Garry Winogrand, el espectáculo de la calle y las mujeres guapas

New York, 1969. Garry Winogrand. Collection of Jeffrey Fraenkel and Alan Mark. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York, 1969. Garry Winogrand. Collection of Jeffrey Fraenkel and Alan Mark. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York, 1969. Garry Winogrand. Collection of Jeffrey Fraenkel and Alan Mark. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

“A veces siento como si el mundo fuera un lugar para el que he comprado una entrada. Un gran espectáculo dirigido a mí, como si nada fuera a suceder a menos que yo estuviera allí con mi cámara”. El que se definía como espectador era Garry Winogrand (1928-1984), uno de los grandes fotógrafos estadounidenses, directo y sincero. El “príncipe de las calles”, como le apodaron sus colegas, huyó de los estudios, de las luces de flashes, de escenarios fabricados y eligió el contacto directo con la realidad.

Nació y creció en el Bronx neoyorquino, se enroló fugazmente en el Ejército y acudió a la Universidad de Columbia para estudiar arte, pero todo pasó a un segundo plano cuando un amigo le mostró cómo funcionaba un cuarto oscuro. Aquella fue su primera experiencia en el proceso de la fotografía. Un descubrimiento. “Nunca volví a pintar”, dijo después. Se convirtió en un compulsivo reportero -influido por Walker Evans y sus retratos de la América profunda- que retrataba “las cosas para ver a qué se parecen cuando han sido fotografiadas”. Expuso en tres ocasiones en El MoMA(Museo de Arte Moderno) de Nueva York, consiguió dos becas del Guggenheim y fue un excelente profesor en el Instituto de Diseño de Chicago y en la Universidad de Texas.

Ahora, si quieren descubrirlo, tienen una ocasión excelente para ver, mirar y comprender quién fue, según John Szarkowski, el primer director del departamento de fotografía del MoMa, “el principal fotógrafo de su generación”. Junto a Diane Arbus y Lee Friedlander encabezó una nueva promoción de fotógrafos que pretendieron no reformar la vida, sino conocerla. La exposición de la Fundación Mapfre, la más amplia en 25 años (y que antes se ha podido ver en San Francisco, la National Gallery de Washington, el Metropolitan Museum de Nueva York y el Jeu de Paume en París), recoge más de 200 obras que permiten de un vistazo extasiarse ante los retratos de Garry Winogrand. El recorrido, estructurado en tres etapas, se abre con las fotografías tomadas en Nueva York, desde 1950 hasta 1971, testimonios de un periodo agitado de la historia americana marcado por la recuperación tras la Segunda Guerra Mundial y en la que Estados Unidos vive una época de crecimiento económico y un desarrollo cultural, hasta los años de agitación sociopolítica que acompañaron a la guerra de Vietnam, el agravamiento de la Guerra Fría -con su punto de máxima tensión en la «crisis de los misiles»-, o el asesinato de Kennedy.

En 1950, las revistas ilustradas estaban en su apogeo. John F. Kennedy llegaba a la presidencia de Estados Unidos como la gran esperanza; I Want to Hold Your Hand, de Los Beatles, llegaba al primer puesto de las listas de éxito americanas; las mujeres se enrolaban en el movimiento feminista, mostraban su cuerpo sin inhibiciones, paladeaban su libertad. El mercado de la posguerra demandaba foto-reporteros y la generación de Winogrand, lejos del neorrealismo del cine italiano, lejos de la imagen del fotógrafo de acción y aventurero, perseguía la autenticidad. Las fotografías de Winogrand ponen al descubierto un mundo que parecía tener estropeado algún mecanismo y revelan afinidades inquietantes entre seres humanos y animales, entre los animales del zoo y los visitantes.

New York 1962. Garry Winogrand. The Garry Winogrand Archive, Center for Creative Photography, The University of Arizona. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco

New York 1962. Garry Winogrand. The Garry Winogrand Archive, Center for Creative Photography, The University of Arizona. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York World’s Fair, 1964. Garry Winogrand. San Francisco Museum of Modern Art, gift of Dr. L. F. Peede, Jr. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York World’s Fair, 1964. Garry Winogrand. San Francisco Museum of Modern Art, gift of Dr. L. F. Peede, Jr. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

Como dice el pintor estadounidense Frank Stella, todo lo que hay que ver es lo que ves. Y eso es lo que hacía Winogrand con un estilo de encuadres diagonales muy cercanos al expresionismo abstracto. Por su cámara desfiló todo un mundo de personajes, de paseantes, hombres y mujeres anónimos que ni veían el objetivo que les fulminaba. “Yo disparo hasta encontrar lo que me gusta ver fotografiado”, decía. Emociona hoy observar esas instantáneas de rostros cercanos, en escorzo, en medio de una multitud, producto de una obsesiva fascinación por la gente corriente a la que aislaba en secuencias geniales capturando el “instante decisivo”, a la manera de Henri Cartier-Bresson.

