Pablo Echevarría, la magia del dibujante naturalista sigue viva

Dibujo de Pablo Echevarría.

Dibujo de Pablo Echevarría.

Acuarelas, óleos y dibujos de Pablo Echevarría se suman en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, a su extraordinaria colección de ilustraciones naturalistas de los siglos XVII, XVIII y XIX. El artista vasco quiere rendir homenaje a la manera de trabajar de los dibujantes del pasado, y también a la observación sin prisas de la belleza que nos rodea. Plantas, aves, libélulas, mariposas… El resultado puede apreciarse hasta octubre en un rincón del museo de la Castellana.

El sitio ha perdido mucha de la magia decadente, pero muy inspiradora, de los vetustos caserones propios de estos museos con las colecciones de los antiguos Reales Gabinetes de Historia Natural. Pero, aun así, siempre merece una visita el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid. Más ahora, cuando podemos contemplar la exposición de una parte de la extraordinaria colección de ilustraciones del médico, naturalista y dibujante holandés Van Berkhey (1729-1812) (hasta el 15 de enero), rematada con una muestra de obras actuales del artista vasco Pablo Echevarría, que ha partido de los fondos del propio museo para plasmar su arte en una treintena de piezas, acuarelas con grafito, dibujos al carbón con pigmentos naturales y óleos. Una delicia de trabajos de aves -lechuzas, colibríes, pájaros carpinteros…-, delicadas mariposas y libélulas, y plantas como lotos, jasiones y geranios silvestres.

No está bien señalizada la exposición. Hay que atravesar la nave central hasta el fondo, entre algunos de los estupendos dioramas de los taxidermistas Benedito, y a la derecha, subiendo unas escaleras, ahí está. Un rincón para deleitarse, donde se mezcla el arte del dibujo con bellas caracolas y ejemplares naturalizados de las colecciones del museo.

Hemos hablado con Pablo, nacido en Bilbao, residente en Madrid -el pintor Juan de Echevarría, representante del fauvismo español, era su tío abuelo-, uno de esos raros especímenes, en peligro de extinción entre el género humano, que sabe apreciar la belleza de la naturaleza en sus más amplios registros, desde las sencillas hierbas del campo a los enérgicos robles de la Sierra de Calendario, pueblo al que se ha estado escapando en verano durante los últimos 11 años; pertenece a esa subespecie de nobles ejemplares que aún sufren con las podas radicales a los árboles o con la estupidez humana que no aprecia el valor de un rosal silvestre o unas hierbas en los bordes de un camino.

– ¿Esta pasión por la naturaleza?

– La tiene que dar haber nacido entre huertos y frente al mar. De pequeño estaba obsesionado con las ballenas. Tengo ese punto romántico de los naturalistas antiguos.

– ¿Y cómo llevas lo de vivir en Madrid?

– Imagínate… Mi ilusión es vivir en Sidney.

– ¿Por qué?

– Si lo conocieras, no lo preguntarías. Allí es fácil sentir la fuerza de la naturaleza y la calidad de vida.

– ¿Y más cerca?

– Siempre algún sitio cerca del mar.

Mientras, aquí está él, en la gran ciudad mesetaria, y con sus dibujos en el Paseo de la Castellana, expuestos hasta principios de octubre bajo el título El reflejo del tiempo. Un emplazamiento, desde luego, con muchas connotaciones e historias para un artista como Pablo, pues el Museo Nacional de Ciencias Naturales guarda más de 4.000 ilustraciones zoológicas de medio centenar de artistas de los siglos XVII y XVIII, como el propio Berkhey, más Beeldemaker, Holsteijn, Hengstenberg e incluso Durero. Todo un tesoro que a menudo no recibe la atención que merece.

– ¿Algún formato en el que te sientas más cómodo?

– En la acuarela creo que me muevo como un delfín. Pero quizá por haberla trabajado tanto ahora le estoy encontrando el gusto al óleo.

– Tengo entendido que es la primera vez que te acercas a este tipo de dibujo naturalista.

