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‘Horacio’, relato ganador del III Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario

Por Javier Morales, el 25 de diciembre de 2015, en concurso

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Cartas. Foto: Pixabay.

Cartas. Foto: Pixabay.

Publicamos el relato ganador de la tercera convocatoria del Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario: una carta, de las de antes, dirigida a un amigo en la que se le reprocha su falta de naturalidad al estar juntos. La firma Elena Luengo. Y le echa en cara cosas como éstas: «Porque eres un pedante al que solo le interesa escucharse, no te importa lo que yo te pueda replicar. Tu gesto afectado mientras me hablas te delata».

Elena Luengo, residente en Madrid, ha sido la ganadora de la última convocatoria 2015 del concurso organizado por Escuela de Escritores / ‘El Asombrario’. El jurado ha valorado que el relato de Luengo, titulado Horacio, recoge muy bien la propuesta de ejercicio planteado, emplea diversos recursos narrativos con eficacia, como la ironía, y establece un juego muy creativo con el lector. En la convocatoria de este mes había que escribir una carta, de las de antes, dirigida a un amigo o amiga en la que se le reprochara su falta de naturalidad al estar juntos.

La semana que viene se explicarán las bases de la siguiente convocatoria, ligada siempre a la lección teórica de cada mes en el blog ‘Escuela de Escritores’. El relato ganador se publica en las páginas de ‘El Asombrario’ y el autor puede disfrutar de un mes gratis en cualquiera de los cursos que ofrece la Escuela, tanto presenciales como por Internet.

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Horacio

Por ELENA LUENGO

Querido Horacio: ¿O debería decir idolatrado o, mejor aún, dilecto Horacio, como te expresarías tú? Sonreiría si no fuera por la amargura que me aflige mientras estoy escribiendo esta carta. ¿Recuerdas cuando nos vimos la última vez? Habíamos quedado en ese viejo café en el que comenzaste a escribir, donde nos conocimos. Tú estabas con tu pose de artista, haciéndote notar, queriendo ser el centro de atención como siempre. Cuando llegué, apenas me escuchaste. Estabas demasiado preocupado en dedicar uno de tus libros a alguien que te halagaba con su discurso de admiración no sentido. Yo te transmití algo muy importante y te habrías dado cuenta de lo que implícitamente significaba si me hubieras escuchado con el alma. Pero, después de todo este tiempo, estoy convencida de que no la tienes. Te quedaste en el ritmo de mis palabras, como si fuera una melodía de la que solo te preocupas por su compás pero no por el sentimiento que te provoca. Si hubieras sido capaz de sentir lo que representaba mi mensaje no me habrías dejado marchar. Pero tu cara inexpresiva lo decía todo y tu respuesta convencional, insensible y distante me lo corroboró. No entendiste nada y ya no puedo más. La frialdad de tu actitud me daña en lo más profundo. Sí, me daña, porque yo llamo a las cosas por su nombre y digo dañar, no zaherir, y digo que acumulo mis reproches en vez de atesorarlos, como dirías tú, porque, para mí, mi dolor no es algo valioso que deba guardar como un tesoro, sino una rémora de la que quisiera desprenderme pero aún no he sido capaz. Estoy cansada de que tus palabras me suenen huecas, sin vida, cuando te diriges a mí. Pienso que todo lo que me has dicho desde que nos conocemos lo has hecho con el exclusivo fin de regodearte en su sonido o en su ritmo, porque eres un pedante al que solo le interesa escucharse, no te importa lo que yo te pueda replicar. Tu gesto afectado mientras me hablas te delata. Es como si estuvieras dando un discurso a un público inexistente en el que solo te escuchas tú. ¿No te das cuenta de que las palabras que se pronuncian solo por su cadencia, sin sentir en lo más hondo de ti lo que expresan, son un artificio cruel y engañoso? Tu perorata grandilocuente no es el vehículo de tus sentimientos, es el medio en el que te reafirmas, te ensalzas, te adoras y te distancias de todos, especialmente de mí. Quizá no puedo captar las sutilezas del lenguaje y la miríada de sus variantes, como haces tú, un gran estudioso de la semántica, pero, ¿de qué te sirve conocerlas y memorizarlas si no eres capaz de sentir ni uno solo de sus significados? Solo son sonidos insustanciales en tus labios y yo ya me harté de escucharlos.

Te dejo para siempre, Horacio.

Firmado: La Musa.

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Comentarios

Hay 2 comentarios

  • 27.12.2015
    josè ramòn diaz hevia. dice:

    Me gusta el relato lleno de vida y sentimiento,como sacado de la realidad.

  • 27.12.2015
    myriam dice:

    Hermoso relato lo felicito!

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