‘El viaje de Unai’, la vuelta al mundo de una familia en busca de lo salvaje

El padre de Unai, el fotógrafo Andoni Canela fotografiando bisontes en el documental 'El viaje de Unai'.

El padre de Unai, el fotógrafo Andoni Canela fotografiando bisontes en el documental ‘El viaje de Unai’.

Un fotograma del documental 'El viaje de Unai' en el que se ve al pequeño observando pingüinos.

Un fotograma del documental ‘El viaje de Unai’ en el que se ve al niño observando pingüinos.

Esta es la historia del fotógrafo de naturaleza Andoni Canela, la periodista y escritora Meritxell Margarit y sus hijos Unai (nueve años) y Amaia (tres), la familia que dio la vuelta al mundo buscando lo salvaje, fotografiando animales emblemáticos y espectaculares paisajes durante 15 meses. Habían plasmado su aventura en un libro, ‘La llamada del Puma’; ahora conocemos la pieza que faltaba en la historia: ‘El viaje de Unai’, un acercamiento en forma de documental a esta extraordinaria experiencia vital.

Por DIEGO HERNÁN

La película narra en primera persona «la búsqueda de lo salvaje” que llevó a esta familia desde Banyoles (Girona), donde viven, hasta la Antártida para comprobar de cerca la belleza e inmensidad del planeta y las amenazas que lo sacuden, a través de especies simbólicas de cada continente: el puma en América del Sur, el bisonte en América del Norte, el elefante en África, el cocodrilo en Australia, el pingüino en la Antártida, el cálao en Asia y el lobo en Europa.

“No sabía si iba a tener 30 o 60 minutos, o si llegaría a ser un largometraje, pero empecé a grabarlo pensando en que lo que veríamos en el documental es el proceso de aprendizaje y de cambio de Unai, mi hijo, a través de sus propios ojos. Con esa perspectiva salimos”, nos cuenta Andoni Canela a El Asombrario Recicla. Este conocido fotógrafo de naturaleza , con más de 25 años de experiencia y una quincena de libros publicados, reconoce que tomó la decisión de embarcarse en esta vivencia junto a su mujer cuando se dieron cuenta de que, por diferentes razones, ya no viajaban juntos tanto como les gustaría. Lograron financiar la expedición familiar mediante un proyecto educativo paralelo y a través de los reportajes fotográficos para diferentes publicaciones que Andoni realizaba durante el viaje. Con la aprobación de sus hijos, comenzó esta peripecia que se cierra ahora con su último eslabón: la película El viaje de Unai, con una duración de 70 minutos y que ya se ha estrenado en cines (130 pases en 20 ciudades) y en televisión (en TV3), y ahora, podemos ver en DVD.

El hijo mayor y protagonista de la historia, Unai, habla a cámara con la naturalidad de un youtuber y, además de hilo conductor de la historia, su testimonio es un arma muy poderosa para acercarnos a la biodiversidad desde un punto de vista diferente. “No es una película dirigida a niños. Ha habido chavales de 5 a 7 años hasta adolescentes de 15 a los que les ha encantado, pero lo mismo me ha pasado con adultos, sean padres o no lo sean”, explica Canela. Sin embargo, el fotógrafo cree que es importante para concienciar y cambiar la situación que el sector medioambiental se dirija a los más jóvenes y se muestre libre de prejuicios. “Hay que ir a las siguientes generaciones, que son los chavales, y que tienen una visión mucho más limpia; no tienen esa deformación de décadas, escuchan de una forma más abierta». Sucede algo parecido con temas como pueden ser el reciclaje o el cambio climático, «que se toca tan especialmente en el documental», apunta Canela; «Cuando el 99% de los científicos dicen que es una evidencia, los chavales aprenden eso, no como algunos adultos…”.

