Flamencos. No es lo mismo una juerga que una ‘jam session’

Farruquito y familia en Cádiz, 1996

Farruquito y familia en Cádiz, 1996

Farruquito y familia en Cádiz, 1996

Era martes, de noche, cómo no. Ya sabemos que los duendes solo salen de noche. Jesús Egido, editor de Rey Lear, y Navarrete, Goicoechea y Gómez –los autores de Flamencos, nos habían convocado en un tablao cercano a la Plaza de España para celebrar el libro. Un libro como Flamencos no se presenta, se celebra.

En el escenario, bajo los focos, el propio Jesús Egido, el fotógrafo Jerónimo Navarrete, y los periodistas José María Goicoechea y José Manuel Gómez, autores de los textos. Navarrete es un apasionado del flamenco y durante más de veinte años ha retratado a lo más granado de este mundo que, para tantos de nosotros, es aún desconocido, aunque sea Patrimonio de la Humanidad. Y Navarrete ha querido retratar a los artistas en blanco y negro y en primer plano, como si de esta forma hubiera querido sacarles de su hábitat natural, el escenario, y comprobar cómo son en realidad, fuera de su ambiente. Los flamencos son anfibios por naturaleza.

Abre el libro la seriedad de Paco de Lucía, y si seguimos pasando páginas nos encontraremos la mirada burlona y canalla de Camarón, el gesto de emperatriz egipcia de la Faraona, el rostro dulce de Sara Baras, el perfil desencajado de Agujetas de Jerez, la mirada patriarcal de los Habichuela o la pose segura, dura y ecléctica de Enrique Morente. Bailaores, cantaores, guitarristas, modernos, clásicos, son muchos los flamencos que posan ante el objetivo de Navarrete. Como el flamenco, la fotografía también se basa en el instante y Navarrete ha logrado transmitirnos un instante en las vidas de estos duendes.

El reto de los textos que acompañan las fotos no es menor. ¿Cómo meter en una página la vida de un Paco de Lucía, por ejemplo?, se pregunta Goicoechea. La respuesta está en el detalle, en la anécdota, tan importante en la literatura, de ficción o no.  Podríamos pensar en las Vidas Imaginarias de Marcel Schowb, solo que aquí las vidas son reales, cantan, bailan y taconean.

“Mira que es serio Menese –escribe Goicoechea en el perfil del cantaor, que posa con las manos cruzadas y cara de pocos amigos-. Esa seriedad y un afectación muy grande cuando habla, pues busca-rebusca mucho las palabras (ha vivido tanto con pintores y escritores y su origen es tan poco ilustrado), le lleva a llamar, por ejemplo, “estos personajes” al grupo encabezado por  el escritor José Manuel Caballero Bonald, que le entregó el Premio Calle de Alcalá, en 1997. Como el asunto era madrileño, le pidieron, dijo, que cantara unos caracoles, pero de los caracoles de toda la vida; el, siguió, tenía unos con una letra muy bonita (y es verdad: Tocan a leva, de su mentor Francisco Moreno Galván; preciosos), pero como aquellos “personajes” se lo habían perdido…”.

Como en una especie de aquelarre, hemos venido aquí a invocar al duende, la magia de estos músicos, el pellizco. Y hojeando el libro, deteniéndonos en las fotos, parece que casi están con nosotros, comparten nuestra mesa. Y en un momento dado casi tengo la sensación de que no solo nos acompañan seres que han muerto, sino hasta personajes literarios, como Emilio, el protagonista de El guitarrista (Tusquets), de Luis Landero, en ese afán suyo por vivir la bohemia flamenca y convertirse en un músico de talento.

Este regalo ya sería suficiente, pero tenemos la suerte de que uno de los duendes, uno de los más divertidos y geniales, el mismísimo Tomasito, salga a la palestra a conversar con  José Manuel Gómez. De Tomasito, que no puede dejar de ser flamenco, ni siquiera en el metro, aperece en el libro en una fotografía del año 1996 vestido apenas con una camiseta de tirantes y una sonrisa marca de la casa, la misma sonrisa que desvela en la charla de esta noche y con la que se gana al público. A las preguntas, Tomasito responde siempre con una sonrisa, un arrebato de canto o un taconeo que acompaña a su ironía jerezana. De Tomasito, digo, escribe Gómez: “Es demasiado para el jazz y es mucho para el rock, transforma las coplas de Rosendo y AC/DC en motivo de alegría para cabales y heavys. Participó en el G-5 con Kiko Veneno, Muchachito y Los Delincuentes. Es figura –ha firmado discos en los que mezcla el pop con el torrrotón– y es compadre. Nueve de cada diez estrellas lo querrían  y nueve de cada diez músicos también. El otro, el que completa el porcentaje, nos sirve para recordar que vivimos en este mundo”.  Mucho flamenco, mucha mezcla con otras músicas, Tomasito no le tiene miedo a la impureza, aunque sabe bien dónde reside la diferencia: “No es lo mismo una juerga que una jam session”.

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