Nathalie Poza: “En el teatro no existe ni la edad ni la belleza”

La actriz Nathalie Poza.

La actriz Nathalie Poza.

La actriz Nathalie Poza. Foto: Paul Rodríguez.

Por DAVID VILLANUEVA

Con más de 20 años de carrera a sus espaldas, Nathalie Poza ha sorteado ampliamente la sombra que acosa a tantos actores, el encasillamiento. Donde otros sucumben al placer de saber hacer siempre lo mismo, Poza ha alternado con fluidez drama y comedia, algo no tan fácil especialmente para las mujeres de la profesión; pero también ha combinado grandes y pequeñas producciones; televisión, cine y teatro; canto e interpretación. Esta entrevista recorre el camino entre dos grandes hitos de su trayectoria: de Animalario a Almodóvar.

¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?

La primera vez fue en la primera escuela que salía de la Complutense donde yo estudié antes de estar en Cristina Rota. El primer montaje que hicimos fue El Serrallo en Logroño, y luego Marat-Sade. Yo tendría 21 o 22 años. Fue una época muy divertida en la que te daba igual incluso llegar tarde al teatro porque no habías dormido mucho la noche anterior. No había vergüenza. Pero el inicio de verdad fue con Animalario, que partió de la Rota. Alberto San Juan tenía muchas ganas de actuar y escribía muy bien; nos juntó a cuatro y dio la casualidad de que teníamos mucha química: Willy Toledo, Ernesto Alterio, Alberto y yo. La primera obra se llamaba Animalario. El cartel lo hizo Máximo San Juan, su padre. Yo busqué un garito que se llamaba el Orán, por el barrio Salamanca. Nos pagaban 30.000 pesetas por función, una vez a la semana; las repartíamos. Ensayábamos en casa de Willy, que tenía una terraza muy grande. Íbamos de bar en bar y se empezó a correr la voz, y vino una distribuidora argentina, Ana Jelin, que nos hizo una gira. No teníamos director y ahí conocimos a Andrés. Siempre entendí que había que subir al escenario más que ir a la escuela y tener al público cerca.

Una vez que entró Andrés Lima, ¿cómo cambió Animalario? O, dicho de otro modo, ¿qué es Andrés Lima para ti?

Después de Lou Reed, él sería mi artista favorito [Risas]. Siempre lo he dicho; si me pagaran un sueldo podría trabajar en exclusiva con él. Es la persona que me ha enseñado a hacer teatro de verdad, a arriesgarme, a no tener miedo. Es un tío peligroso trabajando, no tiene miedo a que no guste, o a que no esté de moda. Ha viajado mucho y ha estudiado mucho. Muy punki, en el buen sentido de la palabra, se nutre de todo, y tener a alguien así capitaneando el barco… Yo me voy con él a donde sea. Hacíamos el teatro que nos salía, y no es fácil porque hay gente que pone bastantes, bastantes zancadillas, sobre todo a Andrés.

¿Zancadillas en qué sentido?

Institucionalmente.

¿Y eso cambiaría si los gestores políticos fueran otros o daría igual?

El otro día estuvimos con Albert Boadella y nos decía que esto es como el ratón y el gato, que cuanto peor vaya la sociedad, más cuervos somos y más vivimos del desmembramiento de lo que ocurre. No existe límite para la libertad de expresión y “herir la sensibilidad” es una frase que se está convirtiendo en una especie de intento de censura. Tú tienes derecho a decir lo que quieras y siempre habrá un señor persiguiéndote para que no digas lo que él no quiere, pero esa es la función del arte, y en el teatro más que en ningún otro lado. Pueden cambiar los gestores, pero siempre habrá alguien que no quiera que se hable. Hay que estar alerta.

Tú tienes una faceta que no tienen muchos actores en España: cantas. La última obra, ‘Desde Berlín. Tributo a Lou Reed’. Háblame de esa obra, sé que ha significado mucho para ti.