– Sí, fue un proyecto que presenté al Museo hace dos años, y estoy feliz con el resultado. Creo que es muy digno, de gran calidad. Pero lo auténtico mío ha sido la ilustración en torno a temas literarios. Ese es mi mundo. Ahora estoy en una etapa de dar un carácter más artístico a la ilustración. Pienso que ya he alcanzado la madurez necesaria para dar ese paso. Creo que la trayectoria es importante en todo, seguir los pasos, seguir una evolución para alcanzar la madurez… Aunque en España hay mucha tendencia a creerte un artista desde el principio, sin un trabajo, ni una trayectoria, ni un poso. Desanima bastante esta tendencia actual del todo vale. 

– También podemos ver esos trabajos de ilustración literaria en la muestra del museo. Y veo que la presencia animal es prioritaria.

– Sí, sí, la seña de identidad es la mezcla de animales y seres humanos, para resaltar la necesaria convivencia entre unos y otros, que todos somos parte de lo mismo. No entiendo la ignorancia absoluta de tanta gente sobre la naturaleza que nos rodea. Es una maravilla pasear por el bosque y distinguir los cantos de la oropéndola, el picapinos, la abubilla. No entiendo cómo hay gente que ni lo conoce ni le interesa conocerlo. Como no entiendo el poco respeto a los árboles, pueblos incluidos. Es algo que me irrita sobremanera. Creo que en España hay un déficit absoluto de cultura respecto a la naturaleza, y de educación para aproximarse a ella y tratarla con respeto. De convivencia.

– A mí me ha gustado especialmente la delicadeza y composición minimalista de las acuarelas de sencillas plantas.

– Sí, estoy muy contento con ese trabajo. Me gustaría profundizar más en ese camino. Pero creo que para hacerlo realmente bien, y trabajar del natural, no de fotografías, como ha sido este caso, tienes que tener tu propio jardín.

– Tus influencias artísticas.

– El mundo anglosajón. Tanto en escritores como en dibujantes. Cuentan cosas muy delicadas sin caer en lo cursi. Admiro mucho esa estética. Mis ilustraciones tienen mucho que ver con Arthur Rackham (1867-1939), es a quien yo considero un maestro, con quien encuentro una afinidad. Huyo del tenebrismo de la escuela pictórica española. Esta muestra del Museo de Ciencias Naturales se ha concebido como un homenaje a esa forma de dibujar de los antiguos, acercarte a ellos desde una perspectiva actual. Y, por otro lado, homenajear a todas esas plantas y aves e insectos que he captado; porque vivimos en un mundo en el que nos estamos acostumbrando a mirarlo todo muy deprisa, y no a observar, no a detenernos a mirar algo con atención. Y creo que sólo de esa mirada atenta parte el auténtico conocimiento. Hoy en día todo es de echar un vistazo, todo rápido, sin detenimiento, incluidas las relaciones humanas. Habría que detenerse más en todo, y de ahí surgiría más respeto. Yo he llegado a un punto de madurez y de confianza en mí mismo que tengo ya muy claro lo que me interesa y lo que no.

– ¿Qué no te interesa?

– La gente con una actitud falsa.

– ¿Y que sí te interesa, Pablo?

– La naturaleza. Y la gente con pasiones, pero con una ética también.

‘El reflejo del tiempo’, de Pablo Echevarría. Museo Nacional de Ciencias Naturales. Madrid. Hasta el 5 de octubre (posible ampliación hasta fin de año).

Para seguir disfrutando con lo que nos cuentan este tipo de museos, tres recomendaciones más de visitas virtuales, a los centros de Londres, Nueva York y Viena.

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Comentarios

  • Vicente Albaladejo Fuertes

    Por Vicente Albaladejo Fuertes, el 09 septiembre 2014

    Como comparto el pensamiento de Pablo en lo referente a las caracteristicas que debe reunir el ilustrador de naturalezas y el papel educativo que esta actividad no me queda mas que felicitarlo e ir a Madrid a ver su exposicion y con suerte intercambiar ideas y experiencias.

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