Elogio de la inactividad y el aburrimiento

Foto: ©Manuel Cuéllar

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El prestigioso psicólogo Daniel Goleman propone en su último libro una apuesta por la concentración ante la multitarea, mientras que el filósofo José Antonio Marina apuesta por la pedagogía del aburrimiento. La paradoja de la calma que lleva a lo creativo y lo productivo.

O de la ociosidad. O de la ensoñación. O del aburrimiento, del dolce far niente, del silencio. De los detalles. Elogio de la desconexión. Resulta que nuestros abuelos lo tenían claro: “todo a su tiempo y por su orden”. El mío solía añadir: “con tranquilidad y buenos alimentos”, cuando nos entraba un ataque de impaciencia infantil. Confieso que nunca entendí exactamente que quería decir lo de los alimentos, aunque siempre me pareció algo relacionado con disfrutar de lo bueno, pausadamente, con la atención debida. La atención, la concentración dirigida y fructífera.

Ese es precisamente el nuevo concepto que está creando escuela en el campo de la psicología divulgativa de la mano de uno de sus gurús de mayor éxito, el psicólogo y antiguo periodista del New York Times Daniel Goleman, padre de la Inteligencia Emocional. Su último libro, Focus –cuyo subtítulo en inglés es The hidden driver of excellence, lo cual revela su objetivo como manual de liderazgo— está dedicado a un bien extraordinariamente escaso en estos tiempos de superabundancia digital, pluriempleo, déficit de atención, hiperactividad e inadaptación escolar y profesional: la concentración, o lo que él denomina open awareness, atención activa y concentrada. Dice Goleman que vivimos en un mundo en el que es casi imposible centrarse, pero que la atención es como un músculo que debemos entrenar. Porque la mente sólo puede dedicarse plenamente a una cosa a la vez, no es multitarea, como nos ha dado por pensar (o nos han hecho creer) en los últimos años, y cuando hace varias cosas a la vez es imposible que las haga bien. “No somos conscientes de su importancia”, decía en su reciente visita a España para presentar su libro. “La distracción es enemiga de nuestras capacidades”.

Goleman ha puesto en circulación este concepto, según él subestimado, pero esencial para la creatividad y el rendimiento intelectual y práctico. Y esconde, además, un matiz indispensable para la reflexión y la actividad profesional y creadora: “focus” significa “centro”, pero también “punto de vista”, “enfoque”. O sea, “criterio”, ese otro bien cada vez más escaso (y despreciado) por estos lares.

Según Goleman, las personas más productivas (ya sea en los estudios, los negocios, el deporte de competición o las artes) son precisamente aquellas que cultivan formas de concentración o de meditación inteligente. Y propone varios métodos (desde los largos paseos, hasta la meditación zen) para aprender a cultivar ese músculo que según él es la atención, y que está relacionada con el autocontrol, la empatía y la capacidad para comprender la complejidad del mundo que nos rodea.

Al contrario, “dejar vagar la mente” es altamente negativo, al igual que el aburrimiento, porque sólo consiguen enredarnos en pensamientos acuciantes sobre tareas pendientes y disparar nuestro estrés, destrozando la motivación y el interés. Goleman pone de ejemplo, dos situaciones prototípicas de la falta de rendimiento para ilustrarlo: los profesionales atrapados en reuniones sin fin, cuya mirada vacía de corderos es fiel reflejo de su total vacío mental y de su pasividad mortecina; y el alumno cuyos ojos se pierden absortos en la nada en mitad del tedio de una clase sin sentido.

¿Tiene sentido entonces elogiar la inactividad, el aburrimiento y la ensoñación? Por supuesto. Porque existen una inactividad, un aburrimiento y una ensoñación totalmente activas que son la semilla de esa capacidad de concentración que reclama Goleman y que son precisamente lo opuesto de esa nada que tantos ejecutivos y alumnos se ven obligados a padecer a diario en nuestras empresas y escuelas. Frente a ese nuevo síndrome del f.o.m.o. (fear of missing out, miedo a perderse lo que está pasando), que es una fobia hypster, pero también un síndrome real que atormenta a un tercio de los adultos, según los psicólogos, incapaces de desconectar sus móviles, sus cuentas sociales o su whatssap, permanentemente inquietos por no estar en el lugar adecuado o hablar con la persona correcta o comprar lo que se supone que deben comprar (y los colegas, supuestamente, sí consiguen), reclamemos una pedagogía del aburrimiento. El concepto es de otro divulgador de éxito, esta vez español, el filósofo José Antonio Marina.

