Miguel del Arco: «Somos un país de piratas. La gente no quiere pagar por la cultura»

El autor y director teatral Miguel del Arco. Foto: Manuel Cuéllar.

El autor y director teatral Miguel del Arco. Foto: Manuel Cuéllar.

MILUCA MARTÍN

Miguel del Arco es el dramaturgo español de moda. El año pasado ganó cinco Premios Max, el anterior siete y en esta edición está nominado a 16 por tres obras. Desde mediados de enero llena todos los días el teatro con su último trabajo, Deseo, del que es autor y director pero a pesar del éxito comercial sin subvenciones aún tiene problemas para financiar su próximo montaje: «Me dijeron que todo lo que hiciera creativamente debía caber en una furgoneta de cuatro metros, que no había para más». Del Arco es muy crítico con las políticas culturales del Gobierno Rajoy, pero también con la actitud de un público reticente a la apuesta firme por la cultura.

¿Cómo surge Deseo, esta obra que mezcla comedia y tragedia en la historia de una pareja, una amiga y un amigo recién separado que van a pasar un fin de semana al campo donde se desatan los conflictos?

Fue por necesidad. Yo quería poner en marcha la obra La función por hacer pero no encontrábamos a nadie que la produjera. Entonces decidí hacer una obra más atractiva comercialmente. Con una trama más fácil que mezclara comedia, drama, thriller, y que pudiera atraer a cuatro actores importantes. La primera versión la escribí en 2004 pero entonces por fin surgió la posibilidad de montar La Función por hacer y se quedó aparcada. Después de dar muchas vueltas llegó a las manos de Pedro Larrañaga y Luis Merlo. Nos pusimos de acuerdo y pensé que si alguien tenía que dirigir esa función, era yo.

¿Cómo fue la elección de los actores?

Emma Suarez ya había dicho que si a la obra cuando intenté hacerla la primera vez y volvió a decir que sí. A Gonzalo de Castro le conocía porque había trabajado con él en El inspector y pensé que era un papel que le venía al pelo. A Belén López no la conocía personalmente pero la había visto trabajar. Tiene una cosa racial y un sonido de voz metálica andaluza que me gusta mucho

¿La obra se refiere al deseo sexual?

Es mucho más que eso. Por eso no dejé que nadie dirigiera esta función porque los personajes tienen una peripecia  que podría haberse quedado en algo epidérmico pero a mí me interesaba ahondar. El viaje subterráneo que hemos hecho todos, los actores y yo, dependía de hasta dónde estábamos dispuestos a llegar. Y queríamos llegar hasta el fondo.  Yo pienso que  todo en nuestra vida se mueve por el deseo. El deseo está presente desde que abres los ojos por la mañana. Quiero conseguir esto. Quiero cambiar de trabajo. Me quiero comprar un jersey. Me han mirado con deseo. Cómo nos relacionamos con el deseo propio y con el de los demás. Y eso era lo que me interesaba que estuviera ahí. Por supuesto que también el deseo sexual es muy importante, mucho más de lo que pensamos. Las querencias o no querencias, no es solo que te quieras follar o no follar a alguien, sino también el gustar o no gustar, ahí hay una  química sexual que tiene que funcionar. El seductor y el seducido. Lo que te hace sentirte deseado. Quería que todo eso estuviera de alguna manera encerrado ahí.

¿Fue difícil contar esta historia en teatro?

Yo quería que todas estas sensaciones estuvieran presentes ahí. Y ese era el problema. En el cine es mucho más fácil porque puedes meter una cámara frente a los ojos del actor y con un contra plano puedes sugerir un montón de cosas. Pero mostrar algo tan intangible como el deseo en el teatro cuando tienes un plano general siempre es más difícil aunque cuando tienes los focos bien dirigidos se pueden conseguirprimeros planos incluso en teatros tan grandes como este.

