Oskar Alegría: “El cine es como el amor, es mejor hacerlo que pensarlo”  

El cineasta Oskar Alegría en Pamplona. Foto: M. Cuéllar.

El cineasta Oskar Alegría en Pamplona. Foto: M. Cuéllar.

El director artístico del Festival de Cine Documental de Navarra, Oskar Alegría. Foto: M. Cuéllar.

El director artístico del Festival de Cine Documental de Navarra, Oskar Alegría. Foto: M. Cuéllar.

El cineasta Oskar Alegría afronta este año su última edición como director artístico del Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, ‘Punto de Vista’. Es su cuarta entrega y lo deja. Dice que quiere volver a otras tareas… y volar. Dejar la ventana y la puerta abiertas a una nueva mirada y una nueva forma de hacer las cosas.

Se marcha habiendo dejado tres fantásticas ediciones dedicadas a la nieve, a las islas, al tiempo y, esta última, al concepto de volar. Además, con un nuevo libro Oteiza al margen. Notas manuscritas sobre cine y arte, que pasa a engrosar la biblioteca de documentos del Punto de Vista. Alegría logró que en la inmensa fachada de pizarra del Baluarte de Pamplona la artista Mireia Arbizu escribiera con tiza blanca, emulando la letra de Jorge Oteiza, una frase del escultor: “El hombre que huye entra en el cine”. Una obra efímera cuyos restos dejados por la lluvia presidirán toda esta semana de buen cine documental en la capital navarra.

Después de cuatro años, ¿por qué lo dejas? ¿No te apetece seguir? 

Los anteriores directores artísticos estuvieron también cuatro años. Digamos que no está escrito, pero es costumbre que las cosas sean así. Y buena costumbre. En otros festivales, la dirección artística se perpetúa y creo que es malo. Aquí se intenta hacer un cambio, tal vez demasiado rápido, pero se abre una ventana, no se abre la puerta. Es bueno que entre aire fresco. Yo quiero que entre otra persona y que no se perpetúe mi perfume en exceso. El festival se lo merece, va cambiando y adaptándose… Y hay otra razón: es difícil aguantar mucho más tiempo.

¿Por qué? 

Porque es un trabajo que exige muchísimo, te quita mucha energía. Hace que se te caiga casi todo el pelo…. (Ríe)… Y llega un momento en el que tienes la certeza de que quieres dedicarte a otras cosas. Yo ya necesito hacer otras cosas. Cuando acepté este encargo, dejé claro que sería para cuatro años y el tiempo se ha cumplido. Es hora de volar.

Tu primera película, ‘La casa de Emak Bakia’, supuso un antes y un después en tu carrera. Nos enseñaste un universo dentro de ti del que queremos saber mucho más. ¿Qué tienes en la cabeza en este momento?

Un amigo me decía que tenía que haberme guardado la idea de la búsqueda de Emak Bakia para mi tercera película. Que tenía que haber hecho antes dos peores y dejar Emak Bakia para la tercera. Y yo le dije… ¿Y si me muero antes, qué? Creo que estuvo muy bien haber aceptado este trabajo, el de la dirección artística del Festival Punto de Vista, inmediatamente después de haber terminado una película. Siento curiosidad por comprobar qué me ha dado este trabajo. Es muy diferente hacer cine a pensar cine. Prefiero hacerlo. Es como el amor. Es mejor hacerlo que pensarlo.

Creo que este trabajo me ha ayudado. Me ha ayudado a estar con muchas ganas de hacer algo. Soy un hombre con muchísimas ideas apuntadas en papeles. Necesito tener tiempo, sentarme en una mesa frente a todas esas ideas y rechazar algunas y optar por otras.

¿Qué has aprendido al frente de este festival?

Más bien qué he desaprendido. Mira, ver cine está bien, pero ver demasiado es malo. Y ver tanto como se ve aquí, no es bueno. Ser director artístico o programador significa un ritmo insano en el que igual te ves unas 10 películas al día y eso no hay quien lo aguante demasiado tiempo. Pierdes el criterio, pierdes el ojo y la capacidad de valorar.

Tengo ganas de ver una película sin pararme a pensar en su sinópsis. Disfrutarla, no trabajarla. Este trabajo me ha dado madurez y me ha permitido seguir cerca del cine. Creo que igual no tendré todas las películas que he visto para hacer este trabajo en la retina, pero sí en el fondo del cerebro. Lo bonito es que estoy seguro de que todo esto tiene resortes que saltarán en un futuro cuando me ponga otra vez detrás de la cámara.

Así que lo de volar, el lema de este año, es claramente una declaración de intenciones.

No hago monográficos. Lo que propongo es encontrar el relato. El primer año fue la nieve, el segundo las islas, el tercero fue el tiempo y este último volar. Y siempre estos conceptos han servido para explicar la situación del festival en el tiempo y para armar la programación. Todos estos temas siempre tienen, además, una cara muy negra y una cara muy luminosa. La nieve está cargada de poesía y de accidentes; las islas pueden ser paraísos y también cárceles; el tiempo nos envejece, pero nos hace disfrutar, y volar es nuestro gran sueño, pero también nuestra gran frustración.

