Laura Huerga, la editora que lanza ‘rayos verdes’

Huerga

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Laura Huerga editora de Rayo Verde.

A punto de cumplir un lustro, Rayo Verde es una editorial que ha conseguido destacar por su carácter irreverente, por su continua apuesta por la más alta literatura, huyendo de modas, tópicos y tendencias. Con Laura Huerga al frente, Rayo Verde mezcla en su catálogo autores de distintas geografías, autores que Huerga descubre para lectores exigentes y ansiosos de conocer nuevas voces. Hemos hablado con ella.

Nombres nuevos, pero avalados en sus países de origen, autores noveles y obras de difícil clasificación configuran un catálogo en el que es difícil no encontrar un Rayo Verde (www.rayoverde.es) que deslumbre.

Empiezo, como siempre, pidiéndote cómo definirías la editorial Rayo Verde.

Nosotros lo que intentamos es no ofrecer una literatura de un lugar geográfico concreto ni tampoco de un tiempo determinado, aunque sí es cierto que en el catálogo predomina la literatura contemporánea; lo que queremos es ofrecer obras que sean singulares. No pretendo ofrecer el mismo producto rebotado y refrito una y otra vez, sino que quiero sorprender al lector con cada nuevo libro; quiero que cada libro sea capaz de sorprender a los lectores, ya sea por su estilo o el lenguaje ya sea por la trama o las ideas que contenga. Así se define Rayo Verde y así se resume mi proyecto; yo a lo que aspiro como editora es, en definitiva, a crear un catálogo de buena literatura y exigente con el lector, a quien, evidentemente, puede no gustarle un determinado libro, pero quiero que el lector nunca pueda reprocharnos que en los libros que ofrecemos no hay calidad literaria.

Es decir, buscas ofrecer libros tan singulares como sorprendentes como un rayo verde, fenómeno atmosférico que da nombre a la editorial.

Efectivamente. Rayo Verde es un nombre con mucho romanticismo asociado: el rayo verde es un tipo de rayo que suele verse, muy pocas veces, durante los atardeceres en superficies muy horizontales, como el mar por ejemplo. La gracia reside en que cuando uno ve un rayo verde no lo olvida y nosotros queremos que los libros sean un rayo verde, queremos que el lector pueda viajar a través de los diferentes libros del catálogo, que pueda disfrutar con todos ellos, pero que, sobre todo, entre todos ellos de repente encuentre un rayo verde, es decir, un libro que no pueda olvidar. Queremos ofrecer libros que queden en el recuerdo del lector, ese tipo de libros que todos nosotros tenemos en la memoria como referencias ineludibles.

Hablas de un lector exigente, un lector que, como afirmaba Vila-Matas hace poco tiempo en Guadalajara, se arrincona en tanto que se promueve una literatura fácil de consumir. Lo exigente y lo complejo parecen ser desterrados.

Desgraciadamente es así. Tú eres alguien que ha denunciado varias veces este tema que, al menos, para mí es muy importante. Es un tema que, además, he comentado con distintos editores con los que colaboro, puesto que la intención de muchos de nosotros es abrir un espacio para libros más exigentes, libros que fomenten y favorezcan el pensamiento crítico. De lo que se trata es de conformar un público lector exigente, un público que, sin embargo, ahora mismo está rodeado de libros muy comerciales y de lectura cada vez más fácil. Lo que hay que decir es que no hay mejor entretenimiento y no hay mejor manera de desconectar que un buen libro que, además, no sólo te permite desconectar de tu día a día, sino que te conecta con muchas otras cosas.

Resulta difícil pensar que el lector de por sí se ha vuelto menos exigente, ¿le hemos acostumbrado a cosas demasiado fáciles, hay una mezcla de factores que explican el auge por libros sencillos y el destierro de la complejidad?

Creo que debemos hablar de mezcla de factores, donde la enseñanza juega un papel determinante. Aquí somos muy poco permisivos con los más jóvenes, todavía hay quienes creen que los más jóvenes no pueden leer según qué libros. En Holanda, la novela de Bakker Los perales tienen la flor blanca se lee con 10 años, pero aquí, ¿qué leen los niños con 10 años? Si nuestros adolescentes leyeran una novela como la de Bakker, conectarían con realidades y temas a los que difícilmente llegarían a través de la televisión o los videojuegos. Dar buenas lecturas a los jóvenes es abrirles mundos. Y, en este sentido, creo que nuestra enseñanza es muy poco exigente, creo que uno de los problemas históricos que tenemos es la falta de colaboración entre enseñanza y cultura.

En el momento de conformar el catálogo, ¿qué imagen de lector tienes en la cabeza? ¿El lector exigente es como tú?