El escenario es una parte muy importante de la trama

Yo siempre tuve claro que quería un escenario giratorio y se lo dije a Eduardo Moreno, el escenógrafo. Para mí era importante porque tiene una parte dramatúrgica que me gusta mucho. Ese deseo, esa pescadilla que se muerde la cola permanentemente, nunca se sabe dónde empieza y dónde acaba y por esa cosa enajenada de los personajes que el escenario giratorio tenía que contribuir a que se enajenara con ellos. Es un personaje más. El espacio va fluctuando como lo que nos pasa cuando estamos enamorados que todo nos parece maravilloso o cuando estamos deprimidos que todo nos parece un horror. Estos claroscuros. Estos cambios de luz.  La música y los colores de la ropa y mobiliario, creación de la directora de arte, Cristina Torrecilla, también son fundamentales.

¿Cómo empezaste tu carrera?

Empecé como actor. Ya en el colegio siempre estaba metido en todo lo que se hacía de teatro, pero mi primera experiencia  profesional fue a los 15 años en el Pequeño Taller de Teatro que llevaba Carlos Marco. Escribió unos sketches muy divertidos con música de Kurt Weill y salimos de gira con Ahora nosotros cabaré. Luego estuve un año estudiando en Ohio (EE UU)  y allí empecé a dar clases de danza. Al volver estuve en la escuela de Víctor Ullate. Pero entonces me presenté a las pruebas de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) y me cogieron. Estuve estudiando interpretación y canto hasta que me surgió la oportunidad de montar La risa en los huesos de José Bergamín en el Centro Dramático de la Sala Olimpia y dejé la escuela. Después trabajé como actor y como guionista para televisión. Más tarde monté la productora Kamikaze con mi socio Aitor Tejada. Allí rodamos varios cortos. Con el primero, La envidia del ejército nipón (2001), ganamos muchos premios.

«Por supuesto que también el deseo sexual es muy importante, mucho más de lo que pensamos. Las querencias o no querencias, no es solo que te quieras follar o no follar a alguien»

Hasta que llegó el boom de La función por hacer

Con esta obra, basada en Seis personajes en busca de un autor de Luigi Pirandello,  hice un primer intento pero no funcionó. Luego la montamos pero no había nadie que la quisiera programar a pesar de tener actores como Bárbara Lenni, Israel Elejalde o Raúl Prieto. Todo el mundo decía ‘montadla y cuando la veamos, ya veremos’. En este país no hay ninguna capacidad de riesgo. Hay mucha oferta y poca demanda con lo cual los que demandan se pueden permitir el lujo de decir, ‘tú móntala  y si me gusta, ya te diré yo si vienes o no vienes’. Y eso fue lo que pasó. Montamos la obra en un local de ensayo tres días de un fin de semana de septiembre de 2009. El primer día teníamos 35 sillas, el segundo pusimos 40 y el último vino tanta gente que no cabían. Ahí la vio Ayanta Barilli y la llevó al vestíbulo del Teatro Lara donde la estrenamos el 4 de diciembre de 2009. A partir de ahí se montó la que se montó.

¿Qué pasó. Como pasasteis del no me interesa al no hay entradas?

Fue por el público. Empezó a funcionar el boca a oreja. Al principio llenábamos con el tirón de nuestros amigos pero la gente que asistía a la obra al salir decía, acabo de asistir a lo mejor que he visto hace mucho tiempo. Salían en estado de shock y se fue corriendo la voz llegando incluso a haber medio peleas y codazos en la puerta. Por allí desfilaron ministros, políticos, críticos, pero siempre a rebufo de lo que había sucedido con el público. Era chocante que la sala grande de al lado estaba vacía con un espectáculo al que no iba ni dios y nosotros teníamos colas enormes. Pero seguimos en el hall porque queríamos un espacio que fuera un cuadrilátero. A primeros de enero apareció la crítica de Marcos Ordoñez, que fue espectacular, y a partir de ese momento, nos llovieron las ofertas. El Teatro Español que nos rechazó la primera vez nos ofreció la sala pequeña. Después llegaron Barcelona  y  bolos por toda España.

Meses más tarde vino El proyecto Youkali  una obra que se montó para el Día Mundial del Refugiado con más de veinte actores y música en directo y que cuando la vio Mario Gas la programó para la temporada del Matadero. Luego me llamó Nuria Espert para dirigir La violación de Lucrecia.

