Frente a la parálisis, los locos diseños de Ron Arad en Madrid

©Paco Gómez-Courtesy Ivorypress

La temporada artística comienza fuerte en Madrid con la exposición de Ron Arad en la galería IvoryPress. Romper con lo establecido es su máxima para diseñar. La necesidad permanente de experimentar y evolucionar. Arad ha presentado sus trabajos junto a Javier Mariscal, el arquitecto Francisco Mangado y Elena Ochoa Foster. Visitamos con ellos algunos de los diseños más revolucionarios pero ya icónicos de nuestro tiempo. Arad nos asombra con estanterías circulares, sofás que parecen lazos, mesas que son esculturas en bucle. 

RAFA RUIZ / FOTOGRAFÍAS: PACO GÓMEZ ( Courtesy Ivorypress)

Inclasificable. Fuera de cualquier encasillamiento. Alguien que escapa a las definiciones preestablecidas. Así es Ron Arad (Tel Aviv, 1951, residente en Londres desde los años 70), diseñador y arquitecto…, por encima de todo, artista. Muchos de sus dibujos, maquetas, proyectos, muebles, objetos y esculturas se exponen desde el 5 de septiembre hasta el 9 de noviembre en la galería madrileña IvoryPress, que lleva con mano firme y delicada Elena Ochoa Foster. Para presentar la muestra, una de las paradas obligatorias en la temporada artística otoñal de la capital, hoy mismo la mecenas-coleccionista-comunicadora ha organizado una mesa redonda de altura, para hablar de arquitectura, arte y diseño. Con el propio Ron Arad, más el artista multidisciplinar Javier Mariscal y el arquitecto Francisco Mangado. Entre el público, el propio arquitecto Norman Foster, marido de la anfitriona.

Así presentó Ochoa Foster -muy guapa y elegante en su papel de maestra de ceremonias- al genio: «Es alguien imposible de clasificar. Estudió arquitectura, pero rápidamente diseñó su propio camino de experimentación con la materia y las formas, hasta lograr crear figuras ya icónicas, figuras con la capacidad de ejercer la influencia de un maestro en las siguientes generaciones». Y destacó cuatro de sus principales valores añadidos: Pasión, curiosidad, indagación en los materiales y una inteligente inocencia. Ron Arad -con look de viejo loco genial, con camiseta y pantalón anchos y negros, más un extraño sombrero-casquete de fieltro; en realidad, si algo distingue su aspecto exterior desde hace muchos años es la variedad y originalidad de gorras y sombreros que usa- explicó que no ha seguido planes preestablecidos, que prácticamente no se atiene a pautas diseñadas a priori ni en su vida ni en su carrera ni en cada uno de sus trabajos: «Mi madre era artista, pintora, y yo desde pequeño sentí la necesidad de dibujar». Un artista que le marcó decisivamente desde el principio: Claes Oldenburg. «Yo intentaba copiarlo con mis dibujos».

En la exposición recién abierta en IvoryPress -la segunda que realiza en España, tras la del Centre d’Art San Mónica de Barcelona en 2003; también cuenta, por cierto, con obra permanente en el diseño de la planta 7ª del Hotel Silken Puerta de América de Madrid-, podemos ver algunas de sus más famosas sillas y estanterías, creaciones sobre todo de los tres últimos años, así como detallados desarrollos en apuntes, dibujos, fotos y vídeos de algunos de sus más destacados proyectos arquitectónicos, como el Museo del Diseño Holon, abierto en 2010 en Israel. Si algo caracteriza su trabajo es la capacidad para innovar, para crear sinuosas formas sin antecedentes que rápidamente pasan a convertirse en clásicas; y su apuesta por el movimiento en cualquiera de sus variantes; si hay un gesto que predomina, es el del bucle que parece que nos lleva al infinito. Además, es reseñable su capacidad para haber sobrevivido al postmodernismo de los años ochenta y noventa, que a menudo resultó tan perecedero, que a menudo ha envejecido tan mal. «El único principio es no basarse en lo que ya existe», ha sentenciado él.

