Ewan McGregor naufraga en las aguas de Philip Roth con su ‘Pastoral Americana’

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Un fotograma de la película ‘American Pastoral’.

Fue el día en el que Ewan McGregor llegó a San Sebastián con su Pastoral Americana debajo del brazo. Venía con bastantes críticas en contra desde el Festival de Toronto y en el Zinemaldia tampoco logró convencer del todo. Pero ya se sabe que una cosa son los críticos con sus neuras y sus cansancios festivaleros a cuestas y otra el público. Puede que el boca a oreja salve en la taquilla a esta película todavía sin fecha de estreno en salas comerciales. 

American Pastoral. Ewan McGregor. Estados Unidos. Sección Oficial.

Había mucha expectación y ganas por ver no solo cómo se estrenaba el actor Ewan McGregor en la dirección, sino también de sumergirse en su versión de American Pastoral, la novela de 1997 con la que Philip Roth consiguió el premio Pulitzer.

Tal vez el reto haya sido demasiado grande para enfrentar una primera película como realizador. El resultado acumula grandes problemas de guion y de ritmo. Lo que hay que contar, y sobre todo transmitir, es tanto que lo que se le sirve al espectador parece más un apunte, un borrador que una obra acabada. Da la impresión de que determinados asuntos que ocurren en el filme habrían necesitado de una cocción mucho más a fuego lento para no terminar resultando, en ocasiones, grotescos o poco creíbles. Así, aquellos espectadores que no hayan leído la novela y se sienten vírgenes en la butaca, la historia –tremenda y durísima- puede parecerles un poco traída de los pelos y hasta falta de credibilidad en algunos momentos en la versión cinematográfica. Tanto es así que hubo risas o risitas -bastante estúpidas o imbéciles, por cierto- durante el pase de prensa. Estúpidas, pero tan insistentes que otro compañero tuvo que abroncar a los rebeldes gritando: «¿Pero es que esto que estamos viendo es una comedia o qué?».

Es una pena porque el trabajo de los actores es fantástico, incluido el del propio McGregor. Jennifer Connelly y Dakota Fanning ayudan, pero sus personajes también acaban engullidos por lo que se intuye es una larga sucesión de hechos que se dan por supuestos. La carga dramática de los acontecimientos que se narran en la película no corresponde con la emoción que logra viajar desde la pantalla hasta las butacas.

(M. C.)

Un fotograma de 'Fuoccomare'.

Un fotograma de ‘Fuocoammare’.

Fuocoammare. Gianfranco Rosi. Italia. Perlas.

Con una banda sonora que merece ser comprada, con canciones tradicionales de la zona, la película que ganó el Oso de Oro del último festival de Berlín se desarrolla por tierra, mar y aire en la isla italiana de Lampedusa, situada más cerca de África que de Europa, donde han quedado cerca de 15.000 vidas en los últimos 20 años. El filme yuxtapone, sin establecer distingos entre ellas, hermosas secuencias documentales filmadas bajo el mar, dramáticos rescates de náufragos africanos a la deriva y a habitantes de la isla en sus actos cotidianos. Entre estas, centra su mirada en el niño Samuele, experto constructor de tirachinas que vive con su padre pescador y su abuela. La película mezcla escenas ficcionadas con otras que son puro documental. La línea entre ficción y realidad resulta especialmente delgada.

Fuocoammare (Fuego en el mar) debe su título a los recuerdos de la abuela de Samuele de la Segunda Guerra Mundial. «Los pescadores no salían de noche por los barcos militares que lanzaban bengalas al aire convirtiendo en fuego el mar». La ligazón que Gianfranco Rosi establece entre entonces y ahora habla de una nueva guerra, menos estrepitosa y concentrada. Hoy hablamos de víctimas repartidas en pueblos de lo que ha quedado de Siria e Irak, barcazas y pateras en las costas de Grecia e Italia y calles de Niza y París. La realidad es que el mundo vive un estado de guerra no formalmente declarada.

El enorme peso de la maquinaria militar empleada para rescatar a los africanos apilados, extenuados, muchos muertos en las bodegas, el chirrido de los enormes radares al girar, el estrepitoso zumbido de los helicópteros al rescate, las grandes patrulleras balanceándose al compás de las olas, contrasta con el azul sereno del mar de Lampedusa (menos cuando sopla viento sur), sus tierras escarpadas y secas donde Samuel ensaya a pedradas y petardos contra las tuneras transformadas por él y su amigo en caras humanas, sus buceadores que amasan erizos bajo el mar. Por momentos, el filme parece que va a mezclar los dos bloques, que la tragedia va a irrumpir de golpe como un mazazo en la vida de Samuele y los suyos. Ese miedo paralizante mantiene en vilo al espectador.

(L. R.)

Un fotograma de la película 'Tú y los demás'.

Un fotograma de la película ‘Tú y los demás’.

Tú y los demás. Hong Sang-soo. Corea del Sur. Sección Oficial.

El filme del reputado director surcoreano Hong Sang-soo es una bonita fábula sobre el amor narrada en una serie de cuadros unidos por una misma música en tres por cuatro que refuerza la voluntad de cuento moral del conjunto. La joven Min-jung tiene fama de beber en exceso entre los del barrio y los amigos se lo hacen saber a su novio Young-soo. La revelación puede no ser cierta, pero el caso es que rompe a la pareja. A partir de ahí la película sigue en paralelo las vidas de hombre y mujer, él y ella, provocando un juego de espejos, de falsas apariencias, de situaciones paradójicas, diálogos cómicos, que mantienen despierto al espectador. La razón de este filme de narrativa limpia y fresca, sin trucos más que para confundir al espectador entre los límites de la verdad y la mentira, realidad y fantasía, es hacer entender al espectador que debe guiarse siempre por los impulsos de su propio corazón, sin tener en cuenta las opiniones ajenas. ¿Fácil, no?

(L. R.)

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