Toca volar por varias razones. Yo me voy y toca volar en el programa. Todo lo que pasa por el aire, todo lo que pasa por el viento… Es un programa riquísimo. Fíjate si da para mucho que habrá unos cineastas que diserten sobre la posibilidad de atrapar el viento. Eso también es volar. Hay cineastas que nos ofrecen una mirada vertical: siete miradas diferentes de mirar al cielo. Entre los habitantes del aire hay un programa que dedicamos a las aves sin ningún sentido de hacer documentales de fauna, como puedes imaginar. Desde los halcones de los jeques árabes que vuelan en jets privados y no utilizando sus alas, hasta la inteligencia del cuervo. Hay un programa dedicado a la mariposa, que creo que es el animal que más se parece al cineasta: es capaz de quemarse por la luz.

¿Qué es eso de querer hacer un cine sin nombre?

Roberto Bolaño decía que hay que huir tanto de la literatura oficial como de la marginal. Mucha gente nos dice que nos dedicamos a lo marginal, pero no. Yo creo que estamos en un punto medio. Lo marginal es tan extremo como lo oficial. Hay mil grises. Y si te fijas, para nosotros es más necesario escapar de lo marginal. No tenemos salas o proyecciones tan radicales que acudan solo dos o tres personas. Eso es un insulto. Nos dirigimos a una inmensa minoría, como decía Mario Benedetti. Muchos olvidan que habitar en el margen no es ir contra el sistema, ni contra la masa. No es eso. Habitar en el margen significa contar con pocas posibilidades para hacer algo brillante. Es celebrar el acto poético del día, como escribir en esa pizarra negra una frase de Oteiza con tiza y que te dejen hacerlo.

¿Cuál crees que será la herencia que dejes a la persona que te suceda en el cargo? 

A mí me tocó un festival que estaba herido. No estaba en mal estado. Había tenido una amenaza de suspensión. Se celebraba cada dos años, pero cada año era un éxito. Josecho Cerdán, mi predecesor, me dejó un festival que era un Ferrari. Me tocó reanimarlo y tuve la suerte de que pudimos hacernos fuertes en Baluarte, en el centro de la ciudad. Y recuperar esa anualidad. Creo que esa es ya una herencia muy importante.

¿Por qué es necesario el cine documental? 

Porque no todo tiene final feliz en esta vida. Contra el happy end hablaría del sad beginning (el comienzo triste). En nuestras películas las parejas se divorcian, pero al principio. Tal vez lo importante no sea que se divorcien o se casen, sino que lo hagan al principio. Oteiza decía que el hombre que huye encuentra un refugio en el cine. Pero el hombre que huye no se refugia en una sala de extrarradio con un paquete gigante de palomitas a ver una historia con un predecible final feliz. El hombre que huye entra en el cine a ver el relato de la vida. A ver una de las cosas más antiguas del mundo que es el relato ante el fuego. Es la realidad. No hay ficción. No hay engaño.

El cineasta Oskar Alegría en Pamplona. Foto: M. Cuéllar.

El cineasta Oskar Alegría en Pamplona. Foto: M. Cuéllar.

¿Cómo se te pasó por la cabeza este año hacer una apuesta por el teatro documental?

El año pasado tuvimos 8.000 participantes en Baluarte. Un número precioso, porque es como nuestro techo, como coronar un 8.000 en el Himalaya. Tocaba volar e ir a otros sitios de la ciudad. Un festival de cine se tiene que reinventar. El 80% de lo que se ve en un festival de cine está accesible por Internet, así que ¿qué sentido tiene un festival hoy en día? Nuestra generación, los que tenemos ya unos años, sabemos lo que es el ritual de entrar en una sala a oscuras. Las nuevas generaciones no saben lo que es eso. Así que había que buscar cómplices: en los teatros, en los museos, en los bares… En tu poema tienes que poner un verso que sea misterioso, que tú no entiendas y eso es la quinta pared.

¿Cuál crees que va a ser el futuro del cine?

El futuro del cine es su pasado. Por mucho que evolucionen las tecnologías, por mucho que veamos cine de animación, seguiremos siendo resistentes. Querremos que nos enseñen la realidad.

¿Has visto ‘La La Land’?

No me había ni enterado de lo que había pasado en la ceremonia de los Oscar. Por no saber, no sé ni lo que es Moonlight. No he visto La La Land. No lo hago a propósito. Es que el festival me sepulta. No me da tiempo a hacer otra cosa que no tenga que ver con esto y eso tampoco es bueno.

¿Cuál es la última película que has visto que no tenga que ver con el festival?

¿Por placer? Dersu Uzala. A veces me la pongo para resetearme.

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