Cuando no puedes alquilar elefantes: la Resistencia del ‘(otro) cine español’

Fotograma de la película 'Histeria de España'.

Fotograma de la película ‘Histeria de España’.

Fotograma de la película 'Histeria de España'.

Fotograma de la película ‘Histeria de España’.

Desde hace cinco años, el Festival de Cine Europeo de Sevilla, cuya edición 2017 termina hoy, abre en su programación el ciclo ‘Resistencias’, que se dedica a dar cuenta de “ese cine español realizado desde la más absoluta independencia”. ‘El Otro Cine Español’ ha sabido hacer de la necesidad virtud y sacar adelante su creatividad con los medios disponibles. A él se adscriben nombres como Isaki Lacuesta, Carlos Vermut, Ramón Lluis Bande, Luis López Carrasco, Natalia Marín… ¿Seguirían haciendo lo mismo si tuvieran más medios? “Yo si tuviera más medios alquilaría elefantes ”, bromea Miguel Rodríguez.

Hay quien no ve bien el término “cine español”, porque ni es un género definido ni es una industria monolítica (de hecho, hay quien dice que no existe en España tal industria). Pero si tomamos “cine español” como el que va a los Goya, se distribuye en salas comerciales y aparece con frecuencia en los medios de comunicación, entonces podemos decir, como dicen en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (que dirige José Luis Cienfuegos y que cierra hoy su edición número 14), que hay “otro” cine español. Se ha dado en llamar, precisamente, ‘Otro Cine Español’.

Desde 2013 se celebra dentro del marco del festival el ciclo Resistencias, que se dedica a dar cuenta de “ese cine español realizado desde la más absoluta independencia”, según tiene escrito el responsable de programación del festival, Alejandro Díaz Castaño. Mientras que el cine industrial, ya sea de autor o mainstream, pasa un mal trago debido a la crisis y las nuevas formas de distribución y consumo, los cineastas del Otro Cine Español han sabido hacer de la necesidad virtud y sacar adelante su creatividad con los medios disponibles. Y, como muchas veces ha pasado en momentos de crisis, el resultado es una creatividad efervescente. Siendo optimistas, esto es una vanguardia underground. Siendo realistas, un feliz resultado de la precariedad rampante.

Como puntos en común entre los diferentes realizadores cabría contar las producciones con bajo presupuesto llevadas a buen puerto gracias a la disponibilidad de nuevas tecnologías (también se le ha llamado cine low cost), cierto compromiso político, la diversidad de estilos y la búsqueda de nuevos enfoques y narrativas, según se puede extraer del libro Imágenes resistentes. Temáticas, narrativas y estéticas del Otro Cine Español, que recoge textos de Sergio Cobo-Durán, Samuel Neftalí Fernández Pichel y Alberto Hermida, publicado el año pasado por el Ayuntamiento de Sevilla. Además, muchos de los realizadores de este cine se conocen y colaboran entre sí, formando cierta comunidad; las redes sociales ayudan a la comunicación entre ellos y con el público. A pesar de todo, la oferta es tan variopinta, polimorfa y diversa que cuesta encontrar las líneas de fuerzas del movimiento (si es que es un movimiento) dentro de la cuestión puramente artística.

Entre los nombres que se podrían citar están Isaki Lacuesta, Carlos Vermut, Ramón Lluis Bande, Luis López Carrasco y Natalia Marín (ambos miembros del colectivo Los Hijos), Elías León Siminiani, Jonás Trueba, Albert Serra, Leire Apellaniz, Fernando Franco, Irati Gorostidi, Eloy Enciso, Lois Patiño, Oliver Laxe (lo que se conoce como Novo Cinema Galego puede enmarcarse dentro de esta corriente) y un largo etcétera, además de los participantes en la edición de este año en la sección Resistencias.

Una buena forma de seguirles la pista son las plataforma digitales Plat o Márgenes, dedicadas a este tipo de producciones en la periferia de la industria. De hecho, los modos de distribución son otra de las características del Otro Cine Español: además de las citadas plataformas, estas producciones se proyectan en festivales, ciclos y eventos en centros culturales, y poco más.

“Nosotros tenemos mucho menos dinero que lo que se llama el cine español”, cuenta Alonso Valbuena. “En nuestro ámbito la película rara es la que tiene una buena financiación detrás”. Ha traído al festival su película Se abrirá la tierra, algo así como una historia de fantasmas construida con grabaciones aparentemente domésticas. “Algunas de las películas del ciclo de este año, la de Valbuena, la de Carlos Rivero y la mía”, dice Miguel Rodríguez, “tienen el punto en común de tratar temas que surgen de nuestras propias familias; y las propias familias participan y respaldan el proyecto”. En su caso se trata del documental La Isla, sobre la peripecia de un programa de Canal Sur en la Sevilla anterior a la Expo: La Isla de Flora, para público infantil, protagonizado por los títeres Flora, Tico y Ulises. Según cuenta, montó la película encorvado sobre una mesita de su casa familiar.

Carlos Rivera, director de Las Cosas, opina: “Uno de los puntos que podemos tener en común es que nuestra relación con el cine es más vital, tiene más que ver con las vivencias que tenemos en nuestra experiencia cotidiana. Y lo hacemos sin un productor o un distribuidor detrás”. Pero la dificultad para llegar al público no solo depende del distribuidor o del circuito comercial, muchas veces los enfoques complejos o experimentales, a veces herméticos, pueden separar al espectador medio. “Lo que no podemos hacer es echar la culpa al público de no entender algunas de nuestras películas”, dice Valbuena. “Hay que intentar acercarse”. Rivera añade: “Seguir haciendo películas para nuestro mundo endémico y para festivales donde solo van los interesados quizás no sea estar en el mundo real, hay que buscar soluciones para salir de este círculo y llevar este cine a más personas. No sé cuáles son”.

Kikol Grau es un veterano merodedador de esta escena: “Soy un reciclado de la televisión, donde trabajé”, cuenta; “ahí traté con archivos y empecé a trabajar con ellos”. De hecho, presenta el proyecto Histeria de España, en el que ha liado a más de 20 realizadores para hacer piezas relacionadas con la reciente “histeria” de España: el resultado es un divertido a la par que combativo collage irreverente de espíritu punk (no en vano Grau ha realizado un documental sobre la banda Eskorbuto titulado Las más macabras de las vidas). Sus estudios universitarios en Historia ayudan. Así que otra de sus propuestas de este año ha sido La Transacción: un recorrido audiovisual por la Transición, en una línea no muy diferente.

“Cada vez hay más festivales con secciones que recogen proyectos un poco fuera de lo común”, dice Grau, “y no solo fuera de lo común por la cuestión económica, sino cosas más experimentales, estrambóticas, personales o como quieras llamarlas. Es donde la gente puede hacer cosas con mayor libertad”.

Otras de las propuestas de este año han sido Os fillos da vide, de Ana Domínguez; Ternura y la tercera persona, de Pablo Llorca (en la que actúa una figura de renombre como Mario Gas), Ver a una mujer, de Mónica Rovira; A estación violenta, de Anxos Fazans, y El señor Liberto y los pequeños placeres, de Ana Serret.

¿Seguirían haciendo lo mismo si tuvieran más medios? “Yo si tuviera más medios alquilaría elefantes”, bromea Miguel Rodríguez.

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