amplio jardín y por un precio aceptable, justo lo que andaba buscando. Tan solo hay una pega. Wallander descubre en el jardín una zona removida donde sobresalen los huesos de una mano. No es la mejor novela de la serie pero siempre es un placer reencontrarse con Wallander, sobre todo cuando el autor, aquejado de cáncer, ha declarado que el ciclo está cerrado y que no volverá a dar vida a este entrañable inspector.

Una vez resuelto el misterio de la tragedia Ceutí, no estaría mal preguntarnos por qué 30.000 subsaharianos esperan en Marruecos su oportunidad para pasar a Europa, una oportunidad que como bien sabemos les puede costar la vida.

Podemos encontrar una pista, una de tantas, en la exposición Un banquete cruel. Pour quoi?, de Ouka Leele, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La artista madrileña da la voz a la periodista congoleña Caddy Adzuba, a quien conoció en 2010. En el conflicto de este país centroafricano, la violación y la brutalidad hacia las mujeres se ha convertido en un arma de guerra. Detrás está el control de las minas de coltán, el mineral a partir del cual se fabrican los teléfonos móviles y otras novedades tecnológicas.

Inmerso en una luz cenital, el montaje lo preside una gran mesa erigida sobre la Tierra. De los platos rebosan los restos del banquete, las tripas de decenas de aparatos electrónicos. “Toda obra de arte es un ritual y ésta es, además, un exorcismo. Un exorcismo para erradicar la violencia y la crueldad, para torcer el camino humano hacia la bondad”, explica Leele, autora del poemario La llave de la jaula. Poemas de amor y muerte (Huerga y Fierro).

En otra sala, la periodista Caddy Adzuba nos cuenta en un vídeo estremecedor su propio relato del horror. “Si no hay reporteros, no existe conflicto…El cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla. Violar a las mujeres es un arma de guerra. No es deseo sexual lo que lleva a los rebeldes, a los grupos armados, a cometer violaciones. No. Simplemente quieren desestabilizar una región”, escribe Adzuba.

La riqueza de recursos naturales de la República Democrática del Congo convirtió pronto a este pedazo del corazón de África en una pieza clave de la geopolítica y de los intereses económicos. Excolonia belga, el escritor Joseph Conrad nos trasladó al corazón de las tinieblas en un viaje onírico y Mario Vargas Llosa nos habló en El sueño del celta (Alfaguara) de las atrocidades cometidas contra la población congoleña durante el reinado de Leopoldo II. Después de su independencia, la Guerra Fría propició golpes de Estado. Ahora, en la República Democrática del Congo al coltán lo llaman el “coltán de la sangre”.

Uno sale de la exposición con el corazón maltrecho y sentimiento de culpa, pero enseguida percibo la vibración del teléfono móvil, inquieto en el bolsillo de mi pantalón, y todo vuelve a ser como antes.

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