Luis Bermejo, el actor fetiche de los directores fetiche

El actor Luis Bermejo en 'Magical Girl'.

El actor Luis Bermejo en ‘Magical Girl’.

Luis Bermejo (El señor, Gente en sitios, de Juan Cavestany, Magical girl, Carlos Vermut, 2014), lleva varios lustros siendo actor fetiche de nuestros directores fetiche y de los espectadores que lo buscamos sin descanso. Quizás por eso ver a Luis Bermejo en persona sea recordar de inmediato a otro grande, Gene Hackman, y reconocer esa misma plasticidad física y complejidad moral que es patrimonio de los míticos, comprobar que dispone de un rostro que crees que no vas a olvidar nunca pero que cuando vuelves a ver ya es otro, y aun así es el mismo, el de un profesional que pronto pasará de actor indie a indispensable en nuestras pantallas, el Magical boy del cine español.

POR ESTHER GARCÍA LLOVET

Tu formación es de clown. ¿Te encuentras más cómodo actuando en comedia o en un papel dramático?

Yo me formé como clown con Hernán Gené, y creo que todos los personajes deberían abordarse desde lo que yo concibo como técnica o estilo de clown, esa forma de implicarse y mostrarse en plena perplejidad y zozobra, porque creo que el arma más descomunal para un actor es la intuición. Entregarse desde el plano del ridículo, quedar despojado, limpio, y expuesto, como el clown. Implicarse emocionalmente. El estilo del clown ayuda al actor a saltar, a encarnar de forma más evidente, siempre con espíritu de juego, aunque es también más jodido porque tienes que estar todo el tiempo en presente. Mi deseo es siempre que mis personajes tengan una tara o secuela interior, trabajar desde el dolor también, transitar ese dolor. El clown asume el absurdo y se libera en él. En El señor la posibilidad de alcanzar esto fue completa.

¿Tu acercamiento al personaje es desde el texto o desde la dirección externa?

El teatro es palabra en acción, querer modificar al otro con la fuerza de la palabra, algo que comprendí al trabajar en La Abadía. Esto se plantea desde el texto, pero un texto hay que desentrañarlo y habitarlo con el cuerpo; la implicación con el personaje tiene siempre que ser lo más intuitiva y honesta posible, que desborde vida. Inten­to siempre no alejarme de la situación que ocurre en el momento, estar siempre ahí, que haya peligro, como en ocasiones comento con Juan (Cavestany), en el sentido de estar alerta, querer saber qué está pasando ahí, con la intención de que el espectador se pregunté también qué está pasando, sienta ese mismo desasosiego. Jugarse la vida, como hago en El minuto del payaso, un monólogo con el que ahora estoy de gira. Recuerdo ahora un poe­ma de Eloy Sánchez Rosillo: “Antes de que sucedan ya se han ido las cosas que se hacían esperar, solo el sueño consigue anticiparlas y que en ti permanezcan, suéñalas”. Tenemos que seguir soñando las cosas. Yo quiero seguir soñando y jugando.

¿Qué le pedirías a un texto ideal como personaje?

Además de los evidentes textos cumbre de la litera­tura dramática como el bufón del Rey Lear, el mismo Lear o Hamlet, o El avaro, que son personajes que te complementan como intérprete y como ser humano, aho­ra me gustaría un personaje que buscara y caminara hacia la alegría. Mostrar que tengo este nudo en el estómago y estoy en un entorno hostil y querría estar lejos de aquí, donde hay sol, y cosas maravillosas que siempre están en otro lugar. Un texto que fuera una llamada a conquistar la felicidad, algo que no es tan difícil, lo complicamos nosotros. Estar aquí, eso es la felicidad. Ahora creo que me permito hablar de mí y expresar al menos por qué tengo esos frenos y esos miedos, pero ¿cómo hago para vivir la plenitud? Yo querría un texto que me ofreciera esas claves. Estar más aquí, algo que a veces consigo haciendo deporte, dibujando, olvidándome de mí mismo. A veces tengo accesos de tristeza y melancolía a la que también tengo que dar permiso. Un texto que hable sobre la bondad, sobre cómo ser mejor persona, sobre cómo no hacer daño y reconocer los accesos de melancolía y dejar ser al otro. Reconocer esto nos hace ser más libres. Esto se pone muy a prueba en el universo de la familia. Es difícil, pero sigamos. Hay un texto de Emmanuel Carrère, De vidas ajenas, en el que habla de cómo nos definen las situaciones límite, cómo rescatan o no nuestra bondad. Rescatemos el acto bondadoso y ofrezcámoslo y reconozcámoslo en el otro. Vamos a hacer soñar al otro. Yo querría un texto así.

Bermejo durante el rodaje de 'Magical Girl'

Bermejo durante el rodaje de ‘Magical Girl’

De todos tus personajes, ¿cuál dirías que se parece más a ti?

Me siento muy identificado con un aspecto de El Señor su mirada me libera. Su parte anímica y expresiva me permite estar fuera y dentro de mí, descubrir el absurdo de la ciudad y el ciudadano. Pero todos los personajes encierran algo así; el de Magical girl tiene un momento en que el personaje pretende asaltar una joyería con una piedra, se derrumba de puro estado de shock, se le des­ploma del alma. El guión de Carlos Vermut va también de esto, de por qué nos cuesta ser buenos, pero no lo hace de forma evidente ni explícita; saca tipos descaradamente normales que no muestran su desesperación.

Háblanos de tus próximos proyectos.

Un efecto óptico de Juan Cavestany, que rodaremos en otoño o primavera y transcurre parte en Nueva York. El Rey de Alberto San Juan estará próximamente en el Teatro del Barrio y El minuto del payaso de José Ramón Fernández estará en septiembre, en el Teatro Español. También estoy deseando volver a hacer algo más de El señor con Juan (Cavestany).

Luis Bermejo (Madrid, 1969) es actor. Obtuvo una nominación al Goya de Mejor actor revelación por Una palabra tuya en 2008 y otra en 2014 al de Mejor interpretación masculina protagonista por Magical Girl.

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Comentarios

  • Gonzalo Franco Revilla

    Por Gonzalo Franco Revilla, el 11 julio 2015

    Vi el verano pasado a Luis Bermejo en FETCAL, un festival de teatro que todos los años se organiza en un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid (Urones de Castroponce), con la obra «El minuto del payaso». Hacía mucho tiempo que no me transmitía tanto un actor sobre el escenario, en un monólogo con un ejercicio de expresión y talento.

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