La Shica: «Me he ido a México. En España está todo muy cuesta arriba»

La Shica en una imagen promocional.

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Se ha trasladado a México porque «España está muy difícil; da mucha pereza hacer tanto esfuerzo para no ver una salida; no hay ayuda; petó la industria del espectáculo». Pero ha venido esta semana a Madrid a dar tres conciertos en los que incluirá canciones de su tercer trabajo discográfico, ‘Esa’. Hablamos con La Shica (Elsa Rovayo) de copla y cuplé, de México y de España, de la vida y del espectáculo.

Le gusta la copla, lo dice y lo canta. Y el cuplé y el flamenco. Pero la libertad con la que se acerca a los diferentes géneros de la música popular hacen de ella una artista transgresora y valiente. Se atreve a fusionar con el rock, el funk y el rap consiguiendo un sonido propio. La Shica (Elsa Rovayo) dejó su Ceuta natal a los 15 años para venir a Madrid a estudiar baile flamenco. Desde entonces le han pasado muchas cosas: espectáculos como ‘Espain’ o ‘Pequeñas infidelidades’, dos premios de la Música y dos discos (‘Trabajito de chinos’ y ‘Supercop’). Hace meses que se ha trasladado a México, pero la pillamos a su paso por Madrid para presentar su nuevo trabajo en un teatro de Lavapiés.

Lo defines como… ¿un ‘strip-tease’ musical?

Sí, porque muchas cosas se han grabado como si estuviéramos cantando en casa, en una habitación de un hotel, sentados, tranquilos, abiertas las canciones… Estaban ensayadas, pero no cerradas. Hay cosas nuevas que han ido surgiendo. Es lo que me apetecía, quizá porque ya estoy más madura como cantante, ya no me da miedo grabar. No me preocupa tanto: canto como canto. La mayoría de las canciones son tomas enteras; si hay un marrón, pues se queda. Así salió, es lo que hay.

¿Así hay más verdad?

Es que eso es lo que luego vais a escuchar en directo. Queríamos que fuera lo más real posible. Son canciones que me apetecía cantar, unas ya las he hecho en grandes shows, otras las he cantado en barecitos, otras en fiestas o en mi casa en la ducha. Son canciones que me gustan y que me apetecía grabar. No hay más.

Hay un abanico de emociones muy amplio en este disco, pasamos de la sonrisa de algunos temas al dolor desgarrador de ‘La hija de Juan Simón’.

Creo que esa canción es la más triste del mundo. Perder un hijo me parece que es una de las cosas más duras que le puede pasar a una persona. Es un tema que está ahí porque lo amo. Me encanta cómo lo cantaban Antonio Molina o Juanito Valderrama. Fue parte de mi show Espain, me pareció interesante cómo quedó en ese experimento entre lo medio electrónico y medio trance, buscamos un ambiente frío, hueco, con mucho vacío, que es lo que deja la muerte. Y creo que hemos llevado esa canción a un sitio interesante, sin cambiar en realidad mucho la cosa, dejando tal cual la melodía. Son canciones hechas con un lenguaje muy sencillo pero de mucha profundidad, de manera que son accesibles para todo el mundo, también para las personas que no saben leer ni escribir, por eso me interesa tanto la copla. Ya no se escribe así. Ahora las canciones van dirigidas a nichos de población, no son tan universales. No conseguimos hablar de las cosas con esa simpleza.

Curioso que géneros tan poco próximos a las tendencias mayoritarias de hoy nos sigan emocionando.

Si es que el ser humano va muy despacito… Evolucionamos tecnológica y científicamente a una velocidad que asusta, pero en lo interno de lo humano no. No sé si yo vivo la muerte mejor que mi abuela… Esas canciones hablan de cosas tan básicas como la muerte, el amor, el fracaso, la alegría, emociones que siguen afectando a la humanidad. Cuando te enamoras, sientes lo mismo que han sentido antes: todo a tope, todo está bonito, eres fuerte, no necesitas dormir ni comer. Es muy básico.

¿Ahora sufres menos en el escenario, como dijiste en la presentación del disco?

