Jazz y músicas improvisadas: cosecha 2013

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Agustí Fernández. Foto: Guy Van de Poel.

Fuera de los fastos veraniegos, de los grandes festivales que parecen situar estas músicas en el altar de los grandes acontecimientos de masas, el día a día del jazz y de las músicas improvisadas pasa en nuestro país prácticamente inadvertido (tan sólo las necrológicas recogen algo de su actividad, como si habláramos más de un proceso de extinción que de un presente en plena ebullición). A pesar del desinterés general, sumado a la insoportable degradación de la vida cultural de España, está surgiendo una nueva generación de músicos más que notable y desprejuiciada (para desconsuelo de los guardianes de la pureza del jazz). En El Asombrario & Co. os ofrecemos algunas pistas de por dónde ha ido 2013 en España, pero también en el panorama internacional. Quede claro de antemano que las dos orejas de este cronista no abarcan el universo, su tiempo no ha sido divinamente multiplicado y, además, tiene un gusto propio. Ah, y que esto no es lo mejor del año.

El ‘Molt Honorable’ Agustí Fernández

“Hubo gente que se preguntó: ¿Qué le pasa a Agustí?”, comentaba divertido el pianista mallorquín Agustí Fernández al recordar la reacción socarrona de algún amigo cuando se dio a conocer que él era uno de los premiados por la Generalitat de Catalunya con el ‘Premi Nacional de Cultura’ 2013. Y es que este tipo de premios los suelen recibir personas “que me superan en edad veinte o treinta años” (él acaba de cumplir 59), gente “a la que se le reconoce una trayectoria” y que está, por lo tanto, más en época de memorias que de plena y fructífera actividad, como es el caso de Agustí. El pianista ha firmado y participado en prácticamente una decena de discos publicados durante 2013, algunos de ellos ciertamente memorables, y ha dispuesto incluso de un mes de carta blanca en el club Jamboree de Barcelona (fórmula común en otros países de Europa, aquí prácticamente inexplorada, en la que Agustí pudo presentarse durante cinco martes con diferentes agrupaciones e invitados). “No sé si es el momento más interesante de mi carrera pero sí el de más continuidad”, reflexionaba en una reciente entrevista en Club de Jazz. Continuidad que hila sus exploraciones del piano en solitario (A trace of light) con sus colaboraciones con agrupaciones como el barcelonés Free Art Ensemble (Live at Jamboree) o la Barry Guy New Orchestra (Mad dogs), así como sus dúos (junto a Ken Vandermark, Pablo Ledesma o Mats Gustafsson) y tríos (ya sea el insuperable trío Aurora junto a Ramón López y Barry Guy –este año nos deja un memorable A Moment’s liberty, el Liquid Trio junto a Ramón Prats y Albert Cirera, parte de esa nueva y desprejuiciada nueva generación de músicos, o el WRY junto a Ilan Manouach e Ivo Sans). Lejos de haberse acomodado, Agustí Fernández sigue siendo hoy un músico referencial en lo que a búsqueda de nuevos sonidos y expresiones creativas se refiere; exigente, pero muy gratificante para quienes estén dispuestos a escuchar. Para ello es necesario, como propone el pianista, “dejarse llevar” y “dejar que (la música) te impregne”. Una vez logrado, ya no hay vuelta atrás.

Escucha aquí un monográfico de ‘Club de Jazz’ con las ediciones discográficas de Agustí Fernández durante 2013

