El ‘orgullo animalista’ de Ruth Toledano en San Antón

El Padre Ángel, Ruth Toledano y Jorge García Castaño. Foto: Manuel Cuéllar.

De izquierda a derecha, el Padre Ángel, Ruth Toledano y el concejal de Centro de Madrid, Jorge García Castaño. Foto: Manuel Cuéllar.

Desde el año pasado, las fiestas de San Antón en el centro de Madrid se han vuelto más reivindicativas. Piden más respeto y derechos para los animales, y lo piden desde un barrio, el de Chueca, emblemático en el mundo entero en la defensa de otras maneras de vivir y las diferencias. Así lo destacó el sábado pasado la escritora y activista animalista.

PREGÓN DE SAN ANTÓN 2017 POR RUTH TOLEDANO

«Estimadas vecinas, compañeras y amigas, tengo el inmenso orgullo de dirigirme a vosotras como pregonera de las fiestas de San Antón 2017. Es un triple orgullo para mí:

Orgullosa, por un lado, como ciudadana de Madrid, cuyo símbolo es un árbol (el madroño) y una osa. Una osa, sí, porque aunque el relato masculino de la Historia la haya invisibilizado, habéis de saber que el Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid ya corrigió este atropello en el año 2007, demostrando que, según la heráldica y la Enciclopedia Libre Universal en Español, fue en el siglo XIII cuando la Clerecía eclesiástica y el Consejo militar y civil cambiaron de sexo a la osa paciente y a la osa rampante. En Madrid somos gatas y somos esa osa de su escudo que representa a la constelación de la Osa Menor.

También es un orgullo dar el pregón de estas fiestas como vecina del barrio de Chueca, donde, por cierto, tantos osos habitan, pululan y se congregan. Chueca, barrio LGTBI, es emblemático en el mundo entero porque aquí se han desarrollado en las últimas décadas otras maneras de vivir y un respeto por las diferencias que han hecho más digno y feliz el día a día de muchas personas. Un barrio, además, en el que muchas familias, normativas o no, tienen entre sus miembros más queridos a individuos de otra especie.

Y, como el más emocionante hoy para mí, orgullo como activista en defensa de los otros animales, nuestros hermanos no humanos, de los que, en la tradición religiosa y popular, San Antón es patrón. Porque desde hace dos años, como no podía ser ya de otro modo, San Antón es animalista. En su calidad de santo, y a través de la bendición que una vez al año los consagra a Dios, San Antón vela por el alma de los animales, por mucho que los sucesivos Papas no se pongan de acuerdo sobre si la tienen o no: si solo hay que mirarles a los ojos. Y en su calidad de patrón, San Antón ha de protegerlos de todo mal, especialmente de aquel que se les inflige de manera injusta (tantas veces, hay que decirlo, en nombre de otros santos y vírgenes).

La festividad de San Antón es ahora celebración y reivindicación, gracias a varias buenas voluntades unidas: la del párroco de esta iglesia, el padre Ángel; la de la corporación municipal de la alcaldesa Carmena; la de las asociaciones de vecinos y comerciantes del barrio; y la de las asociaciones animalistas. A través de la tolerancia y la coherencia de este párroco, de la responsable ocupación de este Ayuntamiento, de la convivencia inclusiva de este barrio y de los activistas que les entregan su voz, los animales consiguen que construyamos un tejido social más amplio y mejor.

Como mensajero de la paz que es, el padre Ángel abrió las puertas de esta iglesia de par en par, las 24 horas del día y para todas las personas, sin discriminación. También para los animales. Si esta es la casa de San Antón, proclamó, tiene que serla también de aquellos de los que es su patrón. Así obró el padre Ángel un milagro: que yo misma, que aún viviendo aquí al lado nunca había sentido el impulso de traspasar las puertas de esta iglesia (acaso porque parecían cerradas a cal y canto), entrara con mis perros, conociera lo que sucede dentro, charlara con las personas para las que el padre Ángel es lo que dice su nombre y me sentara un rato, apacible, en esos bancos que habían sido tan ajenos a mí. Cómo no sentirme cerca de un sacerdote que se pregunta “por qué los animales de dos patas tienen piernas y los de cuatro no” y resalta “la importancia de sensibilizar a la gente sobre lo que es la atención y el no maltrato a los animales”. Yo le doy la bendición, el bien decir, de mi respeto.

Porque la palabra bendecir significa, en su procedencia del latín “bene” (bien) y “dicere” (decir), significa hablar bien de alguien o de algo, alabarlo, enaltecerlo. Bendecir también es desear salud, vida, felicidad, fortuna, y ese deseo para todos los animales es lo que significa la bendición que una vez al año reciben en la parroquia de San Antón. Pero yo hoy puedo pregonar y pregono que hay animales que son bendecidos cada día: cuando reciben la paz y el amor que necesitan y merecen. Y que ese amor obra milagros.

Bendice a los gatos de la calle la mujer que, casi clandestina, sale cada noche cargada de bolsas para procurarles alimento y respeto. Bendice a los perros abandonados aquella chica que los encuentra atropellados, ateridos, famélicos y los sube a su coche. Bendice a esos perros y a esos gatos aquella otra que gasta su tiempo, sus recursos, su energía y hasta su alegría en buscar una familia para ellos. Bendice a las palomas urbanas aquella que no las maldice (ratas del aire) sino que las cobija si no pueden volar. Bendice la vida todo aquel que se molesta en coger un folio y un vaso para sacar fuera a un incómodo insecto. Bendicen a los toros martirizados aquel, aquella que saltan al ruedo para abrazarlos. Bendice a los burros deslomados aquella que les ha dado un hogar y cura cada día sus patas malformadas. Bendicen a las vacas, a las cabras, a los cerdos, a los corderos de Dios aquellas admirables personas que lo han dejado todo para rescatarlos del infierno de las industrias y darles refugio en los santuarios.