En el escenario hace tiempo que no sufro. Pero he aprendido a no desangrarme con lo que es la vida del artista, que no es tan sencilla. He sido toda la vida como una especie de legionaria del arte: a morir por el arte, lo que sea, lo que haga falta. Ha estado por encima de mi familia, mi vida personal y amorosa. Los huecos era lo que yo le dedicaba a la vida real, social. Todo lo demás, mi tiempo, mi compromiso, mi amor… han sido para el arte. No me he comprometido nunca con nada. Y, claro, ya una va cumpliendo años y te dices “espérate, ¿para qué?”. Está bien sentir que cuando estás creando y presentas tu trabajo todo tiene que salir bien o se para el mundo, pero creértelo no. Por suerte no estamos operando cerebros ni trasplantando médulas. Si sale un poquito peor el concierto, ¡no pasa nada! He sido muy obsesiva. Y ya no. Nunca he parado de currar, cuando bailaba me iba de vacaciones y me llevaba una guitarra, los tacones, una tabla… Ahora sé estar de vacaciones. Mi lectura es que llega un punto en el que no merece la pena, nunca te va a compensar, aunque seas Madonna. Es verdad que hay que seguir echándole muchas horas porque, si no, no hay manera de salir adelante, pero ya no me juego toda mi vida y mi felicidad a una sola carta.

Entonces, ¿has encajado el arte en tu vida de forma más sana?

El arte tiene que ser un vehículo para hacerte feliz y más libre, no para desangrarte. Mi misión es comunicarle a la gente emociones, no el ejército. Es que yo he tenido disciplina militar. (Risas). Ahora digo “pues hoy no ensayo” o “esta semana descanso”. Este verano por primera vez en mi vida, desde el colegio, he tenido un mes de vacaciones. Y no pasa nada, sigo cantando bien, siguen saliendo bolos… Y si hay que decir que no a alguno pues tampoco pasa nada. Está la vida que se nos va. Yo ya me he perdido muchas cosas. He vivido otras maravillosas, simplemente he elegido, y ahora quiero hacer otras. Me lo voy a poner fácil, que luego la vida por sí sola ya es como es.

Hiciste ‘Espain’ con Buenafuente, dedicado al “dolor del bueno”. ¿Cómo es ese dolor?

Es que de lo bueno se aprende poco, lo bueno se disfruta porque estás a tope. Pero de lo malo tienes que aprender. La vida no te quita las cosas porque sí, es para algo. En todas las crisis hay premio si uno sabe buscar, si sabe transitar por el desierto que te toca, que la vida a veces es muy puñetera. Cada vez que he sufrido, he aprendido. Ahora mismo, la verdad, me gustaría no aprender nada en unos años. (Risas). Que aprenda otra, ahora me quiero divertir un poco. Pero sí, todo vale.

Recuperas canciones de Paquita la del Barrio en conciertos y hay una también en el disco. ¿Es por su sentido del humor o por su visión de los hombres?

La verdad es que es una diosa mexicana que tiene una especie de guerra contra el hombre. Por lo que sé, su vida ha sido tela marinera y en un país tan machista como México creo que hace mucho bien. Es una misionera, así la veo yo, viendo cómo es el tema de la relaciones y cómo están muchas mujeres. A mí me pone de muy buen humor. Es una señora rubia con tupé, gorda, pero se viste con unos corsés y rejillas impresionantes. A mí la figura de Paquita me fascina, está divina. Tiene mucho sentido del humor, le mete mucha caña al hombre. Yo no me lo tomo muy en serio, me da mucha risa porque a mí también me divierte darle mucha caña a los tíos. No tiene desperdicio. Tiene letras como Resultó vegetariano o Rata de dos patas que son joyas.

En el espectáculo ‘Pequeñas infidelidades’ (acompañada a la guitarra por Josete Ordóñez) le das rienda suelta a eso de meterles caña a los hombres, látigo en mano… ¿Impones, no?

Me ha asombrado mucho, he visto a hombres levantarse e irse cuando hablo del gatillazo. En ese momento me he sentido una gran triunfadora. Conseguir que ese señor se lo crea, se lo tome tan en serio como para levantarse y largarse es que debo de ser bastante buena actuando. (Risas). Lo que me ha flipado es cómo la gente se ha tragado al personaje. Obviamente yo soy una macarra, no un angelito, pero no tanto, creía que se veía que eso no podía ser real. Es que hasta amigos míos cercanos han empezado a mirarme de otra manera desde que han visto ese cabaret. A ver, que yo sé que Bambi no soy, soy un poco bruta, ¡pero que en el escenario hago un personaje…! Cojo una idea, una broma, y me gusta exagerarla mucho, llevarla hasta el límite. Así de absurdo es el cabaret. Pero soy buena persona, buena chica, nunca grito ni monto pollos… No ligaba nada después del cabaret. Un amigo me dijo que según veía el espectáculo y me veía decir cosas, se le iba metiendo la churra como para dentro. (Risas) ¡Pero que es teatro! ¡Que es mentira lo que hacemos en el escenario!

