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‘Tiempo inacabado’, relato ganador de enero en torno a lo ambiguo

Por manuelcuellardelrio, el 27 de enero de 2017, en cuento

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Foto: Pixabay

Miguel Alonso Sebastián, con el relato ‘Tiempo inacabado’, ha sido el ganador del Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario de enero. El profesor Pedro Bosqued analiza el relato, que publicamos en estas páginas. El concurso se abre con la primera entrada de cada mes y el ganador podrá disfrutar de un mes gratis en cualquier de los cursos que imparte la Escuela de Escritores.

Tiempo inacabado

Milek entró en el barracón como tantas otras veces lo había hecho, con la cabeza gacha y las manos a la espalda, sintiendo que nada había cambiado. Si acaso el olor. Aquel olor a rancio que aún recordaban sus sentidos y que ahora se veía envuelto por la insaciable amalgama de perfumes que traían consigo los turistas. Nervioso deslizó un dedo por el mismo lugar donde años ha había lucido el pequeño tatuaje que le identificaba y que, según salió de aquel lugar, decidió borrar. Entonces era joven e inexperto y creía saberlo todo. Por eso lo borró. Porque estaba convencido de que si lograba deslavar todo rastro físico de aquello su mente se reiniciaría. Como ocurre con un viejo ordenador al que basta apagarlo para que todo vuelva a funcionar. Pero el ser humano no es así. El cerebro está lleno de recovecos y el recuerdo se mueve entre ellos como el agua. Encharcándolo todo. Anegándolo. Impidiendo de alguna manera que todo aquello se disipe. Eso entonces no lo sabía. Como lo iba a saber si solo tenía catorce años. Esperó a quedarse solo antes de cerrar la puerta y echar el tranco. Acto seguido sacó su viejo reloj de bolsillo y constató que aún le quedaban cuarenta minutos antes de que llegase a ese punto la siguiente visita del día. Aquel, en principio, parecía ser tiempo más que suficiente a pesar de lo cual Milek optó por ir al grano y no perder el tiempo con fruslerías. Debía ser metódico y ceñirse a lo establecido. Sus ochenta años no le permitían actuar con fluidez y no quería desaprovechar el tiempo pues aquel era el único momento en la semana en que se permitía recobrar la dignidad perdida. Suavemente metió la mano en el bolsillo y sacó su vieja navaja de afeitar. A simple vista parecía afilada, aun así optó por no dar nada por sentado y suavemente paso el dedo por el filo antes de nada. Una diminuta gota de sangre vino a confirmar lo que ya sospechaba. Entonces, solo entonces, sacó de la mochila los trozos de madera que había recogido de camino y, con una sonrisa burlona, comenzó a tallar las pequeñas esvásticas de madera que luego habría de vender en el mercadillo.

Comentario de Pedro Bosqued

El texto elegido de entre todos los participantes del concurso, está solidamente basado, precisamente, en algo, en principio, antagónico a lo sólido. Lo ambiguo. A las posibles certezas de los hechos cerrados con el indefinido, se le abren otras perspectivas con la elección de un final inacabado. Porque eso es este texto, Tiempo inacabado, como se titula el ejercicio, en varias acepciones. El que transcurrió durante el holocausto, el que vuelve al barracón y el que preconiza en la idea final.

Por partes. Hay instantes en que el tiempo verbal no es el indefinido, en esos momentos su uso se convierte en explicativo, como veíamos en el tema cuando hablábamos de lo que escribía Sergio Chejfec en Teoría del ascensor (Jekyll & Jill). Algún olvido de tildes o de puntuación, las comas como elementos clarificadores (nervioso, deslizó un dedo por el mismo lugar donde años ha, había lucido el pequeño traje) resultan detalles que con más revisión son fácilmente subsanables. Pero lo que prima, y por eso es un texto que cobra vida, es la idea sobre la que reside la narración. Milek vuelve al lugar adonde no debería regresar, ni se le supone que desearía. Leyendo solo la primera frase del ejercicio, lo lógico sería pensar que está en la Segunda Guerra Mundial. Es cuando el olor cambia, cuando se produce el salto temporal. Y a pesar de alguna frase explicativa, que distrae y retarda (como ocurre con un viejo ordenador al que basta apagarlo para que todo vuelva a funcionar), la idea con la que juega el texto del tiempo, destaca. Como cuando saca su viejo reloj de bolsillo con el que ha de contar el tiempo que tiene antes de la siguiente visita y sabiendo que ochenta años ya no son pocos y el tiempo para su acción puede ser más reducido.

De forma que el desarrollo del relato ha llevado al Milek mayor, casi en su última etapa de la vida, a una salida del cuento tan extraña como abierta. Tallar pequeñas esvásticas, algo en principio impensable que abre la historia para que el lector o el propio autor la continúe o quede en ese final abierto que como el tiempo, el tiempo inacabado o el tiempo indefinido no dejan de ser puertas de mal cerrar.

Cursos de la Escuela de Escritores.

Pedro Bosqued imparte clases en la Programación de enero en Escuela de Escritores en Zaragoza que puedes consultar aquí:

Pedro Bosqued imparte clases en la Programación de enero en Escuela de Escritores en Zaragoza que puedes consultar aquí.

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