Patti Smith, ‘Polaroid ultra slim’

Patti Smith. Foto: Beni Köhler

Patti Smith. Foto: Beni Köhler

Patti Smith. Foto: Beni Köhler

Patti Smith, el rock y el punk encarnados en mujer, ha actuado recientemente en Madrid, en Las Noches del Botánico. Sonia Fides le dedica una nueva entrega de su serie ‘Espejos y Espejismos’, en torno a mujeres que marcan diferencias: «Patti es la sirena que Ulises soñó con llevarse a casa, un paraíso sin grandes paisajes, un refugio en el que la tierra desluce los zapatos y deja marcas que brillan frente a los ojos de cualquier incrédulo. Patti es delgada y fea como los juncos que están más lejos del agua y, sin embargo, es quien mejor conoce el sabor de la lengua de Sam Shepard».

No hay palabras con tantas vidas como las de Patti Smith. Quizás porque Patti no le teme a la muerte de la palabra ni de la obra. Entre su pelo hay muertos ilustres pasando la tarde, luchando contra el insomnio que no ha erradicado la eternidad. Rimbaud sigue siendo joven cuando ella mueve sus manos de vieja y Robert ha hecho de su boca una cámara fotográfica para que el siglo XXI no se derrita sin dejar constancia de su nacimiento.

Patti sostiene un evangelio de hombres muertos, pero sigue viviendo y sabe que no debe rezarle a los ídolos de carne quieta. Patti sabe muchas cosas, cosas como que, si Dios no cree en las mujeres que no cambian de vestuario y les roba pedazos de los cuerpos necesarios, ella no creerá en un hombre que deja morir a un solo niño.

Se acaba de levantar y casi sin darse cuenta es un habitante del siglo en que los coches debían competir con las mariposas y no volver a tocar el suelo. Los caballos siguen corriendo y matando a algunos hombres ilustres, pero ya no son sus amigos como otras veces. Ahora va al cementerio a llevarle flores al hombre que mejor conoció el sentido en el que se movía su alma. Patti ya no es una joven punk, ahora es una viuda que escribe versos y toca el cuerpo de los jóvenes para librarlos de las enfermedades que no pueden diagnosticarse. Los caballos no flaquean después de cuarenta años de carreras.

Patti toma el té con Marianne, en este momento prefieren las pastas a las píldoras, ya no necesitan dormir para que la felicidad se acueste a su lado sino que son ellas las que arropan a la felicidad cuando ha tenido un mal día. Las mujeres feroces han sacado el agua sucia de sus habitaciones y conviven con palabras claras que iluminan sus días.

Las drogas son un alimento que ahora sólo sirve para que la memoria embalsame la carne de los muertos y la parte de sus venas que ya no tienen voz ni voto. Como cambia un cuerpo cuando la memoria hace su trabajo.

Es verano, y las flores ya esperan la llegada de Patti, tienen sed y les duele la piel por culpa del calor.

La noche ahuyenta la brisa, el sol ha abierto la boca y el viento es un hombre asustado que acecha agazapado en una de las múltiples ciudades dormitorio que con desmedida deslealtad han olvidado sus orígenes. Madrid arde porque hay estaciones que se resisten a perder su hegemonía, pero Patti concierta como nadie citas en medio del infierno.

Es amiga de Salomé y de María Magdalena. Ellas mantienen el té caliente para cuando vuelva a casa y el dolor la deshidrate. Patti tiene la lealtad de todos los hombres y conoce todos los idiomas. Es un testigo que jamás practicará la delación, esa mujer que nunca llenaría su vientre con las promesas de un Dios. Una polaroid ultra slim.

Patti es la musa de la que no necesitas su sexo para que te inspire. La amiga que no deseas entregar a la muerte aunque su larga cabellera sea un llamativo pedazo de algodón blanco. Es la mujer en la que piensas cuando llega la hora de arropar a tus hijos. La sirena que Ulises soñó con llevarse a casa a pesar de la paciencia de Penélope. Un paraíso sin grandes paisajes. Un refugio en el que la tierra desluce los zapatos y deja marcas que brillan frente a los ojos de cualquier incrédulo. Smith conoce la posición de las metáforas y la línea que ha de construir para que deseen convertirse en funambulistas. Sus palabras nunca se ensucian porque cuando caen al suelo hay una legión de bocas que absorben sus sombras y vuelven a ponerlas en pie. No conocen la inercia.

Patti es delgada y fea como los juncos que están más lejos del agua y, sin embargo, es quien mejor conoce el sabor de la lengua de Sam Shepard. Su saliva debería exhibirse en las salas de los grandes museos. Nadie debe quedarse sin leer el estribillo de una canción de amor construida por dos héroes.

Una cucharilla cae al suelo, las viejas amigas están cansadas. Reina el silencio y la noche le tapa la boca a todas las ventanas. Marianne sonríe, sabe que no hay oscuridad, pero tampoco luz como la que ofrece la biografía de su amiga. Se levanta y acaricia su cabeza. Siente tener que dejarla sola, después de tantos años ambas están al corriente de que las respuestas no son más puertas cerradas y que los muertos no le pertenecen a nadie y mucho menos a la memoria de los vivos. Patti no se mueve y deja que Marianne se enfrente sola al verano. Hay pedazos de cordón umbilical por toda la cocina. Patti cierra los ojos y bendice a toda la generación que aún la mantiene con vida.

Mientras, muy lejos de la casa de la mujer delgada yo toco el agujero de mi ombligo y lo noto más profundo. Bebo un poco de agua y recojo los restos del almuerzo que han quedado en mi plato, sería un atropello que el futuro le ofreciera a las moscas aquello que no quisieron masticar los muertos.

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