Al año siguiente nos llamó el Teatro de La Abadía para poner en escena Veraneantes, basada en un texto de Máximo Gorki, que fue un éxito. Con esta obra tuvimos que hacer un ejercicio que provoqué yo porque estábamos asustados. En  este país se aguanta un éxito pero el segundo ya no. Yo les dije: vamos a hacer lo que tenemos que hacer para montar Veraneantes. Pasamos de La función por hacer que era muy bestia físicamente a otra que era un espectáculo de dos horas y media de cocción lenta con el que nos podíamos haber dado la hostia. Pero funcionó. Creo que por la forma en que la hicimos. No quiero decir que si trabajas con cariño, tesón y disciplina todo lo que vayas a parir sea estupendo pero sí que tiene mucho que ver.

¿Este año estás nominado para 16 premios Max y para los Valle Inclán. Está claro que a ti te va bien pero como ves la situación del teatro en España? 

Siempre que me preguntan esto cuento esta historia. El día que me comunicaron estas nominaciones a los premios tenía una reunión con los de producción de la obra en la que estamos trabajando, El misántropo. Me enseñan una foto de una camioneta de cuatro metros que me manda mi socio Aitor Tejada que me dice, hagáis lo que hagáis creativamente tiene que caber en esa camioneta. Porque más grande no podemos. Si yo que estoy en un momento especial y fabuloso que responde comercialmente que no es un invento porque nadie me esté dando una subvención tengo estos problemas no quiero pensar los demás. En cuanto a la subida del IVA yo sigo insistiendo en que el 21% de nada es nada. No puedo entender esta política. En París, La Comédie Française los lunes es gratis para los menores de 27 años. Este tipo de medidas hacen que la cultura sea sostenible y querida. Pero aquí todavía tenemos que explicar y defender nuestro trabajo como autores. Manda cojones que en el siglo XXI tengamos que estar defendiendo esto que es la base de la cultura de cualquier país. Somos un país de piratas. La gente no quiere pagar por la cultura. Pero hay que educar en este aspecto ¿Se educa a la gente poniendo trabas a los creadores? ¿Se educa a la gente cuando el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, sale diciendo las barbaridades que está diciendo nada más que por justificar cosas que son injustificables?.

¿Y a nivel creativo?

Artísticamente tenemos un momento brillante de teatro en Madrid, pero solo en Madrid.  Ni siquiera en Barcelona. Allí hay o había cantidad de compañías pero con esta cosa endogámica que  les ha entrado ahora, les hace estar más cerrados. Madrid sigue siendo una ciudad abierta en la que nadie te pregunta de dónde vienes, nadie te pone problemas porque tengas un acento u otro y en la que un teatro del Ayuntamiento puede estar dirigido por un catalán y se puede programar una compañía catalana y nadie dice ni mu. Vete tú a un  teatro del Ayuntamiento a Barcelona a programar una obra en castellano o al TNC. Eso es Imposible. Madrid sigue siendo un cruce de caminos. Que somos paletos, si, y lo digo yo que soy de Madrid, que somos muy burros, sí, pero olé nuestra paletez y nuestra burrez. Somos una ciudad abierta y eso ha propiciado que se abran un montón de salas alternativas que mal que bien van tirando como pueden.

¿Qué hacer?

En otros países como Holanda subieron el IVA y lo han  vuelto a bajar en Francia era de 7% y lo han bajado al 5,5%. Es una apuesta clara. Aquí dicen, que tenemos que apechugar todos. Pero tú no puedes hacer un barrido permanente de todo y si ves que la gente no va al teatro porque ha subido un 21% no solo te estas cargando la producción sino todos los puestos de trabajo que se mueven alrededor del teatro. Si ves que esta medida no es buena, que no estás recaudando mucho y nos estás jodiendo la vida a las empresas cuando estábamos dispuestos a asumir la subida del 8% al 10% para que no repercutierá en los espectadores, siéntate con la gente a hablar. Pero no se han sentado con nadie. Han hecho oídos sordos. En este país no se rectifica. Es posible que a lo mejor si la economía empieza a despuntar un poco, entonces dirán, como estamos un poco mejor os lo bajo pero necesitan una justificación para no admitir nunca jamás que fue una decisión errónea desde el principio.

Deseo. Teatro Cofidis (Alcázar). Alcalá, 20.