A su lado, le seguía medio atento medio despistado, travieso, Javier Mariscal -extraordinario su buen humor-, que comparte con Arad esa desinhibición juguetona para romper moldes que suelen atesorar quienes han sabido mantener en su madurez el carácter juguetón de los niños, fórmula inefable que tan buenos resultados da en arte, desde Miró a Calder: «Lo importante de este hombre es que continuamente ex-pe-ri-men-ta. Y es lo que el mundo necesita para evolucionar, gente capaz de cambiar e inventar permanentemente». Y en ese punto, aunque estaba hablando en inglés, Mariscal no pudo resistirse más y se pasó al español para soltar indignado y levantando un poco la voz: «Gente como Aznar y Rajoy, como Gallardón, son un desastre, es lo peor que le puede pasar a la historia de la Humanidad, porque tratan de bloquear cualquier evolución, son un desastre para el progreso de la Humanidad; como ahora que nos viene ese señor, Gallardón, con una vuelta atrás a la ley del aborto, para que las mujeres tengan que volver a marcharse a Londres….».

Retornando a cauces más asépticos, Mangado -autor de obras como los palacios de congresos y auditorios de Pamplona, Ávila y Palma de Mallorca, así como el celebrado pabellón de España para la Expo de Zaragoza de 2008-, quiso meterle un dedo en el ojo a Ron Arad, que ha realizado diseño industrial para firmas tan importantes como Kartell, Vitra, Alessi y Cappellini, para «desde la admiración, y con el deseo de establecer el debate», plantear que últimamente se pasa con demasiada alegría desde el diseño a la arquitectura. «Y yo creo que hay unas reglas y unos límites entre disciplinas que respetar». «Cuando veo muchos edificios de diseñadores, veo a fin de cuentas objetos que diseñan convertidos en edificios, y eso puede causar mucha disfuncionalidad, problemas de uso. La arquitectura es mucho más que aplicar unos diseños llamativos; a veces, esos edificios me parecen envoltorios, sin relación, por ejemplo, entre las formas exteriores y lo que hay en el interior, sin tener en cuenta los materiales, la habitabilidad, para qué se van a usar y quiénes los van a usar. La arquitectura no son solo formas, no puede ser solo un alarde de estilismo. Y yo creo que la aproximación de muchos diseñadores a la arquitectura es en exceso estilística».

Desde el punto de vista contrario, Ron Arad y Mariscal defendieron pasar de una disciplina a otra, rompiendo fronteras y límites , según ellos tan serios como ficticios como absurdos como trasnochados. Dijo Mariscal: «La arquitectura es, sobre todo, entender los espacios y la convivencia». «Yo lo que quiero», añadió el artista anglo-israelí, «son edificios que no parezcan autistas, que respeten y conserven el contexto donde van a estar situados». Mangado le replicó: «Yo no digo que no se pueda hacer y hay casos excelentes; pero estoy cansado de ver a muchos estudiantes de arquitectura que, en realidad, lo que hacen son borradores de diseños de objetos, no de auténticos edificios». Norman Foster tomó el micrófono desde el público para señalar a Charles Eames como un extraordinario ejemplo de fluidez entre distintas parcelas de la creatividad, y subrayó que hay que hablar más allá de edificios aislados, que hay que pensar en las ciudades enteras, en procesos de urbanización, y ahí sí que tienen cabida y opinión muchos creadores de distintos ámbitos.

Ron Arad hizo gala de su sentido del humor socarrón concluyendo: «Pero, bueno, ¿quieren que siga haciendo edificios o quieren que pare?».

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Comentarios

  • Ricardo

    Por Ricardo, el 07 septiembre 2013

    En su tiempo también calificaron la obra de Dalí como estrafalaria y sin embargo poco después le calificaron de genio. Mi apoyo total a estos locos diseños.

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