Malasaña vuelve a marcar el ritmo de Madrid con fórmulas artísticas híbridas

El artista Abel Azcona

El artista Abel Azcona

El artista Abel Azcona

Recorremos un icono de Madrid, Malasaña, en busca de las propuestas artísticas más rompedoras del barrio. Segunda entrega de esta serie sobre galerías distintas, jóvenes, emergentes; tras la primera ruta, dedicada en octubre a la calle Doctor Fourquet, en la trasera del Museo Nacional Reina Sofía.

Malasaña marcó el paso de la noche madrileña en los años ochenta. Luego entró en cierta crisis, atravesó una década oscura, sin aportar nada interesante nuevo. Y desde hace unos años ha vuelto a marcar el ritmo, pero ahora el ritmo diurno. Con cafés de cupcakes, tiendas de tocados, bisutería y complementos de chica, con tiendas de ropa. Es verdad que las propuestas artísticas puras siguen sin consolidarse, pero hay originales fórmulas híbridas, muy malasañeras, que merecen atención. Una de ellas nos la encontramos justo al principio, si accedemos al barrio desde la multitudinaria calle de Fuencarral por la travesía de Colón: en el número 15 está La Eriza, taller de encuadernación que, gracias al buen criterio de su responsable, Óscar Sánchez, que estudió Bellas Artes, lleva muchos años con una buena programación de trabajos que cuentan con el papel como uno de los elementos protagonistas; así, ahora encontramos en sus empapeladas paredes los collages de una artista de interesante trayectoria, Ángela Cuadra (hasta el 13 de diciembre).

Giramos a la izquierda por la calle Barco, y nos encontramos con otro local recomendable de esa fórmula mixta: Monkey Garden (número 38), animada tienda de ropa que en sus paredes cuelga trabajos de street art; hasta Navidad puede verse una extensa muestra de las obras de los hermanos Bertone, una especie de retrospectiva de los diez años que llevan en Madrid estos argentinos. Y una más en este megamix: Kikekeller (Corredera Baja de San Pablo, 17), precioso espacio con propuestas de interiorismo y mobiliario, que ha expuesto a artistas como Frédérique Bangerter y Pablo Iglesias, aunque cada vez es más fashion/hipster bar de copas y menos galería.

Como galerías de arte, debemos hacer dos paradas en la calle Valverde: Espacio Valverde (número 30), que arrancó hace ocho años, es referencia obligada para los artistas emergentes en la zona. Dirigida por Asela y Jacobo, ahora están exponiendo los paisajes oníricos, la mágica figuración de Brigitte Szenczi y Antonio Mañas. Sus principales apuestas para los próximos meses son los artistas Luis Vassallo (a partir del 18 de diciembre) y Elena Alonso, un nombre ya consolidado entre los jóvenes, nombre familiar ya en el espacio. Y Factoría de Arte y Desarrollo (número 23), que ha trabajado últimamente con artistas como Flanko, Javier al Cuadrado, Diego de los Reyes y Guillermo Martín Bermejo. José Antonio Mondragón, su director, nos cuenta el concepto amplio del espacio: «El proyecto Factoría de Arte y Desarrollo arranca en el año 2009 para la difusión de productos y servicios relacionados con el arte y la cultura de una manera amplia. En ese campo, desarrollamos proyectos de toda índole, desde exposiciones y actividades culturales, a producción teatral, formación y asesoría estratégica». Su próxima propuesta será otra impactante performance de Abel Azcona, Black Hole: Del 14 al 21 de diciembre, tras cuatro encierros previos, el artista se confinará en las dependencias de Factoría de Arte y Desarrollo, sin luz, y en un espacio completamente vacío. Esta será la primera ocasión en la que Abel compartirá el espacio con otras personas, en un intento de trabajar en vínculo y la soledad. Desconocedor de quiénes serán sus huéspedes, recibirá cada 24 horas la visita de un nuevo individuo, con las características más variopintas. Mondragón la define como «una obra desafiante, que precederá a los tres últimos encuentros (Houston, San Francisco y Berlín) con el que el artista viene haciendo un exhaustivo estudio de introspección sobre los límites del ser humano».