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Comentarios

  • Carlos

    Por Carlos, el 24 marzo 2013

    Hola buenos días

    Lo primero de todo son los sueldos en España, no solo no crecen si no lo mas preocupante no paran de bajar y aumentar los impuestos con lo que muchas personas solo pueden acceder a dichos contenidos sin pagar ya que los piratas asaltaban barcos con espadas y no creo que ese sea el caso.

    Después tenemos otro problema y es que discográficas, cinematográficas etc viven en un mundo paralelo y siguen con el mismo modelo de negocio que años atrás y esto para una empresa normal seria su fin.

    Y por ultimo y para no extenderme, me gustaría que alguien me explicara porque un videojuego (por poner un ejemplo) en x país cuesta menos de la mitad que por ejemplo en España ¿somos ricos aquí?

    Yo como muchos Españoles compramos productos, acudimos al cine o al teatro ¿a quien no le gusta? pero miremos el problema de fondo porque llamar piratas es muy fácil a la vez que injusto.

    Un saludo y pasen un buen día

  • Enriquelon

    Por Enriquelon, el 24 marzo 2013

    Me parece que titular esta entrevista con “Somos un país de piratas. La gente no quiere pagar por la cultura” es cuanto menos amarillista y exagerado, y desde luego oportunista respecto de una discusión pública que no termina de asumir la realidad de la crisis derivada de la transición hacia la era digital y sus costos. También me parecen palabras un poco agresivas de parte de un director que llena todos los días la sala gracias a un público que paga y cubre los gastos de una producción sin subvenciones. Creo que es más pertinente destacar su crítica a unas políticas públicas que van en desmedro de la opción de la gente de destinar parte de su ingreso a disfrutar de bienes culturales, en un momento en que se exacerban las consecuencias de la crisis económica sobre quienes tienen más que perder.

  • Jose

    Por Jose, el 24 marzo 2013

    La gente NO PUEDE, NI HA PODIDO NUNCA en este P. PAIS, pagar por la cultura. Por eso este ha sido un país con tasas de analfabetismo alarmantes durante el siglo XX si se comparaba con países del entorno. La cultura ha sido patrimonio de los ricos, de los muy ricos, que podían tener buenas bibliotecas, buenas colecciones de discos, buenos cuadros y buenas esculturas… para las clases populares quedaba reservada las fiestas, los toros y la Virgen de la Macarena. ¿Por qué tanto interés en defender los derechos de autor y tan pcoo en defender el derecho universal a la cultura y el conocimiento?

  • Virginia

    Por Virginia, el 24 marzo 2013

    No estoy de acuerdo contigo, Miguel, como espectadora habitual de teatro, incluso después de la abusiva subida del IVA contra la que os habéis «pronunciado» -que no manifestado- poco, o en voz muy bajita la mayoría de vosotros, que no estáis asumiendo esta causa como vuestra salvo honrosas excepciones entre las que no te cuento. En ninguna de las salas y funciones a las que he asistido desde entonces había butacas libres.
    Y……….. PIRATEO es lo que hacen muchas de estas salas que cobran una pasta indecente por sentar tus nalgas en butacas derruidas, veáse el teatro Arlequín, o suman al precio de las entradas un añadido por «gastos de gestión», gestión fantasma si esas entradas las compras por internet, veáse en este caso el también incomodísimo teatro Alcázar donde reside tu obra ahora.

  • Gipsy Jules

    Por Gipsy Jules, el 24 marzo 2013

    «Somos un país de piratas», esto lo dice un tío que luego reconoce que llena su teatro todos los días. Uno que más tarde dice que su obra se ha venido arriba gracias al boca a boca del público. Uno que apunta más tarde que el IVA cultural en España es más del triple que en otros países europeos (y con sueldos mínimos y medios de mesons de la mitad)… Tío, lo que somos es gilipollas por pagar y aguantar a tipos como tú.

  • Julian

    Por Julian, el 24 marzo 2013

    El hecho de que la cultura haya que pagarla es antinatural.
    Pirata usted que quiere cobrar subvenciones del dinero de todos y cobrar la cultura también a todos.

  • Lallama

    Por Lallama, el 24 marzo 2013

    ¿Piratas? ¿Te refieres a unos señores que mataban, robaban, torturaban y violaban a diestro y siniestro por afán de riquezas o por puro sadismo? Pues entonces te estarás refiriendo a tu santa madre, por ejemplo, en tanto que parte de este país, pero a mí desde luego no. No sé quién decidió utilizar ese término, pero debería haberse quedado solo; en cambio, fue seguido por toda suerte de políticos, incluidos los dedicados a la «cultura» como tú.

