Las ‘desgarraduras’ de Diego Vasallo se hacen baladas, poemas y pinturas

El músico Diego Vasallo. Foto: Maxi

El músico Diego Vasallo. Foto: Maxi Del Campo.

El donostiarra Diego Vasallo alcanzó la fama junto a Mikel Erentxun en Duncan Dhu, uno de los grupos con más éxito de los 80. No han abandonado del todo el grupo, llevan dos décadas retomándolo y últimamente lo hacen puntualmente para ciertos proyectos, pero Vasallo ahora está centrado en su pintura, sus poemas y su música, alejada del pop. Tras seis años de silencio, este otoño presenta todo junto -baladas, poemas y obra gráfica-, en el volumen ‘Al margen de los días’, textos y texturas de melancolía y memorias. Hablamos con él de cielos grises, del zen y de Cioran, de arte y música, del mundo absurdo y su mirada perpleja, del estoicismo de Marco Aurelio. «En mí ahora el azar es permanente».

Seis años sin sacar nuevo material, y ahora todas tus facetas artísticas juntas, la música, la literatura y la pintura. ¿Cómo ha sido el proceso creativo, Diego?

Ha sido un poco azaroso. Por un lado, tenía ya unas canciones a las que estaba dando forma y, por otro, una recopilación de textos dispersos, aforismos, poemas, que estaba mirando cómo publicar. La editorial Harpo vio la oportunidad de juntar las tres facetas; así que los dibujos, los collages, los hice ex profeso para el libro. Ya había hecho un poemario ilustrado en 2011, Canciones que no fueron, y en la editorial querían apostar por ese formato, insistieron mucho en contar también con la obra plástica. Y por otro lado, en Subterfuge estaban muy motivados con el disco, y decidieron sacarlo en versión vinilo y casete, más las plataformas digitales y los conciertos.

Y en esos seis años en que nada editaste, ¿qué estuviste haciendo?

Estaba más dedicado a la pintura, no solo en los últimos seis años, sino que yo diría que en los últimos 10 o 12. En ese tiempo sólo he publicado un disco, en 2010, que pasó muy desapercibido; tampoco quizá estaba yo en mi mejor momento, era un disco un tanto oscuro y, digamos, que me desmotivé bastante con ese disco… Y me enfrasqué en la pintura.

¿Qué te aporta la pintura?

Por un lado, es un trabajo más solitario, introspectivo, que la música, pero es que es una actividad que, de forma intermitente, la he hecho siempre; yo he pintado desde crío, incluso antes de tocar ningún instrumento. Lo que pasa es que en los años de más actividad, sobre todo con Duncan Dhu, pues digamos que lo abandoné. Hace 15 años lo retomé con muchas ganas, y en los últimos 10 años es la actividad a la que he dedicado casi todo mi tiempo. Y sigo en ello, lo que pasa que ahora la idea es compaginarlo.
Vamos con el disco, luego con el libro y finalmente con los lienzos y collages, Diego. El disco no es fácil; tú dices que el de 2010 era oscuro, este resulta áspero, rugoso; se percibe que te interesas más por las texturas que por los estribillos y melodías.
Sí, es cierto. Me he ido alejando del formato canción pop-pop. Eso de los estribillos cada vez me interesa menos. La canción pop tienen una estructura muy predeterminada, muy típica, que está pensada para ser radiada. Y yo me he ido alejando de ese esquema, he ido dando más importancia a otros factores, como los textos, la voz, la producción, las texturas.

Canciones que son textos y texturas.

Sí, eso es. Entiendo que no es una música comercial en el estilo del pop que se oye en las radio-fórmulas, y más hoy en día, en que yo creo que se ha empobrecido enormemente la música comercial. Me parece bastante…, bastante…. triste y desasosegante que hayamos retrocedido tanto, porque en los años 80 y 90 la música, digamos, medianamente comercial y la que escuchaba la gente joven tenía una calidad aceptable. Había bandas nacionales que funcionaban muy bien y tenían su calidad, y eso entraba en lo que era música comercial. Y de ahí se ha derivado a algo que a mí me parece directamente infumable, intragable. Es como una basura ruidosa…

A veces, hasta pudiera parecer que intentan lobotomizar cerebros.

