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Javier Sagarna: “Últimamente, se llama experimental a cualquier cosa”

Por manuelcuellardelrio, el 11 de diciembre de 2015, en entrevistas

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El escritor Javier Sagarna.

El escritor Javier Sagarna.

Por tercer año consecutivo, la Escuela de Escritores ha estado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), una de las más importantes del mundo y la más destacada de la literatura en español. El director de la escuela, Javier Sagarna, y la profesora y escritora Mariana Torres participaron en distintos talleres y aprovecharon para presentar a los lectores mexicanos sus últimos libros, Nuevas aventuras de Olsson y Laplace (Menoscuarto) y El cuerpo secreto (Páginas de Espuma), respectivamente. En esta entrevista Javier Sagarna, casi recién aterrizado, nos cuenta cómo ha ido la experiencia.

¿Qué tiene la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) que no tengan otras ferias similares?

Pasión. Sorprende ver las multitudes que se concentran, las colas de hora y media para pagar una entrada para entrar a comprar libros, los miles de chavales que eligen la Feria como su plan de viernes por la tarde y que asisten con respeto y atención a presentaciones y charlas, pero sobre todo sorprende el entusiasmo con que vive el evento toda una ciudad, todo el estado de Jalisco, en realidad. Más allá de las cifras de ventas, de los contratos que puedan cerrarse, de las fiestas y eventos, del impacto mediático o de los contactos que se establecen, la FIL es una gran fábrica de lectores, lectores que la conocen de niños y acaban visitándola con sus hijos. Si a eso le sumamos que, cada año, la visitan centenares de escritores, entre los que se cuentan algunos de los más importantes del momento; por citar algunos, en esta edición andaban por allí Jonathan Franzen, Irvine Welsh, Fernando del Paso, Salman Rushdie, Enrique Vila-Matas, Elena Poniatowska y un largo etcétera. Y la participación masiva de público en todos los actos, la FIL es sin duda un acontecimiento único que hay que vivir con la intensidad y la pasión que nos propone.

¿Qué actividades habéis realizado? ¿Había algún espacio de debate para las escuelas de escritura?

Desde hace tres años la Escuela de Escritores imparte un taller de escritura para adolescentes. Estos chavales, ganadores y finalistas de un concurso literario que la Universidad de Guadalajara convoca a nivel de todas las escuelas preparatorias del Estado de Jalisco (el equivalente a nuestros institutos), llegan ansiosos de aprender y las seis horas que compartimos con ellos son uno de los momentos más hermosos del año. También hemos impartido algún taller para profesores de bachillerato y, cada año, visitamos una escuela preparatoria, dos en esta ocasión, y alguna escuela infantil. Además, este año hemos organizado en el marco de la FIL una mesa redonda con el título: “¿Se puede aprender a escribir?”. A partir de esta premisa, y con la participación de los escritores mexicanos Jorge F. Hernández, Jaime Mesa y Beatriz Rivas, presentamos las estrategia docente de Escuela de Escritores y la contrastamos con las que se desarrollan en México a diversos niveles. Fue una alegría ver la gran expectación y el éxito de publico del acto, así como la excelente acogida que recibieron nuestras propuestas. Esperamos poder consolidar este espacio de reflexión sobre la forja de los escritores en próximas ediciones. Por último, Mariana Torres participó en el encuentro internacional de cuentistas que, cada año, organiza Ignacio Padilla y que en esta edición contó además con la participación de Irvine Welsh, Marina Perezagua, Andrea Jeftanovic, Mauricio Montiel, Bernardo Esquinca, Tessa Hadley y Claudia Hernández.

México tiene una gran tradición de talleres y escuelas. ¿Qué os ha aportado la visita? ¿Con qué sensación habéis regresado?

Sin duda, en México hay una muy rica tradición de talleres y escuelas de escritores y hemos aprovechado el viaje para hacer contactos con varias de ellas, desde escuelas grandes hasta pequeños talleres, con la idea de tender puentes e iniciar intercambios pedagógicos y de profesores, así como para explorar otras vías de colaboración. Hemos vuelto entusiasmados con las grandes oportunidades de colaboración que se nos han abierto.

Durante la Feria, presentaste también tu último libro de cuentos, ‘Nuevas aventuras de Olsson y Laplace’ (Menoscuarto). ¿Qué recepción tuvo por parte del público mexicano?

