‘Mindhunter’, la ‘normalidad’ de la mente del asesino en serie

Un fotograma de la serie Manhunter.

Un fotograma de la serie Manhunter.

Un fotograma de la serie Manhunter.

Un fotograma de la serie ‘Mindhunter’.

Hoy nos detenemos en esta sección habitualmente dedicada al cine en ’Mindhunter’, la nueva aventura televisiva tras la que se encuentra David Fincher (‘House of cards’). Sin apenas mostrar sangre, disparos, vísceras o violencia corporal y tan solo con la confrontación oral como gran recurso, el terror se muestra sin ningún pudor. Perfiles psicológicos y argumentos que perturban las conciencias. El pensamiento del asesino tras la máscara de la normalidad. Tan desasosegante como recomendable.

El origen del mal y los misterios que rodean a todas y cada una de sus manifestaciones es aparentemente inabarcable. Quizás, perdonen por el atrevimiento, responda a algo más cercano y sin embargo mucho más complejo que las teorías y avances sobre cualquier otro tipo de origen. Hipótesis maravillosas y no por complicadas incomprensibles sobre la causa del universo, de planetas, de agujeros negros, sobre cuerdas o botones comparados con dedos de Dios…, de la vida, se me hacen humildemente aclarativas si las comparo con la indefinible línea que pueda marcar cualquier teoría filosófica o religiosa sobre el origen del mal. Y les decía que su enorme complejidad puede que esté sencillamente en que forma parte del razonamiento. Simple y peliagudamente, parte intrínseca del ser. Puede que tortuosamente solo nuestra, seres razonables hasta lo irracional.

De eso trata Mindhunter, la nueva aventura televisiva tras la que se encuentra David Fincher (Seven, El club de la lucha, Zodiac o la popular House of cards), que se reserva la dirección de los dos primeros y los dos últimos de los 10 episodios, conformando así el espíritu de la serie, su espacio, su ambientación y su ritmo. Basada en el libro de John E. Douglas editado en 1995 Mindhunter: Inside the FBI Elite Serial Crime Unit, sobre un agente de finales de los 70 pionero en elaborar perfiles psicológicos de un tipo particular de asesino, realizando entrevistas a criminales tan famosos como Mason o el mismísimo estrangulador de Boston, aquí bajo el nombre de Holden Ford (Jonathan Groff) que junto a otro compañero, Bill Tench (Holt McCallany) y una experta en psicología, la doctora Wendy Carr (Anna Torv), ponen en marcha un nuevo departamento en la oficina federal, la oficina de ciencia del comportamiento, innovando el hasta entonces anquilosado ejercicio de la policía frente a un nuevo tipo de criminal, ese que a partir de entonces viene denominándose asesino en serie.

Un Departamento que pondrá de relieve posiciones novedosas frente al delito durante una investigación criminal -hasta entonces bajo el clásico procedimiento de apoyarse tan solo en el material y los hechos tangibles para descubrir la motivación de un posible asesino- y que ahora diseccionará, entre otros, los aspectos sociales, económicos y emocionales de dichos individuos, cuya conducta no parece responder a ninguna actitud convencional. No olvidemos que desde finales de los 60 se venía formulando un cambio en la sociedad estadounidense, afectada de crisis económicas, sociales y de valores, aquella triste época tras la guerra de Vietnam, tras el caso Watergate, etc, etc…

Construyen Fincher y sus secuaces un drama prestigioso y laberíntico que nos traslada hasta el comienzo de uno de los saltos más innovadores, atrevidos y desgarradores a los que la investigación policial se había enfrentado hasta entonces, indagar el mal de la mente, reflexiones terribles y a la vez retorcidamente intrincadas. El pensamiento del asesino tras la máscara de la normalidad.

Una serie policiaca que plantea lo antes visto desde una perspectiva violentamente diferente a cualquier anterior sobre asesinos en serie y que se construye esencialmente bajo el poder de la palabra. Sorprendente la dialéctica de esos grandes manipuladores parapetados bajo la simpleza.

Su gran magnetismo estriba en la importancia que supone para los hechos el diálogo con el otro que escudriña, que se aventura, fríamente, entre el laberinto que se encuentra en lo más hondo del pensamiento y, por tanto, de los actos, acaecidos y por acaecer. Increíble que sin apenas mostrar sangre, disparos, vísceras o violencia corporal y tan solo con la confrontación oral como gran recurso, el terror pueda mostrarse sin ningún pudor, produciendo el estremecimiento más aterrador. Perfiles psicológicos y argumentos que perturban las conciencias. Mentes desasosegantes y engañosas cuyo discurso consigue parar los pulsos y encoger los estómagos. No me extrañaría que sintieran la necesidad de taparse los oídos como quien se esconde tras los huecos de los dedos frente a imágenes demasiado terribles; imágenes que aquí no verán. No se la pierdan.

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Comentarios

  • Olga

    Por Olga, el 19 enero 2018

    Tiene una pintaza increíble, ya estoy deseando poder verla. House of cards me pareció magnífica y ésta, por lo que se presenta en «un viernes de cine», apetece mucho.

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