Sí, efectivamente, es una música a la que ni siquiera hace falta prestar atención; bueno, es que yo creo que es imposible prestarle atención, es como una música de fondo; se ha empobrecido enormemente. Pero, bueno, por otro lado está la escena alternativa e indie, que es un reducto de cosas interesantes.

Este próximo domingo, 20 de noviembre, tienes tu próximo concierto en Donosti, en el Victoria Eugenia. Por los tres que ya has dado, ¿qué feedback estás recibiendo con este disco?

Con las redes sociales tienes una experiencia muy inmediata, y por ahí me llega un feedback bueno a nivel de crítica y valoración del trabajo; otra cosa ya es el tema de público, de asistencia y venta; aún es pronto para saberlo.

Notas una sensación distinta a la del otro disco, con el que me decías que te desmotivaste mucho. A ver si te vas a desanimar otra vez con la música…

Sí, tengo una sensación más positiva. A nivel de crítica está siendo muy buena.

Incluso te han comparado con el estilo Tom Waits.

Bueno, sí, esa es una referencia un poco fácil. A mí y a Fernando Macaya, el coproductor, los discos de Tom Waits nos han interesado mucho siempre. Pero más en un concepto de producción, de sonidos, de texturas, de invención de espacios sonoros, que el Tom Waits cantante. Nos estudiábamos esas producciones tan oscuras e imaginativas. Pero no sólo de él; él es una referencia más.

‘Baladas para un autorretrato’ se titula el disco. ¿Qué hombre componen esas baladas?

Es una especie de mirada hacia dentro, una inmersión en el pasado, los recuerdos, la memoria; en ese aspecto el material de las canciones es bastante autobiográfico, un material de experiencia vital, incluso de vida cotidiana, aunque yo creo que en realidad los discos son todos bastante autobiográficos. Desde luego, los míos siempre lo han sido, yo siempre he tirado mucho de material sacado de la vida cotidiana, porque no soy un buen narrador de ficciones, nunca lo he sido.

‘Baladas para un autorretrato’, pero en el libro -se venden conjuntamente, libro y cd- escribes: «Enséñame a vivir conmigo, a volver a casa, cuando estoy loco». ¿Te conoces o te tienen que mostrar cómo eres?

Yo creo que es muy difícil conocerse al 100%; en la escritura tanto de canciones como de poemas surgen a veces cosas que a ti mismo te sorprenden. Sale algo que parece un desconocido. A mí me pasa mucho. Incluso textos que, al volver a leerlos al cabo del tiempo, te preguntas de dónde han salido, si los has escrito tú mismo. No, yo creo que nunca te acabas de conocer. Además, es una pretensión vana… Porque uno va cambiando… constantemente.

Hay frases en tu libro, ‘Al margen de los días’, que duelen: «Para cuando llegué, el verano ya había pasado». Hay muchos otoños, soledades, recuerdos. ¿De dónde sale tanta tristeza?

Bueno, estos textos están escritos a lo largo de los últimos cinco años y creo que hay algunos más desesperanzados que otros; he intentado que haya un poco de equilibrio. Sí es verdad que en mi caso la mirada un tanto melancólica de la realidad tiñe toda la obra. Pero quizá también simplemente es porque me parece que es más…, más literario, de alguna manera. Más propicio a la escritura que momentos más placenteros.

«Acércate a mí y escucha la lluvia golpeando en el alféizar / que nos parapeta de ese algo insondable, / ahí, en la noche». Pesa mucho la lluvia y el otoño.

Eso también es parte de donde vivo, el norte, San Sebastián, de mi mirada y de mis preferencias. Me gusta mucho el otoño, esos grises, que también se ven en la obra pictórica.

