Londres sí que es la ciudad de la luz

NOS VAMOS A LONDRES… Y ENTRAMOS EN ‘EL ARTE DE LA LUZ’, UNA SORPRENDENTE EXPOSICIÓN DE GRANDES ARTISTAS COMO JAMES TURRELL, DAN FLAVIN Y OLAFUR ELIASSON, HECHA DE LO INMATERIAL, DE LA ENERGÍA QUE LATE A MENUDO BAJO LO GRIS.

BARBARA CELIS, Londres (Texto, fotos y vídeos)

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Es difícil encontrarle poesía al brutalismo. Este estilo arquitectónico, que hizo de la crudeza del hormigón su sello de identidad en la Gran Bretaña de los cincuenta a los setenta y que también se propagó por América Latina, dejó en Londres múltiples ejemplos inspirados en las ideas de Le Corbusier y Mies van der Rohe. El gris demoledor de edificios de presencia descarnada como el que cobija el Southbank Centre, a orillas del Támesis, hasta ahora sólo ofrecía sosiego de noche, cuando múltiples colores inequívocamente siglo XXI iluminan sus fachadas de geometrías dispares y su silueta se funde suave con las texturas que crea la luz y sus reflejos sobre el río.

Pero un comisario brillante, Cliff Lauson, que convive con las tripas agrestes y los techos descarnados del Southbank Centre como responsable de la Hayward Gallery desde hace más de tres años, entendió el potencial que ese espacio podía tener para acoger un tipo de arte para el que es realmente difícil encontrar el contexto arquitectónico apropiado. El arte de la luz, o el arte de lo inmaterial, como lo llaman algunos críticos, no se relaciona bien con el público en cualquier espacio. Pero en la Hayward Gallery, la exposición Light Show, inaugurada el jueves y abierta hasta el 28 de abril, ha encontrado un templo único en el que 25 artistas han conseguido que sus trabajos, todos dependientes del poder que ejerce la luz sobre el ojo humano, brillen y se fundan con el espacio que los acoge.

Se trata de una exposición histórica, en la que artistas de varias generaciones se encuentran y dialogan con su entorno a través de instalaciones y esculturas de luz que en muchos casos obligan a la interacción. A veces esa interacción se produce de forma pasiva, recibiendo sus estímulos al sumergirte en una habitación donde los verdes, los rojos y los azules estallan en tus ojos mientras la recorres, como en el caso de Chromosaturación (1965-2013), del histórico venezolano Carlos Cruz-Diez, de 89 años. Otras veces el juego de luces y sombras se combina con el movimiento provocado por aparatos que dialogan entre sí, como en Slow Arc Inside a Cube IV (2009) del  británico Conrad Shawcross, donde las sombras sobre una pared blanca creadas por una jaula en cuyo interior hay una luz que se mueve, hacen perder al espectador toda noción de equilibrio. La idea, según su autor, es cuestionar la realidad visible “ya que es solo una parte de la realidad total”.

La mejor explicación para entender esta obra es verla:

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Slow arc inside a cube iv from BARBARA CELIS on Vimeo.

Imposible que en una muestra dedicada a quienes han convertido la luz en arte no estuviera un maestro como James Turrell, a quien el Guggenheim de Nueva York le dedicará una retrospectiva en verano. El veterano estadounidense ha escogido reproducir una obra de 1974, Wedgework V, donde la oscuridad total a la que obliga la entrada al interior de esta instalación va dejando paso a un extraño amanecer de rojos y naranjas sutiles que van cambiando a medida que el ojo se va adaptando a su entorno.

El poder del espacio que acoge la muestra se deja sentir  sobre la escalera de neones hacia ninguna parte de Brigitte Kowanz, titulada Steps (1990-2013) o en la sala en la que reposan esas columnas de luz de título imposible “S=U=P=E=R=S=T=R=U=C=T=U=R=E  (trace me back to some loud, shallow, schill, underlying motive’s overspill)” (2010) del conceptual británico Cerith Wyn Evans, que juegan a encenderse y apagarse entre sí, iluminando de forma cambiante el espacio principal. Esos cambios de luz conviven con los que provoca el Cylinder II (2010) de Leo Villarreal, creado con luces LED que se mueven a través de delgadísimas láminas de acero y cuyo movimiento te puede llegar a hipnotizar, sobre todo si se miran desde la escalera que lleva al segundo piso de la muestra.

Allí, en una esquina en absoluto exhibicionista, reposa lo que aparentemente podría ser una cabina de teléfonos, o un ascensor. En realidad es la obra Reality Show (2010), del chileno Iván Navarro, construida utilizando vidrios espía como los de las salas de interrogatorios policiales, que sólo permiten ver hacia un lado. Es una instalación muy inquietante en la que al entrar uno no puede ver su propio reflejo ni por arriba ni por abajo, pero sí un juego de espejos y luces con dos trayectos infinitos. En las puertas laterales sí te ves reflejado, pero eso impide que veas lo que hay en el exterior, exactamente como si estuvieras siendo interrogado por la CIA. En su caso, siendo chileno, Navarro pensaba más bien en episodios de la dictadura de Pinochet, “en los conflictos con el poder y con la autoridad y en el caso de esta obra en esa idea de la simulación de la realidad que a menudo se encuentra en ese ámbito, pero también en este mundo actual de cámaras de vigilancia o reality shows televisivos donde alguien te observa de forma perpetua”. Él mismo se lo explicó a El Asombrario & Co., y posó en el interior de su obra, una de las tres que presenta en la muestra.

Iván Navarro

La exposición está llena de sorpresas, de ficciones que parecen lo que no son y que el espectador tiene que aprender a mirar para ver, como en Commuters (2011) de Jim Campbell, que pertenece a una serie llamada ‘Explosión de miradas’. Aparentemente son unas luces mínimas que cuelgan juntas y que se encienden y apagan aleatoriamente. La realidad es otra: se trata de las siluetas de pasajeros que caminan en una estación y construyen con su movimiento casi una escultura en tres dimensiones.

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Commuters from BARBARA CELIS on Vimeo.

Los juegos cinematográficos de otro veterano, Anthony McCall, que juega con la luz desde la perspectiva de un cineasta, los neones pioneros de Dan Flavin o los juegos de agua y luz de Olafur Eliasson, que aquí además pueden tocarse, son también parte de una exposición que quizás pueda interpretarse también como metáfora del propio Londres, o así lo he vivido yo, como nueva residente de esta urbe: afuera, en la superficie, el gris aplastante y claustrofóbico; por dentro la sutileza y los contrastes lumínicos que encienden la vida de esta ciudad. En el caso de esta exposición, la luz sirve casi de alimento para el espíritu. Peligro: el efecto de esta muestra sobre la psique humana pone de buen humor.

[vimeo http://www.vimeo.com/58660280 w=490&h=282]

Light Show from BARBARA CELIS on Vimeo.

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