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Ángel Zapata, 30 años enseñando a escribir

Por Javier Morales, el 10 de marzo de 2016, en entrevistas

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Ángel Zapata.

Ángel Zapata.

Referente ineludible en el mundo del cuento, Ángel Zapata (Madrid,1961) pertenece a un selecto grupo de escritores que no sólo escriben, también reflexionan sobre lo que escriben y además lo enseñan. Autor de ensayos como ‘La práctica del relato’ o ‘El vacío y el centro’, Zapata acaba de publicar un nuevo y esperado libro de relatos, ‘Materia oscura’ (Páginas de Espuma), casi diez años después de su anterior trabajo de ficción, ‘La vida ausente’. Zapata, nuestro profesor del mes en el blog de Escuela de Escritores, reflexiona en esta entrevista sobre el oficio de escribir y su enseñanza: “Esta es una profesión que admite varios enfoques, y todos ellos válidos. Lo fundamental, me parece, es el deseo de dar”.

¿Cuándo y por qué empezaste a escribir?

Empecé a escribir en la adolescencia, bajo la conmoción de mis primeras lecturas surrealistas. Y debo ser muy impresionable, desde luego, porque está claro que ese impacto, lejos de atenuarse, ha ido cada vez a más.

¿Por qué enseñar a hacerlo?

Imagino que por el placer que hay siempre en el hecho de compartir una pasión.

¿Hay algún escritor a quien consideres tu maestro? ¿Fuiste alumno de algún taller de escritura?

Considero mi maestro a Medardo Fraile, con quien tuve una relación muy afectuosa y muy cercana. Fui alumno de Enrique Páez, a quien me unen todavía la amistad, la admiración y la gratitud.

¿Ha habido algún escritor conocido que antaño te mirara condescendiente cuando le contabas que enseñabas a escribir y que ahora imparta algún taller?

Sí, ha habido más de uno, ciertamente. Y más de dos.

Uno puede ser un buen escritor, pero un mal profesor. Los hay que son malos en ambas cosas, como escritores y profesores. ¿Qué cualidades se necesita para enseñar a escribir?

No lo sé. Esta es una profesión que admite varios enfoques, y todos ellos válidos. Lo fundamental, me parece, es el deseo de dar. Hay buenos escritores que son malos profesores, sí, porque el narcisismo es la enfermedad profesional del escritor, y los narcisistas no dan: piden. Quizá la cualidad principal a este respecto sea la modestia, y el coraje para aguantar en una posición en la que eres consciente de que estás dando lo que no tienes, y que además no puede ser de otra manera.

Parece que escribir está “de moda”, a tenor de la amplia oferta que existe hoy en día de talleres y clases. Pero no parece que ocurra lo mismo con la lectura. Un contrasentido, ¿no?

Creo que te quedas corto: es una aberración. Un escritor es alguien que, cuando se da un corte en un dedo, no cae sangre, cae tinta, es alguien que vive leyendo. En el transcurso de una sola vida, es muy difícil sacar alguna conclusión válida, el tiempo no da de sí. Por eso los buenos textos literarios trabajan por transparencia. Son una superposición y una polifonía de experiencia humana acumulada. Y esto solo lo da la lectura, y la lectura viva, incesante y apasionada. En esta dirección no hay atajos. En un escritor de apariencia tan poco libresca como Kerouac, por ejemplo, se escuchan sin embargo el Romanticismo, Thoreau, Whitman, las vanguardias europeas de entreguerras, Henry Miller, la filosofía oriental… Sin esa caja de resonancia, su experiencia no iría más allá de lo pintoresco y su escritura naufragaría en lo anecdótico. Es verdad que en los últimos años hay multitud de supuestos escritores en cuyos trabajos no resuena el texto de la literatura. Y lo que pasa es que todas esas obras, en el mejor de los casos, son buenos textos de comunicación, pero no contienen, ni por asomo, lo que un lector espera de una obra literaria.

¿Qué les exiges a los alumnos que van a tus clases?

No trabajo desde la exigencia; ofrezco algo, consciente de que habrá personas a las que eso que ofrezco les puede resultar útil, y otras a las que no, dependiendo de lo que necesiten y de lo que quieran. Mucha gente se acerca a un taller de escritura sin saber exactamente qué está buscando. Yo procuro que en mis cursos encuentren eso: un espacio para la elaboración del deseo.

¿Alguna vez te has equivocado en cuanto a las expectativas que tienes sobre un alumno, para mejor o peor?

Es que procuro no tener expectativas sobre los alumnos, porque si yo deseo que lleguen a ser escritores entonces no dejo espacio para que lo deseen ellos. Y por lo mismo, los alumnos no están en clase para complacerme o para defraudarme, están para hacer lo que ellos quieran, con mi acompañamiento y mi apoyo.

¿Te han puesto en aprietos los alumnos alguna vez, con alguna pregunta, un texto, un comentario?

Sí, muchas veces, claro. Pero no es terrible, porque el saber es aquello respecto de lo cual todos estamos en falta.

¿Qué te aporta la enseñanza de la escritura y qué te disgusta de ella?

Me aporta, sobre todo, el contacto vivo, apasionado y muy transformador para mí, con otros artistas. Me disgusta (y estoy muy alerta al respecto) el peligro de normalización que llevan aparejados los talleres de escritura, en la medida en que sus enseñanzas pueden desembocar en una simulación de la experiencia sensible por medios meramente técnicos. Por eso frío mucho a mis alumnos con la necesidad de que sus textos vehiculen una verdad (la suya), consciente, desde luego, de que esto último solo puede ser el resultado de un intenso trabajo personal y una larga paciencia.

