La cruzada de los niños: una Europa que se repite

Niños en el campo de concentración de Auschwitz.

Niños en el campo de concentración de Auschwitz.

Niños en el campo de concentración de Auschwitz.

Hay días en los que no se trata de ver el vaso lleno o vacío. Días en los que se hace difícil pronunciar una palabra. Se multiplican las razones individuales a las sociales. Un grupo de 100 encapuchados en Dinamarca ataca a niños inmigrantes. En El Saucejo (Sevilla) entran en un refugio de animales abandonados, matan a tres después de torturarlos brutalmente, envenenan a otros 17. Se contabilizan 10.000 niños refugiados desaparecidos. Y solo para empezar. Hoy Bertolt Brecht, que fue camillero durante la Primera Guerra Mundial, luego escapó de un campo de concentración y que supo construir un teatro de conciencia y acción, viene a rescatarnos. Porque Europa se repite.

“De Polonia no llegó más,
ni carta ni noticia impresa.
Pero una extraña historia, allá
en el Este, aún hoy se cuenta”.

La ONG Save the Children ha denunciado el pasado mes de enero que hay niños solos vagando por Europa en busca de cobijo. Se ven en la ruta de huida hacia Europa, son 26.000 niños y adolescentes. De ellos, unos 10.000 han acabado en manos de las mafias. En 1938, los judíos que escapaban del Holocausto pedían asilo de rodillas en la frontera de Holanda. Entre el 1 de septiembre y el 6 de octubre de 1939, la Alemania nazi invadía Polonia. Fue un invierno especialmente demoledor. De aquella guerra huyeron cientos de niños. Se les vio acompañados de un perro buscando un lugar donde refugiarse. En 1939, Bertolt Brecht creó un extenso poema que nos acerca a la trágica peripecia de este grupo de niños huérfanos. Eran alemanes, polacos y judíos; se escondían por las carreteras y bosques hacia el sur. Es un poema de belleza singular que no sólo es de actualidad estremecedora, sino que nos permite apoyarnos en él por unos minutos y recuperar el aliento ante tanta desolación:

«Trataban de escapar de la guerra,
nocturno infernal,
y así, quizá, algún día alcanzar,
en otro país, la ansiada paz».

Si fuera niña y viviera el horror cada día sin vislumbrar el fin porque el tiempo a temprana edad es aún más incierto, acumularía la tristeza que con los años se convertiría en rabia vital; jamás alcanzaría a abrazar la alegría de forma permanente, como si al tocarla me quemaran por dentro cada una de mis venas. Habría sido hechizada por un conjuro del que solo podría liberarme yo misma sin ser consciente de ello, necesitada del vital abrazo de alguien que bien me quisiera. En realidad, la vida es impredecible y bien pudiera ser que viviera moderadamente optimista con heridas que me prohibirían dejar de buscar. Sería rara para unos, llamativa para otros, incómoda para todos en más de una ocasión. Llegaría a sentir la dicha de un perro libre al sacudirse después de un baño, de un gato que ronronea y de la fresa que explota entre los labios, la amistad, el sonido del mar, el amor y los pájaros en tardes de sol, no hay duda. O tal vez simplemente no recordaría una gran parte del pasado y viviría desarraigada buscando mi lugar en el mundo.

“Eligieron un jefe

por su ánimo y empuje.

Y aún tan niño, encontrar el camino

fue su única y gran certidumbre”.

Si fuera una adulta que diera testimonio del horror sin poder digerirlo, buscaría el consuelo individual de mi alma en la música de Purcell, en el Lascia ch’io pianga la mia cruda sorte de Handel, en la calma de la compasión silenciosa. Recordaría Las enseñanzas de Don Juan sobre los niños mendigos de México que son los mismos niños de las mismas calles de Buenos Aires o Colombia que esnifan el mismo idéntico pegamento que otros niños iguales de la guerra de turno. Castaneda me tomaría de la mano para alejarme de mi orgullo como única habitante de la vida que reclama la justicia. Aun así, levantaría mi puño de protesta sin olvidar que el universo es más poderoso que yo, que la vida jamás se puede dar por descontada, que el asombro ocurre y la bondad existe, aunque tantas veces no alcanzara a vislumbrarlos. Actuaría, haría algo pequeño y significativo a diario que me resultara difícil, por los más débiles y desconocidos, para mantener viva la llama de la bondad. Intentaría no olvidar mi historia, sabiendo que, mientras las cruzadas de niños avanzaran, los demás nos estancaremos.

“Y con ellos un perro que,
aun capturado como sustento,
fue aceptado como uno más;
no cabía más sufrimiento”.

Sabría que no se puede lacerar el alma sin que se agote y nosotros con ella. Quizás haya un alimento sagrado, algo que nos permita reconocer no ya la realidad -o con suerte, sí- sino nuestro dolor, que nos nutra la esencia vital. Dar la mano al amor, sentir las caricias del sol y las sonrisas, releer los poemas que se han escrito, las historias que nos cuentan sobre nosotros mismos. Sin lugar a dudas, Brecht regala un desahogo para nuestra actualidad.

“También tenían una escuela
y un pequeño maestro de caligrafía.
En la coraza ametrallada de un tanque,
inconclusa quedó la palabra ‘alegr…”.