Impones también por tu fuerza escénica, tienes mucha presencia y poder en el escenario. ¿Tiene que ver con tu formación como bailarina?

Totalmente. Cuando vienes de la danza, el escenario se piensa y se pisa de otra manera. Se usa de otra forma. Se usa el espacio. Yo nunca me subiría al escenario con ropa de calle, no puedo. Cuando haces una colaboración y voy con la ropa del día no me siento tan artista. Me gusta separar la persona de la artista. Según me visto, ya hay un cambio de estado de ánimo.

¿Dónde termina Elsa y dónde empieza La Shica?

En cuanto hay bolo, viene una y se va la otra. Hay muchas cosas en común, no es que mienta tanto. (Risas) Pero Elsa es tranquila, necesito mis ratos de soledad, casi ni bebo, y en el escenario bebo tequila, vino, soy una punki.

El nombre te lo puso un ex…

Sí, Pablo Martín Jones. Yo veía que Elsa Rovayo no tenía mucho tirón, la verdad, lo veía más para auxiliar administrativo, y él (músico, percusionista) me llamaba así, así que me lo quedé. Ahora en México me han puesto uno buenísimo: La Chaparrita Dynamite. (Risas). Me encanta. Porque ya llevo muchos años siendo La Shica, que si no me lo cambiaba.

Has estrenado en Barcelona hace poco un nuevo espectáculo sobre las reinas del cuplé, con temas como ‘El tango de la cocaína’, ‘Viuda alegrita’, ‘La pulga’ o ‘La vaselina’…

Aquí ya no salgo con el látigo. (Risas). Tenía muchas ganas de hacerlo, yo no sabía mucho del tema. Conocía a Raquel Meller, La chica del 17, La violetera y poco más. He leído mucho y eran unas piezas de cuidado. Se ponían de todo, alternaban… Fui descubriendo que en ellas ya se atisban ideas feministas, nos creemos las mujeres de ahora que vamos por delante, pero en 1915 ya había tipas que vivían de forma muy diferente con ideas muy revolucionarias en su cabeza. El espectáculo se llama Shicalíptica porque es cuplé picante (se llamaba cuplé sicalíptico). Todo es doble sentido o insinuación en lo que cantaban, tenían que disimular por la censura. Raquel Meller fue portada del Time en su momento. Sus carreras trascendieron mundialmente. En realidad son reinas del rock and roll.

Pero sabemos poco de sus historias…

Claro, porque eran mujeres libres. Supongo que en la dictadura sus carreras se borraron y hay también luego mucho prejuicio con la música tradicional, lo metemos todo en un saco.

¿Has cumplido ya parte de tu misión: la de acercar estas músicas tradicionales, populares, a la gente joven?

Sí, pero aún estoy en la misión. Es que es lo que más me gusta hacer. La música que más me interesa, vaya al país que vaya, es el folclore. Me atrapa. Partir desde tu identidad no está nada mal. Ni soy flamenca ni me interesa la pureza, pero soy española y hablo andaluz.

¿Por qué alguien a quien a priori no le guste la copla o el flamenco puede ir a un concierto tuyo y engancharse?

Hay mucho trabajo hecho detrás. Si de algo peca el arte español más típico es de estar muy sobrecargado, es complicado, hay mucho adorno, el traje lleva muchos volantes y cantantes, y las orquestas estiran mucho todo también. Lo que hemos hecho es apartar todo lo que nos resultaba un poquito adorno y dejar lo que era esencia. Y al fusionarlo con otras músicas a las que el oído está más acostumbrado, te lo simplifica. Yo leo las letras, a mí me encanta la copla antigua, y me parecen historias súper actuales. Me gustan las cosas directas y, al presentarlas así, son más fáciles de digerir. Son temazos. Pero el gran trabajo con la copla lo ha hecho Martirio. Para mí es una gran maestra, es una de las artistas más enormes que tenemos, no entiendo cómo no lo sabemos todavía. Antes de ella nadie hacia estos experimentos que ahora hacemos Buika, Miguel Poveda, yo misma… Cada proyecto de ella es una investigación, hace algo muy interesante. Es una conquistadora, se sube al escenario y ya te ha comido.