Algunos de tus libros de teoría del relato son referentes. Eres un autor que además de escribir reflexiona sobre lo que escribes. ¿Qué aporta esta reflexión a tu proceso creativo?

Para mí es fundamental. Pertenezco a ese tipo de artistas que piensan su arte, y lo piensan incesantemente, lo cual, por otro lado no me parece mejor ni peor que aquellos otros que simplemente lo ejercen, no es un plus, sino una diferencia. Pero mi último libro, por ejemplo, no habría sido posible no sólo sin el surrealismo, sino también sin la reflexión en torno al sentido, y a la exterioridad con respecto al sentido, que llevaron a cabo Lacan y Derrida; estudiarlos es lo que hizo posible, para mí, abrir la escritura a esa falla que en una misma operación funda y des-fonda lo que somos y lo que decimos.

Acabas de publicar un nuevo libro de relatos, ‘Materia Oscura’ (Páginas de Espuma), nueve años después del anterior. Eres un autor al que le gusta la sedimentación de las palabras, el proceso, algo que no va mucho con el signo de los tiempos, ¿no?

Desde luego. Y me alegra que sea así, porque el signo de los tiempos me parece verdaderamente desolador.

Los relatos del libro pueden ser leídos como tales, pero también como poemas. Las fronteras no están muy claras. ¿Crees que esta ruptura de géneros es el camino a seguir para los escritores de cuentos? ¿Te consideras eso que llaman un “escritor experimental”?

No sé qué camino deben seguir los escritores de cuentos, y lo cierto es que prefiero pensar en un campo roturado por una infinidad de caminos. En cuanto a lo segundo, no me considero un escritor “experimental” porque lo experimental tiene que ver con una investigación referida a la forma y, en consecuencia, circunscrita al campo de lo estético. A eso que la institución artística llama “lo experimental”, el surrealismo le opone un viaje de exploración a las posibilidades inéditas de la experiencia sensible. No buscamos formas nuevas, sino modos de sensibilidad y de experiencia diferentes. No nos interesa cambiar el arte, sino descubrir dimensiones y estados de sensibilidad tendentes a cambiar la vida.

¿Para qué sirve la escritura?

Me gusta pensar que la escritura no sirve, sino que es, por decirlo con Bataille, una “operación soberana”.

A la hora de escribir, ¿cuál es tu método de trabajo? ¿Cuáles son tus rutinas y tus manías?

Suelo escribir tres horas cada día, por las mañanas siempre. Y esto no por una especie de disciplina de trabajo, lo que me horrorizaría, sino porque ese es un tiempo y un espacio para entrar en contacto con lo que soy, con eso que en mí no tiene hogar entre las cosas y no puede expresarse con las palabras de los otros. En cuanto a manías, necesito escribir materialmente rodeado por los libros que amo y por mis maravillosos tebeos.

¿En qué medida ha influido el psicoanálisis en tu obra?

Absolutamente. Yo hice un largo análisis con un analista freudiano ortodoxo y posteriormente estuve en análisis con una analista lacaniana. He estudiado la obra de Lacan. Y he estudiado igualmente a un heterodoxo del psicoanálisis, C. G. Jung, que para mí ha sido, y sigue siendo, una inspiración fundamental. Sin la experiencia de lo inconsciente que abre el psicoanálisis es posible que no hubiera escrito, y es seguro que lo que he escrito sería muy diferente. En mi opinión, el psicoanálisis es la última práctica equiparable a una sabiduría que queda en esta sociedad, devastada en su tejido sensible por el discurso de la ciencia, y paralizada en sus posibilidades y sus energías por el discurso del Amo que constantemente habla por nuestra boca.

Un libro que odies por encima de todos.

Soy un blando en materia de libros. Si me pillan en la hora tonta, partiría una lanza hasta por Paolo Coelho.

Y uno que ames por encima de todos.

Imposible quedarme con uno. En busca del tiempo perdido, Trópico de capricornio, El revólver de cabellos blancos, Mueran los cabrones y los campos del honor, Poeta en Nueva York, El castillo… No terminaría.

¿Qué le dirías al lector de esta entrevista que quiera convertirse en escritor?

Le sugeriría que se pregunte a qué está esperando.

Concurso de escritura Escuela de Escritores / El Asombrario

En el pasado artículo nuestro profesor del mes, Ángel Zapata, nos hablaba del deseo como motor de una narración. Tomando como referencia más o menos próxima el relato de Sam Shepard, escribe un relato no muy extenso partiendo del núcleo dinámico que estructura y dota de impulso a todo argumento clásico:

Un personaje quiere algo (o quiere a alguien).

Hay algo (o alguien) que le impide conseguir su deseo.

Piensa en algunos puntos básicos que hemos visto en el tema: ¿Qué quiere el protagonista de tu relato? ¿Qué se lo impide? ¿Qué va a hacer para vencer o rodear el obstáculo y así realizar su deseo?

La historia, en efecto, está garantizada. Y con ella, la curiosidad y el interés del lector. Extensión: 500 palabras. Envía el texto a nuestro concurso antes del 17 de marzo. Publicaremos el texto ganador en El Asombrario y su autor podrá disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela de Escritores, tanto presenciales como por internet.

Para enviar el texto picha aquí 

Todos los cursos de la Escuela de Escritores

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Comentarios

Hay un comentario

  • 11.03.2017
    Isabel dice:

    Agradecida siempre por La práctica del relato.

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