Para el responsable de El viaje de Unai, concienciar es enseñar, no solo asustar, una lección que aprendemos en el documental. Para que el mensaje logre su objetivo, detalla Canela, lo que intenta la película es explicar primero “la parte positiva: enamorar a través de los animales y los paisajes; luego te documenta, aprendes sobre cómo son; y el último paso, como dice Unai, es que hay que implicarse para hacer algo, hacer una llamada a la acción después de mostrar la realidad, la belleza, el atractivo… y también los peligros”.

Más de dos décadas de viajes por todo el mundo dan para mucho. Andoni Canela ha vivido en primera persona que el calentamiento global y la destrucción de ecosistemas a manos del ser humano no forman parte de una realidad alternativa de la que advierten los informes anuales de las asociaciones medioambientales. “He visto con mis propios ojos la pérdida de fauna”, dice tajante. “Igual que con el calentamiento global. Cuando vuelvo a Groenlandia o Alaska después de unos años, los glaciares han retrocedido; y en cuanto a las especies, sucede lo mismo. La cantidad de millones de hectáreas que se han perdido de selva en Indonesia es tremenda, y es algo que puedes ver y comprobar en persona, en directo”. Además, añade que esta situación es algo que se acentúa especialmente en los países en desarrollo.

Para alguien que puede pasarse dos o tres semanas solo en la naturaleza hasta encontrar la foto perfecta, este viaje suponía un “reto”; ahora, que ya ha vuelto a trabajar sin la compañía de su familia -Canela se encuentra de viaje por Islandia para seguir trabajando en uno de los libros sobre la isla que publicará antes de que acabe el año junto al escritor Xavier Moret-, dice que repetiría sin dudarlo.

Fotograma del documental 'El viaje de Unai'. Una hoguera en el desierto para ver las estrellas.

Una hoguera en el desierto para ver las estrellas.

El padre de Unai, el fotógrafo Andoni Canela fotografiando bisontes en el documental 'El viaje de Unai'.

El padre de Unai, el fotógrafo Andoni Canela, fotografiando bisontes en Norteamérica.

“A mí y a todos se nos hizo corto ese año. Cuando se acercaba el final no queríamos que se acabase. Hubo esa mezcla de hacer el trabajo de siempre, pero de manera compartida. El hecho de cambiar de continente más o menos cada tres meses resultó muy estimulante, eso hacía que no hubiera ni un momento para el aburrimiento. Ir aprendiendo sin parar es lo mejor; te sorprendías en cada sitio. Yo volvía por segunda, tercera o cuarta vez y aún así siempre aprendes algo y valoras lo que ves”, afirma. Esa nueva rutina de trabajo le permitía trabajar más tiempo in situ sin echar de menos a su familia. Los niños compatibilizaban sus estancias en Estados Unidos o Australia con sus estudios en la escuela pública. “Lo pudimos llevar bastante bien: se trabajaba y se vivía”, dice nostálgico Andoni. Para los que tengan duda sobre el nivel de educación de sus hijos, de 9 y 3 años durante la grabación del documental, solo hace falta oírles hablar en castellano, catalán e inglés (idioma que aprenden durante el viaje inventándose canciones). Un ciclón, unos días incomunicados en el desierto de Namibia, un pequeño accidente de Unai en la pierna… fueron los “únicos” obstáculos a los que se enfrentaron. “No ocurrió nada importante o grave”, dice el fotoperiodista, que subraya que no sólo se han cuidado las imágenes, sino que en El viaje de Unai también se ha cuidado mucho la música, a cargo de Albert Guinovart, y el sonido, con el experto en captar sonidos de la naturaleza Carlos de Hita como responsable.

La película es un canto a la libertad, una prueba de que, como dice su protagonista al inicio, en la vida es necesaria “una misión, algo que buscar”.

Unai y su hermana observan un canguro. Un fotograma del documental 'El viaje de Unai'

Unai y su hermana observando un canguro. Otro fotograma del documental ‘El viaje de Unai’.

El pequeño Unai en una avioneta. Un fotograma del documental 'El viaje de Unai".

El pequeño Unai, protagonista del documental, en una avioneta. 

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