España: clásicos consolidados, jóvenes irreverentes

La perfección académica no es necesariamente sinónimo de creatividad. En la economía política se cita a tecnócratas como maestros gestores de cifras pero poca juerga se adivina. Así en la economía como en la música, el dominio de la técnica es necesario y puede ser un complemento de excelencia cuando se conjugan con naturalidad en seres con alma. Es el caso del jovencísimo pianista Marco Mezquida (curiosamente, también de origen balear e instalado en Barcelona como Agustí Fernández), que a sus 26 años confirma día a día, grabación a grabación, que hay profundidad en su mensaje e infraestructura en su relación con el instrumento. Cierra 2013 con la publicación de La hora fértil, un disco con las divagaciones románticas del mejor Brad Mehldau, progresiones épicas evocadoras de Ethan Iverson (que este año ha publicado una espléndida revisión del universo Tristano, Costumes are mandatory, en la que participa el baterista barcelonés Jorge Rossy) y exploraciones del timbre y de las formas que bien podrían recordar a las del propio Agustí Fernández. Mientras el país se deja hipnotizar por las pirotecnias de Lang Lang, chisporrotean músicos como Mezquida en la más absoluta de las ignorancias colectivas.

De pianistas vamos bien servidos. A los mencionados, destacados por diversos motivos en 2013, se suman nombres que en años anteriores han reclamado nuestra atención y lo seguirán haciendo en 2014 con nuevos proyectos y grabaciones. Nombres jóvenes como Moisés P. Sánchez (del que se espera un disco en solitario) o Irene Aranda; nombres ya asentados como Abe Rábade (que en 2013 ha dejado un disco de VerSons junto a su trío) o Albert Bover. Y es que, quizá por primera vez en este país, veteranía y juventud están conviviendo en paralelo y entremezclándose con solvencia y calidad. Sangre nueva para los más veteranos, un reto para los recién llegados. Así en 2013 tres clásicos de nuestro jazz, como el contrabajista Baldo Martínez, el saxofonista Marcelo Peralta (de origen argentino) y el baterista Carlos González, ‘Sir Charles’, han grabado la carta de presentación discográfica de uno de los tríos más intensos y batalladores del jazz ibérico, el ¡ZAS! Trío (de gira oscense entre el 9 y el 11 de enero), mientras desde la periferia discográfica y estética aparecen propuestas con base en el rock e inspiración en determinadas (en su día) vanguardias neoyorquinas como la del October Equus Quartet y su Isla purgatorio, acogida por el sello albaceteño Clamshell Records, sello dispuesto al suicidio de apoyar propuestas alejadas de la convención. Lejos de ellas también una mención a la gaitera Cristina Pato que, desde su residencia neoyorquina, ha firmado Migrations, situando la gaita en contextos puntualmente jazzísticos junto a otros migrantes como el también gallego y acordeonista Víctor Prieto. Signo de los tiempos desprejuiciados que (por fortuna) se van imponiendo, el Filthy Habits Ensemble barcelonés, comandado por el venezolano El Pricto, lleva en Plays Stravinsky al terreno de la improvisación la música del maestro ruso, como antes había hecho con la música de Frank Zappa.

Ejazz al poder

Por razones que se me escapan (o que apenas intuyo), el jazz y las músicas improvisadas son territorio de aplastante mayoría masculina. Por fortuna, y más allá de la voz como referente habitual de la mujer en el jazz, los tiempos son otros y cada vez son más los instrumentistas con nombre de mujer. Así en 2013 hemos constatado que la saxofonista Matana Roberts es firme candidata a suceder otros esfuerzos memorables de reflexión desde la música sobre la cultura negra en Estados Unidos. El capítulo 2 de su serie Coin Coin (apodo de la esclava liberada Marie Thérèse Metoyer), titulado Mississippi Moonchile, es para algunos ‘disco del año’ y desde luego un trabajo sobresaliente desde su propia concepción.