En 1967 expuso en el MoMA de Nueva York (lo volvería a hacer en 1977), junto con sus colegas Diane Arbus y Lee Friedlander, la serie New Documents. De Winogrand llamó la atención el formal descuido, la aparente casualidad de sus fotos. “No hay ninguna manera especial en cómo mira un fotógrafo”, afirmaba. Publicó cuatro libros: The Animals (1969), Women are Beautiful (1975), Public Relations (1977) and Stock Photographs (1980). El de Las mujeres son bellas no tuvo excesivo éxito al publicarlo. Fotógrafos y críticos encontraron la obra desigual, pero se convirtió en un símbolo. De una época, de una revolución. Winogrand inició la serie en 1960, antes de la guerra de Vietnam que marcó a fuego a la sociedad norteamericana, y la publicó en 1975, cuando cayó Saigón. “Cuando veo una mujer atractiva, hago lo que mejor sé hacer, fotografiarla”, decía, y Winogrand atrapó en sus imágenes el goce de una conquista. Las mujeres que retrató transmiten alegría de vivir, reflejan el cambio de hábitos de una sociedad a la que se incorporaron sin complejos. Se manifestaban con pancartas a favor del aborto, lanzaban sus sujetadores a la basura, cortaron sus faldas y trabajaron en oficios hasta entonces considerados sólo de hombres

“No sé si todas las mujeres de las fotos son bellas, pero sí se que las mujeres son bellas en las fotos. Respondo a su energía, a cómo mueven su cuerpo, su rostro. Después de todo, no conozco a las mujeres de estas fotografías. Ni sus nombres, su trabajo o su vida. Women are beautiful es un buen título porque ellas lo son”, escribió Garry Winogrand en el prólogo de su libro. Aquellas guapas mujeres anónimas ni siquiera se fijaban en un hombre con una Leica de gran angular preenfocado tomando fotografías como si disparara, sin mirar siquiera por el visor, sin encuadrar. Winogrand veía a una chica guapa y disparaba. Mujeres en las avenidas neoyorquinas, riendo, cotilleando unas con otras. Mujeres bien vestidas, hippies, sonriendo, esperando, caminando, tumbadas, sin sujetador, con una pierna levantada, en gestos que hasta entonces nunca habían sido retratados.

Los Angeles, 1964. Garry Winogrand. San Francisco Museum of Modern Art, gift of Jeffrey Fraenkel. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

Los Angeles, 1964. Garry Winogrand. San Francisco Museum of Modern Art, gift of Jeffrey Fraenkel. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York, 1962. Garry Winogrand. Revelado digital póstumo a partir del negativo original The Garry Winogrand Archive, Center for Creative Photography, The University of Arizona. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

New York, 1962. Garry Winogrand. Revelado digital póstumo a partir del negativo original
The Garry Winogrand Archive, Center for Creative Photography, The University of Arizona. © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery, San Francisco.

En 1955, Garry Winogrand inicia sus viajes fuera de Nueva York. Influido por la obra de Walker Evans, se recorrió Estados Unidos de punta a punta. En 1963, en la solicitud de su primera beca Guggenheim, Winogrand escribió cómo había “estado fotografiando Estados Unidos para intentar […] averiguar quiénes somos y cómo nos sentimos, observando nuestra apariencia mientras la historia se producía y se sigue produciendo a nuestro alrededor en este mundo” y hablaba de la consternación que le producía descubrir que los sueños de los estadounidenses eran “baratos y triviales” y estaban construidos sobre “apariencias y fantasías”.

En la década de los 60, en los años de la Guerra Fría, mientras Jack Kerouac escribía On the road, y William S. Burroughs, Allen Ginsberg y el LSD hablaban de nuevas experiencias, Winogrand toma conciencia política y fotografía las numerosas manifestaciones. Su trabajo llega a reflejar un sentimiento de desintegración nacional. En alguna ocasión aseguró que la crisis de los misiles de 1962 fue un episodio clave en su vida. Durante días y noches recorría las calles presa del pánico. En aquella época, estaba envuelto en el Young Democratic Club y en la Asociación Americana de Fotógrafos de Revistas. Tal como vino, se le apagó la fiebre política. Cesó en todas sus actividades ciudadanas y ya ni siquiera acudía a votar. Él, que había documentado las campañas demócratas, mostrado la fiesta del lanzamiento del Apollo 11, el primer vuelo espacial tripulado a la superficie de la Luna; retratado a Johnson, a Nixon el mentiroso, y viajado a Dallas para ver el lugar donde dispararon a Kennedy, encuentra de repente el placer de descubrir otros lugares bien alejados de la 5ª Avenida.

En la tercera parte de la exposición, titulada Auge y crisis, la fotos de Winogrand testimonian cómo abandona Nueva York para dar clases en Chicago, y luego viaja a Texas y Los Ángeles. Entre 1970 y 1980, sus temas continuaron siendo los mismos; no obstante, sus imágenes van perdiendo la alegría para transmitir una sensación de desolación hasta entonces ausente en su obra.

Winogrand, un hombre de gran sensibilidad y extraordinaria inteligencia, oscilaba entre el optimismo y la melancolía. Su primera mujer le acusaba de egocéntrico, exigente e insensible. Vivía sólo para la fotografía: “No sé cuándo decidí ser fotógrafo. Sentí que era mi camino y me agarré a él. Lo necesito desesperadamente y nada me ha hecho nunca apartarme de él”. Cuando en 1975 publicó Women are beautiful, fue un mal año para Winogrand. Dejó de fumar, engordó 15 kilos y detectaron que algo no iba bien en su tiroides.

Para Winogrand, el acto de fotografiar era mucho más interesante que editar sus fotos. Él cogía la gran hoja de contactos y señalaba una o dos para positivar. Detestaba seleccionar e imprimir fotografías para exposiciones o libros; de hecho, a menudo permitía a otras personas que realizaran estas actividades en su lugar. Winogrand no dejó instrucciones acerca de qué hacer con sus fotografías sin revelar, por lo que no es posible averiguar cuáles consideraría dignas de imprimirse y cuáles no. En 1984, le diagnosticaron un cáncer incurable. Murió al poco tiempo, dejando a su fallecimiento unas 250.000 fotografías sin revelar, miles de ellas sin clasificar. Un final digno para su gran pasión.

‘Garry Winogrand’ puede verse en la Fundación Mapfre de Madrid (Bárbara de Braganza, 13) hasta el 3 de mayo.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 27 abril 2015

    Una exposición estupenda.

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