¿Pesa mucho que la copla sea un género asociado a la dictadura franquista?

Se ha asociado a ese periodo histórico y se mete todo en la caja de la caspa, pero esa música animó muchos corazones en un momento negro y terrible. No queremos aceptar nuestro pasado, con eso de “no remover”. Pero si no aceptamos, no podemos aprender ni avanzar. Y no se puede meter todo bajo la etiqueta ‘caspa y dictadura’. Por ejemplo, hay canciones en este disco, como la de Miguel de Molina que murió fuera de España y no quiso ni volver a su tierra de cómo lo trataron, apaleado y todo. Si oyera que se le relaciona con la dictadura se estaría dando cabezazos contra la tapa de la caja. Hago también un tema de Gabriela Ortega, otra tipa que se tuvo que ir a México. Interpreto canciones de gente que sufrió en la dictadura, pero no lo sabemos. Por personas como ellas, como Lorca, vamos fuera y nos miran con respeto. Yo me fui a Suecia cuando no tenía ningún disco aún, y sólo porque ponía «La Shica, España» llené una sala de 500 personas, cosa que hoy aquí me cuesta trabajo. No entiendo que nos avergoncemos, este país ha dado muchos artistas, mucho arte. Siempre hemos sido primera liga mundial, que no es La Roja la única.

¿Que te hayas ido a México tiene que ver con esa falta de espacio aquí?

Está el país muy difícil. Da mucha pereza hacer tanto esfuerzo para que luego no veas salida. Hacer un proyecto aquí es una cuesta arriba. No hay ayuda. Petó la industria del espectáculo, antes los ayuntamientos pagaban millonadas (era un despelote) por conciertos que la gente veía gratis y hemos acostumbrado a la gente a que no pague entrada. Ir a México ha sido una oportunidad. Tiene una industria musical y artística más sana que la nuestra. La gente ahorra para poder ver un concierto, aunque gane poco. Aquí en España la gente paga encantada 15 euros por un gin tonic, pero se piensa pagar 12 euros por un concierto.

¿Qué te está dando México?

Alegría. Es una gozada moverte en un entorno en el que la gente tiene ganas y lo último que se pregunta es para qué lo vamos a hacer. Lo primero es: vamos a hacerlo. Estar rodeada de gente que ya tiene ilusión por sí sola ya es un alivio. La gente cree, crea. Aquí no creemos ya. Viajar te enseña que las cosas no se hacen de una sola manera, hay otras opciones, te hace cuestionar todo lo aprendido.

Y volver, volver, volver… ¿Volverás?

Sí, claro que sí. Para primavera volveré a hacer algunas actuaciones. Si no vengo, mi madre me mata. (Risas) Y yo me muero si no vengo a España. Me gusta trabajar mucho para el público de aquí, porque en tu casa con tu gente todo fluye, las bromas se entienden… Pasaré temporadas allí y otras aquí. No se trata de cerrar, se trata de abrir.

La Shica actúa en el Teatro del Barrio de Madrid (calle Zurita, 20), con Sol Picó y Candela Peña los próximos días 8, 9 y 10 de enero.

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Comentarios

  • joshua

    Por joshua, el 08 enero 2015

    Esta shica es fantásticaq, y la periodista también

  • PatilleroMusical

    Por PatilleroMusical, el 08 enero 2015

    Esto no mola nada. En unos medios se habla de representación, de performance, de teatro, de danza, de conjunción astral, y en este «pixelzine» se nos coloca esa misma propuesta como de concierto. No sé, pero es muy posible que los otros integrantes de esta propuesta escénica no compartan para nada la visión de esta “pixelzinera dicharachera”.
    PD. Tuve una ocasión de disfrutar el arte de la Shica, y si, es de lo mejorcito que anida por este mundo árido y de secano creatividad. Salud Shica!… y para ti Silvia; también!

  • anabel

    Por anabel, el 08 enero 2015

    No se la pierdan, descubriran a una artista
    maravillosa.

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