Una recomendación más en la calle Valverde, en el número 37, el Taller de Grabado José Rincón, un espacio de trabajo concienzudo que organiza exposiciones en su línea. Y otra muy especial en la calle Madera, en el número 23: la galería Sabrina Amrani, la única en Madrid especializada en la región Menasa (Middle East, North Africa, South Asia) y que volverá en enero con nueva exposición.

Pez ha perdido cierto lustre en los últimos tiempos, aunque en esa calle sigue estando una de las tiendas más bonitas del barrio, el taller de tocados La Pezzera (número 31). A cambio, el brillo se lo ha llevado otra de las venas principales de Malasaña, la calle del Espíritu Santo. Ahí, en el número 19, justo es reconocer el trabajo que realiza el periodista cultural y comisario Guillermo Espinosa en el proyecto Frágil, que ocupa el escaparate de la Tetería de la Abuela, puerta con puerta, pared con pared con el centro cultural Hare Krishna; son obras realizadas específicamente para este microespacio; ahora nos encontramos con la visión pop de Francesc Ruiz.

La crisis también ha hecho las suyas en el ambiente artístico malasañero. Y sí, se echan de menos espacios que aportaban frescura y alternativas en la calle de la Palma, que se convirtió hace un lustro en un hervidero de iniciativas, pero que han cerrado en los últimos años; lugares como La Pieza y Espacio Menos Uno.

A cambio -menos alternativas, menos indies-, tiendecitas coquetas como Nest (plaza de San Ildefonso, 3), La Antigua (Corredera Baja de San Pablo, 45) y La Intrusa (Corredera Alta de San Pablo, 33), están centradas en complementos femeninos, pero algunas de las monadas que ofrecen son tan monas, «cuquis» que diría nuestra amiga Cecile Collage, incansable rastreadora de novedades y tendencias por la ciudad, que merece la pena cruzar la puerta y husmear.

Y qué decir de ese clásico de la plaza de San Ildefonso, La Riva, el paraíso de los papeles especiales, lugar de culto para muchos artistas, primera parada en buena parte de los procesos creativos. Malasaña, en fin, es laboratorio de muchos proyectos innovadores. Desde la librería de segunda mano Arrebato,  donde el olor a papel es toda una obra de arte, a La Oveja Escocesa, en San Vicente Ferrer, 39, «cosas hechas y por hacer»… de lana.

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Comentarios

  • anaDDHH

    Por anaDDHH, el 05 diciembre 2013

    gracias por los datos tipo guía turística. Por el título pensé que esto iba a ser otra cosa diferente al royo «turismo cultural» que tanto gusta al periodismo.

  • Sergio

    Por Sergio, el 07 diciembre 2013

    ¿Esto va en serio? ¿Nuevas fórmulas artísticas son cupcakes de colores que saben todos igual, cafés a 2,50 con wifi para que vayas a sentarte con tu macbook y te vean desde el ventanal o tiendas de pseudomoda «cuqui»?

    Si esto es cultura y encima lo etiquetas de resurgimiento, es que la cosa está mucho peor de lo que se ve. Y lo que se ve es un Malasaña lleno de mierda, de pintadas, que apesta a meados (como todo el centro de Madrid) transitado por modernos que leen a partes iguales a Palahniuk y a Coelho.

    No te tomes el pelo, en Malasaña no hay ni inquietud artística ni brotes verdes, solo hay pose apestosa.

  • justo

    Por justo, el 08 diciembre 2013

    Huele de lejos a gentrificación

    http://es.wikipedia.org/wiki/Gentrificaci%C3%B3n

  • Manuel

    Por Manuel, el 10 diciembre 2013

    No leéis muchos cómics por lo que se ve y no hago publicidad. Expocómic esta semana actividad cultural muy recomendable de verdad siempre hay lecturas que valen la pena. Malasaña el antiguo barrio Maravillas el arco de ladrillo en mitad de la plaza de el Dos de Mayo, imagino que cada uno tiene a este barrio en su recuerdo y en su vida de forma diferente. Provad el pincho de tortilla de patata en el dos de a ver que os parece yo ya lo prové. Un saludo

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