Kiko Veneno: «El campo de los ganadores es gente sin piedad ni justicia’

Kiko Veneno.

Kiko Veneno.

Kiko Veneno.

Su ‘Volando voy’ se hizo universal en boca de Camarón. Y de boca en boca han viajado también temas como ‘Echo de menos’, ‘Lobo López’ o ‘En un Mercedes blanco’. Kiko Veneno se dedicó a experimentar con la música desde los años 70 con propuestas tan innovadoras como el grupo Veneno. Premio Nacional de las Músicas Actuales en 2012, es un artista inconformista al servicio de la creatividad y la cultura. Presenta ahora su primer disco en directo (‘Doble Vivo’) compuesto por un disco en solitario con su guitarra (‘+ solo que la una’) y otro acompañado de orquesta (‘Con Cordes del Mon’).

Curioso que sea tu primer disco en directo en tantos años, con la forma tan callejera de entender la música que tienes…

Lo que indica es que no he tenido un éxito regular ni he estado cuidado por ninguna compañía de discos cuando se vendían discos. Los discos en directo siempre eran un recurso para cuando el público ya estaba quemado de varios discos de éxitos seguidos y había que dejar respirar. No ha sido mi caso. Pero bueno, estamos ahí…

¿Ante todo es una celebración de vida musical en toda regla?

Eso seguro. Es una celebración en directo pero con un formato de orquesta de cámara que ha sido para mí una experiencia maravillosa. Lo celebro como algo nuevo, como un disco con unas sonoridades y una vitalidad muy curiosa. Me ha gustado mucho experimentar con la orquesta de cuerda. El disco lo hice yo, no está costeado, no está hecho con todos los medios técnicos que me hubiera gustado. Es una producción humilde, lo digo con un poco de pena, pero no tanta porque ahí está… Siempre quiero lo mejor para la música, me gustaría que parte de los millones que se van para los bancos, para los políticos, para las autopistas innecesarias, para las pamplinas y para destrozarlo todo, una partecita de eso podría ir para la cultura, para que podamos hacer los discos con mejores medios.

Dices que con el solo se va a la médula de las canciones.

Sí, es muy emocionante, se produce el misterio de la música, una concentración muy bonita que se da cuando la gente está en silencio escuchando, viendo el hecho musical. La otra parte de Doble Vivo es el concierto en el que estoy yo solo con mi guitarra. Hoy echamos de menos esa sensación, hay mucha dispersión, se escuchan muchas cosas pero pocas con atención y profundidad. No hay tiempo ni de escuchar una canción. Se muere David Bowie y las radios generalistas te ponen 15 segundos de un tema. Hay que recuperar la emoción de escuchar música.

¿Y eso de irte en los años 70 a Estados Unidos?

Bueno, yo era hippy entonces. Éramos como una comunidad. Tú te ibas con tu guitarra, tus pelos y tus pies descalzos a un parque y cuando veías a otro igual ya compartías todo. Era una forma de identificación y de hacer comunidad muy rápida. Nos poníamos tocar, a hacer canciones. Estuve trabajando en EE UU, viajando, buscándome la vida. Fue algo muy iniciático, rompí barreras mías, me enfrenté a miedos, a mis límites. Era un momento fantástico musicalmente, me empapé de lo que estaba pasando allí.

¿Qué te trajiste en la mochila musical?

Descubrí muchas cosas de la música americana como Dr John, me volví loco con el rock sureño, Nueva Orleans, además de los clásicos Dylan, Stevie Wonder o Frank Zappa, que ya me gustaban. Esa época me acompañó mucho el disco Plastic ono band de John Lennon con Working class hero. Fue algo extraordinario. Conocí en California a Agustín Ríos y fue mi contacto de cerca con el flamenco, empecé ahí a experimentar mucho con la guitarra.

¿Y descubriste también esa música a Raimundo Amador y Rafael Amador?

Me traje un montón de discos de B.B. King, Big Bill Broonzy, Leadbelly, sobre todo fundacionales del blues. Efectivamente, a los hermanos Amador les llegó eso mucho por la garra y las desnudez que tiene el blues, que conecta mucho con el sentimiento flamenco.

