La Muestra de Cine de Lavapiés reivindica más barrio para los vecinos

Una de las proyecciones de la muestra de cine de Lavapiés en uno de los solares del barrio.

Una de las proyecciones de la muestra de cine de Lavapiés en uno de los solares del barrio.

Fiel a su cita con el comienzo del verano (según marca el calendario, que no la temperatura) ya está aquí la Muestra de Cine de Lavapiés, un evento de espíritu callejero que cumple su 14º edición en Madrid. Su lema: “Contagiar de cine al barrio”, reinvindicar el acceso a la cultura para todos. Y luchar por Lavapiés como espacio inclusivo, que acoja vida real para los vecinos, no para las ‘hordas’ gentrificadoras, que avanzan a buen paso. Entre ayer, viernes 23 de junio, y el domingo 2 de julio se proyectarán en sus plazas y en diferentes locales más de 30 producciones de todo género (largometrajes, cortos, documentales), seleccionadas por el colectivo que organiza este festival de manera voluntaria y autogestionada.

¡Preparen sus sillas, bájenlas de casa y disfruten! Es el cine al aire libre, en solares sin construir, en plazuelas… También a cubierto, en algunos locales de raigambre que ceden su espacio a la organización, como el Cine Doré, la librería Traficantes de Sueños, la escuela La Tortuga, el centro social La Quimera, la cooperativa Mbolo Moy Dole o Bodegas lo Máximo. En esta época de gentrificación galopante, Lavapiés ya no se libra como se libraba antes, pero resiste lo que puede. Y sorprende ver que aún le queda mucho de ese carácter castizo e inclusivo que siempre lo ha caracterizado. No va a resultar tan fácil desplazar a los inmigrantes, a los jóvenes o a los grupos autogestionados que apuestan por una vida alternativa, como los que se reúnen en la Eskalera Karakola o en el “Banco expropiado La Canica” (una antigua sucursal de Bankia), donde han puesto en marcha una comunidad de intercambio y una moneda alternativa.

Sin embargo, si hasta hace relativamente poco tiempo Lavapiés era comparable a la aldea gala de Asterix que nunca pudieron invadir los romanos, ahora es fácilmente identificable ese proceso imparable de despersonalización, encarecimiento y turistificación que va engullendo la ciudad distrito tras distrito.

Por eso, eventos como este festival aportan tanto al barrio. El colectivo que lo organiza es un claro ejemplo de cómo se imaginan la vida tantas de las personas que se mueven por Lavapiés. Son vecinos de Madrid (no todos necesariamente habitantes del Centro) de edades entre 30 y 40 y tantos años, con ocupaciones variopintas pero con una pasión común, el cine y la cultura como disfrute y también como herramientas de empoderamiento. Su trabajo es en red, horizontal y voluntario, sin más lucro que el orgullo de ver cómo año tras año logran hacer proyecciones de calidad en dos sesiones (de tarde y de noche) durante 10 días. Todo ello con poquísimo dinero, que recaudan en fiestas de karaoke o conciertos, con el apoyo de amigos o gracias a trueques e intercambios.

En el proceso de organización se discute y consensúa absolutamente todo: desde las películas que se exhibirán y el orden en que serán proyectadas hasta el cartel, o la imaginativa cortinilla, que graban entre todos, y que incluye la alfombra roja, una de las más imaginativas y divertidas, rodada en la plaza de Lavapiés.

VIII Muestra de Cine de Lavapiés from Calipsofilms on Vimeo.

Son Agatha, Amparo, David, Javi… y así hasta completar un grupo estable de unas 15 personas. Cada uno asume responsabilidades y la suma de cada tarea da lugar a un evento que ya es cita obligada y que cuenta con todos los permisos municipales para “invadir” las calles.

El festival tiene dos vertientes, una convocatoria abierta que lanzan cada año en enero para acoger producciones creative commons: “Convocamos a las tribus amigas a que nos envíen trabajos audiovisuales liberados: piezas experimentales, cortos, menhires, historias sabrosas, jabalíes, documentales insurgentes, barcos piratas e incluso bardos… Con todos estos ingredientes cocinaremos la poción mágica (que nos hace invencibles) y que en el mes de junio beberemos con el resto de vecinos y avenidos de otras aldeas”, explican en su web.

Una vez llegados todos los trabajos, empieza el laborioso proceso de selección y, paralelamente, el colectivo va elaborando una “lista de deseos”, es decir, las películas estrenadas comercialmente que les gustaría incluir en la programación. Ahí cabe de todo, hasta una ganadora de Oscar, si se tercia, siempre y cuando se alcance un consenso sobre lo oportuno o no de su proyección y se consiga una copia cedida gratuitamente por la productora o distribuidora.

Este año la inauguración se ha llevado a cabo en el Cine Doré y la clausura se hará en el solar de Embajadores 18. Atrás quedarán 10 tardes y noches de pasión por el cine, casi todo él de autor, con pocas concesiones a lo comercial. Podremos ver desde la película francesa Amor de verano, de Catherine Corsini, sobre un amor entre mujeres, a la española Frágil equilibrio, de Guillermo García, sobre las contradicciones del mundo actual, pasando por Historia de una pasión, de Terence Davies, película sobre la obra y vida de la gran Emily Dickinson. Y muchos encuentros personales a golpe de abanico y a lomos de una silla plegable. Cuando se apaguen las luces de la última proyección, empezará sin dilación el proceso para ofrecer la 15º edición de esta muestra vecinal.

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