Escribes: «Cómo acelera la vida en esta parte del camino»… ¿Te preocupa el paso del tiempo?

Es verdad que cuando vas cumpliendo años, parece que el paso del tiempo cobra una relevancia mayor que cuando tienes 25 o 30, cuando parece que el tiempo es algo infinito que lo puedes estirar hasta siempre. Es verdad que cobra otra relevancia, y aparece en los textos junto a otras sensaciones vitales que también llegan con los años, como la enfermedad.

Le haces un homenaje a Cioran.

Los dibujos se llaman Desgarraduras, nombre que está directamente tomado del libro de Cioran. A mí es un autor que siempre me ha interesado mucho.

El músico Diego Vasallo. Foto: Maxi Del Campo.

El músico Diego Vasallo. Foto: Maxi Del Campo.

«Cuánto tiempo gastado / en esto de vivir». La nada, el tedio, el hastío…

Efectivamente, pero me parece un autor muy interesante porque me gusta esa filosofía antisistemática, que no intenta construir un sistema estructurado, sino que es una filosofía del fragmento, de la idea rápida; sus cuadernos son una maravilla. En Cioran se da mucho esa paradoja de la desesperanza, del pesimismo, pero subyace siempre, en mi opinión, un gran sentido del humor. Es muy ácido y se ríe mucho incluso de sí mismo. Eso me lo hace muy atractivo. Además, es de esos filósofos poetas, que están en la frontera. Y, de hecho, creo que es una de las razones por las que atrae tanto a los artistas. Dentro de su desesperanza, leer a Cioran, a mí por lo menos, me reconforta de alguna manera.

En tu libro también está presente Marco Aurelio.

Cuando lo leí, yo casi no conocía nada de los estoicos; ahora es una corriente de la filosofía que me interesa mucho. No sé si estaré equivocado, pero yo la emparento mucho con el budismo, me suena muy zen, muy orientalista. Y a mí desde hace muchísimos años me ha interesado mucho el zen. Además, me sorprendió mucho cuando leí a Marco Aurelio y a Séneca su absoluta modernidad. Parecía que estaba escrito ahora mismo. Tienen una escritura muy limpia, con conceptos muy actuales. El estoicismo me parece una filosofía soberbia, pero tremendamente difícil de aplicar.

Uno de tus poemas dice: «No esperar nada / del incesante vacío / de los días. / No soñar, no buscar, no pensar, / no sufrir». Cioran y su nihilismo; el estoicismo de Marco Aurelio, y yo en alguna entrevista te he leído que ves el mundo como muy absurdo y muy cruel. ¿Tú como te relacionas con el mundo? ¿Desde el nihilismo, el estoicismo, la protesta y la lucha…?

He tenido temporadas en las que intenté meterme un poco más en el budismo y meditar, leí mucho sobre el zen, que es la corriente que más me interesó, pero me resulta extremadamente complicado, porque el zen es una práctica, se puede teorizar, pero sobre todo es práctica; y la práctica del zen para un occidental que siempre ha vivido en esta sociedad es realmente complicada, requiere una disciplina brutal. Yo he tenido acercamientos, pero no lo he conseguido.

¿Pero cuál es tu actitud ante la actualidad? Porque leo en tu libro: «El hombre es una bestia, no hay nada que hacer. / Las veleidades sociales del espíritu siempre conducen al desastre. / Aislamiento y reclusión: / lo único sensato».

Mi actitud se refleja bastante en los textos. Es una especie de perplejidad ante el absurdo, una perplejidad paralizante que me provoca una especie de actitud contemplativa.

Dices: «La belleza, para que sea completa, debe ser también inútil». ¿Dónde buscas la belleza?

Es un término un tanto esquivo, y más hoy en que creo que es un concepto que está un tanto desprestigiado, sobre todo en el arte. En otras épocas, la belleza era algo sustancial, y hoy está muy denostada. Se ha pasado a un arte en mi opinión excesivamente conceptual, un arte excesivamente de ideas, y la idea muchas veces no es tal sino que simplemente es ocurrencia. Y en esos casos, eso me parece tan banal como lo decorativo.

