James Franco trae a San Sebastián la peor película de la historia

El actor y director James Franco en San Sebastián presentando su película The disaster artist. Foto: Montse Castillo.

El actor y director James Franco en San Sebastián presentando su película The disaster artist. Foto: Montse Castillo.

El actor y director James Franco en San Sebastián presentando su película The disaster artist. Foto: Montse Castillo.

El actor y director James Franco en San Sebastián presentando su película ‘The disaster artist’. Foto: Montse Castillo.

Llegó el actor estadounidense James Franco con su hermano Dave a San Sebastián y se montó una buena. Parecía que en la alfombra roja hubieran puesto una montaña rusa y miles de fans se hubieran montado a la vez. Tal era el griterío. Y el selfierío. Los Franco venían a presentar a concurso la película dirigida por James The Disaster Artist. El público aplaudió a placer tras la proyección de la mañana y rio mucho con la película y la interpretación de ambos hermanos en la pantalla. La insolencia de los hermanos Franco compitió ayer contra el potente drama social del español Antonio Méndez Esparza, La vida y nada más.

The Disaster Artist. James Franco. EE UU. Sección Oficial.

La historia de The Disaster Artist es sin duda un caramelito: el diario de rodaje de la que está considerada por la crítica como una de las peores, si no la peor, película estrenada de la historia reciente del cine estadounidense. La película dirigida, protagonizada y producida por James Franco cuenta la increíble historia de cómo un misterioso personaje llamado Jimmy Wiseau escribió, dirigió, protagonizó y produjo, sin tener ni idea de cómo funciona un rodaje ni la industria cinematográfica, una película llamada The Room. 

James Franco se basa en las memorias que el actor Greg Sestero publicó en 2013 contando cómo había sido la gestación y fabricación de The Room. A Sestero lo vemos interpretado por Dave Franco, hermano de James, que se reserva el papel del excéntrico y magnético Wiseau. Ambos hacen un tándem irresistible de chiflados que lo dejan todo para trasladarse a Los Ángeles para cumplir su sueño de convertirse en estrellas de cine.

Wiseau logró estrenar The Room en 2003 en un cine de Los Ángeles. La película le constó la friolera de seis millones de dólares. Todavía hoy, el estrafalario presonaje se ha negado en redondo a desvelar de dónde sacaba el dinero para pagar puntualmente a todo el equipo. Pero no solo eso. También son una incógnita su origen y su edad.

En los 103 minutos de la película de James Franco el interés no decae en ningún momento. Hay cameos estupendos que no desvelamos para no reventar la sorpresa, pero sobre todo hay un mensaje. Un mensaje universal: nunca sabes cómo va a terminar algo. Lo único claro es que si no lo intentas, nunca sabrás cuál habría sido el resultado.

Cuando dos inadaptados e inexpertos aspirantes a actores se empeñan en emular a James Dean o Marlon Brando, cuando quieren poner en pie algo comparable a lo que hicieron Tennessee Williams, Orson Welles o Alfred Hitchcock, el resultado puede ser un desastre mayúsculo. Pero se cuenta al principio de la película que muchos habitantes de esa factoría llamada Hollywood hoy en día habrían pagado por haber participado en el rodaje de The Room. James Franco coge al vuelo la idea y fabrica una divertidísima y desternillante fábula real de cine dentro del cine.

La composición de personajes está bordada, desde luego; pero, claro, el equipo de Franco ha contado con un aliado inestimable: la propia película The Room de la que directamente se fusilan a la perfección secuencias y escenas como si se tratara de un espejo. Es impresionante verlas frente a frente antes de que aparezcan los títulos de crédito finales de la película.

La crítica destrozó The Room desde su estreno. El loco de Wiseau pagó para que se mantuviera durante dos semanas en cartel con la ilusión de que participara en la carrera de los Oscar. Imaginen si lo tenía claro. Pero en cierta forma se salió con la suya. Miles de frikis de todo el mundo han hecho suya esa película hasta convertirla en una especie de comedia clásica de culto. En ciudades de Estados Unidos, Reino Unido y norte de Europa se han programado sesiones golfas de la película a las que el público acude disfrazado e interactúa con los diálogos en una especie de gran fiesta cinematográfica libre y divertida. ¿Se llevará James Franco la Concha de Plata a mejor actor? No tengo ninguna duda de lo que respondería Wiseau a esta pregunta, aunque nunca se sabe: «el ser humano es imprevisible». (M. C.)

La vida y nada más. Antonio Méndez Esparza. España-EE UU. Sección Oficial.

El segundo largometraje de Antonio Méndez Esparza tras la mutipremiada Aquí y allá (2012, Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes), ya está en las quinielas de las firmes candidatas a premio en esta 65 edición del festival de San Sebastián. ¿Película quizás? Quizás mejor actriz, más sabiendo que Regina Williams, que interpreta de forma insuperable al personaje protagonista de la madre coraje Regina, fue elegida en los castings de la ciudad de Tallahassee (Florida) donde transcurre el filme entre otros candidatos no profesionales. Ningún actor o actriz es profesional en esta película. Costó medio millón de euros y se rodó durante siete semanas en esa ciudad a partir de un hilo argumental que fue desarrollándose a medida que se iba filmando.

La vida y nada más es un drama social sobre una familia afroamericana del sureste de Estados Unidos. El padre cumple condena en prisión y Regina sostiene a sus dos hijos con su trabajo de camarera en un local de comida rápida. Especialmente se preocupa por el mayor, Andrew (interpretado por Andrew Bleechington), quien a sus 17 años se ha metido en líos con la policía. Si Gina no busca hombres pues apenas tiene tiempo para sí misma y desconfía de ellos, un hombre sí la encuentra a ella.

Con interpretaciones naturalistas de alto nivel, La vida y nada más mantiene una impronta de veracidad que la pega a la realidad cotidiana, con momentos en los que la película parece a punto de dar un vuelco. Fiel a sí misma, no lo hará. “Mis dos películas hasta ahora han sido muy instintivas”, afirmó Méndez Esparza en la rueda de prensa posterior. Su trabajo de puesta en escena es de gran nivel. El guión está hábilmente tejido en el montaje, alternando las vicisitudes de Regina y de Andrew. «Me inspiraron mucho los primeros neorrealistas italianos, esa idea suya de huir de la historia preconcebida y abrazar el presente, lo que suceda”.

La película dibuja una sociedad descreída, desesperanzada. Se agradece el optimismo en el final. Como dice uno de los personajes, son nuestras propias decisiones las que determinan nuestro paso por la vida. Lo mismo ocurre con las decisiones colectivas. Por eso es muy pertinente que esté ambientada durante las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, cuando contra pronóstico ganó Donald Trump. La vida y nada más se estrenará en España el 1 de diciembre. (L. R.)

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