Yo soy actriz por ese disco, o por lo menos por Lou Reed. Me disparó mucho la imaginación. Era un tipo muy teatral, un poco como Bowie. Berlín es un disco que cuenta una historia de amor entre dos personas a lo largo de todas las canciones. Se eligió por eso. A mí me daba vergüenza verbalizarlo, la famosa vergüenza española. Y que un actor quiera cantar… siempre habrá alguien que diga “cómo se atreve con Lou Reed”. Yo me atreví porque murió. Es el tipo de teatro que me gustaría hacer: unir música, cine, teatro. La música me parece importante, porque además creo que la armonía y el ritmo son la base de un buen trabajo actoral, sobre todo en el teatro.

Pasamos al cine. Has estado en series de televisión e incluso en algunas de las películas más taquilleras del cine español, como ‘El otro lado de la cama’.

Esa fue mi primera incursión en el cine y no estoy nada orgullosa. No es un buen trabajo, no tenía ni puta idea. Yo pensaba que siempre te dirigían y eso no es así. Hay que ir con el trabajo muy mascado, por si acaso estás muy solo. Hace poco estaba en un rodaje y había un actor que tenía una frase, fue tremendo, pobrecito… Te puedes bloquear y a nadie le importa. O dices la frase o no sales en el plano.

En ‘Todas las mujeres’ tu trabajo ya está mucho más refinado.

Claro, estaba Mariano Barroso, que dirige muy bien a los actores. Y Eduard Fernández, que es junto a Pablo Derqui el mejor actor de este país, o de los mejores. Nos dejaron hacer, se rodó en casa de Mariano, y cuando no hay pasta, ni una cadena de televisión amparando el proyecto, eres libre y vuelves a la manera de hacer cine más artesanal, como cuando empezábamos. Esa peli creo que pegó porque había mucha honestidad en el trabajo de todos. Si ya se hubiera cobrado bien… sería la hostia.

Pero, ¿alguna vez se cobra bien?

Se cobraba. Bueno, yo no puedo decir que en el teatro no he cobrado bien. Y antes, en televisión, mucho, aunque también había sueldos muy desequilibrados. En Policías, por ejemplo, cobré bien. Por esa serie me pude comprar el apartamento. Ahora la gente está muy desesperada y cobra cualquier cosa con tal de estar. Y hay quien se aprovecha de eso. Esto no es una crisis, sino un orden social nuevo donde la gente todavía piensa que le van a subir el sueldo dentro de unos años.

Entonces, ¿cómo se sobrevive como actor con esta ‘crisis’ entre comillas?

Cuando era joven ponía copas, ahora no porque me convertiría en una yonki o en una borracha. Es verdad que los que hacemos teatro lo tenemos más fácil. Para los que solo han hecho cine es más complicado, por ejemplo una actriz de más de 40 años. En el teatro no existe la edad ni la belleza; existe que tengas o no trabajo, y si no te llaman, te lo puedes inventar.

Has estado con la promoción de ‘Julieta’, la última película de Almodóvar.

Sí, y además estoy muy agradecida. Pedro había oído hablar de Berlín y vino. Yo creo que ahí dijo: “Me la llevo”. Eso dice mucho de él. Los directores de casting antes iban mucho al teatro. Ese día en Matadero la frase era “¡que viene Pedro!”. Yo creo que a veces se crea más expectación a su alrededor de la que él quisiera soportar. De hecho, me preguntó antes: “¿me dejas que vaya? Igual os ponéis nerviosos”. Le dije que claro, que viniera. Es un aliciente. En el rodaje era igual: “¡Que viene Pedro!”, casi como si fuera Freddy Krueger. Pero si le quitas ese peso, trabajar con él se convierte en un placer.

David Villanueva (Madrid, 1968) es músico, director de ‘Buensalvaje’ y editor en Demipage. Recientemente ha lanzado el disco ‘Esclavos del agua’.

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