Bertolt Brecht fue camillero durante la Primera Guerra Mundial y, a partir de entonces, se dedicó a clamar contra las guerras y las miserias. En 1918 escribía el poema Leyenda del soldado muerto y contaba sobre un joven que había sido enterrado hacía tiempo, luego exhumado y declarado apto para el servicio hasta volver al frente con el beneplácito de sus superiores, médicos y el capellán. Brecht también fue un destacado dramaturgo. Utilizó técnicas muy concretas en su teatro para incitar a tomar partido y acción, sabiendo que la indiferencia es la mejor amiga del horror y del mal. Fue el primero en llevar al teatro un estilo cercano al documental y alejado de la emoción para provocar la conciencia del público. Trató los temas que ahora mismo nos preocupan. Europa se repite. Las obras de Brecht giran alrededor de la naturaleza, la alienación y la guerra, los abusos de poder, el racismo, el fascismo, el trabajo y la soledad. En 1935 logró escaparse de un campo de concentración. Así comenzó su periplo en el destierro por Francia, Dinamarca, Finlandia, Estados Unidos y Suiza. En 1947, la caza de brujas anticomunista en Estados Unidos le obligó a marcharse una vez más. Llegó a Suiza y de allí fue a un Berlín aún unificado donde creó el reconocido grupo teatral Berliner Ensemble. El 14 de agosto de 1956 fallecía de un paro cardíaco durante un ensayo.

“Se dirigían hacia el Sur:
las sombras que proyecta el sol,
a las doce del mediodía,
les guiaban hacia su salvación”.

En cada momento clave de la vida hay un libro al que podemos agarrarnos para que el horror no nos engulla y nos deje ateridos de silencio, para no perder las palabras que necesitamos pronunciar con urgencia. El peligro es quedarnos congelados, sin respuesta o en un eterno duelo gritando. La cruzada de los niños de Bertolt Brecht fue editado en 2011 por El Jinete Azul, con ilustraciones de Carme Solé Son trazos cargados de sinceridad, muestran la fragilidad, la misma que compartimos en las fotos de las portadas de estos días. Hay libros que son puentes hacia nosotros mismos, reconocernos nos hace más fuertes y éste es uno de ellos, sin lugar a dudas.

“En Polonia, aquel enero,
se encontró un perro sin dueño,
de cuyo flaco cuello
colgaba un mugriento letrero.
‘¡Auxilio! Hace mucho frío
y no encontramos el camino.
Quedamos cincuenta y cinco».

Buenas lecturas, anclajes en las olas y un cobijo donde descansar.

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Comentarios

  • Felipe

    Por Felipe, el 16 febrero 2016

    Es como en la «Moda», la historia se repite.
    En este caso ya no se necesitan ni armas, balas, simplemente te matan de «hambre» en tu propio país, o te ves obligado a emigrar.
    ¡Es evidente que somos muchos!, y la ignorancia en la que habitan nuestros gobernantes es tan grande que los pone en evidencia.
    Estamos tan saturados de información,dependiendo de qué país se trate nos afecta de un modo u otro.
    Esta es una guerra un poco peculiar, ya que una parte del planeta se muere de hambre, otra parte se muere de vicio, y existe otra que desde que han nacido no han conocido más ambiente que el de la guerra.
    Este ultimo apartado me quita el sueño, ya que si aún no te has constituido como nación, no tienes para llenar la barriga de tus ciudadanos….¿quién te financia las armas para hacer la guerra?, con lo bien que se vive en «PAZ» y sin necesidad de «RENCORES».
    Esta claro que tanto el «MIEDO»como las»GUERRAS»,son dos productos tan lucrativos que convierten al hombre en «mercenario» contra sí mismo.

    • sardiflor

      Por sardiflor, el 17 febrero 2016

      Hola, Felipe,

      muchas gracias por tomarte tu tiempo para compartir tus reflexiones aquí. Me ha impactado leerte y especialmente cuando mencionas lo que te quita el sueño. Dada tu sensibilidad por estos temas, creo que eres la persona ideal para colaborar con las ONGs que se ocupan directamente de estos temas. Sea cualquiera de las 3 guerras interdependientes que mencionas, todas necesitan de gente que comprensa el problema y estén dispuestos a sacrificar su tiempo para dar lugar a salidas. Piensa que con la crisis, las ONGs han visto sus medios muy mermados y cualquier persona que seriamente se ocupe de hacer algo con constancia y con la fuerza que muestras, puede ser de enorme provecho. Te animo a hacerlo, en serio.
      Una marea de abrazos,

      Sardi

  • Paloma Ctrl

    Por Paloma Ctrl, el 16 febrero 2016

    BESTIAL

    • sardiflor

      Por sardiflor, el 17 febrero 2016

      Hola, Paloma,

      pues sí, efectivamente. Y si tienes oportunidad de leer el poema de Brecht completo, ese adjetivo será superado, te lo aseguro.

      Un abrazo de mares,

      Sardi

  • Tes Nehuén

    Por Tes Nehuén, el 16 mayo 2016

    Sardiflor,
    No había leído antes un texto tan detallado sobre ese poema de Brecht, que es uno de los más desgarradores y siempre actuales, como bien lo dices en el texto. ¡La asociación que haces de libros, historia y dictaduras también me parece muy atinada!
    Gracias por tan maravilloso mensaje.

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