Eloy Tizón sí muestra luz al final del túnel

©Daniel Mordzinski

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La buena literatura puede transformarnos. Grandes libros como ‘Técnicas de iluminación’, de Eloy Tizón, sí pueden mostrarnos una luz al final del túnel, hacernos sentir que no todo es caos y propaganda a nuestro alrededor, que hay letras liberadoras.

Este domingo otoñal tengo una buena y una mala noticia que darles. No se asusten. La mala no cambiará su vida. La buena puede que sí. Estoy seguro de que a la mayoría de ustedes les gustaría cambiar el mundo, este mundo de sombras, incertidumbres e injusticias en el que vivimos, en el que todo parece estar patas arriba y uno apenas sabe si va o viene. Un mundo dantesco donde tenemos claro a quién enviaríamos al infierno y al purgatorio (a bote pronto se me ocurren varios nombres). ¿Sirve la literatura para cambiarlo? Me temo que no, que por mucho que nos empeñemos la literatura no es un arma cargada de futuro. He ahí la mala noticia. Ya ven que no era para tanto. No les cuento nada nuevo.

¿Y la buena? La buena es que la literatura sí puede transformar a un lector. No ocurre siempre, solo con los grandes libros. Y a mí me ha ocurrido con Técnicas de iluminación (Páginas de Espuma), de Eloy Tizón (Madrid, 1964), uno de nuestros grandes narradores. “Una frase tan devaluada como ‘maravillosamente bien escrita’ recupera todo su valor cuando nos referimos a las novelas de John Banville”, escribió Martin Amis sobre el autor irlandés. Salvando las distancias, los estilos de Banville y Tizón, bien podría aplicarse la cita de Amis a la obra de Tizón, autor de tres novelas y de tres libros de relatos que son ya parte del canon en español, sin que por ello Tizón haya sucumbido a la fatuidad.

“Mejor pecar de discreto que de transgresor adornado con plumas de papagayo; hoy en día están de moda los autores que parecen anuncios de detergentes: no hay manera de distinguirlos”, dice el narrador de Fotosíntesis, relato que abre Técnicas de iluminación. Un libro que se ajusta como un guante a lo que dice Richard Ford de la literatura: “Es en un ochenta por ciento artesanía, el resto es magia”. La técnica, mal que bien, puede aprenderse. La magia, la iluminación, no. Tener ambas cualidades te convierte en maestro. Tizón lo es.

Para corroborar lo que digo bastaría con leer cualquiera de sus obras anteriores. Pero si aún no lo han hecho, sumérjanse en Técnicas de iluminación, diez relatos deslumbrantes, en los que, como siempre, Tizón consigue un equilibrio perfecto entre la ambición estilística y la historia. Su prosa, de gran plasticidad, sugerente, llena de misterio, de revelaciones, con originales hallazgos verbales que jamás caen en el barroquismo, no anula ni ensombrece las vidas de sus personajes. Al revés, las ilumina, y al meternos en su piel nos coloca frente a un espejo en el que todos podríamos reconocernos. Un triple salto mortal.

“Ciudad. Hay una hora en la que no está claro si subes al último metro de la noche o al primer metro de la mañana, si vas o vuelves, una hora morfina, ni sí ni no, entrecruzada, ni dormida ni despierta, con ojeras violetas de cansancio por trasnochar demasiado o por no trasnochar lo suficiente, tanto da, el resultado es el mismo, la hora en que los vagones vacíos circulan yendo o viniendo de las cocheras, recién desinfectados, con las ventanillas chorreantes de jabón, como si acabasen de emerger del fondo del mar”, cuenta Alegra, la narradora de Ciudad dormitorio. Alegra es una joven que durante una época tuvo un trabajo precario, una relación precaria y vivía lejos, muy lejos, en el extrarradio de una gran ciudad. El paisaje que se encuentra cada jornada en el tren de cercanías es desolador. Trabaja en la Bóveda, un centro comercial más grande que el Vaticano. Un día, Toler, su jefe, la llama a su despacho. Como es lógico, antes de acudir a la cita, Alegra hace todo tipo de elucubraciones. Una vez en el despacho del jefe -“realmente pequeño, vulgar, sin ventilación, caluroso, sofocante incluso, perdido en algún rincón del submundo de las catacumbas de aquel edificio inteligente”- y ante la extrañeza y el misterio de lo que le pide Toler, narra Alegra. “Ay, qué gran dilema. ¿Dónde estaba la luz?”. En este detalle encontramos el hueso del cuento. En el resto de relatos serán otros los momentos de iluminación, pues como buen nabokoviano, el autor madrileño también cree que la literatura reside en los detalles.

Eloy Tizón es alguien que se juega la vida en cada palabra, en cada frase, en cada texto. Una vida, como digo, que alumbra cada uno de sus personajes, complejos, a veces sin identidad, extraviados y confusos. Todos ellos huyen de algo, de la rutina de la vida cotidiana (Los horarios cambiados), de la vida periférica (Ciudad dormitorio), de una amenaza que nunca llegamos a conocer (Merecía ser domingo), del miedo a la edad adulta (Alrededor de la boda), de la propia identidad (La calidad del aire), de la normalidad aparente (El cielo en casa), de las pérdidas más doloras e irreparables (Nautilus).

En Técnicas de iluminación vivimos el trance de los personajes, casi sufrimos con ellos, pero sabemos que el autor es nuestro cómplice, está al otro lado, nos acompaña, nos entendemos, y entre lector y autor surge la magia de la gran literatura, la que consigue que uno se sienta menos solo. Los personajes que transitan estos cuentos se mueven entre sombras, sí, están a punto de caer al precipicio, sí,  pero Tizón siempre les facilita una salida, nunca los abandona. Los redime con el humor. Y les deja a mano un interruptor para que enciendan la luz.

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Comentarios

  • Clara Obligado

    Por Clara Obligado, el 16 noviembre 2013

    Muy buena nota, Javier, todavía no he leído el libro de Eloy pero tu artículo me dió aún más banas de leerlo.

  • Javier

    Por Javier, el 16 noviembre 2013

    Muchas gracias, Clara, seguro que te gustará. ES muy bueno.
    un abrazo
    javier

  • Esther Aparicio

    Por Esther Aparicio, el 17 noviembre 2013

    Buen artículo. Tizón es uno de los que vale la pena leer. Este libro va, sin duda, a mi carta a los Reyes Magos.

    • Javier

      Por Javier, el 17 noviembre 2013

      Gracias, ESther. Un buen regalo, sin duda.
      Javier

  • Maite Castro

    Por Maite Castro, el 20 noviembre 2013

    Esta misma tarde iré a por el libro de Tizón. No he leído nada de él y depués de lo que dices en tu artículo creo que no puedo seguir perdiéndomelo. Estoy expectante.

  • Javier

    Por Javier, el 20 noviembre 2013

    Hola, Maite, como buena lectora que eres seguro que te encantará, un abrazo

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