Luego vino la época de Veneno con los hermanos Amador. ¿Fue una revolución musical no entendida en el momento?

Yo lo hice para mi época, para mi tiempo. Que hoy sea un disco valorado no me dice mucho. Me halaga y es bonito ver que no ha caído en el vacío, pero me hubiera gustado que en esa época hubiéramos podido consolidar esa banda y que Los Gipsy Kings no hubieran llegado a existir, (Risas). El Djobi Djoba con la que triunfaron era una canción de Sevilla. Creo que hubiéramos tenido un recorrido tremendo si hubiéramos seguido para adelante.

¿Fue un momento en el que pasaban muchas cosas innovadoras musicalmente en España pero no llegaron a explosionar?

Para mí lo más importante que pasó fueron Lole y Manuel, y Triana, en esos años previos a Veneno. Eso convulsionó la música española. El rock progresivo estaba ya más decaído, había rock español pero los grandes pelotazos y las grandes aportaciones y en las que Veneno se inspiró mucho fueron ellos.

¿Qué significa en tu carrera ‘Volando voy’?

Era una canción de Veneno que hacíamos nosotros y cuando la escuchó Camarón y decide cantarla y que yo trabajara con él y le hiciera canciones fue uno de los momentos más bonitos de mi vida, me sentí muy privilegiado. Ha sido el más grande artista con el que he podido trabajar codo a codo. Seguramente pensé que por ser Camarón y por el poder que tenía, ese disco (La leyenda del tiempo) también iba a abrir puertas y no fue así en ese momento. Fue una frustración entonces, pero la canción ha perdurado en el tiempo, se ha convertido en un himno y ha volado por el mundo. Me ha dado muchas alegrías.

Siempre has estado muy vinculado a los mundos marginales, al campo de los perdedores, ¿te siguen inspirando hoy los ‘Superhéroes de barrio’?

Es que el campo de los ganadores son Donald Trump, Rajoy, Botín, Blesa, gente deleznable que son los malos de siempre, los mafiosos, gente a la que no hay nada que cantar. Gente sin piedad, sin justicia. La vida básicamente transcurre en el campo de los perdedores. Los superhéroes de barrio son hoy las personas que siguen luchando día a día en la calle. Personas solidarias, capaces de reponerse, de establecer empatía con los demás, luchar, compartir. Gente consciente del valor de la alegría, que le pone buena cara a la vida a pesar de todo.

En el segundo disco de este CD te acompañas de violines, chelos… ¿Siempre experimentando?

Como buscador de sonidos que soy, me gusta el experimento. Me hubiera gustado tener más dinero para hacerlo con más recursos, con más tiempo, pero el disco refleja la emoción del momento. Es una colaboración que nació con una invitación del taller de músicos de Barcelona con la Orquesta Cordes del Mon. Pensaron en mí y yo encantado.

¿Sientes que has ido abriendo caminos a nuevas generaciones de músicos?

Bueno, verás tú… Realmente si yo hubiera abierto caminos la sociedad sería más libre, porque he luchado siempre por eso. Habría mejor nivel musical, cantidad de grupos extraordinarios, habría auditorios, se valoraría mucho nuestra música nacional. En ese sentido, no creo haber abierto muchos caminos. Teóricamente, estéticamente, bueno, he hecho experimentos que han dado lugar…

Fuiste de los primeros en empezar a hacer esto que hoy llamamos ‘fusión’.

El disco de Veneno tenía instrumentos del flamenco con canciones callejeras, rockeras, alternativas, inclasificables. Ahí estábamos haciendo una cosa nueva, con técnicas flamencas y fusión de un licenciado en Filosofía como era yo con unos gitanos de los barrios marginales. (Risas). Ese tipo de fusión es la que hicimos más que otra cosa.

Has tenido olfato para ver los talentos a tu alrededor; por ejemplo, Martirio cuenta que tú viste lo que había en Maribel antes que ella misma.

La verdad es que mi mujer Ana fue también la que lo vio. Maribel hacía coros con nosotros y cantaba desde siempre muy bien los cuplés. Le animamos a hacer algo diferente con eso, le hice esos primeros temas (Estoy mala), eran cuplés contemporáneos. No hay tantas ocasiones de trabajar con gente para crear cosas nuevas, la verdad.