Yo no pienso en absoluto en un lector como yo; un lector exigente puede ser cualquier persona. A veces, desde ciertos lugares, se tiene la convicción de que el lector es una figura muy concreta que disfruta casi únicamente de la lectura, alguien que no ve Star Wars y que no se engancha a Juego de Tronos. Esta es una idea completamente falsa: el lector es alguien que va a la première de Star Wars y luego, en casa, lee una novela de Juan José Saer y disfruta de ambas cosas. Pensar que quien lee a Saer no ve series o no se divierte con determinadas películas es un error. Los gustos son diferentes y plurales y la cultura es picotear de muchos ámbitos y enriquecerse con cosas que te estimulan; además, hay muchos tipos de estímulos, de mera distracción o de tipo más intelectual. ¿Acaso alguien que ama la ópera no puede luego divertirse con Mafalda?

Sin embargo, está esa percepción de que hay una gran distancia entre la denominada alta cultura y la cultura de masas.

Es esencial erradicar el concepto de culturas porque, si bien es cierto que hay esta idea de que hay una serie de productos culturales que no se tocan entre ellos como tampoco se tocan sus consumidores, es una idea absolutamente falsa. Es falsa porque hablas con cualquier buen lector y te dirá que la semana anterior disfrutó de una película absolutamente insustancial, que ahora se está leyendo a un autor como Saer y que hace un mes fue a ver una ópera que, seguramente, yo no aguantaría. Yo creo que todo se mezcla y creo que nosotros, como editores, deberíamos transmitir este mensaje y no recalcar esta idea de que las denominadas alta y baja cultura son mundos paralelos. Nosotros, quienes nos dedicamos al mundo de los libros, deberíamos ser los primeros en no ser esnobs respecto a la literatura y transmitir la convicción de que la buena literatura es para todos.

Pero entonces, ¿no sería también necesario decir que no todo es literatura y no vender cualquier libro como literatura?

Sí, efectivamente, este es un discurso que yo hago muchas veces y que complementa el anterior. Sin embargo, también hay que ver desde dónde se promueven determinados discursos, es decir, creo que es importante que el gremio de editores promueva la idea de que la buena literatura es para todos, al mismo tiempo que soy consciente de que instancias institucionales, como el gremio de editores, no pueden distinguir entre producto comercial y literatura. Y no lo puede hacer porque en el gremio estamos todos y todo vale en el sentido de que no creo que lo comercial no deba existir; el problema es que de unos a esta parte la invasión por parte de estos productos está siendo tan grande y se está buscando la rentabilización comercial hasta tal extremo que todo lo otro desaparece. No es una novedad que a los escritores literarios se les trata peor y que muchos de los proyectos realizados por las editoriales independientes son proyectos que habían sido anteriormente descartados por los grandes sellos.

Por tanto, ¿cuál sería el camino a seguir?

La pelota, por lo tanto, está en nuestro tejado y creo que lo que hay que transmitir a los lectores es un mensaje positivo. No se trata de condenar continuamente determinados productos diciendo que son una mierda, pues son productos que tienen su público y que, a lo mejor, consiguen que gente que no leería, lea. Además, la lectura como ocio y como placer tiene muchos niveles; yo, desde Rayo Verde, ofrezco una lectura con un determinado nivel y, a lo mejor, es sólo para unos cuantos lectores. Ahora, no pretendo que mis obras sean elitistas: sé que tienen un público concreto, pero no son elitistas en tanto que son obras que cualquiera puede disfrutar. Y es este, creo yo, el mensaje que hay dar: animar al lector a probar otro tipo de libros, otro tipo de literatura; convencerle de que hay otro tipo de libros que le pueden apasionar e interesar. En este sentido, la enseñanza juega un papel importantísimo porque lo que no se puede hacer desde la enseñanza es menospreciar el nivel lector. Hay niños a los que no les gusta leer porque lo que se les da es demasiado fácil o no les resulta interesante y tampoco les estimula. La literatura es un estímulo, debe ser un estímulo.

Hablando de lectores, Rayo Verde, con el sello Raig Verd, publica también en catalán. ¿Qué diferencias ves entre el mercado en castellano y el catalán y, sobre todo, ves diferencia de públicos lectores?