Clases de pintura, cine, exposiciones, deporte, danza, trabajos manuales en el Reina Sofía, ahora el ordenador, ahora la nintendo, ahora el ipad… ¡Basta! Los niños tienen que aburrirse, y los adultos también. Pasear sin objetivo, mirar por la ventana, estar consigo mismos. Juntando papelitos, mirándose las manos. Solos, en silencio, en el ahora. Sin interrupciones, sin la atención fragmentada que parece la única posible cuando se tiene encima de la mesa más de un dispositivo electrónico. Son precisamente esos momentos en los que la mente va de un lado a otro, libre, en los que afloran los mecanismos de la inteligencia creadora, según Marina, y según el propio Goleman (aunque el New York Times señale en su crítica que Focus es un libro paradójicamente deslavazado. Nadie es perfecto).

Los pensamientos necesitan tiempo para nacer, para pasar de ocurrencias a entidades capaces de llevarnos a la acción. Hay que parar, hay que mirar, contextualizar, elaborar, hacerse preguntas y responderlas. Hay que buscar, sin metas. Hay que darse tiempo. Ningún proyecto se incuba en un mes, ni en un año, a veces ni en cinco, algo que deberíamos tener en cuenta en medio de esta fiebre emprendedora que nos consume, tratando de salir adelante en medio del páramo. Y, si queremos vivir una vida plena, hay que dejar de pensar en el pasado y anticipar el futuro: es también lo que defiende esa otra corriente psicológica de la concentración (en el ahora) denominada mindfulness.

Pero pensemos en tantas aulas y centros de trabajo españoles. Cinco millones de parados y tantos otros de trabajadores que acuden a sus puestos con la etiqueta de privilegiados, y sin embargo como quien cumple una insoportable condena. Tantos profesionales sufrientes, en despachos, oficinas, redacciones donde si algo prima es la supervivencia, desde luego no la creatividad, ni la satisfacción, ni el orgullo.

La revista FastCompany decididió emprender a comienzos de año una encuesta entre los CEO más relevantes del planeta (desde Angela Ahrendt a Mark Zukerberg). Y la primera pregunta que les hicieron fue: ¿a quién querrían fichar, si pudieran, para aumentar la creatividad de su equipo? La respuesta no deja lugar a dudas sobre cuál es el recurso más valioso del que disponemos, según los que más fuel necesitan: el primero de la lista es Leonardo Da Vinci; el segundo, Steve Jobs, el fundador de Apple. Y el tercero (sorpréndanse, o no, los tiempos están cambiando): el Papa Francisco.

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Comentarios

  • Ricardo Pérez

    Por Ricardo Pérez, el 08 febrero 2014

    Soy investigador en psicología, y quería hacer una puntualización sobre este artículo. El «padre» de la inteligencia emocional (IE), no fue Goleman. Hubo dos investigadores que ya hablaron del concepto de IE años antes, fueron Mayer y Salovey.

  • maria jose

    Por maria jose, el 08 febrero 2014

    Estupendo!!!!

  • Giulio Venturi

    Por Giulio Venturi, el 08 febrero 2014

    Menos mal que me compré este libro por 3,99€. Goleman lleva tiempo al remolque: es la estela remanente del cometa que fue. El mindfulness lleva unos 25 años como práctica estructurada (y siglos como práctica budista), dirigida a evitar o aminorar el continuo torbellino mental y «normal» de cualquier ser humano, es decir, está comprobado que cuando reducimos el estrés somos más productivos (científicamente comprobado) sea cual sea el campo, y nos sentimos mejor. Por otro lado, es difícil conseguirlo sin un instructor, porque la mente tiene sus defensas que frenan el «cambio». En definitiva, ultimamente Goleman llega tarde e insuficientemente preparado. Un producto editorial y nada más. Una lástima.

  • Rafael

    Por Rafael, el 08 febrero 2014

    Me ha gustado, interesante.
    Ando ahora también leyendo «elogio de la lentitud», de Carlos Honoré. Muy interesante también. Y ya de paso porque no citar a Roberto Louis Stevenson con su «en defensa de los ociosos».
    No tienen desperdicio….

  • JESUS VILLAR

    Por JESUS VILLAR, el 09 febrero 2014

    Interesante planteamiento, me documentare sobre ello.

  • Elena

    Por Elena, el 17 febrero 2014

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Rafael, otra buena lectura al respecto podía ser Farenheit 451 (para leerla sin prisa)

    • Rafael

      Por Rafael, el 18 febrero 2014

      La quema de libros verdad…
      Y 1984, un mundo feliz…

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