Si nombres masculinos como el trompetista Peter Evans han sido responsables de permitirnos intuir nuevos lenguajes instrumentales en los últimos años (en 2013 ha seguido su vuelo cósmico en grabaciones como la de su anonadante Zebulon Trio), ellas están siendo verdaderamente vanguardistas y someten a los lenguajes de la improvisación a nuevos tratamientos de complejidad y expresividad. Es así al menos si nos referimos a mujeres como la saxofonista de origen germano Ingrid Laubrock, la pianista canadiense Kris Davis o la guitarrista estadounidense Mary Halvorson, juntas en el quinteto Anti-House, liderado nominalmente por la alemana, en el complejo y libre Strong place, uno de los grandes legados de este 2013. A ellas, relevos llegados para inflamar la escena, las preceden creadoras absolutamente referenciales como la pianista Marilyn Crispell, que este año ha firmado Azure en dúo con el contrabajista Gary Peacock. Aunque publicado por ECM (especialista en domar hasta a las bestias salvajes), ella mantiene la esencia de su libertad creativa entre intimidades más o menos predecibles. Por su parte, la italiana Stefania Tallini sigue piano piano su carrera con un precioso Viceversa, entre guiños a su amado Brasil y un marco clásico de expresión personal.

Apuntes globales

Imposible resumir en apenas unas líneas no ya la actividad global (inabordable) sino lo escuchado por servidor, dejo aquí algunas pistas por si a alguien pudieran servir de guía. 2013 deja no sólo el antes mencionado ejercicio de estudio del pasado negro estadounidense desde el presente de la saxofonista Matana Roberts, sino también el del joven baterista Jaimeo Brown, que ha debutado con un proyecto adictivo en el que parte de las grabaciones en 1941 de cantos de las tejedoras de colchas (de nuevo la esclavitud) de la comunidad de Gee’s Bend (Alabama) para realizar un ejercicio de Transcendence con espíritu blues, corporeidad de rock terroso y mística coltraniana. Mística que es radicalmente diferente en su expresión instrumental y vocal en un disco que llega Down deep y que firmaron el trío compuesto por el chelista Ernst Reijseger (compositor habitual del cine de Werner Herzog), el pianista holandés Harmen Fraanje y el vocalista senegalés Mola Sylla (para el anecdotario: el periodista Jon Sistiaga se lo compró nada más descubrírselo en una de mis colaboraciones con el programa Carne Cruda 2.0 de la SER).

Al otro lado de los Pirineos (la cadena montañosa sigue protegiéndonos del contagio creativo europeo), el colectivo francés Coax sigue fascinando con propuestas en las que hay una relación natural entre formas minimalistas, el rock y el jazz en proyectos como Kosmos del trío MeTaL-O-PHoNe, una de las expresiones reducidas de un colectivo que tiene como gran expresión camerística al grupo Radiation 10. Más arriba todavía, en Suecia, el cuarteto Tonbruket ha consolidado con su tercera grabación, Nubium Swimtrip, las sensaciones previas de grupo extraordinario y poderoso en su combinación de sonoridades que son de todos los estilos y de ninguno en particular. Surgido como el grupo que recuperó al bajista Dan Berglund para la actividad musical (era el bajista del trío del pianista Esbjörn Svensson, fallecido hace ya cinco años), el cuarteto está, en palabras del escritor venezolano Roberto Echeto, “más allá del jazz, más allá del pop, más allá de la electrónica, más allá del rock duro, más allá de la propia fusión, más allá de todo cuanto nos gusta y creemos conocer”.

Si hay nuevos enfoques y nombres desde el jazz, clásicos como el trío del pianista Keith Jarrett (con Gary Peacock y Jack DeJohnette) siguen siendo un seguro de inversión discográfica. El trío por excelencia del jazz moderno celebra 30 años y ha publicado Somewhere, título del clásico de Bernstein y Sondheim que Jarrett se encarga de llevar Everywhere en una de sus asombrosas divagaciones certeras. En el mismo sello que Jarrett, el muniqués ECM de Manfred Eicher, ha publicado el saxofonista Charles Lloyd una caja de cuatro cedés que recoge sus cuartetos para el sello grabados entre 1989 y 1996 y ha dado a luz a Hagar’s Song (para el referencial historiador y crítico Ted Gioia, disco del 2013), dúo con el pianista Jason Moran, con el que camina unos centímetros por encima del suelo, ejemplo de cuán fructífera puede ser la colaboración entre generaciones y de cómo el jazz y la música improvisada es una maravillosa puerta de acceso al mundo en su compleja y excitante diversidad.

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