Son públicos completamente diferentes. Para empezar, en el mercado en catalán funcionan el libro de texto, la narrativa e infantil. De hecho, cuando comencé a preparar la edición de Temps de segona mà. La fi de l’home roig, de Svetlana Aleksiévitx, me decían que estaba loca, ¿cómo publicar algo así en catalán? Por suerte ha ganado el Nobel porque, es cierto, de no ser así me iba a comer el libro. Esto da una muestra clara de lo que es el mercado catalán, donde funcionan sólo tres tipos de texto. El mercado español es más amplio y el ensayismo como los libros de divulgación –desde libros de comida a libros de política- funcionan perfectamente. Aparte de esto, los dos mercados son diferentes también en otros aspectos: hay menos editoriales en catalán, con lo cual hay menos competencia, aunque también el número de lectores es menor y, además, se trata de lectores que también leen en castellano. De hecho, por lo general, si un libro se publica antes en castellano que en catalán, la gente lo leerá en castellano y esto ha provocado que muchos libros se han dejado de publicar en catalán porque ya se había publicado en castellano.

En Rayo Verde apostáis por autores que no han sido traducidos antes al castellano, esto implica una dificultad añadida, pues requiere acercar al lector autores completamente desconocidos para él. El lector llega virgen a estos autores y sus novelas.

Sí, pero no sólo el lector, también el periodista y el librero. Y lo que debo conseguir es que esta gente apueste por mis libros, decida ocupar parte de su tiempo en un autor completamente desconocido aquí que, a pesar de haber sido reconocido en su país, no tiene a priori mercado aquí. Nos llega muy poca literatura polaca y poquísima literatura neerlandesa, una literatura que paradójicamente es más traducida en el mercado inglés, un mercado al que le cuesta muchísimo introducir traducciones. En Rayo Verde tratamos de abrir el mercado a otras literaturas más allá de la anglosajona, aunque evidentemente publicamos autores de lengua inglesa, como por ejemplo B. S. Johnson, porque si me enamoro de determinadas obras me enamoro y quiero publicarlas. Sin embargo, por lo general el proyecto es el de apostar por autores completamente desconocidos y ver cómo con el tiempo van adquiriendo un reconocimiento cada vez mayor. Este tipo de apuestas es lo que me hace sentir, como editora, extremadamente orgullosa.

¿Cómo llegas a conocer estas obras, qué caminos utilizas para adentrarte en estas literaturas?

Principalmente por la participación en ferias -Guadalajara, Frankfurt, Londres- y por recomendaciones. Además, leo, aparte del castellano y del catalán, inglés, francés, italiano y portugués… Son seis idiomas y, normalmente, si un libro no está traducido en una lengua lo está en otra. En el caso de que no haya traducciones y yo no pueda acceder a determinadas lenguas, tengo traductores que me aconsejan; se trata de traductores con los que suelo trabajar, gente que conoce muy bien mi editorial y sabe lo que publicamos. En casos así, les pido un informe de lectura y ellos, los traductores, ya saben lo que deben destacar, saben que obras de tipo machista no me gustan, saben que no busco productos comerciales y que busco libros que ofrezcan al lector una recompensa a nivel literario. Lo verdaderamente difícil, más que llegar a las obras, es introducirlas en el mercado, hacer que despierten el interés de la prensa y de los lectores.

En Rayo Verde habéis publicado tres obras de Juan José Saer. ¿El hecho de ser un autor conocido en el ámbito hispánico hizo más fácil llegar al público y a los lectores?

No te creas. Ayudó en cuanto a prestigio, es decir: los libreros y la prensa que ya conocían a Saer, autor que no muchos conocían aquí, vieron de inmediato cuál era nuestro proyecto y apostaron tanto por Saer como por la editorial. Esto favoreció para situar en el mapa editorial a Rayo Verde, a despertar el interés por nuestro catálogo. Sin embargo, a nivel de ventas no ha destacado por encima de los demás libros; ciertamente no ha ido del todo mal, El entenado ya va por la segunda edición, y yo sigo apostando por Saer porque creo que, antes o después, hará click. Para nosotros Saer ha sido, sobre todo, una tarjeta de presentación, que no es poco, todo lo contrario.

Hacerse un espacio y convertirse en un sello reconocible y de confianza es, supongo, el primer reto de toda editorial, sobre todo en sus primeros años.

Es esencial y es un trabajo que se debe hacer a partir de la colaboración con la prensa y los libreros, sobre todo con estos últimos, que son quienes pueden comunicar el reconocimiento de tu sello a los lectores. Si ellos y, en general, si todo el mundo de la comunicación vinculada al libro te reconocen, será más fácil que el lector llegue a ti y te reconozca como sello y confíe en el catálogo.

E, imagino, que es precisamente a partir de esta confianza del lector que uno intenta introducir autores noveles, como es el caso de Álvaro del Olmo, uno de los pocos autores españoles del catálogo.