¿Lo dices porque hoy la música es muy homogénea?

Es homogénea, el sistema de sonido marcado por la industria ha convertido la música en música de champú, en superproducción muy tratada, mucha espuma, una exhibición constante de griterío, vocerío, afinación perfecta (eso hoy lo pueden hacer las máquinas), no se deja ver la verdadera emoción. Para mí la esencia no está en esos sonidos comprimidos tan brillantes y tan perfectos. La música es algo más desnudo. No me interesa mucho lo que me muestran las radios generalistas, hay poco creatividad y poco arte.

¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ha pasado eso?

Verás, hicimos Veneno porque pensábamos que alguien nos podía escuchar. El arte se desarrolla entre gente rebelde, visionaria, insatisfecha, hacíamos una música marginal, pero sentíamos que había una ventana en nuestro mundo capaz de sentir y de comunicarlo. Hoy la radiofórmula, el sound system, es tan prohibitivo para todo lo que vibre en otra frecuencia, tan cerrado, que no sé si los chavales de hoy piensan que existe esa ventana. Creas eso con la esperanza de que alguien te escuche. Pero hoy las ventanas están muy herméticas, muy cerradas. No hay ni programas de música en televisión.

¿Hubo un momento en que pensaste de verdad dejar la música?

Fue un ultimátum teórico. Es verdad que en ese momento me dije: “Como no sea capaz de salir adelante con esto ya no sigo más”. Llevaba muchos años sufriendo, sintiendo la impotencia de no poder expresar mi música. Pero inmediatamente empecé a trabajar con Santiago Auserón, el disco Échate un cantecito, las canciones empezaron a rodar, a la gente le encantó. Fue una apuesta de Santiago y su productora de esa época.

¿Qué echas de menos y qué echas de más?

Hay un déficit de atención, de democracia. El arte es cíclico, está Mozart y luego hay un vacío, están los Beatles y luego viene un vacío, no podemos estar siempre arriba, es normal. Pero lo grave es que estamos asistiendo desde hace años a una forma de dominación nueva: el capitalismo monopolista. Porque el capitalismo al menos creaba e inventaba cosas (a base del sufrimiento de muchos trabajadores), pero desde que está dominado por las finanzas sólo mantiene la parte inventiva en las nuevas tecnologías. En lo demás, te compro y listo, no necesito crear. El comunismo era una sola empresa (el Estado) y ahora tenemos dos o tres gobernando todo. Mantienen las formas democráticas, pero este capitalismo de Estado condena a la gente al paro, agranda las brechas sociales, basamos la economía en la explotación, las corporaciones compran países enteros y esto ya es algo perverso, legitimando dentro de la lógica capitalista la usurpación de tierras y el colonialismo.

¿No te parece que este despertar ciudadano viene a traer un tiempo nuevo?

El miedo nos mete hacia adentro, competimos unos con otros, nos conformamos con la precariedad. Cuando somos libres nos abrimos más, hablamos, practicamos la solidaridad, no somos tan egoístas. Cuando la sociedad avance hacia un modelo más cooperativo y participativo, las artes se van a contagiar también de eso, todo se refleja. Sí creo que hay brotes verdes que indican que estamos caminando hacia el cambio, pero es que el poder oscuro del mundo (risas) cada vez es más poderoso. Dice: “Ah, ¿qué estáis despertando por aquí? Pues os mandamos diez mil toneladas más de materia oscura”.

No podemos acabar la entrevista empantanados en la materia oscura.

Es que, dios mío, por poquillo que hagamos, es que no hay manera… Estamos en una dicotomía. Pero sí, la esperanza es que con el sistema actual de producción del capitalismo, el planeta no puede vivir, estamos llegando ya al último reducto. A los del poder oscuro les da igual que el planeta se destruya, tienen tal ambición y egoísmo ilimitados que no les importa. Pero por narices eso está tocando fondo, ahí es donde veo que hay brotes verdes, porque no va a quedar más remedio.

Kiko Veneno presenta ‘Doble Vivo’ el 27 de mayo en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

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