La naturaleza nos aleja del mundanal ruido

ANAGA CAMINO 2011

VENTANA VERDE

Los ‘Paisajes Cercanos’ de Pilar Pequeño amplían la trayectoria de esta fotógrafa preciosista, conocida por sus bodegones de flores en blanco y negro, con texturas de lienzos de factura clásica. Ahora nos traslada a bosques soñados en Tenerife y lagunas en el entorno del Jarama, sin perder intimidad ni gusto por el detalle.

RAFA RUIZ

No podemos dejar pasar esta estupenda edición de PhotoEspaña (PHE13) sin abrir esta Ventana Verde a la exposición que reverencia a la naturaleza. Es la muestra Paisajes Cercanos, de Pilar Pequeño, en la galería Rafael Pérez Hernando hasta el 26 de julio. «Para mí la naturaleza es todo», nos cuenta Pilar. «Es que saco una casa, y la saco mirando hacia fuera, mirando al exterior a través de las ventanas. Saco una ruina, y en lo que me fijo es en la hiedra que la recorre».

Lo que vemos en la exposición son, como cuenta Luis Revenga en las hojas de sala, «imágenes del pensamiento y la memoria, pues estos lugares -paisaje, árboles, ríos, agua, piedras- están sometidos a su más estricto control: forman parte de su hábitat, son lugares en torno a ella, conoce esos paisajes a la perfección, pasea por ellos sola o con sus perros. Sabe del espacio y de sus tiempos (momentos) y, naturalmente, conoce la luz y sus precisos cambios». Así, los títulos de las obras, son, por ejemplo: Jarama, 18.17 h. enero 2009 o Jarama. 18.21 h. Enero 2009.

Son imágenes de lagunas del Jarama en invierno y del bosque de Anaga, en Tenerife. «Sí», dice ella, «es un entorno que conozco bien, alrededor de El Molar, Pedrezuela, San Agustín de Guadalix, la sierra de Madrid, porque vivo ahí, y por ahí salgo a pasear continuamente. Como salgo a pasear por Anaga, para mí el bosque soñado, cuando voy a Tenerife; me interesa más el bosque, los caminos, que la playa. Son parajes cercanos, física y emocionalmente. No, no son grandes explosiones de color ni aparatosas vistas. Quería poner en valor lo que está cerca».

Paisajes de belleza íntima, no de obvia espectacularidad. Tomas invernales, de colores apagados, con la textura pictórica y con los encuadres muy cuidados que siempre han distinguido su trabajo y le han dado fama a través, sobre todo, de sus bodegones y sus flores en blanco y negro, y grises, muchos grises, porque son imágenes con una riqueza extraordinaria de matices. «Para mí la composición es fundamental, el encuadre, las líneas».

«Lo grandioso y lo humilde», escribe Luis Revenga. «El reflejo de una ladera boscosa en el agua de una laguna o un río. Una flor, una piedra… Una luz, sus reflejos… Ramas iluminadas… Captura y elige… e impresiona en blanco y negro o color las elegidas: reinventando texturas». «Porque como dijo Ansel Adams: ‘Una fotografía no se toma, se hace».

«En realidad, el paisaje siempre ha estado conmigo, nunca lo he abandonado», explica Pilar Pequeño. «Yo primero dibujaba, y dibujaba paisajes. Y las primeras fotos que tomé fueron de agua, niebla, ríos, árboles. Luego comencé con los invernaderos, y a partir de ahí me metí de lleno en el mundo de las plantas. Y se puede decir que ahora he vuelto, con todas sus consecuencias, al paisaje». Y en todas esas consecuencias figura también su paso de lo analógico al mundo digital y la recuperación amplia del color. «A mí siempre me ha gustado seguir todo el proceso de creación, hasta el final, el acabado. Ahora lo digital me facilita todo ese control que me gustaba ejercer en el laboratorio sobre mi obra, y me ofrece múltiples posibilidades. Me motiva extraordinariamente, porque me abre todo el elemento del color, que yo no venía utilizando».

«Lo que interesa aquí es la introspección atrayente para el observador de estos lugares silentes, sin figuras para evitar cualquier estorbo de diálogo entre el espacio natural y el observador», dice Amalia García Rubí a cuento de la exposición. «Un microcosmos al que accedemos casi sin esfuerzo, porque ella nos lo brinda en bandeja para conducirnos, más allá del mundanal ruido, hacia territorios de remanso y paz». Una búsqueda de esencias en el camino, entre verduras y fontanas puras, al estilo de Fray Luis de León.

«Pilar Pequeño capta con su cámara distintos instantes de la atardecida, deleitándose en un realismo atmosférico que podría conectar, en lo conceptual y al margen del procedimiento empleado, con la forma del paisaje al aire libre de aquellos artistas adscritos al bosque de Fontainebleau como Corot», sigue García Rubí. «Un discurso despojado de retóricas, pero lleno de guiños al paisaje clásico y pastoral, en el vínculo ineludible con la pintura de ese género, y que, al margen de procedimientos, podría muy bien encajar, filosóficamente hablando, dentro del naturalismo paisajista de Barbizon».

«La Naturaleza es la protagonista absoluta de la obra de Pilar Pequeño, un trabajo en el que la belleza reina sobre todas las cosas, pero en el que encontramos método, estrategia creativa y coherencia», escribe la experta en arte Rosa Olivares en 100 fotógrafos españoles (Editorial Exit, 2005), palabras que la fotógrafa ha elegido para presentar su web.

«Puedo decir», termina Pilar, «que cuando salgo a pasear por estos paisajes, en soledad, que me permiten mirarme hacia dentro, me encuentro llena; la naturaleza me brinda la posibilidad de ser, más que nunca, yo misma».

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