Las golondrinas no pasarán por Lampedusa

Mientras ustedes leen esta columna millones de golondrinas habrán llegado o estarán a punto de llegar a África procedentes de Eurasia. Buscan lugares más cálidos donde pasar el invierno, en los que aún sea posible atrapar insectos al vuelo. En España, donde la población de golondrinas ha disminuido un cuarenta por ciento en poco más de una década, volveremos a verlas en primavera. Estos pájaros cantores, de pecho blanco y abrigo negro, el mentón y la garganta de un rojo tostado, apenas pesan veinte gramos y son habituales en nuestros campos y pueblos. Les encantan los edificios y granjas abandonadas para hacer sus nidos, los okupan.

A través de la Sociedad Española de Ornitología (SEO) me llega una historia asombrosa. En la primavera de 2012 miembros de esta organización marcaron veinte golondrinas en una colonia ubicada en el aparcamiento subterráneo de coches de la Universidad Autónoma de Madrid. Les colocaron unos geolocalizadores y gracias a ellos consiguieron seguir el rastro de de dos ejemplares. Y ahora, analizados los datos, han obtenido un resultado sorprendente. En treinta días estas dos golondrinas recorrieron tres mil quinientos kilómetros desde Madrid a la sabana sudanesa.

El biólogo de la SEO Jorge Fernández relata la aventura. “Las dos golondrinas abandonaron el campus universitario en la primera quincena de septiembre de 2012. Invirtieron unos cuarenta días en su viaje migratorio hasta la zona de invernada y migraron una media de setenta a cien kilómetros al día hasta que alcanzaron su área de invernada a mediados de octubre. La zona en la que invernaron fueron zonas de sabana y bosque tropical en África occidental en Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Malí. Una de las aves pasó todo el invierno en la misma zona y la otra estuvo en dos zonas separadas unos quinientos kilómetros. A mediados de febrero iniciaron el viaje de vuelta que realizaron por una ruta muy recta hasta el estrecho de Gibraltar con una velocidad mayor que en otoño y una media de cien a ciento cuarenta kilómetros al día. Volvieron al campus universitario madrileño a mediados de marzo. Las aves tardaron unos treinta días en completar su viaje de primavera. Cada golondrina tuvo que volar unos tres mil quinientos kilómetros de distancia en cada viaje migratorio”. Un viaje de ida y vuelta. ¿De qué país son estas golondrinas? Como ven no conocen fronteras.

Mientras ustedes leen esta columna, decenas de personas procedentes de África tratan de llegar a Europa en busca de una vida mejor. Nuestras retinas aún no han olvidado la reciente tragedia de Lampedusa. Venían de África y, como aves migratorias, querían llegar al norte de Europa. Pero ha sido el viaje definitivo, un viaje de ida, sin retorno. No creo en las fronteras, son muros arbitrarios que debemos derribar. Por desgracia, como en otros momentos funestos de su historia, el fantasma que recorre ahora Europa no es la promesa de un mundo mejor (libertad, desigualdad, fraternidad, que diría el poeta René Char), sino el fantasma del nacionalismo y la xenofobia, el regreso a la tribu, a las emociones primarias, el olvido de la razón y la expulsión de los bárbaros. Que todo cambie para que todo siga igual, nos enseñó Lampedusa (el escritor), en El Gatopardo.

En la isla de Lampedusa han muerto decenas de personas, niños entre ellos. No hay nada más terrible sobre la tierra que el sufrimiento de un niño, nos dijo Albert Camus. Para intentar comprender lo que ha sucedido les propongo a la lectura de dos libros: Graceland (Baile del Sol), de Chris Abani, y Si esto es un hombre, de Primo Levi. Ambientada en la Nigeria postcolonial, en Graceland Abani (que tuvo que exiliarse a los dieciséis años) nos cuenta con un lenguaje casi pictórico la historia, entre dura y conmovedora, de un adolescente imitador de Elvis que busca desesperadamente salir del gueto en el que vive, en la caótica Lagos.

¿Qué les puedo decir de Si esto es un hombre, el testimonio del escritor Primo Levi tras su paso por Auschwitz, que no se haya dicho ya? Sé que se abusa hasta el absurdo del Holocausto nazi, privándole de su significado. Sin embargo, no creo equivocarme ni exagerar si digo que para tratar de comprender el la tragedia de los inmigrantes asesinados por las leyes europeas, de las tragedias de las que ni siquiera tenemos constancia, es de obligatoria lectura este libro. Salvando las distancias y con todos los matices, los inmigrantes son ahora los diferentes, los culpables de nuestras desgracias, marcados por el color de su piel. “Lo que se puede aprender sobre el ser humano y sobre la Historia de Europa en el siglo XX en los tres volúmenes de la gran trilogía memorial de Primo Levi es terrible y también aleccionador, y honradamente no creo que sea posible tener una conciencia política cabal sin haberlos leído, ni una idea sobre la literatura que no incluya el ejemplo de esa manera de escribir”. Si esta cita de Antonio Muñoz Molina que leo en la contracubierta de mi vieja edición de Si esto es un hombre (El Aleph) no les anima a abrir el libro, no les convence, les dejo con las palabras con las que el propio Levi abre este estremecedor relato:

SI ESTO ES UN HOMBRE

Los que vivís seguros

En vuestras casas caldeadas

Los que os encontráis, al volver por la tarde,

La comida caliente y los rostros amigos:

Considerad si es un hombre

Quien trabaja en el fango

Quien no conoce la paz

Quien lucha por la mitad de un panecillo

Quien muere por un sí o por un no.

Considerad si es una mujer

Quien no tiene cabellos ni nombre

Ni fuerzas para recordarlo

Vacía la mirada y frío el regazo

Como una rana invernal

Pensad que esto ha sucedido:

Os recomiendo estas palabras.

Grabadlas en vuestros corazones

Al estar en casa, al ir por la calle,

Al acostaros, al levantaros;

Repetidlas a vuestros hijos.

O que vuestra casa se derrumbe,

La enfermedad os imposibilite,

Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

(Traducción Pilar Gómez Bedate)

Estoy seguro de que este año las golondrinas, avergonzadas, han excluido de su recorrido a Lampedusa, macabro retrato de lo que es hoy Europa.

Foto: MIGUEL ÁNGEL GARCÍA

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