  • suso

    Por suso, el 24 marzo 2013

    yo cobro 400€ y vivimos de ese sueldo 3 personas……se supone entonces que si quiero acceder a la cultura tengo que dejar de comer? ¿no?

  • Galahat

    Por Galahat, el 24 marzo 2013

    El verdadero quid de la cuestión está en lo que plantea Carlos: ¿por qué un CD, DVD, videojuego o libro cuesta el doble o triple en España que en países con un coste de la vida y unos salarios mucho más elevados como EE.UU, Francia o Reino Unido? ¿Por qué las nueve sinfonías de Bruckner traídas de Nueva Zelanda me cuestan 22€ y en la FNAC de mi ciudad cuestan 79€? ¿Por qué la misma ópera producida en Alemania en DVD cuesta 30€ en España y 15 (con gastos de envío) en Francia? ¿Por qué me sale más barato comprar un ebook en Amazon de EE.UU que en Amazon España, aun cuando el escritor es español?
    Yo, por decisión propia, no compro productos culturales en España porque por el precio de un libro en mi país compro dos o tres en el Reino Unido. Pero este elefante en la habitación es convenientemente ignorado porque, de no serlo, habría que replantearse la cuestión de quiénes son los verdaderos piratas. Pocos países en los que las llamadas «élites extractivas» tengan tanto sentido.

  • Galahat

    Por Galahat, el 24 marzo 2013

    El verdadero público de teatro es un 10 en España. Yo a lo largo del año puedo ir al teatro 30 ó 40 veces y tengo que haces verdaderas cábalas para permitírmelo con un salario que no llega a los 800€. El mejor teatro se hace en los teatros públicos y en las salas independientes que subsisten a duras penas. ¿Y qué hay del empresario de teatro? Porque los teatros comerciales no son la Donmar Warehouse precisamente. El 90€ de las obras que producen son para cortarse las venas. «Deseo» está ahí por el éxito de público que Miguel del Arco ha cosechado en los últimos años y, porque tal y como él mismo admite, se trata de una obra «más atractiva comercialmente», pero todos sabemos perfectamente que tipo de gilipolleces ofrecen los teatros privados al módico precio de 20-25€. Me hace mucha gracia cuando la gente ataca las subvenciones a la cultura en España. Dichas críticas suelen venir de personas que no tienen ningún problema con los rescates multimillonarios a la banca y porque, de no ser existir esas subvenciones, la llamada oferta cultural del empresariado de este país se limitaría a las Belenes Esteban o Davides Bisbales de dichos mundillos.

    • Lallama

      Por Lallama, el 24 marzo 2013

      Totalmente de acuerdo. Estuve dos años abonada al CDN y vi básicamente basura de moda (salvo excepciones), obras intrascendentes y textos vulgares; lo mismo con la ópera, que después de siete años abonada (en los que pasé de pagar 13 euros por algunas óperas a un mínimo de 50, aunque sigue sin parecerme caro) me ponen en el abono unas cosas raras que supongo que serán para músicos profesionales o para happenistas vocacionales, sin orquesta y sin cantantes … en una ciudad donde la ópera que conocemos la mayoría son los cachos de aria que ponen en los anuncios de la tele. Yo hoy por hoy me limito a clásicos-clásicos (es decir, teatro escrito por autores muertos hace mucho tiempo), y sólo en determinados teatros y por determinadas compañías. Y lo de la música es otra historia para no dormir.