En efecto, los dos representantes de la Escuela que asistimos a la FIL aprovechamos para presentar nuestros nuevos libros al público mexicano, El cuerpo secreto, en el caso de Mariana Torres, y Nuevas aventuras de Olsson y Laplace en el mío. Estamos muy satisfechos de la acogida, no solo por la gran cantidad de gente que acudió a ambas presentaciones, sino también por el interés de los lectores y los medios de comunicación en ambos libros y las buenas críticas que han recibido por parte de la prensa especializada.

El libro rinde un homenaje al género de aventuras, pero a la vez parece que acaba con él. ¿Era esa tu intención al escribirlo?

En cierta medida. Mi intención era escribir relatos de aventuras sin aventura, rendir homenaje al género de aventuras –el género que a mí y a tantos otros nos hizo lectores– y al tiempo utilizar ese imaginario (las junglas, los desiertos, los piratas o las hormigas caníbales) para hablar del miedo y el valor, de la aventura como sentido de la vida y del vacío que la realidad nos ofrece a cambio. Creo que, en cierta medida, es un libro que rehabilita el género pero para trascenderlo, para ir más allá, de alguna manera es también su funeral, sí.

Aunque son relatos, el libro puede leerse también como una novela. ¿Consideras que es “experimental”?

Últimamente, se llama experimental a cualquier cosa. Es simplemente un libro de relatos que, colocados en un orden determinado, van generando un significado de orden superior. Los relatos de este libro pueden leerse de forma individual como relatos, pero si el libro se lee de principio a fin, en efecto, se aprecia un cambio en los personajes y, sobre todo, emerge un significado global, que tal vez podría justificar al libro como novela. ¿Es un libro de relatos?, ¿es una novela? Dejo la decisión al criterio de los lectores. Yo simplemente me puse a escribir cuentos con estos dos personajes y, casi solos, los personajes empezaron a cambiar y de la interacción entre ellos fue surgiendo un discurso en el que se enhebraron mis temas de siempre: el miedo, el vacío, el no hay, el valor como única alternativa, etcétera. ¿Es esto experimental? Me gusta más decir que no es corriente, que es distinto, me gusta más llamarlo juego.

No hace mucho, el escritor Eloy Tizón escribió un artículo en el que afirmaba que el cuento tradicional se ha agotado y que los autores deben ir más allá, romper moldes, indagar hacia el postcuento. ¿Consideras que ‘Nuevas aventuras de Olsson y Laplace’ (Menoscuarto) se ajusta a ese nuevo parámetro?

Últimamente se llama postcuento a cualquier cosa. Si por cuento tradicional se entiende aquel que podríamos denominar canónico, con su planteamiento, nudo y desenlace, sus dos niveles de significado, los personajes que cambian y evolucionan y todo lo demás, puede que no sea del todo incierto que, en alguna medida, está superado. Aunque me parece como mínimo una exageración darlo por agotado sin más ni más. Creo, por supuesto, que siempre hay que tratar de ir un paso más allá, que siempre es bueno romper moldes e indagar y, en parte, es lo que hago en Nuevas aventuras de Olsson y Laplace, pero en el libro hay también algún relato plenamente clásico y es en la combinación entre este tipo de relatos clásicos y los que podríamos denominar post-clásicos (definitivamente, me gusta más hablar de relato post-clásico que de postcuento) donde está, en mi opinión, buena parte de la magia del mismo. Lo viejo y lo nuevo juntos, bien mezclados y contrastados, ofrecen, en mi opinión, más posibilidades expresivas que la ilusión manierista de la novedad absoluta.

Llevas muchos años escribiendo y enseñando a escribir. ¿Cómo se influyen ambas facetas?

Para bien. Sería difícil ser un buen profesor si no conociera el oficio y sus dificultades de primera mano, cada hora que paso escribiendo me proporciona experiencia e información que transmitir a mis alumnos. Por otro lado, la enseñanza te hace más perfeccionista, más intuitivo, mejor crítico de ti mismo y, en consecuencia, mejor escritor. Si quieres escribir, enseña, decía Natalie Goldberg. Y si quieres enseñar, escribe, añadiría yo. Para mí, son las dos caras de una misma moneda.

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