El primer autor novel español que publicamos fue Victor Sabaté con una novelita sin riesgo alguno por lo que se refiere a gastos de impresión. Le pagué, evidentemente, adelanto de derechos por mucho que fuera un autor novel, cosa que algunos me criticarán pues hay quienes piensan que si el joven escritor está loco por publicar ya es mucho con publicarle y no hace falta pagarle. Por el contrario, yo creo que es necesario reconocer el trabajo realizado, por muy novel que sea. Publicar a Sabaté y después a Álvaro del Olmo responde al hecho de que quiero reivindicar lo que otros no reivindican; por esto me puse como obsesiva tarea ir buscando al menos un manuscrito español al año. La cantidad ingente de trabajo que supone es inexplicable, porque para publicar un libro de la calidad del de Álvaro se tiene que descartar mucho.

Son varios los editores que me han comentado la dificultad de encontrar buenos manuscritos de autores españoles noveles.

Es muy difícil y creo que uno de los problemas es la invasión. Hoy todo el mundo escribe y, a esto se suma que, muchos escritores no aciertan en escoger las editoriales en el momento de enviar el manuscrito. Yo, en cambio, recibo absolutamente de todo, recibo poesía cuando no publico poesía, recibo teatro y tampoco publico teatro. Es una invasión constante de manuscritos que me genera trabajo; si hubiera una consciencia de que el hecho de enviar a cualquier editorial el manuscrito y no focalizar mejor a quién debe enviarse significa perjudicar a todo el mundo, sería más fácil para nosotros el trabajo. A esto, como te decía, se añade que hoy escribe muchísima gente y una cosa es escribir en sentido gráfico y otra cosa es escribir, saber escribir. Sin embargo, más allá de estos inconvenientes, si bien es difícil encontrar buenos manuscritos, la recompensa cuando encuentras a un Victor Sabaté o un Álvaro del Olmo es enorme.

¿Y cómo es la recepción de estos autores a nivel de público lector? Se suele decir que nada hay más complicado que introducir en el mercado un autor español novel.

En lo que se refiere a tener reconocimiento de prensa es muy complicado, porque cómo le dices a un periodista que se lea 450 páginas de un autor al que no ha publicado nadie antes. Y este no es sólo el caso de Álvaro del Olmo porque, por lo general, es más fácil introducir en el mercado a un autor extranjero que a un autor español novel.

¿Somos los lectores más receptivos ante lo extranjero?

Más que ante lo extranjero, ante lo que tiene una credibilidad detrás, premios y reconocimientos. Si, además, es norteamericano, aún mejor, se suele pensar que por ser norteamericano ya es genial. Tenemos un concepto de las cosas muy determinado por lo que creemos que es bueno y lo que es malo, de ahí que ante la idea de leer a un autor novel español tenemos muchos prejuicios, que no sé exactamente de dónde salen y que nos llevan a rechazar a priori la obra. Lo que yo no entiendo es que suceda esto cuando, al mismo tiempo, hay un gran mercado de autoedición. ¿Por qué los lectores de obras autoeditadas luego no van a leer a autores noveles publicados por editoriales?

¿Por una cuestión económica?

No creo que sea este el tema, más bien creo que hay unos intereses cruzados: léeme tú a mí que yo te leo a ti. Es una gran bola, yo te compro, tú me compras, tú hablas de mi libro y yo hablo del tuyo…. Al fin y al cabo, la autoedición es autobombo. Y, en cambio, mis autores no tienen la capacidad de autopromoción.

Retomando lo que decías antes, ¿la literatura anglosajona es la literatura con mejor aceptación entre los lectores? ¿Ante un autor desconocido norteamericano y uno del Este de Europa, se impone el norteamericano?

Efectivamente. Si un libro se publica en Estados Unidos ya es interesante, si un libro vende 500.000 copias entonces es bueno. ¡Cuidado! ¿El hecho de vender significa que sea bueno?

Volvemos al tema de antes de la calidad y la necesaria reivindicación.

Sí, pero la prensa compra este discurso o, por lo menos, se hace eco. Si un libro vende mucho sale en todos los medios. Si se le da tanta visibilidad a algo que ya de por sí vende mucho, se va a vender todavía más y se termina haciendo promoción de libros que no lo necesitan. En el fondo, es el pez que se muerde la cola. Independientemente de que se hable mal o bien del libro, hablar de un libro que ya conoce todo el mundo es una forma de promoción y, sobre todo, es una forma de promocionar aquello que no necesita promoción. Además, ¿dónde queda la prescripción en todo esto?

El martes 26 de enero, Raig Verde y Nativa Indigestió presentan el libro ‘Cultura en tensió’, en Llibreria Calders, passatge Pere Calders, 9. Barcelona

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