¿Cuáles son tus referentes artísticos?

Me gustan artistas plásticos muy variados. Digamos que empecé con una afinidad muy fuerte con el informalismo español y europeo y con el expresionismo abstracto americano, un movimiento que me perturbó, me impactó. Pero de ahí he ido abriéndome mucho y retrocediendo en el tiempo; cada vez me ha interesado más el romanticismo y artistas más clásicos de siempre como Goya y Rembrandt. Me interesa mucho el dibujo, el grabado. De Goya me gustan sus grabados y sus pinturas negras, de Rembrandt, sus dibujos. Y también el arte oriental, sobre todo el grafismo, la escritura.

Recorramos tu exposición, ‘Desgarraduras’, que puede verse en la galería madrileña Modus Operandi hasta el 13 de diciembre. ¿Qué podemos ver?

Como te decía, antes mi obra era mucho más expresionista, donde el trazo era más protagonista. El trazo intuitivo, visceral, ha ido matizándose y han aparecido otras cosas, como las texturas; son realmente capas de pintura con pigmentos hechos por mí de una manera muy rudimentaria, y sobre eso voy trabajando el grafismo, el collage, las líneas… Hace 10-12 años, mis cuadros estaban llenos de líneas, pero eran muy viscerales, contundentes, expresionistas; con el tiempo se han ido limpiando.

Las fotos que introduces, ¿qué significado hemos de darles?

En mis obras, el collage es una parte totalmente plástica, no busco un concepto o significado, es algo más intuitivo, lo que me interesa de las fotos es que descontextualizan la pintura, la llevan a otro lenguaje… Las fotografías me sirven sobre todo para la composición. Sí, porque también ha ido tomando más importancia la composición, se ha ido ordenando, antes mi obra era más informalista. A menudo las cosas aparecen sin proponértelas.

¿Hay algo aquí de tu etapa zen?

El grafismo se mantiene. El trazo borrado se me emparenta mucho con la escritura, con la caligrafía china.

Se repite la cruz.

Los signos… El signo es para mí algo muy intuitivo, que capta la atención y sirve para fijar un dibujo, es como una especie de firma, ancla las manchas y los espacios. Lo veo como un elemento que ayuda a fijar algo, a compensar la mancha. A veces sí hay elementos que están hechos para equilibrar las masas de negro. La frontera entre escritura y dibujo me parece muy interesante.

Yo también puedo ver los cielos tormentosos del norte.

Eso es algo que te iba a comentar, que otra cosa que a mí me ha pasado, y yo la veo cada vez más, es que los cuadros se van convirtiendo cada vez más en paisaje… Este de aquí podría ser una especie de litoral.

Mar gris y cielo nuboso del Cantábrico.

Cada vez me he ido más para atrás y me siento cercano a ciertos paisajes del Romanticismo. Las obras en papel, las que he hecho para el libro, son procesos muy rápidos, obras en las que interviene mucho el azar, y eso entronca mucho con el zen. Eso de introducir el azar en la obra es muy budista. Dejar que las cosas fluyan, y sucedan… Y aprovechar el error en tu beneficio, algo que se usa incluso en las artes marciales.

Mientras no te castiguen por ello…, no te salga caro el error…

En mí ahora el azar es permanente, es muy protagonista.

«La vida a veces, simplemente,
parece
una sucesión de cosas
que tienen que
ocurrir.
No más que un montón
de asuntos
que quitarse de encima».

Una de las baladas de ‘Baladas para un autorretrato’, el nuevo disco de Diego Vasallo: ‘Cada vez’.

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Comentarios

  • jesus gamero

    Por jesus gamero, el 16 noviembre 2016

    muy buena entrevista rafa, lo bueno es que las palabras de diego tambien dan mucho que pensar… enhorabuena a los dos

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