Dicen que San Antón procedía de una familia pudiente y hubiera podido dedicarse a defender sus intereses particulares. Sin embargo, repartió sus riquezas entre los más necesitados y se retiró a la soledad de un monte, donde emprendió una vida ascética. A través de esa experiencia radical, entró en un especial, profundo contacto, con los animales y la naturaleza. Conviviendo con ellos, aprendió a respetarlos y a amarlos como a semejantes. Se cuenta que una jabalina le llevó un día a sus jabatos ciegos y él hizo el milagro de devolverles la vista. Se cuenta que desde entonces la jabalina no se separó más de él, y por eso San Antón es representado con un cerdo a sus pies. Qué pensaría ahora el santo de esas aterradoras persecuciones hasta la muerte que sufren hoy las jabalinas y sus crías.

Quizá lo que sucedió es que la jabalina, viendo a sus pequeños enfermos y confiando en aquel hombre bueno que nunca los agredía, le pidió ayuda para sus hijitos de la manera en que lo hacen los animales, solo hay que prestarles atención: con su mirada, con sus movimientos, con sus gestos, con sus sonidos. Quienes prestamos atención a los animales sabemos que nos hablan, y de una forma que no es tan diferente a la nuestra. Como escribe la artista y poeta madrileña Ouka Leele en un bello poema de su libro En este jardín, no matarás:

MIS HERMANOS / Rumian / balan / ladran / maúllan / pían / gorjean / aúllan / cantan / bucen / viajan / vuelan / saltan / trepan / mugen / roen… / mis hermanos de carne / mis hermanos de agua.

Cuando el padre Ángel bendiga aquí mismo a los animales, bendecirá a través de ellos a todos aquellos que traducen su voz con voz humana. Yo humildemente le pido que bendiga a todas las personas compasivas, justas y bondadosas que procuran cuidados y amor a los animales, así sea una mera sonrisa, una caricia dulce.

Porque no es fácil. San Antonio Abad, san Antón, era santo pero también humano. Sufrió, como todas nosotras, tentaciones. Las suyas son célebres y fueron inmortalizadas por geniales artistas como El Bosco o escritores universales como Flaubert, pero son las mismas que las nuestras: la tentación de la insolidaridad, la tentación del egoísmo, la tentación de la comodidad, la tentación de la indiferencia. La tentación de no parar el coche a recoger al perro abandonado o al gato atropellado, la tentación de pasar de largo junto al ave malherida, la tentación de aplastar al insecto, la tentación de los platos, la tentación de no sufrir, hasta las lágrimas, por los demás. Tal y como se representa a San Antón, mientras él era tentado por el demonio (que acaso no sea otra cosa que esa insolidaridad y ese egoísmo) la jabalina nunca le abandonó, siempre estuvo a su lado, fiel como lo son ante nuestras humanas flaquezas los hermanos no humanos con los que convivimos.

La vida de San Antonio Abad ha sido también representada por los artistas en su entrevista con San Pablo, otro ermitaño anciano como él, al que visita en su cueva. Pablo le está contando a Antón que desde hace sesenta años se alimenta con el medio pan que cada día le lleva en su pico un cuervo, cuando ven que ese cuervo se acerca volando, y que ese día trae un pan entero en su pico para que cada uno de ellos tenga su ración. De ahí proceden los tradicionales panecillos de San Antón, que pueden adquirirse en esta iglesia para ayudarla en sus necesidades con los más desfavorecidos. Cuando murió San Pablo el Ermitaño, fueron dos leones quienes ayudaron al viejo San Antón a enterrarlo en su cueva. Estoy segura de que no comprendería que animales así estén hoy cautivos en circos y en zoológicos, o sean abatidos por el demonio que aprieta los gatillos de las escopetas de caza.

Pero hoy ha de ser un día feliz. Porque San Antón es la fiesta de los animales. Y, gracias a ellos, un día de encuentro de vecinas y vecinos, de religiosos, de políticos, de activistas. Gracias a los animales, que nos unen en nuestras diferencias, como nos une en el sofá familiar su cálido lomito, para hacer un Madrid más solidario e inclusivo. Hoy es un día feliz porque las sociedades avanzan, las ideas se transforman y crecen, los tiempos cambian, y la fiesta de San Antón es ahora animalista, como no podía ser ya de otro modo: si en el origen de estas fiestas eran los ganaderos quienes pedían a san Antonio Abad que protegiera a sus animales de enfermedades y accidentes, hoy la festividad no ha de discriminar a unas criaturas de otras. Por eso pedimos la bendición de todas ellas. Lo que solo significa que la compasión sea más grande, que el amor sea más grande. Y así será más grande la alegría.

Vivan las osas y los osos. Vivan las gatas y los gatos. Vivan las perras y los perros. Vivan las cerdas y los cerdos. Vivan las vacas y los toros. Viva San Antón Animalista.

Aquí puedes leer el pregón de Elvira Lindo del año pasado en las fiestas de San Antón.

Programa de actividades de San Antón Animalista. 

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