      • Galahat

        Por Galahat, el 24 marzo 2013

        Ahí no coincido contigo, Lallama. El CDN es público y suele tener un teatro de bastante calidad. Hace meses pillé el abono «Una mirada al mundo» por un precio extraordinario. Ver algo de Donnellan o Anne Bogart al precio al que lo pude ver es una joya. «Forests» de Bieito me sobró, pero ahí entran los gustos. Si no hubiera sido por los teatros públicos en España, jamás hubiera podido ver obras de enorme calidad tanto españolas como extranjeras. Yo hablo de los teatros privados, que se dedican a financiar obras de muy dudosa calidad y muy fácil consumo. La ópera en España es una auténtica vergüenza. Sigue anclada en otro siglo, con un público, salvo honrosas excepciones, más preocupado por su atuendo y las relaciones entre pares que por el espectáculo. En vista del respeto que ha demostrado Mortier hacia los abonos populares, este año no me saqué ninguno. A pesar de que gran parte de su financiación viene de dinero público, sigue tratándose como un espectáculo para ricos y no demuestra ni el más mínimo interés en captar al público teatral. Pocas veces he sentido tanta vergüenza ajena como observando al público de la ópera, de lo más maleducado, zafio e ignorante que he visto jamás. Como bien dice José, la cultura en España siempre ha sido patrimonio de los ricos y el mundo de la ópera sigue con esa mentalidad. Yo he «visto» a Verdi en Central Park por tres dólares y en Suecia puedes ver ópera a precios realmente tirados, pero aquí no solo no hemos avanzado sino que vamos retrocediendo. Tanto que hablaba Mortier de modernizar la ópera, de atraer a un público más joven y lo primero que hace es convertir los abonos populares en un chiste. Pues nada, mis más sinceras felicitaciones, he mandado la ópera a la mierda y ya no compro abono. Bravo, bravissimo.

  • Palas

    Por Palas, el 24 marzo 2013

    He duplicado casettes en dobles pletinas, he duplicado CD´s y me he descargado claves. Obviamente he duplicado DVD´s. Lo que me ha gustado me lo he comprado. Soy de un pais de corsarios, donde cuatro ladrones han contado con patentes de coroso emitidas con la caterva de chorizos de turno. Soy de un pais de corsarios.

  • Alpino

    Por Alpino, el 24 marzo 2013

    Creo más bien en los corsarios, como los definió Pier Paolo Pasoloini. ¿España, un país de piratas? Bien, te creo. Pero habría que saber quién está de tu parte (público) y quién te aunmenta el IVA, por ejemplo, y hace que tu público prefiera estar en casa. “Somos un país de piratas. EL GOBIERNO no deja de robarnos y, además,no quiere pagar por la cultura”, estaría mucho mejor.
    Saludos desde Boston.

  • Galahat

    Por Galahat, el 24 marzo 2013

    Además, Miguel, ¿cuántos de vosotros pagáis por ir al teatro? Porque todos sabemos cómo funciona el tráfico de invitaciones en el ámbito teatral. «La violación de Lucrecia» colgó el cartel de «no hay entradas» para ninguna función en el Español en muy poco tiempo. Piénsalo sinceramente, Miguel. ¿Cuántas de esas entradas eran invitaciones? Yo me tuve ir a Alcalá de Henares para poder verla y, como conozco perfectamente cómo va el tema, llegué a plantarme en la sala pequeña a ver si podía comprar una entrada de algún invitado que no hubiera asistido porque estoy hasta las narices de ver funciones de las de «no quedan entradas» con asientos libres en las primeras filas porque los señoritos invitados de turno, esos que en su vida pagan una puñetera entrada, ni se presentan ni avisan para que esas entradas se pongan a la venta. En el teatro privado, la pasta la pone el empresario. Si quieren regalar entradas, es su dinero el que tiran, pero en el teatro público el dinero es de todos y no debería permitirse bajo ningún concepto que la gente del mundillo, políticos y amiguetes de turno acudan invitados. ¿Que queremos que así sea? Estupendo, pero entonces perdéis el derecho a exigir al ciudadano que pague por la cultura cuando vosotros mismos no lo hacéis. Vi «El traje» de Peter Brook, que había vendido todas las entradas, con la segunda fila prácticamente vacía.

  • Gaizka Larretxea

    Por Gaizka Larretxea, el 24 marzo 2013

    Otro más que identifica cultura con sus obras de teatro, con películas o con libros única y exclusivamente. Atribuirse la representación de la cultura por ser escritor o actor es un soberano acto de falta de humildad, como poco.
    E identificar cultura con derechos de autor es lo más mercantilista que se puede escuchar.
    Y desde ahí piden defender la cultura. Pero con derechos de autor y precios prohibitivos para la gente, su defensa lo es sólo de sus propios intereses, y no de una cultura, libre y real, para el pueblo.

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