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Escribir con naturalidad (1)

Por Javier Morales, el 25 de noviembre de 2015, en concurso

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La hoja en blanco. Foto: Pixabay.

La hoja en blanco. Foto: Pixabay.

Uno de los defectos en los que suelen incurrir algunos escritores cuando empiezan a tejer sus primeros textos es dotarlos de un estilo impostado, falso, poblado de adjetivos y sustantivos que jamás habían utilizado hasta ese momento, como si quisieran demostrar que ellos también dominan el lenguaje, aunque no sea el suyo.

Cuanto más enrevesado, mejor. Pero no se dan cuenta de que impostar el lenguaje, de cara a una historia, es como llevar un guante que les quedase grande o pequeño. Lo bueno, lo interesante desde el punto de vista narrativo, es conseguir el guante (el estilo) que nos venga bien, que se ajuste a nuestra mano, que podamos llevarlo con naturalidad.

“La naturalidad en el estilo es una de las principales cualidades, junto con el gusto por la concreción, de la buena escritura. Pero ¿qué es exactamente? Si existen dos palabras más o menos adecuadas para definirla estas son espontaneidad y sencillez. Un estilo natural es el que surge del vocabulario y del nivel lingüístico de la persona que escribe, y no a través de expresiones y términos prestados. La misma expresión puede resultar natural, por ejemplo, surgida de un adulto y artificiosa de un niño, porque quizá en el primero se amolda al resto del escrito y en el segundo destaca en el texto como un juez con su toga en el cuarto de juegos de un parvulario”, explica el escritor Juan Carlos Márquez.

Hemos dicho que los rasgos esenciales de la naturalidad son la sencillez y la espontaneidad, por tanto, como escritores, debemos tratar de evitar caer en lo contrario; es decir, en la afectación. Si trasladáramos estos opuestos (naturalidad y afectación) a las relaciones personales, se podrían comparar con la sinceridad y el engaño. “Un discurso natural está al servicio del contenido, de lo que se pretende expresar, y no se señala a sí mismo ni a ningún otro lugar; es decir, no engaña. Por el contrario, un discurso afectado pone énfasis en sus bellas palabras o en eruditas figuras ajenas al contenido, y parece siempre estar desviándose de lo que pretende expresar; es decir, provoca que el lector se sienta estafado o perdido”, dice Márquez.

Ya Antonio Machado nos decía en Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo:

— Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe lo que se le dicta.

— Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».

— No está mal.

Mairena, en su clase de Retórica y Poética. (Antonio Machado).

Lo que Machado esboza con ironía es una crítica al lenguaje artificioso y recargado que a menudo empleamos al escribir. Parece que el poeta nos esté llamando la atención sobre la conveniencia de escribir con las mismas palabras que usaríamos si estuviésemos hablando, en contra de expresiones rimbombantes que más bien dificultan la comprensión.

Tomado al pie de la letra, lo apuntado en el párrafo anterior podría llevarnos a deducir que la naturalidad en la escritura puede lograrse «escribiendo como se habla». Pero no es ése el sentido exacto. Como dijo Azorín: «No puede escribirse como conversamos; no lo permiten las repeticiones, las anfibologías, los prosaísmos, las redundancias, los mil vicios, en fin, que malean el idioma. Nadie escribe como habla; nadie habla como escribe». Es cierto que la lengua escrita se ve a menudo enriquecida con expresiones de la lengua hablada, pero en general se habla con descuido y contamos de antemano con cierta distracción del oyente. En cambio, ante la hoja en blanco sentimos la responsabilidad de saber que lo escrito queda así para siempre. Por lo tanto, no podemos escribir como hablamos, pero debemos acercarnos para ser lo más naturales posible.

Ahora te toca a ti. Concurso de escritura creativa.

Escribe en 500 palabras una carta, de las de antes dirigida a un amigo o amiga en la que le reproches su falta de naturalidad cuando está contigo. El texto debe estar escrito con un estilo sencillo y espontáneo. Envíalo antes del 17 de diciembre. El ganador del premio conseguirá un mes gratis en cualquiera de los cursos que imparte la Escuela de Escritores, tanto presenciales como por internet, y su relato se publicará a la semana siguiente en estas mismas páginas.

Envía tus textos aquí.

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Comentarios

Hay un comentario

  • 26.11.2015
    Pablo Reyes pérez dice:

    “El ejercicio absurdo de lápiz y sacapuntas”

    “Un lápiz, un sacapuntas, cuerda y cuerda hasta que asoma el carboncillo, presión sobre la hoja, se rompe, se rompe la punta también, más cuerda, más carboncillo, no hay nada que escribir, no hay quién contarle mis manías, no estás para escribirte un te amo. Aburrido sigo y sigo en el inútil ejercicio de la cuerda hasta que llego al metal que me limita consumir también el borrador, y entonces lloro; lloro como un loco por tu ausencia”.

    -Pablo Reyes P.- 26/Nov/2015.
    (Inspirado en la fotografía «La hoja en blanco» de: Pixabay que se muestra al inicio del blog)

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